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Aventuras en playa del Carmen (3): Porno venganza

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El hombre que estaba en la piscina con Katherin salió y no pude evitar verle la herramientota que tenía, típica de un sujeto de color como él.  Se vistió, agarró sus cosas y se retiró.

Mientras tanto, Sergio con dificultad se acercó a Katherin, ambos intercambiaron algunas palabras y se dirigieron a su recámara. Minutos después, Katherin salió vestida con minifalda y un top, se despidió de nosotros, se encontró afuera de la casa con el hombre que estaba con ella momentos antes y se marcharon.

Valentín y Raúl quisieron ir a ver a Sergio, pero los convencí de que él debía estar solo, así que me encargaron la casa y volvieron a la playa con los demás.

¿Me sentía mal en ese momento por Sergio? Obviamente, es más, me sentía empática, pues la engañó la misma tipa con la que me engañó uno de mis novios de la preparatoria. Sin embargo, también tenía intenciones perversas, así que agarré un par de cervezas y fui a la habitación donde se encontraba Sergio, quien estaba acostado en la cama y me senté en el filo de la cama. La plática no se hizo esperar mucho.

—Contéstame las siguientes preguntas —decía como nervioso—: ¿Quién tenía la razón en la discusión de ayer, Lizeth o Erick?

—Por supuesto que Lizeth —contesté.

—¿Y quién ganó? ¿O quién obtuvo lo que quería?

—Pues si Erick quería que su infidelidad no afectara en su relación, la que ganó fue Lizeth.

—Ok. Ahora, entre Katherin y yo, ¿quién tiene la razón?

—Tú, sin duda.

—Y adivina quién ganó —dijo con el nudo en la garganta.

—¿Sabías que uno de mis novios me puso el cuerno con ella?

—De haberlo sabido.

—No te conocía bien.

—No importa, me pude haber dado cuenta desde hace tiempo, pero no quise. Confiaba ciegamente en ella. Ahora entiendo todo a la perfección, entiendo porqué ya no quería estar en la intimidad conmigo desde hace unas semanas, ella ya tenía premeditado esto. Me siento humillado.

—No tienes porqué —dije tomándolo de la barbilla y levantando su cara—, ella no vale que estés así, ahora que te hizo esto y que tienes mi referencia acerca de cómo es.

—Lo sé, pero en este momento duele. ¿Cómo le está haciendo ella para que no le duela haberme engañado?

—No mires a Katherin, es una cínica hija de puta. Mira a Lizeth, hoy está como si nada, pero tomando su distancia del imbécil de Erick. Solo no está permitiendo que la situación le afecte mientras disfruta sus vacaciones.

—Además me vino a joder la existencia la lesión de tobillo que tengo.

—Tú diviértete, en la medida de lo posible. En este momento le deseo a Lizeth que se encuentre a un joven atractivo, que se gusten y se vayan juntos a hacer cochinadas —dije sin evitar pensar en Tiago y lamentando que no le pedí su teléfono u otra forma de contactarlo.

—Eso me hace falta. Por cierto, discúlpame de nuevo porque me hayas visto masturbándome ayer.

—Descuida. ¿Sabes algo? En cuanto saliste de mi recámara, yo me encerré y me masturbé también.

—¿También andabas ganosa?

—Sí, mucho.

—¿Y ahorita lo estás? —me cuestionó insinuante.

—Demasiado —dije inclinando mi cuerpo hacia él, recargando mi cabeza en su desnudo pecho y dándole suaves besos.

—¿Lo hacemos?

—Te propongo algo: Vamos a hacerlo filmándonos, para que quede grabada nuestra venganza.

Sergio estuvo de acuerdo con mi sugerencia y sacó su teléfono celular para filmarme besando su pecho y recorriendo con mis labios su abdomen hasta llegar a su short, el cual bajé con mis dientes junto con su bóxer para sacarle la polla.

Antes de mamársela, se la masturbé confesándole que quería hacerlo cuando lo descubrí haciéndolo en mi recámara. Después, con delicadas lamidas desde sus testículos hasta su glande terminé por meterme su verga en la boca y chupándola intensamente.

—¡Ahhh! ¡Qué rico me la chupas, baby!

—¿Sí, amor?

—Sí. Mejor que la puta de Katherin.

No pude evitar reírme y sentirme realizada por ese comentario, sin detenerme mucho para seguir mamando su rica verga. Sergio me pidió parar y me invitó a acostarme, yo hice como él me dijo y me dio su celular para grabar ahora cómo me quitó mi short con mi bikini y luego devoró mi pucha.

—¡Uy, así! ¡Qué rico la mamas, amor!

—Nunca se la mamé a Katherin, eres afortunada.

Cuando me dijo eso, justifiqué en mi mente porqué Katherin lo engañó, pero no me importaba, estaba completamente dispuesta a darle a ella su merecido, propinándole una cogidota a Sergio.

—¡Ay, sí, papi! ¡Cómete mi concha como no se lo hiciste a ella! —exclamaba para aportarle drama al video—. ¡De lo que se perdió esa puta, mmmm!

Verdaderamente me hizo un riquísimo oral. Su boca en mi clítoris me hacía retorcerme de placer y más porque me metía dos dedos en la vagina al mismo tiempo. No ha sido el mejor oral de mi vida, pero sí el que duró más tiempo, pues se tomó poco más de media hora, en cuyo tiempo me hizo correrme cuatro veces. Mis gritos fueron a todo pulmón, aprovechando que no había nadie en la casa.

Luego, Sergio se subió a la cama, flexionó mis rodillas hacia mí, poniendo mis pies en sus hombros y me dejó ir toda su polla. La profundidad con que me penetraba me hacía gritar de placer, filmando cada dura y sabrosa embestida que me daba.

—¡Ay, papi! ¿Así te follabas a Katherin?

—Todos los días.

No pude evitar pensar que a un hombre así yo no lo dejaba ir tan fácil, o al menos hubiera sido más lista a la hora de engañarlo, porque sí, las mujeres somos ambiciosas y mañosas.

Sergio extendió su brazo hacia mí, pidiéndome que le diera el teléfono para que pudiera grabar desde su posición, pero lo aventó y me avisó que se iba a venir. Rápidamente me arrodillé para que me eyaculara en la boca y quise tomar el celular para grabarlo, pero él se masturbó y se corrió en la cama.

—¿Qué pasó? —pregunté delicadamente, pensando que se estaba arrepintiendo de hacerlo.

—Si ella llega a ver el video, no quiero que vea que me vengo rápido como siempre.

Lo noté frustrado por ello, pero traté de animarlo. Le llevé varias cervezas, tomamos juntos y una vez que nos prendimos de nuevo, le mamé la verga para ponérsela firme una vez más. Sergio volvió a tomar su móvil y a filmar que me tenía en cuatro bien empinada y no dejó pasar más tiempo para ensartármela y cogerme intensamente.

Al principio gritaba y le decía guarradas para animarlo a follarme, pero pasó un largo rato y mis gemidos eran más carraspeo que otra cosa, al parecer el alcohol le dio la capacidad de durar más, sin detenerse hasta que yo solita me quité, lo acosté boca arriba y decidí que era mi turno de cogérmelo a sentones, dándole la espalda.

—Me encantan tus pinches nalgotas, Nicole —expresó luego de una serie de nalgadas ricas que me dio.

—¿Sí, amor? ¿Te gusta cómo rebotan?

—Me encanta. Las tienes enormes. Sin duda ya me gustan más que las de Katherin.

—Cuando quieras, sabroso vergón —le dije luciendo ofrecida.

De pronto, me pareció haber escuchado el sonido de una puerta de auto azotándose. Le pedí silencio a Sergio, pero al oír el sonido de apertura de la puerta principal me levanté, tomé mi ropa, corrí hacia los baños y abrí la regadera para hacer creer que me estaba bañando. Escuché las voces de todos y no faltó la curiosa que esperó a que saliera de bañarme y esa era Michelle, la novia de mi primo, a la que de por sí ya le caía mal.

—¿Por qué te estabas bañando? —me cuestionó Michelle justo a la salida de los baños.

—Para quitarme la arena de la playa —respondí.

—¿Tanto tiempo en la casa y apenas tomaste el baño?

—No se me había ocurrido, ya sabes, estaba distraída con el teléfono.

—¡No me digas! ¿Y por qué no contestaste mis llamadas?

No pude haber puesto una excusa más tonta, era mejor haber dicho que me quedé dormida. Como dejé mi teléfono en mi habitación, no me di cuenta si recibí llamadas o mensajes, por lo tanto, me eché la soga al cuello. Traté de improvisar, pero no me salió bien la jugada. Al final lo tuve que admitir.

—Está bien, me eché un polvo con Sergio, pero no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo?

—No lo sé, esto te va a costar muy caro.

—¿Me vas a chantajear? Va —me puse desafiante—. Dime qué quieres a cambio de guardar mi secreto y lo cumplo, estas dizque vacaciones no pueden ser peor para mí.

—Sé bien lo que te quiero pedir, pero viendo lo descuidada que eres me preocupa que no salga como espero y tendré que revelar tu secreto —dijo con una soberbia que me cayó muy mal.

Después de insistirle, porque hasta eso tuve que hacer, me explicó a detalle lo que quería que yo hiciera: Ella sospecha que su novio (mi primo Valentín) la engaña y ella ha querido averiguarlo tomando su teléfono móvil, pero él no se lo presta y lo cuida mucho. En dos noches estaba programada una salida a un bar nocturno y sería el momento perfecto para alcoholizarlo y quitarle su celular, de forma que Michelle me pidió ser yo quien lo indujera a ponerse ebrio, pues a ella siempre le rechazaba las invitaciones a beber y embriagarse. Me pareció pan comido y acepté ayudarle.

A Sergio no le cuestionaron más que sobre su estado de salud y nadie más sospechó sobre una cogida entre él y yo.

Tan pronto me desocupé, tomé mi teléfono celular y me enteré que, efectivamente, tenía llamadas perdidas de Michelle, así como de un número desconocido.

En Facebook tenía un mensaje de Tiago, que decía que mi mejor amiga Naydelin le proporcionó mi perfil y mi número y que estuvo llamándome. Respondí su mensaje y de inmediato contestó, comenzando así una conversación que terminó cuando me invitó a salir el día siguiente a la playa. Emocionada a más no poder acepté su invitación.

Mis vacaciones parecían encontrar un rumbo particular muy divertido, ya me había acostado con dos hombres en menos de veinticuatro horas y apostaba a que Tiago no se podría resistir a un polvo conmigo.

Llegó la noche y todos fueron a dormir, pero, de nueva cuenta, escuché pisadas que se dirigían a la sala. Volví a armarme de valor para ir a plantarme sigilosamente detrás del sofá, donde tres personas estaban sentadas frente al televisor encendido y repitieron los pasos de la vez anterior, la persona de en medio se acostó sobre las piernas del de la izquierda y la persona de la derecha puso sus manos sobre el cuerpo de la de en medio, sin poder ver lo que hacían más allá.

Seguí sin poder dilucidar sus identidades y me vi en peligro de ser descubierta espiándolos cuando se escuchó el sonido de una persona con zapatillas de tacón acercándose desde el exterior hacia el interior de la casa. Volví a ocultarme tras la columna mientras los que estaban en el sofá apagaron la televisión y se fueron corriendo hacia los baños.

La persona que entraba a la casa era Katherin, llegando a las dos de la madrugada de su cita con su big black cock, apenas podía caminar y, además, estaba borracha. Se dirigió hacia las recámaras y anunció su llegada, despertando a todos y congregándolos en el pasillo.

Fui acercándome lentamente en medio de la oscuridad hacia los baños, encendí la luz y esperé ver a los pervertidos que hacían su trío de madrugada, pero no había nadie, debieron aprovechar el escándalo que hizo Katherin para escabullirse hacia sus cuartos. Mi curiosidad crecía aún más, pero esa noche me tuve que resignar e irme a dormir.

Al día siguiente, mientras desayunábamos, Valentín proyectó en la televisión el vídeo de la salida a la playa. Transcurrió la cinta hasta el momento en que Sergio se lastimó y que evité grabarlo bajando la cámara, pero la lente enfocó de cabeza y atrás de mí, capturando otro suceso vergonzoso.

—¿Michelle? ¿Qué haces ahí besándote con Gilberto? —preguntó Valentín con algo de furia.

Todo era confusión, una vez más. Todos se miraban entre sí, pero para mí fue inevitable mirar a mi mejor amiga Naydelin, que tenía cara de que el mundo se le estaba haciendo pedazos en ese momento, al ver que su novio, Gilberto, se besó con otra.

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