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Luzma – Con el novio de mi hija

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Conocí a mi esposo a los 18 cuando él tenía 21 y cuatro años después nos casamos. El primer y único hombre en mi vida. Como casi todas las mujeres del puerto donde vivo, me dedique 100% a mi familia, hasta que mis hijos ya mayores, partieron a otra ciudad, para continuar sus estudios y solo en sus periodos vacacionales nos visitan, por lo cual, estos últimos años, mi vida ha girado alrededor de mi marido.  Acostumbramos correr en la playa cada tercer día para mantenernos en forma, y aunque por mucho tiempo mi vida sexual fue plena y correspondida, ahora que algunos síntomas me indican que me acerco a mi menopausia y la costumbre y monotonía han afectado el libido de mi pareja, hay ocasiones en que extraño las épocas de buen sexo.

A mis 52 años, me considero una mujer todavía atractiva, delgada, fuerte, con un busto todavía firme y porque no decirlo un culito bien parado.

En este último periodo vacacional, nos visitaron mi hija de 25 años y su novio unos dos o tres años mayor, acomodamos al invitado, en la habitación de huéspedes, que teníamos separada de la casa, pero que contaba con todos los servicios. Aprovechamos ese mismo día, para ir a la playa. El chico era encantador, con un cuerpo marcado por el gym, además de una magnifica herramienta que se notaba por el bulto en su bañador. Mi hija iba con un bikini muy coqueto que provocaba constantemente sus miradas, yo me puse un traje de baño completo, pero que aun así, dejaba ver todavía lo  atractivo de mi cuerpo y que estoy segura, también provocaron miradas discretas.

Al día siguiente, muy tempano nos salimos a correr mi esposo y yo, dejando a mi hija y a su novio dormidos en sus cuartos. Cuando recién empezábamos a trotar, sentí un fuerte tirón en la parte posterior y más alta de mi muslo, por lo que le pedí a mi esposo siguiera con su carrera y yo me regresaría a la casa para ponerme hielo en la parte lesionada. Al llegar procure no hacer ruido pensando en no despertar a mi hija, pero cuando subía rumbo a mi habitación, para cambiarme de ropa (ese día llevaba unos shorcitos y una playera), escuche gemidos y grititos en el dormitorio de ella, al asomarme, me encontré a mi hija montada sobre su novio, dándose de sentones sobre él, claramente teniendo sexo. Ni me asuste ni me indigne, mi hija y su novio ya eran adultos, y conscientes de lo que hacían. Llo que si me provoco fue una enorme morbosidad por ver lo que ahí estaba pasando, ver a mi hija en ese estado de excitación y lujuria,  me causo un choque eléctrico, me sentí cachondisima de inmediato, no podía dejar de verlos, después de un rato, se separaron para que mi hija se pusiera en cuatro patas, lo que dejo a mi vista el impresionante garrote de su pareja, la empezó a penetrar lentamente, lo que causaba un interminable gemido por parte de mi hija al sentirse poseída al tiempo que en mi empezaba a fluir un torrente de flujos vaginales mientras me sobaba por debajo de mi pantaloncito y sobre mis bragas.

Se notaba, la experiencia que tenían como pareja sexual, se movían y se estimulaban, logrando cada vez mayor placer, yo me mantenía atenta mientras cada vez me masturbaba con mayor frenesí. Casi al mismo tiempo mi hija y yo culminamos en un orgasmo, mientras él retiraba su enorme pene del interior de mi hija y ella se acomodaba para terminarlo con una mamada, me baje rápidamente a la cocina, para tomar una bolsa de hielo y empezar a curarme mi lesión.

Estaba excitadísima, jamás me imagine ver a otras personas teniendo sexo, y mucho menos a mi hija, no podía sacar de mi cabeza la tremenda estaca de su novio, en mi mente se agolpaban mil pensamientos, para lograr tener un polvo como el que había observado en la habitación de ella. Cuando escuche la puerta cerrarse y pasos que bajaban, por instinto me puse en una posición muy tentadora, levante mi pierna hasta arriba de la barra de la cocina y me puse la bolsa sobre mi muslo, levantando mi shorcito hasta por arriba de mi pierna, mostrando parte de mi calzoncito. No había nada que perder, si era mi hija, simplemente pensaría que me estaba curando, si era su novio (y eso esperaba), serviría para provocarlo y excitarlo.

Y vaya que funciono, sabía que él me estaba observando fijamente, sin cambiar mi erótica posición, le explique lo que me había pasado y le pedí me acercara el frasco con el ungüento para ponérmelo. Él se acercó a mi espalda y tomo un poco del bálsamo con sus dedos, y procedió a untármelo en donde tenía el hielo. No podía creer lo que ocurría, a unos pasos de donde mi hija reposaba de la tremenda cogida que le habían puesto, su madre se entregaba a las caricias que en ese momento le proporcionaba la misma persona. Lógicamente el sintió la humedad que había en mi ropa, y suavemente paso su dedo pulgar por mi coño dos o tres veces, causando un suspiro profundo de mi parte, después de esto, solamente se retiró dejándome totalmente alterada.

No podía creer que después de años de intachable fidelidad para con mi esposo, acababa de ser manoseada por otro hombre y estaba pensando la forma en conseguir me cogiera como había visto lo hiciera con mi hija. Pero el deseo y la tentación eran enormes.

Al día siguiente, fue día de volver a ir a la playa, pero en esta ocasión, estaba más que dispuesta a mostrarle lo que todavía había en mi cuerpo, por lo que me vestí con un bikini y un sexy kaftan de playa. Ahora si podía darse lujo de vernos a ambas, madre e hija compitiendo en sensualidad, varias veces tuvo que disculparse para ir a meterse al agua y poder bajarse las repetidas erecciones de su miembro. Aprovechando una de esas escapadas del chico, le pedí a mi hija que acompañara a su papá a correr al día siguiente, ya que yo no podría hacerlo. Mi hija intento convencer a su novio que fuera con ellos, sin fortuna (el muchacho no era tonto y presintió cual era el verdadero fondo de todo ese plan).

Por lo que al día siguiente, en cuanto mi esposo y mi hija se fueron, me vestí con la ropa más sensual que tenía (aquella que ya estaba hasta el fondo del cajón y destinada a no ponerme más) y baje a la habitación del novio de mi hija el cual por supuesto, ya me esperaba.

Cuando abrió las sabanas, para permitir que yo me acostara junto a él, pude apreciar que estaba totalmente desnudo, su verga empezaba a cobrar vida. Me pidió que retirara toda mi ropa excepto mis sexys pantaletas. Empezó a besarme en el cuello y los oídos, mientras me felicitaba por como mantenía mi cuerpo, comparándolo con el cuerpo de mi hija, esto me calentaba y excitaba. Mientras acariciaba mis encendidas tetas, le pregunte si tenía sexo con ella, me contesto que frecuentemente, y que era la zorra más caliente y puta que conocía.

Vaya tipo, como se atrevía a hablarme de esa manera de mi hija, pero al contrario de molestarme, me incitaba a seguir hablando de ella. Me empezó a decir y a mostrar, todas y cada una de las cosa que le gustaba hacer con ella, desde como besarla, como acariciarla, como encenderla, me comento con detalles, como le gustaba mamar la concha de mi hija y como le encantaba a ella comer polla y para rematar, me explico cada una de las poses en las que a mi hija le fascinaba se la cogiera.

Todo esto me prendió de sobremanera, yo lo escuchaba y al mismo tiempo mis flujos me empapaban, me llevo a un estado de frenesí tal, que ni siquiera me entere en que momento me había encuerado totalmente. Lo único que salía de mi boca eran gemidos de placer al imaginarme a mi pequeña hija, en las diferentes posturas que él me platicaba. No podía más, le pedí me tomara en ese mismo momento, por lo que me acomode boca arriba esperándolo febrilmente, él se hinco frente a mí, tomo mis caderas, las levanto lo suficiente para acomodar su miembro a la altura necesaria para poseerme, y de un solo golpe me incrusto su verga, a pesar de mi humedad, la falta reciente de sexo y el tamaño de su falo, provoco que esa primer embestida fuera incomoda y dolorosa, pero en cuento paso un momento, me vi envuelta de nuevo por el placer de sentirme totalmente llena por un trozo tan caliente de carne, el deleite era inmenso, no podía dejar de moverme y de agradecer cada embestida que mi amante me proporcionaba.

Si esta iba a ser la última gran experiencia sexual que tendría, la aprovecharía al máximo, lo tome del cuello y me levante para sentarme sobre sus piernas dobladas, yo misma quería insertarme más a fondo ese tubo que tenía dentro, cuando se cansó de esa posición y procurando no abandonar el nicho que tenía tomado, se acostó sobre su espalda, para permitir que montada sobre su cipote, clavarme y moverme a mi total libertad. No había forma de disfrutar más, o por lo menos eso pensé en ese momento, en muchos años no había logrado dos orgasmos en una sola sesión de sexo, y para ese momento ya había pasado el segundo y veía que mi amante me llevaría a mas antes de que el llegara a su clímax. Me levanto para sacarme su polla y me acomodo boca abajo sobre mis manos, rodillas y pies y así como perra, me fue clavando nuevamente su pene, en cada arremetida sacaba por completo su miembro para volver a insertarlo lentamente hasta el fondo, al tercer  empujón, me llevo a otro nuevo orgasmo, que provoco me desvaneciera de los brazos y quedar empinada y dándole la cola, cuando iba por el sexto empellón, me aviso que pronto terminaría, y me pregunto dónde quería su leche, yo la quería toda adentro, me imaginaba inundada de todo ese líquido que esperaba drenara de su cuerpo. No me importaba la posible consecuencia de ese acto, aunque sabía que era muy poco probable salir premiada por mi desvergüenza.

Con un largo grito de placer, descargo su arma en mi interior, la fuerza, cantidad y temperatura de su semen, me provocaron mi cuarto y último espasmo acompañado de fuertes convulsiones de mi cuerpo, esto termino por dejarme totalmente rendida.

Todavía tardo varios minutos en que su verga abandonara mi húmeda e irritada panocha, en mi interior sentía como poco a poco su miembro perdía fuerza.  Mientras descansábamos me invito a empezar de nuevo a estimularnos para vivir nuevas emociones, pero yo ya tenía suficiente y no podía arriesgarme a ser encontrada con él. Por lo que, le agradecí su compañía, me puse mi bata (mis bragas se las regale como premio), y me retire a mi habitación para tomar una buena ducha de agua tibia y fría, que me regresara la tranquilidad.

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