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Bailando norteñas

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Me acabo de despertar de un sueño riquísimo. ¡Te cuento!

Soñé que salíamos de fiesta. Nos íbamos a bailar los dos solos, liberados de los hijos y las demás cargas familiares. Primero bailamos salsa muy rico, pero luego pusieron norteñas y nos sentamos. Estábamos tomando ron. Tú estabas muy alegre, relajada y animada y querías seguir bailando... Pero, como yo no "jalaba" en las norteñas, te invitó un chavo... No lo conocíamos. Te había estado mirando de reojo desde una mesa vecina. Te sonreía y te miraba discretamente. Estaba joven, treintañero, alto, fornido, bien parecido y rasurado. Su rostro tenía rasgos gruesos, mestizos, de piel morena. Llevaba botas de cuero, pantalones vaqueros de mezclilla y camisa de cuadros, cinturón con hebilla grande. Debajo de la tela de su camisa se adivinaba un cuerpo torneado y con buen tono muscular.

Te agarró por la cintura, con seguridad. Sentiste muy rico cuando su mano grande y fuerte se apoyó en tu costado y su otra mano cubrió por completo la tuya. Te llevaba por la pista muy bien, con fluidez y seguridad, como buen macho norteño y… ¡Eso te gustaba! Te reías mucho, te sentías “agarrada”, "suya". Platicaban muy a gusto. Le dijiste que eras maestra y él te dijo que le gustaría ser tu mejor alumno. En ese momento pensaste que estabas lista para darle, verdaderamente, una clase magistral a este "chamaco". Se entendieron muy bien.

Te tenía bien agarrada, apretadita y tú te dejabas llevar. Tenías un vestido oscuro, "vaporoso" a media pierna, suelto y tacones altos sin medias. Se veían tus piernas ricas y se adivinaba la curva generosa de tus caderas. Tus senos resaltaban. Olías muy rico. Tu cuerpo sudoroso desprendía un aroma sutil entre piña coco y sal. Debajo del vestido ligero, te habías puesto un arnés con los pezones descubiertos y unas tanguitas brasileras negras, semi-transparentes y muy sexys. Te habías depilado tu sexo y te habías dejado un "triangulito matemático" de vellitos cortos, muy coqueto en la parte de arriba. Como un "bigotito" que apuntaba hacia tu sexo y decía "cómeme, papito".

Mientras bailaban sentías que sus manos grandes y toscas, con sus dedos gruesos, te asían fuerte, te apretaban rico la cintura. Estabas pegadita a él. También empezaste a sentir algunos roces ligeros su "paquete", grande y muy duro, por cierto... El baile se calentaba y se calentaba. ¡Qué rico! Se te hacía agua la boca. Sentías sus muslos, sus brazos duros, sus manos y también su verga cada vez más dura, creciendo. Olía a "limpio" y también a sudor, en una mezcla muy rica y masculina que te hacía salivar. Los dos lo estaban disfrutando bastante. Tú me echabas un ojo "pícaro" de vez en cuando y yo te sonreía con una mirada cómplice. Yo te mataba el ojo como diciendo que "todo estaba bien", adelante, "no hay pedo", disfruta la noche... El vaquero te preguntó en el oído que "¿Qué onda con tu marido?" y tú le dijiste que tu esposo no era celoso, ¡¡Jajaja!! Tú sabías que yo también estaba gozándolo y que de sólo verlos ya tenía mi verga completamente dura y empalmada. En efecto, yo también lo estaba disfrutando mucho. Yo estaba muy excitado y nervioso, a la expectativa, esperando el desenlace del encuentro.

Bailaron otras cuatro canciones y te dijo que quería llevarte a su coche para enseñarte "algo". Tú le preguntaste que si ya quería su clase magistral. Te miró fijo a los ojos, te sonrió y apretó fuerte tu mano y tu cintura. Justo, en ese momento, sentiste una corriente eléctrica que salía de tu sexo, notaste que tu tanguita estaba empapada y que tu sexo estaba hirviendo. Lo abrazaste fuerte y frotaste tu sexo contra su pierna. Sentiste de nuevo esa corriente eléctrica que salía de tu clítoris y recorría tu cuerpo entero desde los pies hasta la cabeza. Tú también lo miraste directo a los ojos, le sonreíste, apretaste su mano y moviste tu cabeza en señal de aprobación. Caminaron pausadamente tomados de la mano hacia el estacionamiento.

Volteaste para verme por última vez antes de salir de la pista. Esta vez tú me mataste el ojo. Yo te miré y pensé ¡¡Que riiico, amor!! ¡¡Cómetelo enterito!! ¡¡Compórtate como la perrita de la que estoy enamorado y que me encanta!! ¡¡Sentí que mi verga era un hierro al rojo vivo!! Terminé de un trago mi bebida y los seguí, discretamente, hasta el estacionamiento. Y observé lo que estaba pasando. Estaban junto a su enorme camioneta oscura de doble cabina...

Se besaban apasionadamente. ¡¡Se comían a besos!! Sus lenguas se movían como serpientes entrelazadas, como peces hambrientos en sus bocas. Le mordías sus labios gruesos y carnosos y le chupabas con fuerza su lengua, como si fuera un anticipo de esa verga que ya querías tener entre tu boca. En medio de la intensidad del abrazo y de la humedad de los besos, tú le rasguñabas el pecho sobre la camisa y luego pasabas a sus nalgas redondas y duras. El te agarraba todo tu trasero a manos llenas. Ese culo grande y delicioso que tienes apenas llenaba sus manotas toscas y fuertes. Sentías el calor y la aspereza de sus manos en tus nalgotas, piel contra la piel, porque él había metido las manos por debajo de tu vestidito.

Cuando el apretaba tu trasero el hilo de tu tanguita se perdía entre la raja profunda de tus nalgas. Tú también quisiste sentir su piel, desfajaste su camisa y metiste tus manos por debajo. Agarrabas y rasgabas su pecho y su espalda ancha y maciza. Los dos se devoraban, se querían comer allí mismo, en ese momento, era imposible evitarlo. Yo busqué un lugar para poder mirarlos a gusto, sin interrumpir. Se siguieron besando, un buen rato. Él buscaba con sus dedos gruesos el hilo mojado de tu tanguita y tu le apretabas su vergota dura por encima del pantalón. Mientras fluían ríos de saliva entre sus bocas, él te acariciaba los labios vaginales con sus dedos húmedos, los recorría de arriba a abajo, se detenía en tu clítoris...¡¡¡Mmmm!!!

Después, te metió dos dedos en tu vagina hasta que no pudiste reprimir el gemido que salió de tus entrañas. ¡¡Aaaaah!! Dejándolos dentro los movía hacia adelante y hacia atrás. Ágilmente te presionaba tu vagina desde dentro, justo detrás de tu clítoris. El primer orgasmo fue un relámpago, violento e instantáneo. ¡¡Aaaagh!! Apartaste su mano de tu sexo, entonces te metió en la boca sus dedos mojados con tus propios jugos amorosos. ¡Qué ricooo! Después te volvió a besar para compartir contigo el sabor delirante de tu sexo salvaje. Tus pezones estaban duros y se veían por encima del vestido...

El chavo abrió la puerta trasera del coche, te levantó con sus brazotes y te puso en el asiento con las piernas hacia afuera. Te las abrió, se agachó, corrió tu micro-tanguita negra hacia un lado y clavó la cabeza en tu entrepierna. Tú, con una mano te sostenías y con la otra apretabas su cabeza contra tu sexo. Te lamía tus labios vaginales, te los chupaba, te los mordía quedito. Te recorría tu raja con su lengua de arriba a abajo y viceversa. Estaba embriagado, enloquecido con el aroma, con el sabor de tu sexo y con el licor salvaje que fluía de ti. ¡Lo entiendo perfectamente! También te metía la punta de la lengua y te chupaba con pasión tu clítoris duro, erecto y enrojecido mientras te agarraba las nalgas.

Estabas a punto de venirte, por segunda vez, cuando abriste los ojos y me viste empalmado, con mi verga al aire masturbándome. Eso te prendió mucho más. En ese instante cerraste de nuevo los ojos y tuviste tu segundo orgasmo. Esta vez más grande, más intenso, más prolongado... Apretaste tu puño y agarraste su cabello. Apretaste los dientes echaste tu cabeza hacia atrás y gritaste fuerte ¡¡¡Aaaaagh!!! Apretaste su cabeza contra tu sexo mientras le bañabas a chorros su cara con tu eyaculación. Al verte, también ¡El semen salía disparado de mi verga! ¡Yo también me vine! ¡¡Muy rápido como siempre!! Pero esta vez sí era distinto, aquí si tendrías más candela... Respiraste profundo un par de veces. Volviste a mirarme con fuerza, con gusto y con rabia y te bajaste del asiento.

Abriste el cinturón del vaquero con su gran hebilla y le bajaste el cierre de su pantalón. Tenía un bóxer oscuro y pegado del que se desprendía un olor a macho. Te arrodillaste y acercaste tu nariz para sumergirte en su aroma, le mordiste suave su verga por encima del bóxer. Lo bajaste despacio, gozándolo y liberaste su poderosa herramienta. Estaba dura y erecta apuntando hacia arriba como un asta venosa. La empuñaste con tu mano derecha y apenas podías abarcarla... La pusiste frente a tu cara y jalaste hacia abajo el pellejo para liberar su cabeza. Observaste la humedad que salía del glande y la probaste con la punta de tu lengua. Te gustó mucho su sabor. Escupiste su verga un par de veces para mojarla mucho más y empezaste a mamársela como solo tú sabes... Succionando con fuerza, disfrutando, con deseo, con ganas, con "rabia".

Te enloquecía el olor de su sexo, degustabas el sabor de su piel y de su líquido preseminal. Tu lengua jugaba en su glande, gozabas con su sabor y su textura y recorrías la verga de arriba a abajo. Se la mordías quedito, se la jalabas con fuerza mientras se la chupabas. Te azotabas con su verga en tu boca, en tu nariz y en tus ojos. Te frotabas fuerte la cara con ella. Y luego le escupías más para lubricar la increíble "Manuela" que le estabas dando. Él se dejaba, gozaba y gozaba, mientras cerraba los ojos y echaba para atrás su cabeza... Le chupabas con fuerza sus testículos y la cabeza morena de su vergota, la empapabas con tu saliva mientras te la metías hasta el fondo de tu garganta. Él te empujaba con su mano hasta ahogarte un poco... Yo seguía mirando esa increíble mamada, extasiado, perdido, sintiendo una mezcla loca e indescriptible de excitación, deseo y orgullo. ¡¡Esa es mi putita preciosa!! ¡¡Toma tu clase magistral vaquerito!!

Entonces, él te agarró del cabello y tú te levantaste, él te volteó de espaldas, te puso en cuatro y tú te apoyaste en el asiento de la troca. Él te subió el vestido y apartó la tanguita y tú separaste un poco las piernas. Sin soltar tu cabello, él apoyó la punta de su herramienta enorme contra tu panocha húmeda, soltó un par de palmadas sobre tus nalgas sudorosas y, sin piedad, te metió su vergota morena hasta el fondo.

Otra vez pude escuchar tu ¡¡Aaaagh!!! 20 centímetros de verga dura y gruesa te penetraban con violencia, duro y parejo mientras te jalaba con fuerza del pelo. Te daba con ganas, con ritmo, con fuerza, nalgueándote a gusto. Tus nachas se enrojecían y tus gemidos iban "in crescendo". Ah, Ahhh ¡¡¡Aaaaagh!!! Era tanta la excitación y la fuerza de la cogida que mi verga estaba dura nuevamente (¡Un milagro!) ¡¡Tú te viniste a chorros, una vez más, eras una pequeña cascada de gritos, temblores y placer!! Tus jugos amorosos bañaban su verga, tus piernas y tus tacones. Pero, lo mejor de todo era que el vaquero no paraba. Iban "tres a cero" y él "cómo si nada". Nada que ver con tu esposito que no aguanta ni aunque le eche ganas. Tu vaquero era una verdadera máquina de follar. Él también le estaba dando una clase estelar a su maestra madurita. Te nalgueaba y te decía "Putita... ¿Esto era lo que querías? ¿Te hace falta verga? ¿Cierto? No te llena tu maridito... Putita ¡¡Toma toda la verga que quieras!! ¡Aquí si hay pa' dar y convidar!".

Entonces te levantaste para detenerlo, me miraste fijo, una vez más, como diciéndome con los ojos: "Mira cabrón como voy a cabalgar a este macho en tu cara. Disfrútalo cornudito. Jálate tu verga con gusto mientras ves como le saco la leche a mi macho. Disfruta una clase magistral de tu maestra putita"... Entonces, llevaste al vaquero hasta el asiento de la troca y de frente te sentaste sobre su verga erecta para montarlo. Se besaron una vez más y él te bajó el vestido para besar tus senos. Te echaste hacia atrás y tus pezones estaban paraditos y muy duros, apuntando hacia su cara. Te los besó, te los chupó y te los mordió suavecito... Así empezaste a balancear tu cadera, adelante y atrás, mientras lo abrazabas y le decías al oído...

"¿Te está gustando tu clase chamaco? ¿Te esperabas una putita madura así de caliente y de jariosa? Te voy a sacar tu lechita vaquero, y se la voy a llevar al cornudo de mi maridito. Ándale, lléname de mecos, papi ¡¡Dámelos todos, vaquerito". ¡Rellena mi donita caliente y hambrienta!". Sentías su orgasmo cerca, lo abrazaste y aceleraste tu movimiento para vaciarlo. Tú también estabas al borde. Sus dedos se clavaron en tu espalda y sentiste las palpitaciones de su verga y el chorro caliente de su semen en tu vagina. Lo abrazaste con fuerza y lo cabalgaste con violencia, tu respuesta fue tu cuarto orgasmo, está vez, compartido, triple, explosivo y desgarrador... ¡¡Aaaagh!! Gritamos los tres... ¡¡Que rico, yo también me vine!!

Después de la tormenta vino la calma. Te temblaban las piernas y no podías borrar una hermosa sonrisa gigante de tu cara. Lo miraste con tus ojos enormes y bellos. Al despedirte le diste un beso en la mejilla a tu vaquero y una tarjeta con el número de celular de "la maestra". "Me voy con mi maridito que me espera -le dijiste-. Si quieres otra clasecita, ahí me envías un mensaje. ¡Cuídate papito! Nos la pasaremos muy rico".

Yo te estaba esperando en la mesa, con un ron en la mano. "¿Quieres un trago, Amor?" Te pregunté al llegar. No, -Me dijiste- ¡Quiero descansar, ya no estoy para estos trotes! Y te reíste pícaramente hasta con tus ojotes hermosos... "¡Vamos ya a casa, te tengo un regalito bien caliente entre mis piernas, cornudito. Ese es tu premio por portarte bien esta noche. Prepara tu lengüita para labores de limpieza doméstica". Y nos besamos profundamente, amorosamente, compartiendo los sabores intensos de una jornada de placer.

Fin.

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