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Ber, Bernabé y yo

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Si quieren saber lo que sucedió un día antes, pueden leerlo con Ber,  quien lo describió en “Un sueño cumplido con Mar”. El sueño era de Ber, pero para mí era una obsesión tener sus huevos en mis manos y en mi boca.

Una vez cumplido el sueño y mi obsesión, quedamos de vernos en el mismo lugar y a la misma hora para aprovechar el permiso que solicitó en su trabajo. Me precisó que él ya lo había acordado con Bernabé.

Llegué con la leche de mi marido en la cuca, como me lo pidió, pero mi sorpresa, ya que estábamos desnudos, Ber salió del cuarto y regresó con Bernabé, también en cueros, quien me tiró en la cama para chuparme la panocha.

–Me desayunaré el atole que hiciste con el cornudo, pero también hay lechita para ti, mi amor –me dijo poniéndose a chupar, al tiempo que vi a Ber poner sus rodillas a mis costados para darme su biberón.

Era claro que ellos habían preparado el encuentro para hacer un trío conmigo y, en lugar de molestarme, me sentí feliz de experimentar algo nuevo. Abrí la boca y tomando el pene de Ber, a la vez que disfrutaba la lengua de Bernabé, me puse a mamar, pero no dejaba de acariciar sus huevos rasurados y darle jalones a ese escroto de ensueño. “¡Qué delicia, mamar y ser mamada!”, pensaba. Era obvio que había una diferencia con un 69, que es grato, pero sabía que me esperaba también darle una mamada de Verga a uno mientras me cogía el otro. “Todo a su tiempo”, pensé, “¡Goza cada momento!” y me empecé a venir. Bernabé me chupaba con más enjundia al sentir mi flujo y yo mamaba con más pasión hasta que me llené la boca del sabor delicioso de Bernabé. Antes de tragar el semen, decidí compartirlo con mi amante habitual y empujé a Ber para que se quitara de mí.

–Cógeme, amor –dije como pude tratando de no tragarme todo y extendiendo las manos para que Bernabé me cubriera.

Lo hizo de inmediato y me empaló de un solo golpe, abrazándome y en el beso le compartí la ordeña que le hice a Ber. La lengua de mi amado me recorrió el paladar, los dientes y la lengua para saborear ese manjar que le ofrecía en mi calentura. Sentí en mi vagina el calor de lo que mi amante vaciaba en mí y me vine otra vez.

Descansamos un poco, acostados los tres, yo al centro apretando entre mis manos sus exangües miembros. Poco me duró el descanso. pues Ber se fue a mi pepa y se puso a chupar las venidas conque habíamos culminado Bernabé y yo el coito. “¡Está muy rica!” exclamó Ber y, sin previo aviso, le empezó a mamar la verga a mi amante. Bernabé se sorprendió también, pero se le paró la verga. “Está con el mismo sabor, pero se sentía bien cómo me llenaba la boca al crecerte”, explicó y se volvió a acostar a mi lado.

–¿Te gusta chupar verga? –le pregunté a Ber.

–Ya sabes que estuve propenso a chupársela a Cornelio cuando hice trío con él y Stella, hoy no me aguanté a limpiársela a Bernabé –dijo sin mayor enfado– Sí, me gustó, quizá porque estaba llena de atole…

–Pretextos… –dije, pero me di cuenta que Bernabé se la comenzó a jalar antes de irse con la boca sobre una de mis tetas.

De inmediato, al Ber la acción de Bernardo, se puso a mamarme la otra chiche y metió la mano en mi raja. “¡Qué delicia!”, exclamé, y tomé sus cabezas como si amamantara a un par de gemelos. “Mamen, mis niños, mámenselas a mami”, dije al acariciar su cabello.

Al rato dije “¿Quién quiere estar al frente y quién atrás?”. “Yo en el culo”, dijo Ber, y me volteé hacia Bernabé dándole las nalgas a Ber. Lo intentamos así, pero se me salía una verga y Ber no lograba metérmela porque no estaba lubricada en el ano.

–Siéntate aquí, mami –me dijo Bernabé colocándose “vergarriba” (sí, ya sé que es “bocarriba”, pero era la cúspide de amor lo que sobresalía)

Me acomodé ensartada en mi amante y me incliné para besarlo, ofreciéndole el culo a Ber, quien ni tardo ni perezoso, me puso lubricante en el ano y se embadurnó la verga. Me la metió como si fuera sable para clavarlo de un solo estoque. ¡Sentí riquísimo cuando sus huevos chocaron en mis nalgas! Casi sin dolor, pero grité de satisfacción cuando entró. “¡Qué bien se siente esa verga!”, dijo Bernabé, refiriéndose a los embates que me daba Ber y yo imaginaba lo que pasaba dentro de mí: El glande de Ber se deslizaba en mi recto y, a través de la pared de mi vagina, acariciaba el tronco de Bernabé. “¡Qué putos, se están acariciando sus penes dentro de mí!”.

No aguanté mucho, tuve tres o más orgasmos gigantes, uno tras otro y comencé a gritar en cada vez “Cójanse mucho a esta puta, papacitos, cójanme, cójanme…” y, momentáneamente perdí el conocimiento por la intensidad del orgasmo. Se interrumpieron cuando sintieron mi cuerpo suelto. Pero no me sacaron la verga sino hasta cuando volví en mí. ¡Estaba llorando de felicidad! “¡Qué rico me cogieron, mis putos!”, les dije y se salieron de mí, aún con sus herramientas afiladas.

–Hínquense, se las quiero mamar juntas –les pedí y como pude me metí los dos glandes a la boca.

–¡Puta glotona! –me decía Ber, pero Bernabé estaba con los ojos en blanco, disfrutando las caricias de lengua con mis babas y del glande de Ber con su presemen.

Les junté los troncos y les hice una chaqueta usando las dos manos. Ahora los dos estaban extasiados… Recordé que esto lo aprendí leyendo “Festejo de cumpleaños”, de Tita. Volví a mamarlos, sin soltarles los huevos. Los puse frente a frente y les junté las bolas para restregárselas unas con otras. Ellos seguían con los ojos cerrados y sacando presemen.

–Ahora, los quiero a los dos por la vagina –les dije y me paré entre ellos. Bernabé por atrás y Ber al frente.

Me colgué de Ber, ensartándome en su pene y obligándolo a cargarme de las nalgas, Bernabé metió un brazo bajo mis tetas y con el otro brazo completó el candado, agarrando una de mis chiches con la mano. Cuando comenzaron a moverse, comprendí cabalmente lo que escribió Tita: “Me sentía como se ha de sentir un acordeón siendo jaladas sus partes en dirección contraria”. Me vine bien mucho, y ellos también. Al punto del desmayo, previéndolo, les pedí que me acostaran. Como pudimos nos acomodamos, sudorosos y agotados. Ber empezó a lamerme la cuca, abrevando lo que faltó por escurrir. Bernabé se fue sobre los huevos y la verga de Ber para limpiarle el aparato con la lengua.

Dormité poco tiempo y al abrir los ojos vi a los dos haciendo un 69. Aún podían lograr la erección, pero sí lo gozaban… “¡Putos!”, les dije y me fui a bañar, dejándolos solos, porque ya llevábamos casi tres horas cogiendo y no quería tener problemas en la casa. En dos o tres minutos me alcanzaron en la ducha, me enjabonaron y no pudieron cogerme, sospecho que era porque se acababan de venir, uno en la boca del otro.

Nos vestimos, Ber tomó su pequeña maleta de mano y los tres salimos del estudio de Bernabé hacia el auto de éste. Me llevaron a una cuadra de mi casa. Ber dijo “¿Cuándo lo repetimos?”, pero sólo recibieron una sonrisa mía y dije “Me encantó, putos”. Llegué a la cama. Quedé dormida casi dos horas por el cansancio excesivo.

Al despertar, mi hija ya tenía lista la comida y acomodados los platos y cubiertos en la mesa. “¿Ya te sientes bien, mamá?”, me preguntó. “Sí, muy bien, hija” y me levanté para ayudarle a recibir a mi cornudo, quien hoy recibió doble faena.

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