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Andre (parte 5)

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Tal como habíamos arreglado con Andre y Alma, este finde nos vinimos para casa. Ya había preparado varias sorpresas para las chicas. Ni bien entramos a casa, serví una picada con tragos y nos sentamos en el living.

- “Chicas, les voy a pedir total sumisión para poder llevarlas a volar bien alto. Les voy a indicar cuales son sus roles y que tienen que hacer. Van a cambiar varias veces de lugar y de rol. Lo que nunca va a cambiar es que son mis sumisas y hacen todo lo que les digo. ¿Ok?”

- “Si papi. Andre ya me contó lo que le hiciste a ella cuando vino acá. Quiero eso yo también. Te voy a obedecer en todo”, dijo Alma.

- “¿Y si te ordeno que la obedezcas a Andre?, le pregunté a la rubia.

- “Si es tu orden, por supuesto”.

- ¿Y vos, Andre ¿la obedecerías a Alma si te digo”.

- “Por supuesto”.

- “Bueno, entonces empecemos. Desnúdensen. No creo que vuelvan a usar ropa hasta el domingo que se vayan”

Y los tres nos desvestimos. Después las llevé al cuarto que había preparado para ellas. Había un sillón revestido en cuerina separado medio metro de la pared y, en la misma varios ganchos, así como en el techo, sobre una mesa cercana había látigos de hule, esposas, vendas, mordazas, lubricantes, didlos, consoladores y otros “chiches”.

- “Chicas, Esta es la única vez que deciden ustedes. ¿cuál va a ser la primera que amordace y ate y a la cual le propine chirlos y caricias?”.

- “¿Podes empezar vos, Andre?”, pidió Alma.

- “Con todo placer mi amo”, dijo la morocha con una sonrisa.

- “Vos vas a ser mi ayudante Alma. Y no quiero que dudes. Hacé todo lo que te digo ¿está bien?”

- “Si papi”

Le fui pidiendo a Alma lo que necesitaba y procedí a colocarle a Andre la mordaza y la venda, las pulseras y a ponerla de rodillas en el sillón, la espalda hacia mí. Puse una soga rodeando el sillón a la cual até sus tobillos. Eso hacía que le quedaran bien abiertas las piernas, dejando tdo su sexo expuesto. La morocha permitía todo con ansia y deseo. Sabía que le esperaba. Cuando estuvo lista le puse unas orejeras que le impedían escuchar.

Puse una música sensual de fondo. Cuando estuvo lista, le dí a Alma un aceite de romero y le indiqué que se lo pase por el cuerpo y después la acaricie toda y le recalqué “toda”. Cuando empezó a hacerlo, me puse detrás de ella y la empecé a aceitar a ella y le dije que le hiciera a su amiga lo que yo le hacía a ella. Empecé por masajearle todo el cuerpo incluídas sus tetas, su cola, su conchita y su culito. Cuando empezó a aflojarse, le dí un chirlo para después masajearle la nalga. La tomé a Alma del cabello, para obligarla a mirame y le dije.

- “Si no le das chirlos como yo a vos, te voy a castigar más duro. Repetí lo que hago ¿entendiste?

Asintió con la cabeza y le dio un buen chirlo a Andre para después masajearla. De ahí en adelante fue repitiendo lo que yo le hacía. La acariciaba, le daba un chirlo, le masajeaba la colita y la conchita, le apretaba las tetas mientras le daba besos en el cuello, le pasaba un cubito por la espalda para después besarla toda, o lo pasaba por el pezón para después chupárselo. Despacito, poco a poco se fue aflojando y saboreando no solo lo que le hacía, sino la calentura de su amiga, que se contorsionaba ante los mimos de Alma.

Le desaté los pies a Andre y la di vuelta para que quede sentada en el sillón y le colgué los tobillos del techo. Le dije a Alma que mientras yo le chupaba las tetas ella le lamiera la conchita e íbamos cambiando. Me miró con asombro y dudas. La miré fijamente y le indiqué con el dedo la conchita de su amiga y me fui a chupar los pezones de la morocha. Con reticencia al principio, le besó la conchita y le dio besitos en el clítoris. Andre respondió a las caricias. Le dije que cambiemos y mientras le acariciaba las tetas yo trabajaba los dos agujeritos de Andre, agregando didlos y vibradores. La tomé del cabello a Alma y le llevé la cara hacia el sexo de su amiga

- “Vamos a compartirla como compartiste mi pija con Andre. Lamela”.

Y le llevé la boca a su conchita. La rubia puso su lengua sobre el sexo de Andre y yo me puse a su lado. Íbamos turnándonos. Cuando la vi ya suelta me fui detrás de ella y empecé a abrazarla, sobarle las tetas, masajearla el culo y la conchita.

- “Chupale bien la conchita a tu amiga así puedo cogerte a vos, putita”, le dije y me fui detrás de ella para penetrarla y empezar a cogerla. Así estuvimos varios minutos. Andre se retorcía por las lamidas de Alma y ésta gemía por la cogida que le daba. Me levanté y le dije “Vamos a cambiar”

Desatamos a Andre, le sacamos mordaza y venda y le pregunté si le había gustado.

- “Mucho. Pero sentí dos lenguas ¿o me equivoco?”.

- “No. Y vas a tener que devolver el favor. Atala a tu amiga”.

Cuando Alma estuvo atada nos dedicamos con la morocha a trabajarla con mimos, chirlos, caricias, lamidas, cubitos, chupaditas, fustazos y juguetitos por todo su cuerpo. La rubia gemía como podía por la mordaza y se contorsionaba ante los estímulos del tratamiento. La tuvimos en ese sillón veinte minutos. Al terminar, le saqué las orejeras y le pregunté.

- “¿Querés que sigamos”? Asintió con energía. “¿Querés ser mi sumisa y mi putita?”. Volvió a asentir. Le saqué la mordaza y la venda. Me acerqué a ella y empecé a puntearle el culito con mi pija a la vez que le indicaba a Andre que la bese y le chupe las tetas. Y así, mientras le cogía el culito, la morocha le pegaba chupones en los pezones y le daba besos de lengua o le lamía las tetas. En un momento se tensó toda y gimió profundamente más de un minuto, después se aflojó. Le solté las manos y los tobillos. Salí de su cola, la tomé a Andre, la puse de rodillas en el sillón por sobre Alma y le cogí la cola, mientras las dos se acariciaban y besaban. Pocos minutos después acabé en ese culito hermoso.

- “Vamos a bañarnos los tres juntos que tengo que hacerles de comer”.

- “¿Te podemos enjabonar, papi?, dijo Alma.

- “Si, por supuesto. Y cuando tenga la pija limpia, quiero que me la chupen las dos”

Desde ese fin de semana la pareja sexual que había logrado con Andre se convirtió en un trío permanente y mis dos nenas demostraron estar abiertamente dispuestas a explorar todo tipo de goce sexual que se planteara. Esa tarde misma, guiadas por mí, se prodigaron mutuamente caricias y castigos, jugaron con didlos y vibradores, lubricantes y masajes. Mientras yo penetraba a una de ellas, ésta lamía la conchita de la otra o cuando estaba haciéndole anal, la recostaba sobre mi y la otra la lamía o jugaba con un consolador en su vagina.

En forma indistinta, el sexo lo practicabamos entre los tres o entre dos cualquiera cuando se daba. Y todo lo hablábamos para que quede claro y no haya problemas. Estaban encantadas con haber encontrado un ámbito en el cual se sentían seguras y cuidadas y a la vez podían desarrollar sus apetencias sexuales sin ningún límite más que el acuerdo de todos. Y nadie puso un límite ni se negó a ninguna práctica. Sumado a eso, les gustaba muchísimo dejar en mis manos el poder y el control, sabiendo que jamás lo usaría para algo que no les diera placer.

Andre cortó con el novio ya que los fines de semana estaba con nosotros. De vez en cuando alquilábamos una cabaña y nos ibamos de paseo. Ellas pasaban como mis hijas. Había cuidado y ternura en el trato, pero jamás pensamos que pase de ahí. Eramos conscientes que era un acuerdo sexual y punto. Un día vino Alma sola porque Andre estaba con fiebre. Me preguntó si yo sabía algo de sexo tántrico. Le dije que había tenido una pareja que sí sabía y algo había aprendido de ella.

- “La base central, por lo que sé al menos, es no darle importancia al orgasmo. Poner el foco en el placer y retrasar el clímax para sentir en forma no solo física sino emocional a tu pareja. Si querés lo probamos”

Obvio que aceptó. Después de cenar fuimos a la cama, pusimos la habitación en penumbras y con una música suave, melódica e instrumental ("Bolero" de Ravel) y estuvimos no menos de media hora masajeándonos con aceites y cremas sin tocar ningún punto erógeno. Abrazándonos, besándonos, mimándonos. Después comenzamos a acariciarnos completo, incluyendo las zonas erógenas sin darles una dedicación especial y así pasamos otra media hora, deteniéndonos cuando la excitación subía demasiado. Todo en el marco de muchas caricias y besos.

Cuando estuvimos totalmente relajados y en armonía mutua, la llevé a Alma a una silla, me senté y la puse a horcajadas sobre mí, penetrándola hasta que se apoyó en mis piernas. La abracé y le dije que apenas se moviera, que sintiera el placer de estar así, acariciándonos, disfrutando del cuerpo del otro y de su excitación y deseo. Mientras seguimos besándonos, acariciándonos.

- “Me encanta sentirme dentro tuyo. Tu calidez, tu olor, la tersura de tu piel, todo me gusta.”, le dije.

- “A mi también. Mucho. Nunca había experimentado el sexo así. Es lindo. Me gusta besarte y me encanta sentirte dentro mío Hernán”, respondió

Era la primera vez que le escuchaba mi nombre en el sexo y era la primera vez que la sentía tan entregada no solo al sexo, si no a la ternura. En general era de retacear sus sentimientos. Si bien era totalmente abierta a la sexualidad, su corazón lo cuidaba bajo fuertes corazas.

- “¿Que sentís Almita?”, pregunté.

- “Que me gustás mucho. Me abriste toda y me siento bien. Nunca pude estar así con alguien. Abrazame”.

Yo tenía práctica en hacer durar el coito, pero ella estaba muy interesada en que no se acabe. La sentía muy flojita y suave, totalmente entregada al placer sexual y al placer de sentir a alguien con toda la empatía. Estuvimos largo rato así y después otro largo rato disfrutando su culito. En ningún momento permitió que la calentura la lleve puesta. Se quedaba quieta o me pedía que no me mueva, hasta bajar la tensión sexual. Después volvía a acariciarme.

- “Vamos a tener que ir a la cama porque las piernas no me dan más”, dijo en un momento (cuando ya deberíamos haber pasado mas de 40 minutos en la silla), “pero quiero seguir”.

Fuimos a la cama, la puse boca abajo para seguir penetrando su cola y así nos quedamos disfrutando. Y en ese momento, besándonos y hablando casi en susurros, me dijo “te quiero”. No contesté, seguimos un rato largo hasta que empecé a hacer mas fuertes mis movimientos y minutos después acabamos. No salí de dentro de ella. La besé y abracé y le dije “Sos un encanto” y me quedé pegado a ella. Luego me levanté. Nos bañamos en medio de caricias y chistes y fuimos a tomar mates al living.

- “Me dijiste -te quiero- en medio del sexo ¿sabés?”

- “Si, es que te quiero. Me tratas muy bien, nos tratás muy bien (aclaró rápido) y nunca me sentí tan cómoda, confiada y segura con alguien. ¿Te molesta?”.

- “¿Cómo me va a molestar? Para nada. Pero no quiero que sea un problema en el sexo ni en esta relación de tres”.

- “¿Por qué lo sería? Hoy el sexo me resultó fantástico. Más profundo y pleno que nunca”.

- “Ok. Pero esto fue entre nosotros. ¿No te va a pasar nada cuando esté cogiendo con Andre? ¿Y si Andre no entra en esta sintonía?”

- “¡¡¡Noooo!!!! A Andre la quiero también y me encanta que estemos juntos. Me gusta verlos coger a ustedes. Y, sobre si Andre va a sintonizar, ojalá que sí. Le voy a contar lo lindo que es.”.

- “Si, pero no es solo mental, tiene que poder entregarse al sentimiento de empatía con el otro y no solo al sexo”.

- “Tratemos, porque todo con vos es lindo, pero esto es lo más hermoso que conozco”.

Y de a poco terminamos enredados en una relación extraña y atípica. Nos juntábamos exclusivamente para tener sexo, pero el sexo era con cariño y ternura. Con juegos de dominación, algo de sado y bondage, pero mucha ternura. Incluso cuando Alma consiguió un trabajo muy bueno, festejamos y brindamos como amigos… o pareja de a tres… o algo así. Pero el sexo se volvió más intenso, más prolongado, más pasional.

Meses después, Andre se ligo con un pibe que la flasheó de entrada, fue retaceando sus visitas hasta que nos dijo que no iba a venir más. La despedimos con una tarde de sexo, abrazos, besos y cariños, como si se fuera a un viaje. Con Alma seguimos casi un año, hasta que también se le cruzó el amor. No volví a verlas. Solo nos mandamos mensajitos de wasap para cumpleaños o festejos de fin de año. Pero esas dos pendejas hermosas me dieron tres años de felicidad que no me esperaba.

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