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Ajustando cuentas (IV)

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Tocó levemente en la puerta no quiero que se irrite, y a su señal entro cerrando tras de mí. Ella está sentada con las piernas cruzadas casi inmutable, su aspecto de mujer fatal contradice la modestia de sus costumbres, observa atentamente como me desnudo. Me echo a sus pies descalzó besándolos y lamiéndolos suavemente por varios minutos, hasta que abre sus piernas esbeltas y puedo ver el vello púbico, poseído por la lujuria meto mi cara entre sus muslos.

Sus manos sujetan firmemente mi cabeza hundiéndome en su sexo. Mi lengua lo recorre frenéticamente recogiendo a su paso su fluido como si de un elixir se tratase, con la lengua juego con su clítoris una y otra vez por decenas de minutos. Sus suspiros la delatan esta excitadísima, hasta que finalmente explota con un gran orgasmo ¡Haaaa! ¡haaaa! empapándome todo el rostro.

Saciado su sed de placer me aparta sin mediar palabra alguna, se sitúa delante del escritorio recogiéndose la falda. Se voltea y recostándose sobre la tabla del escritorio me ofrece sus redondas nalgas -¡Ya sabes lo que quiero! me dice. Con la lengua comienzo a recorrer el espacio entre sus nalgas de arriba abajo repetidamente, me entretengo lamiendo su agujero una y otra vez por varios minutos, absortó con su sabor y olor que me embriaga.

Sin previo aviso se incorpora acomodándose la falda sonriente y complacida - ¡Bien perrito ya me limpiaste! -¡Te has portado bien, como premio puedes masturbarte!

Intento incorporarme, pero la negativa de su dedo me detiene -Quédate de rodillas y háztelo con una mano, medio sentada sobre el escritorio Clara observa atentamente como me masturbo frente a ella, aumentando aún más mi morbo y mi sumisión.

Exploto con dos grandes chorros, apurando asta echar las ultimas gotas, con el dedo Clara señala el suelo y comprendo que debo limpiar todo aquello con la lengua voy lamiendo y tragando mis propios fluidos, bajo la atenta mirada de Clara que de vez en cuando me nalguea con su vara para apurarme. Siento como me quema cada golpe que me propina, al terminar sin apenas mirarme me despide.

-¡Vete, te llamare cuando te necesite!

¿Cuándo me necesite? que ha querido decir con aquello, normal mente me recuerda que debo volver al día siguiente, serrando la puerta detrás de mí me voy pensando que después de todo ha quedado complacida.

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