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Pagando una deuda

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Le gustaba el ambiente de ese bar, allí le gustaba tratar sus asuntos con el placer de la bebida o comida, por eso había citado a la Carmen en ese lugar, se sentía arropado por el ambiente cotidiano y informal del establecimiento. Como siempre pidió al Lucas un gin tonic más -que precedían a los dos anterios-, habitual en el a esas horas; se le notaba satisfacción en la cara, su relajamiento de saberse seguro de si mismo.

En su juventud había trabajado en todo tipo de trabajos –repartidor, camarero, friegaplatos, cocinero- hasta valerse por si mismo y crear su propia inmobiliaria, pudiéndose permitir el lujo de dirigirla y adquirir nuevos establecimientos. Por ese motivo, aunque con distintas intenciones estaba a la espera de la Carmen, la cual ya se la avistaba en la entrada del establecimiento.

Carmen, una señora cuarentona, la cual ya había sido informada previamente de los pormenores que la llevaban ahí, que no eran ni más ni menos que, él el Rubén, alias ‘el colmillo’ le había informado a través de segundas personas, que sabía de los manejos nada claros del negocio que regentaba ella hacía años y para más contrariedad, el Rubén había adquirido todos los locales del inmueble menos el suyo. Carmen siempre se había mostrado evasiva ante tal personaje, sin ser ella trigo limpio intentaba evitarlo, a pesar de las insistencias de tal personaje, el cual le causaba aversión y asco, el despotismo, sus vicios, su chulería, la soberbia del puto orangután calvo –como le llamaba ella- la aborrecían. Sospechaba que nada bueno traía entre manos, pero no le quedaba más remedio que acudir, por eso acudía a la cita, con resignación pero firme.

—Buenas noches –dijo ella- Rubén, he recibido el mandado a través de tu picapleitos amiguete, también me ha puesto al día de lo que hay, mi pregunta es: ¿qué coño quieres de mi?

—Sabes, los vestidos te favorecen (negro) y tienes buenas tetas (95) pese a tus 40 ¿creo no? Sera que siempre has sabido vivir sin dar golpe y ni tan siguiera has tenido la gentileza de parir; que digo parir, si nunca has tenido un hombre más de un año –ríe sarcásticamente- aunque tampoco te lo reprocho, se vive como se puede, y a ti, hasta ahora no te ha ido mal, estafando y engañando a la gente.

—Mira quien habla, el sacacuartos especulador y timador, a tu edad ya deberías haberte dado cuenta; por cierto tengo 42 y si no me equivoco tú has cumplido los 50.

—No he venido aquí para dar lecciones de moral y menos para echar en cara las miserias de cada uno, que tampoco nos ha ido tan mal –carcajada, pero tengo la sartén por el mango y pienso aprovechar; pero siéntate, y escúchame –dice el sentado, sin deferencia de ofrecerle la silla.

Ella se sentó con actitud de seguridad y con mirada de desprecio marcada hacía Rubén, su porte también era altanero, aunque por dentro explotaba en rabia y desprecio hacía el personaje. Se acercó el camarero pidiendo ella un Ron, lo iba a necesitar, lo presentía.

—Iré al grano, sin circunloquios ni otras mandangas: te quiero gozar, quiero aprovechar y meterte tranca, pero como si fueras una puta barata, usarte sin contemplaciones ni finuras ni sensualidades de mierda. A partir de ahí olvidare lo que sé; esto es lo que hay damisela.

—No esperaba otra cosa, eres grosero y vulgar, encima te regodeas en esa conducta. Sabes que no tengo opción, no me queda otra, no te implorare ni te venderé pena, acato tu ansia, y sobre todo, que sea cuanto antes, así me quitare la carga de encima.

—No te preocupes, aquí afuera tengo mi coche, donde te mereces ser gozada, no me voy a ir con finuras, ya te digo: como a una pelandrusca del tres al cuarto.

—Después de lo que has bebido vas a conducir-observando tenía ya dos vasos vacíos.

—No te preocupes, tengo mi propio chofer, está acostumbrado a contemplar ejemplares de todos los pelajes mientras conduce –risa sonora y despectiva.

Con el clásico gesto de levantar la mano al camarero, desprendiendo autoridad, acercóse el camarero y pidiéndole la cuenta, y dijóle un “ paga ella” chulesco, exhibiendo su autoridad. Viéndose ella en la incómoda posición de acatar al cabrón despótico abriendo el bolso y pagando las consumiciones. Salieron juntos, ella con la moral quebrantada, pero aguantando como podía el momento; sentía que las piernas le flaqueaban, estaba desubicada; y es que las cartas estaban echadas a su pesar. Al llegar al aparcamiento observo como el lacayo de Rubén se fumaba un pitillo, su rostro era de facciones duras, aire rufianesco, exhibía una coleta larga, tatuaje en su cuello, su mirada era glacial y voraz, por algo le llamaban “el servidor”. Su servicio a cargo del Rubén se remontaba a unos 15 años, cuando lo coloco bajo su batuta-expulsado de colegios, inculto, grotesco, modales gélidos- al incorporarle a su equipo de hombres de confianza; no necesitaba hombres inteligentes, sino servidores. Se le gratificaba con un sueldo modesto y se le dejaba montar algunas chicas, normalmente putas.

—Hola Rafa, qué, se te ha hecho larga la espera; mira la señora que traigo, anda, haznos pasar atrás –cumplidor abrió la puerta trasera y entraron, acto seguido arranco el coche Mercedes

—Qué te parece la tipa –mirándola a ella-, no es tan joven como la del otro día, da tu opinión Rafa –ella permanecía callada y resignada.

—Pos tie un meneo la jaca, dónde ja encontrado la tipa jefe.

—Es la tía que te dijé, la altanera, aunque ahora está muy calladita –risas- ahora tendré que comprobar el género que voy a usar, quizá te haga participe, ahora la pongo a mamar y después necesitare un descanso, el cual tu podrás satisfacerte, mientras ve hacía algún descampado, como si de una puta se tratara.

Ella tragaba saliva, por dentro encolerizada, pero no quería exteriorizar, no le daría esa satisfacción, mientras él le subía la falda, dejando al descubierto su tanga; se había calzado medias con ligas a lo rápido, con prisas, tampoco había que darle más vueltas. De un tirón la desbrago, quedando su coño depilado a la vista, pasando acto seguido a sacarle el tetamen, pero dejando el sostén debajo de sus pechos; se sentía sucia, manejada por aquel mequetrefe asqueroso, el cual ya se bajaba el pantalón y saltando como un resorte una polla completamente empalmada, venosa y descapullada, de tamaño aceptable, con sus testículos colgando, peludos, así como todo su cuerpo lleno de vello antiestético.

—Y ahora, qué tal Rafa, cómo la ves –Rafa aprovecho para girar la cabeza en un semáforo

—Jo, jefe, lista pa usa la hembra. Mire que carita de pocas bromas gasta; viendo como tas jefe, to empalmado, yo ya la ponía a toma biberón.

—Ya has oído a Rafa, al tema, y procura esmerarte, te será lo mejor.

Ella agacho la cabeza, su conclusión era que debía colaborar para la rápida finalización, había mamado muchas pollas, sabía cómo hacerlo, debía olvidar aquellos cerdos y centrarse en esa polla descapullada y peluda: empezó con un jugueteo de lengua por el tronco variando el ritmo, pasando a engullir el glande hasta media tronco, el la obligo a mirarlo a los ojos llenos de ansia y vicio, las de ella parecían las de una perra sumisa; empezó a subir y bajar ayudada por la nuca por las manos de él. Gozaba, jadeaba, ronroneaba; de repente se sacó el pene de su boca, se cogió los testículos, en señal inequívoca de que los succionara; ella los lamio, el le reclamo “trágalos de uno en uno y mírame a la cara”. Pusóse a succionarlos uno por uno, él reventaba de gozo, se notaba próxima la lechada, ante lo cual, él le volvió a meter el pene entero de una tacada en la boca;  empezó a follarle la boca, a ella le entraban arcadas, babeaba, su cara estaba roja; sus jadeos eran explosivos, convulsionaba; ella sintió la espesura de la lefada, tuvo que sacar la boca; él le agarro de la nuca y le vació en toda la cara, sus ojos llenos de esperma tuvo que cerrarlos no podía abrirlos. Quedo exhausto en el asiento con jadeos y lleno de sudor.

—Vaya jefe, a disfrutado –risa servicial- mire como ha quedado la cara de la morra, no puede ni abrir los ojos –estaba acurrucada, acobardada-, vaya lechazo jefe, parese un chabal de dieciocho.

—Je,je,je, la verdad es que le tenía ganas; ahora Rafa, como lo prometido es deuda, a tu gusto, yo debo reponerme, si quieres darte una satisfacción, toda tuya hasta que pueda volver a empalmar.

—Gracia jefe, ahora paro y la monto delante de uste, como aquella ocasión en la feria con la putanga esa – miradas cómplices de satisfacción de ambos- que pillamos.

Paró el coche en un descampado, la noche era cerrada, dejo los faros encendidos y se bajó, ella quedó algo anonada en el asiento trasero, pero a una seña de Rubén de que se dirigiera afuera le basto, estaba entregada. Rafa ya estaba solo con la camiseta, sin pantalón, su polla apuntaba hacía las estrellas, tenía empalme y encima gastaba un pene de más potencial que el anterior succionado; ella se había quitado el esperma de la cara como había podido, con un pequeño pañuelo, quedándole aun restos en la cara. Rafa le dijo que apoyara las manos en el capo; de su parte el Rafa le levanto la falda quedando a merced suya el enérgico culo; lo abrió con aire de especialista, acto seguido se dio unos meneos a su pene, después escupió en la vagina de ella y así, en posición de ataque, de una tacada sonora y enérgica le entro todo el pene, dejándolo allí un rato.

—Te gusta  furcia, lo sientes bien adentro, ha entrado como un cuchillo en la mantequilla, en el fondo lo deseas –dijo Rafa

—Sí, fóllame ya, haz lo que quieras, pero dame rabo.

Empezó un mete-saca lento, a ratos la dejaba clavada, sus testículos rebotaban, la penetraba profundo, la cogió del pelo y empezó un frenético mete-saca; se oía el chapoteo de la penetración, rugía ,gemía; ella no quería exteriorizar sus sensaciones, pero empezaba a gozar. Como un golpe eléctrico él empezó a moverse automáticamente: dentro, fuera, bombeo, dentro, fuera bombeo; hasta que empezó a bombearla con toda el alma y explotar en gozo. Ella parecía una gallina descabezada que se moviera por impulsos hasta quedar estática y jadeante. De su parte, el Rubén veía las caras de gozo a través del cristal y los focos del coche.

—Joder Rafa, la has follado como a una perra –dijo el saliendo del coche

Se dirigió hacía los dos, el encendía un cigarrillo, ella apoyada todavía  en el capo ; se acercó a ella y le abrió las nalgas, allí vio que el esperma le salía deslizándose por los muslos.

-Si no toma la píldora, esto basta para preñar una vaca –riéndose sarcástico.

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