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Bola ocho

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—¡Carajo! —exclamé molesto tras haber fallado ese último tiro de billar aparentemente sencillo, dejando servido en ‘bandeja de plata’ la posibilidad de ganar la partida a mi hermosa y sensual novia.
    Después de moverse lentamente a lo largo de toda la mesa, la bola blanca quedó justo frente la bola ocho en una línea recta casi perfecta con la buchaca del centro. Todo bajo la mirada complacida de Leslie quien no se molestó en ocultar su alegría, contoneando su escultural figura al realizar un anticipado baile de celebración al ritmo de la música de ambiente con actitud por demás burlona Capturando las miradas furtivas de los jugadores de la mesa continua.
Una vez que mi novia detuvo abruptamente su danza, se inclinó sobre la mesa preparándose para realizar su tiro ganador; regalándome en el proceso un vistazo a su pronunciado escote por el cual se asomaban sus tentadores senos; redondos y firmes. Al tiempo que permitía a los chicos detrás suyo, al haber hecho ellos cortésmente una pausa para permitirle realizar su tiro, deleitarse con un inmejorable primer plano de su trasero perfectamente enfundado en unos ajustados pantalones vaqueros.
Leslie plenamente consciente de la atención atraída hacia su persona, sin apresurarse en hacer su tiro me lanzó un guiño de ojo antes de golpear la bola blanca atrapándome con la mirada perdida en lo profundo de su escote. ¡Maldita!
“Ésta es la verdadera razón por el que muchos hombres inducimos a nuestras novias en el mundo del billar”, razoné para mí, “admirar su anatomía mientras sus atractivos cuerpos adoptan sugestivas y comprometedoras posiciones”. Pero con lo que no todos los hombres cuentan, es con tener una inescrupulosa novia dispuesta a sacar ventaja de éste hecho a la primera oportunidad que se le presente.
    —¡Sí! —exclamó mi novia en voz alta, cerrando el puño de su mano derecha como si pretendiera tirar un gancho tan pronto la bola ocho se hundió en la buchaca.
Celebrando con esto ser la indiscutible ganadora de la noche, al haber ganado 4 de 7 juegos. No dejando pasar la oportunidad para regodearse en su victoria, al contonear nuevamente su cuerpo al ritmo de la música bajo la mirada curiosa y divertida de nuestros vecinos; quienes la premiaron con un espontáneo aplauso.
    —Tuviste suerte —dije tratando de minimizar el triunfo de mi novia al alcanzar mi tarro de cerveza; pues en mi condición de hombre me sentía con el ego lastimado al haber sido ‘humillado’ en público perdiendo una importante apuesta.
    —Es que me tocó un buen palo —dijo riendo mi novia en doble sentido por segunda vez en la noche, haciendo alusión a mi magnifico órgano sexual alabando el tamaño de éste para elevar mi autoestima y así corregir una broma previa que había sido mal entendida.
—Y también un par de buenas bolas —completé lo dicho por mi novia tomándola por la cintura y asiéndola hacia mí, recordándole que yo también contaba con dos testículos a su disposición cuando ella lo deseara.
    “En cuestiones de sexo la humildad no tiene cabida”, esa es mi forma de pensar. Aunque siendo sincero no es que siempre haya pensado así. Debió haber un tiempo antes de la pubertad en que no me sintiera tan seguro con mi masculinidad como en ese momento. Gracias al cielo esos días habían quedado muy atrás.
    Con 24 años, 1.90 de estatura y un cuerpo fornido marcado por el trabajo en el gimnasio tenía buenos motivos para sentirme seguro de mi apariencia. Y si a eso agregamos que genéticamente había sido dotado con un miembro viril de tamaño muy superior al promedio de la población masculina es fácil suponer, acertadamente, lo bien que me iba con el sexo opuesto.
    Seamos francos, el arte del coqueteo nunca fue necesario para mí. Cuando quería conquistar a una chica bastaba con pararme frente a ella y presentarme sin esforzarme por intentar agradarle. En realidad, eran ellas las que empleaban alguna técnica de seducción para intentar conquistarme.
    Obvio la fama (por no decir pene), que corrió de boca en boca de todas las mujeres con las que había estado, también contribuyó a facilitarme las cosas al buscar una chica con quien tener sexo. Pues las que llegaban a escuchar de mis atributos no querían quedarse con la duda de si era verdad o mentira; querían comprobarlos con sus propios ojos.
    Mi novia Leslie no se quedaba atrás, físicamente hablando. Ella realmente es muy hermosa. Con mi misma edad, rubia con cabello ondulado, ojos claros, un hermoso rostro y una figura estilizada muy acorde con su 1.70 de estatura; busto generoso y un trasero redondo y respingado. Aficionada a los deportes al aire libre, interés en común por el que nos conocimos.
Pero fue su carácter alegre e intrépido, una mujer con mucha seguridad en sus atributos y capacidades, lo que me hizo enamorarme de ella. Leslie es el tipo de persona que cuando se le desafía a realizar alguna actividad nueva, acepta el reto sin vacilar sin importar lo intimidante que pudiera ser.
“Aquello que te atemoriza, es lo siguiente que debes hacer”, es su grito de batalla desde el día que la conocí. Una cita con Leslie era más que una tradicional salida al cine o una cena en un restaurante elegante. Un fin de semana podíamos practicar salto de plataforma y al siguiente correr una maratón, practicar gotcha o rápel.
Además, estaba el hecho de que a ambos nos gustaba desafiarnos mutuamente en cualquier tipo de actividad que se pudiera competir, dando como resultado que nuestra relación siempre estuviera llena de sorpresas y una alta dosis de adrenalina. Lo que en mi caso resultaba atrayente.
 En esa ocasión en particular se trataba de nuestra noche de billar. Una actividad que ofrecía a cada uno las mismas oportunidades de ganar; por lo que solíamos dividir victorias y derrotas tan equitativamente, que a veces incluso teníamos que recurrir a un mediador cuando surgía alguna controversia con el reglamento.
Podría ser que todo ese espíritu competitivo de mi novia intimidara a algunos hombres que no les gusta sentirse menos que sus parejas, de lo cual no estaba del todo exento; pero si lograbas conducir todo ese entusiasmo a la intimidad el resultado era más que evidente. ¡Leslie era una ‘bomba’ en la cama!
Y no hablo en sentido figurado al hacer referencia a la peligrosidad de mi novia en lo relacionado con el sexo, hablo en un sentido real en que mi integridad estaba en riesgo. Gracias a toda esa actividad física que practicaba, el cuerpo de mi novia no sólo era hermoso sino también muy flexible; por lo que Leslie no tenía reparos en que intentáramos alguna nueva posición durante el sexo, terminando yo frecuentemente con alguna contractura o desgarre muscular al intentar complacerla.
Claro que todo este ‘suplicio’ tenía sus ventajas, pues Leslie solía premiarme con la fantasía sexual que yo le pidiera. Mi favorita: el sexo oral. Sé que puede parecer un cliché asociado con la mayoría de los hombres, sobre todos los mejores dotados, pero en mi caso era absolutamente verdad; en cuestiones de sexo prefería que me practicaran el sexo oral sobre cualquier otra variante que mi pareja actual pudiera realizar en la alcoba (o fuera de ella).
Muy probablemente al tener un miembro tan grande era la única forma en que podía experimentar satisfacción sexual plena. O quizás se trataba sólo de un placer malsano, al ver como mi amante en turno batallaba al intentar introducirse todo mi miembro en su boca. Afortunadamente tenía una novia que no sólo era hermosa y sensual, sino también complaciente; por lo que no lo pensaba dos veces cuando le pedía que me lo practicara.
    Esa era una de las razones por la que creó que mi relación con Leslie progresó tan rápido. No era sólo que ambos nos sintiéramos atraídos el uno al otro gracias a nuestra apariencia física; sino que ambos procurábamos satisfacer las necesidades y fantasías sexuales del otro. Resultando yo casi siempre ganador en el balance final.
    Mi posición preferida era la pose de poder, obviamente. Ustedes saben, la clásica posición en que uno está de pie con las piernas abiertas por fuera de la línea de los hombros; con las manos en la cadera a semejanza de un antiguo dios del Olimpo que demanda reverencia. Y bajo mis ojos mi hermosa y sumisa súbdita, mi novia, de rodillas frente a mí prendida de mi enorme y glorioso apéndice inferior como si se tratase de un grifo del cual bebiera refrescante agua hasta saciar su sed. ¡Eso era el cielo para mí!
    Era tanto el esmero de Leslie por complacerme con sexo oral, que incluso llegamos a idear algunas variantes de esa posición para poder hacerlo por más tiempo sin caer en la rutina. Lo cual se lo agradecía al llegar su turno de ser complacida sexualmente.
    Como he comentado gracias a mi apariencia física yo había tenido una buena cantidad de novias y amantes, incluso algunas más hermosas que Leslie, con las que había satisfecho mis necesidades lúdicas antes de conocerla. Pero aun cuando públicamente un hombre con mis características anatómicas este peleado con ésta frase: “el físico no lo es todo, sino como se usa”, (por favor no mencionen que lo cité), en ocasiones ésta ‘verdad’ también aplica incluso a la mujer.
    De vez en cuando podía haberme tocado tener una cita con alguna chica de esas que podríamos llamar ‘inocentes’. Aquellas que a pesar de tener un buen cuerpo no había tenido sexo previamente o nunca han visto una película pornográfica; por lo que al estar con ellas en la cama su inexperiencia sale a relucir rápidamente, llegando a aburrirme.
    Solicitarle sexo oral a este tipo de chica es una ‘espada de dos filos’. Igual podías llegar a sorprenderte al descubrirle un nuevo talento oculto, como podía terminar la ‘cita’ de forma abrupta al no ser capaz de manejar tu miembro por la impresión que le podía causar; riesgo que se incrementa proporcionalmente con el tamaño de tus partes. ¡Créanme, se de lo que hablo!
Aunque puede parecer algo trivial el sexo oral no perdona la falta de experiencia de quien lo ‘da’, lo que suele ser la norma en este tipo de mujeres llenas de tabús o complejos acerca del sexo, pues es más complicado que limitarse a engullir el miembro del hombre. Implica conocer bien las partes nobles de quién lo recibe, así como su sensibilidad al placer y tolerancia al dolor en dicha zona.
    Una mujer u hombre (malditos progresistas), con ciertos prejuicios o ideas preconcebidas respecto a ésta práctica sexual difícilmente logrará conseguir un buen desempeño; pues para realizarlo correctamente es necesario que quien lo da haga a un lado todos sus temores, y se enfoque completamente en analizar la respuesta del hombre al estímulo de sus ‘caricias’.
    Al final de cuentas, en la relación de pareja, se trata de conseguir un balance entre el ‘dar y recibir’ placer. Si uno quiere ser complacido con sexo de calidad, igual tiene que asegurarse de complacer a su pareja cuando ésta así lo requiera. Afortunadamente para mí, aquí es donde el “físico sí importa”; pues al tener un miembro de mayor tamaño es más fácil llegar a los rincones más profundos de tu pareja sin mucho esfuerzo, facilitándole alcanzar su clímax.
    Siempre competitiva, a manera de contrapeso contra mi adición al sexo oral, Leslie había adquirido un gusto por la penetración anal. No es que ella no la hubiera practicado antes conmigo o con otros hombres previos a nuestra relación. Sólo era que ella había desarrollado un nuevo enfoque sobre un mismo punto. “Me gusta sentirme llena”, era lo que mi novia solía decirme respecto a la rutina de primero casi asfixiarse con mi miembro en su garganta, para después ser penetrada vaginal y analmente con la misma herramienta.
    De cualquier forma, yo no tenía ningún problema con complacerla, pues de igual manera nuestra sesión de sexo siempre comenzaba conmigo; y por ‘el otro lado’ (literalmente), ella tenía un trasero sumamente delicioso.
    Una semana atrás, mi novia y yo asistimos a una boda de una de sus primas en una finca campestre algo retirada. Como nos pasamos de copas, decidimos dormir en un motel de la carretera para no arriesgarnos a regresar manejando en esas condiciones y evitar pasar por los filtros policíacos que buscan conductores ebrios.
    El motel estaba lejos de ser lujoso, lo más básico, una cama y una ducha; con un televisor que medio funcionaba. Prácticamente un hotel de ‘paso’ para parejas infieles. Aun cuando no estábamos en las mejores condiciones, no quisimos dejar pasar la oportunidad para tener algo de ‘actividad física’. Intoxicados en parte por el alcohol y en parte por el morbo del lugar; pues los sonidos provenientes de las habitaciones continuas eran fáciles de identificar como parejas en plena faena sexual.
    Después de desnudarnos mi novia bastante animada se arrodilló frente a mí para comenzar a practicarme el sexo oral. Sin embargo, a causa del alcohol se desesperó porque me hiciera ‘cargo’ de ella, terminando abruptamente su actividad para subirse a la cama y colocarse en posición de ser penetrada analmente.
    Yo comencé a hacer círculos lentamente con mi miembro alrededor de su ano; haciendo también un esfuerzo por mantener la vertical. Pero era tanta mi ebriedad, que no pude mantener la erección; por lo que decidí que sería mejor recurrir nuevamente a las caricias de sus labios para estimular mi pene.
    Para evitar incomodar a mi novia, entre tumbos, caminé al otro extremo de la cama colocando mi miembro a la altura de su boca. Sin necesidad de pedírselo, Leslie comenzó a acariciar con su lengua nuevamente mi pene hasta conseguir volverlo a erguir.
Para no hacer la historia larga, ésta secuencia la repetimos varias veces entre risas y bromas de mal gusto por parte de mi novia; pues, aunque ambos estábamos conscientes de lo precario de nuestra condición, ella no podía dejar pasar la oportunidad de restregarme en la cara la temporal impotencia que me había invadido.
    “Quieres... que pidamos ayuda en la habitación de junto amor”, aún resuenan esas palabras pronunciadas por mi novia con toda la mala intención de poner en duda mi virilidad, lo cual no era del todo justo desde mi punto de vista.
    Ignorando sus bromas y haciendo a un lado mis necesidades, pues mi hombría estaba en entredicho, como pude me concentré en satisfacerla vaginalmente hasta que alcanzó el orgasmo. Al final, completamente fatigado caí rendido sobre la cama justo a su lado, apenas con fuerza para abrazarla. Era tanto el cansancio y el grado de intoxicación que sólo atiné a decir una corta e incoherente frase.
    —La próxima… pidamos ayuda.
    Como inmediatamente me quedé dormido me resultaba imposible saber cual había sido la reacción de Leslie a mis balbuceos, o si siquiera me había escuchado o comprendido. A la mañana siguiente ya en nuestro departamento, y después de haber superado la resaca de la noche anterior, supe la respuesta.
    —¿En serio quieres que hagamos un trío? —preguntó mi novia, con actitud serena mientras almorzábamos un par de ‘huevos rancheros’.
    Casi me atraganto con la comida al escuchar la pregunta de mi novia. Hasta ese momento yo no recordaba lo dicho la noche anterior; si acaso un vago recuerdo que fácilmente se podía confundir con un mal sueño o pesadilla.
    —¡Qué cosa! —exclamé sorprendido, dándome un golpe de pecho para evitar asfixiarme.
    Hasta ese momento yo siempre había asociado los tríos con parejas mayores (a diferencia de una orgía, donde la edad no suele importar). Ustedes saben la clásica esposa insatisfecha sexualmente y su impotente esposo feliz con su condición de cornudo. Una imagen tan distante de Leslie y yo que estando sobrio nunca se me hubiese ocurrido sugerirle a mi novia la posibilidad de realizar uno.
    —¡Ahora no te acuerdas cabrón!, si fue tu idea que invitáramos a otro chico a la cama anoche que no se te paraba —respondió mi novia en tono burlón exhibiendo mis subconscientes deseos de la noche anterior.
    —Claro que recuerdo —acepté aclarando mi garganta con un carraspeo—, sólo que no estaba seguro si te agradaría la idea —agregué pasando ‘la pelota’ a ella.
    —Pues quizás deberíamos de intentarlo, aunque fuera una vez, sólo para probar algo nuevo —sugirió mi novia recordándome nuestro hábito de iniciar nuevas actividades en pareja.
    Era innumerable la cantidad de actividades o pasatiempos en las que nos habíamos iniciado desde que estábamos juntos. A decir verdad, este era un motivo por el cual yo había renunciado a tener solo noviazgos pasajeros e involucrarme en una relación estable con Leslie. Pues, cada día a su lado era siempre una aventura.
    —¿Cómo cuando intentamos aprender a bailar tango? —pregunté en tono de broma, haciendo alusión a una actividad que habíamos practicado sólo por un corto tiempo.
    —Exacto, sólo que ésta vez seríamos tres y lo haríamos desnudos sobre la cama —dijo mi novia continuando con la broma; provocando que ambos soltáramos una carcajada.
    La lógica que mi novia empleaba es que, al ambos ser muy atractivos, era muy probable que en alguna ocasión en el futuro se nos presentara la oportunidad de realizar un trío por lo que era mejor estar preparados para cuando esto sucediera. Y como la mejor forma de prepararse era por lo menos realizarlo una vez con anterioridad, sería mejor que esa primera vez fuera con algún conocido; alguien con quien nos sintiéramos cómodos.
    ¿Sería acaso que este asunto del trío era sólo una moda pasajera que había surgido accidentalmente en un hotel de mala muerte?, o por el contrario, ¿sería algo que añadiríamos a nuestra vida sexual de manera permanente?
    Después de conversarlo un poco, ambos estuvimos de acuerdo en que sí alguna vez nos animábamos a hacer un trío lo mejor sería hacerlo antes de casarnos; para respetar el futuro vínculo matrimonial, aun cuando de hecho no teníamos planes para comprometernos a corto plazo. Acordamos volver a platicar del asunto la semana siguiente, en lo que nos tomábamos un tiempo para analizarlo bien y buscar algún candidato con quien consumar nuestra fantasía.
Seleccionar un candidato para mí no fue tarea fácil. Primero que nada, estaba el dilema de si debía conseguir a un chico con un miembro del mismo calibre que el mío (lo cual de hecho no era algo sencillo), o uno con un miembro menor. Pues en caso de que invitara a un amigo con un miembro de menor tamaño corría el riesgo de que él se sintiera intimidado al comparar nuestros miembros; o que mi novia se molestara al pensar que lo hice intencionalmente. Lo que lógicamente haría que nuestra fantasía concluyera antes de empezar.
Por otro lado, si lograba conseguir invitar a un chico con un miembro mayor al mío podría ocasionar el efecto contrario. Siendo yo el que terminara sintiéndose intimidado, y mi novia enamorada de nuestro invitado; algo poco probable, pero probable al fin de cuentas.
Después de considerar los pros y contras de mi decisión, decidí que lo mejor era hacer a un lado mis inseguridades y pensar por ésta ocasión en las necesidades de mi novia; eligiendo a un chico con un miembro de igual o mayor tamaño que el mío. Después de todo nuestra relación no se basaba solamente en sexo; sino más bien en un conjunto de intereses comunes.
Haciendo memoria recordé un antiguo compañero de la universidad con el que solía entrenar en el gimnasio. Un chico alto y fornido de buena apariencia al que tenía un par de meses de no ver debido a su empleo. Y aunque él ya no entrenaba con regularidad seguía manteniéndose en excelente condición física.
Y lo más importante, como el chico no era muy pudoroso a la hora de vestirse después de tomar una ducha en el gimnasio, había tenido la oportunidad de observar su pene y este era inmenso; de dimensiones muy parecidas al mío. Aunque claro nunca se lo había visto completamente erecto. Además, él conocía Leslie de una fiesta en la que coincidimos y me había felicitado por tener una novia tan hermosa y sensual; lo cual facilitaría el tratar de convencerlo para unírsenos en un trío.
De cualquier forma, pensé que lo más prudente en éste caso sería consultarlo con Leslie antes de hacer una invitación ‘formal’ a mi amigo; previniendo que mi novia hubiese recapacitado sobre tan importante decisión, pues odiaría quedar en ridículo al tener que cancelarle.
Antes que llegara el día señalado para volver a abordar el tema llegó nuestra tradicional noche de billar. Evento semanal en el que solíamos resolver las diferencias que podrían surgir entre nosotros batiéndonos en un ‘mortal’ duelo; sin ninguna otra arma aparte de nuestra habilidad para jugar bola ocho.
Después de salir de nuestros respectivos empleos coincidimos en nuestro sitio predilecto para jugar billar. Desde que saludé a Leslie con un beso noté que estaba de muy buen humor, lo que en un principio no llamó mi atención. Pero a medida que avanzaría la noche su buen estado de ánimo sería más evidente.
—Buenas tardes, ¿la mesa de siempre? —preguntó la recepcionista con una sonrisa al reconocer a sus clientes frecuentes.
—Sí por favor, gracias.
Leslie y yo teníamos la costumbre de solicitar, siempre que estuviera disponible, una de las mesas del rincón; ya que al encontrarse en una esquina limitaba sólo con otras dos mesas, teniendo de esa forma más espacio para movernos alrededor sin molestar a los otros clientes.
Como jugadores habituales conocíamos de vista a la mayoría de las personas que ya se encontraban en el lugar, a los cuales saludamos cortésmente levantando la mano al dirigirnos a nuestra mesa. Antes de comenzar a jugar pedimos un par de bebidas aprovechando que recién comenzaba la hora feliz y nos dispusimos a seleccionar un taco para jugar.
—¿Lista? —pregunté a mi hermosa novia una vez que yo había seleccionado un palo de billar.
—Sí, ya encontré un buen ‘palo’ —respondió mi novia en doble sentido con una sonrisa en sus labios, haciendo alusión a lo que yo suponía erróneamente mi pene.
—Ya sabes que siempre ha sido tuyo mi amor —respondí yo también en doble sentido; intentando hacerme el gracioso, al recordarle que mis partes nobles le pertenecían a ella y nadie más.
Mi novia despabiló los ojos con un gesto de extrañeza, como si mi chascarrillo hubiese estado fuera de contexto; lo cual me hizo pensar que mi comentario no le había causado gracia, por lo que yo también me puse serio.
—De acuerdo, seré más específica —enfatizó Leslie para indicarme que pusiera más atención a sus palabras—. Ya tengo un par de palos —agregó con una sonrisa pícara sujetando su taco y el mío.
—Sí, el tuyo y el mío —dije cediéndole mi taco, pensando que en realidad si estaba hablando de los palos de billar.
Leslie movió la cabeza de un lado a otro como gesto de desaprobación a mi respuesta. A estas alturas yo estaba bastante confundido. ¿Recuerdan lo que se dice de los hombres con órganos sexuales grandes? Que son un poco torpes debido a que sus partes requieren un gran flujo de sangre que debería ir al cerebro. Pues en ese momento yo era un claro ejemplo de ello (modestia aparte).
—¡No! —exclamó mi novia, desesperada por que yo no comprendiera de lo que estaba hablando—. ¿Qué no recuerdas lo que platicamos del trío? —preguntó en voz alta olvidando donde estábamos.
¡Que tonto debí haberme visto al haber confundido en dos ocasiones las palabras de mi novia, creyendo que se refería a otra cosa! Tan pronto Leslie terminó de hablar inmediatamente se llevó la mano a la boca, avergonzada de que sus palabras hubiesen sido escuchadas por las personas de la mesa continua. Lo cual parecía que había sido el caso, de acuerdo con las reacciones de algunos de ellos.
—Yo hablo de lo que acordamos el otro día —aclaró Leslie ésta vez en voz baja, riendo nerviosamente—, de buscar candidatos para hacerlo.
Me quedé pálido. ¡No lo podía creer! Al parecer mi novia no sólo se había mantenido firme en su postura de que realizáramos un trío sexual, sino que ya tenía un candidato para realizarlo. Aunque en teoría yo estaba preparado para su confirmación, eso no le restó impacto. Era tanto su entusiasmo con la idea, que no pudo esperar a que se cumpliera la fecha señalada para volver a tomar el asunto. Obviamente, yo no me iba dejar opacar.
—Pues yo también tengo un candidato —dije con mucha confianza en el chico que había elegido, aceptando hablar del tema antes de tiempo.
Leslie sonrió complacida porque yo también hubiera respetado mi palabra y no me hubiese acobardado respecto a esa importante decisión. Después de tratar de adivinar en vano cada uno la elección del otro decidimos revelarlo de una vez antes de comenzar a jugar. De otro modo no creo que nos hubiésemos podido concentrar mucho en el billar.
—Tú primero —exigió mi novia con curiosidad.
—De acuerdo —acepté yo, seguro de que una vez que revelara la identidad de mi candidato no habría forma de que mi novia lo pudiera superar—. ¿Recuerdas al chico alto que te presenté en la reunión de generación? ¿Con el que solía entrenar? Es él —dije orgullosamente con aires de triunfo.
—Sí claro que lo recuerdo —dijo mi novia con voz serena, sin impresionarse.
El lenguaje no verbal de Leslie me preocupó. ¿Sería que realmente no recordara bien a mi antiguo compañero de gimnasio y por eso no se había impresionado? ¿O sería acaso que su candidato era mucho mejor que el mío? Lo cual generaría más preguntas; pues sólo había una forma en que mi novia pudiera escoger a un chico con un miembro de mayor tamaño que el mío. ¡Ella ya habría estado en la cama con él!
—De acuerdo, yo ya te dije quien es mi candidato ahora dime tú, ¿quién es el tuyo? —pregunté muriéndome de curiosidad.
—¿Recuerdas a los chicos que te presenté el día que corrimos el medio maratón? —preguntó mi novia haciendo referencia a dos antiguos compañeros de la universidad con los que coincidimos en una carrera de fondo; los cuales distaban mucho de tener un físico impresionante.
—Sí los recuerdo bien, ¿cuál de los dos? —pregunté intrigado, sin poder creer que se tratase de uno de esos chicos pues yo los consideraba ‘poca cosa’ por preferir hacer cardio en lugar de fisicoculturismo.
—Los dos —respondió mi novia descaradamente.
—¡Qué, ese par de debiluchos! —exclamé en voz alta, sorprendido por la inverosímil elección de mi novia—. No puedo creerlo, ¿qué le viste a ese par de pendejos? —pregunté sin bajar la voz, atrayendo hacia nosotros nuevamente la atención de nuestros vecinos.
Mi reacción no era para menos, ya que desde mi perspectiva ambos chicos eran una pésima elección por tener un físico escasamente desarrollado. Qué ellos fueran dos no importaba, ya que debido a su bajo peso la probabilidad de que poseyeran un miembro impresionante era prácticamente nula (disculpen mis prejuicios, pero así es). ¡No podía dar crédito a la elección de mi novia!
—No seas así —recriminó mi novia mi predisposición para con los chicos—, ellos son mis amigos.
—¿Mínimo la tienen grande? —pregunté incrédulo aún sin bajar la voz.
Para un observador externo podría parecer que mi molestia no tenía sentido; después de todo era poco probable que yo fuera a perder mi novia por un chico tan poco favorecido físicamente.
Sin embargo, desde mi muy particular punto de vista las posibilidades de que eso pudiera ocurrir se habían incrementado, ¡exponencialmente!
Pues verán, si un segundo antes de que mi novia revelara la identidad de su ‘candidato’, yo me sentía totalmente seguro de que sólo un hombre con un miembro de mayor tamaño al mío sería capaz de robarme a mi novia. Y debido a que dentro de nuestro círculo social debería haber muy pocos chicos con esa importante característica, por consiguiente, yo razonaba que las probabilidades de que eso ocurriera deberían ser muy bajas.
Sin embargo, en el momento que Leslie propuso a un par de escuálidos pitos chicos como candidatos para realizar un trío sexual, reveló que el tamaño del pene no era lo primordial para ella en una relación; por consiguiente, supuse que si ella quisiera podría serme infiel con cualquier hombre de nuestro círculo social. ¡Entré en pánico!
—No se trata de eso, hemos sido amigos por mucho tiempo y hemos compartido muchas cosas —excusó mi novia.
La explicación de Leslie me tranquilizó un poco, pero no mucho. Según ella había elegido a ese par de chicos sin tomar en cuenta el tamaño de sus miembros, sino en base a la buena amistad que había formado con ellos durante su etapa universitaria; por lo que le pareció buena idea compartir con ambos un aspecto más de su vida en aras de fortalecer su amistad.
—¿Y tiene que ser con ambos? —pregunté con cierto recelo para dejar en claro con quien debería competir mi propio candidato; pues yo no pensaba renunciar tan fácil a mi amigo del gimnasio. ¡Estaba en juego el honor de los bien dotados!
—Es que no podía decirle a uno solamente —dijo mi novia, confesando el hecho de que ya lo había conversado con los chicos—, los dos son mis amigos. Pero si te parece mejor, invitamos de a uno por vez.
¡Increíble! Yo preocupándome por no hablarlo con mi amigo anticipadamente hasta que mi novia y yo estuviéramos de acuerdo respecto a quien invitaríamos a nuestra cama; y ella ya se lo había propuesto a sus amigos, ¡sin consultarme! Definitivamente esto no se podía quedar así.
—No te adelantes amor, que todavía no lo hemos decidido —protesté el que mi novia ya diera por sentado que lo haríamos con sus amigos.
Estaba en problemas. “¿Cómo iba conseguir que mi novia eligiera a mi amigo si apenas lo conocía?”, me pregunté a mi mismo mientras acomodaba las bolas de billar sobre la mesa para comenzar a jugar. De pronto, llegó la respuesta.
—¿Qué te parece si lo decidimos en una partida de billar? —propuse a mi novia sacando ventaja de su espíritu competitivo.
—Aceptó —respondió ella sin amedrentarse por mi propuesta—. Que gané ‘la mejor’ —agregó haciendo alusión a ella misma haciéndose la graciosa.
—Pues ya veremos amor, ya veremos —dije molestó porque mi novia intentará ganarme la partida antes de empezar (y no me refería al billar).
Caballerosamente dejé que Leslie hiciera el primer tiro de la noche. Aunque suelo jugar muy bien al billar, en ese momento estaba tan distraído por lo que Leslie me acababa de confesar, que ella ganó el primer juego sin mucho esfuerzo.
—Abran paso a la ganadora —dijo mi novia mientras hacía su baile de la victoria sin que yo le prestará mucha atención; tomando un trago de cerveza para intentar calmar mi frustración.
El segundo juego, aunque estuvo más reñido Leslie sacó ventaja; por lo que yo estaba a punto de perderlo. Obvio esa no era mi noche, y si no pensaba en algo rápido corría el riesgo de no reponerme.
Justo cuando Leslie estaba por hacer un tiro largo para meter la bola ocho tuve una idea. Me senté en una silla del lado opuesto a donde se encontraba mi novia; y puse la culata del taco entre mis piernas sólo un par de segundos, simulando ser un enorme falo erecto que nacía de entre mis piernas proyectándose por encima de mi cabeza.
—¡Amor! —dije llamando la atención de mi novia hacia mí; recordándole que “el tamaño si importa”.
Tan pronto Leslie me miró se salió de concentración echándose a reír al apoyarse sobre la mesa. Una vez que pudo controlar la risa que la invadía mi novia efectuó el tiro, ¡el cual milagrosamente falló por muy poco! Dándome oportunidad de ganar la partida.
Después de eso ya fue imposible seguir jugando sin que ambos intentáramos sabotearnos cuando al otro le tocaba tirar; lo que estaba en juego no era para menos, lo único que importaba era ganar a cualquier costo. Por lo tanto, la discreción pasó a segundo lugar.
“¿Necesitas un palo grande?”, le gritaba a mi novia cuando le tocaba tirar, con toda la intención de sacarla de concentración para hacerla fallar. Mientras que Leslie en venganza durante mi turno tomaba un palo en cada mano y me los mostraba sonriente mientras deslizaba sus manos sobre ellos, simulando estar masturbando dos penes sin decir una palabra. Dándome a entender que en cuestión de órganos sexuales masculinos ella prefería la cantidad sobre el tamaño, consiguiendo con esto que fallara tiros claves.
A pesar de nuestra conducta anti-deportiva el combate fue muy reñido. La presión era tal que prácticamente no volvimos a tocar nuestras cervezas. Dividimos victorias hasta llegar al séptimo juego; juego donde se decidiría todo, no habría un mañana para el perdedor, esto se resolvería en los siguientes minutos.
Si nuestros candidatos supieran como Leslie y yo estábamos determinando con quien compartir nuestra vida sexual, probablemente estarían aquí proclamando vítores hacia cada bando; o en su defecto estarían comiéndose las uñas por no poder soportar la tensión. ¡Esto no era para corazones débiles!
A pesar de un gran esfuerzo de mi parte me fue imposible recuperarme de una ventaja inicial de mi novia al haber realizado ella el saque, por lo que terminé perdiendo el séptimo juego y la apuesta. Cuanto me alegraba no haber conversado previamente con mi amigo acerca del tema. Al menos él no se desilusionaría tanto como yo lo estaba.
No había nada de qué avergonzarme, había dado mi mejor esfuerzo; aunque claro, eso no evitó que Leslie realizara ese último baile de la victoria con toda la mala intención de echarle más ‘sal a la herida’.
Al parecer yo era el único en el lugar que comprendía porque mi novia bailaba con un palo en cada mano y una perversa sonrisa en su rostro. O eso fue lo que yo creía.
—Vuelvo en un minuto —dije a Leslie besándola en la mejilla sin que ella dejara de bailar.
El cuarto sanitario parecía el lugar indicado para esperar a que mi novia terminara con su celebración; aunque de hecho no tenía mucha necesidad de usarlo pues apenas había bebido de mi cerveza, cualquier cosa era mejor que seguir siendo humillado en público.
Estaba orinando en el mingitorio cuando un caballero se colocó justo a mi lado a hacer lo mismo; demasiado cerca teniendo en cuenta que éramos los únicos en el sanitario, aunque en ese momento no lo noté.
—¿Así que planean hacer un trío? —preguntó el hombre para hacer conversación en lo que comenzaba a orinar justo a mi lado; con toda la serenidad con que se trata un tema trivial.
—Qué pena que nos hayas escuchado —respondí avergonzado con una risa nerviosa; a quien era uno de los jugadores de la mesa a lado de la nuestra.
—No tienes porque sentirte apenado, amigo —dijo el hombre serenamente tratando de calmar mis nervios—, muchos hemos pasado por eso —agregó con una sonrisa algo pícara.
Tan pronto escuche su respuesta entré en estado de alerta, en una fracción de segundo analicé al hombre quien debería ser mayor que yo, calculo que unos 30 años, de 1.80 de estatura, complexión fornida y apariencia agradable.
¿Sería acaso que este desconocido, quien tenía una apariencia física similar a la mía, poseyera información valiosa respecto a los tríos sexuales para compartir con mi novia y conmigo? Si ese era el caso no podía dejar que se retirara así sin más; tenía que obtener esa información.
—¿Tú has estado en algún trío? —pregunté sintiéndome obligado a saber más del tema.
—De hecho, sí —respondió el hombre sonriendo al girar su rostro hacia mí—, acostumbraba a practicarlos regularmente con mi ex-esposa antes de separarnos.
La conversación se había tornado interesante, al parecer el hombre no sólo tenía experiencia practicando tríos, algo de lo que carecíamos Leslie y yo, sino que además parecía no tener compromiso actual. Quizás yo podría utilizar la información que él poseyera para convencer a mi novia de no hacer el trío con sus amigos pito chicos, aun cuando ella había ganado la apuesta.
Bajé la mirada hacia la fuente de su orina para satisfacer una duda que me asaltó en ese preciso momento. ¡No lo podía creer! El hombre no sólo tenía experiencia en la materia en cuestión, también tenía la herramienta para realizarla; en forma de un grueso y largo apéndice que colgaba majestuoso de su entre pierna, expeliendo un raudal de ‘aguas’ por su gran cabeza rojinegra.
Imposible saber si el miembro de aquel desconocido era mayor al mío; para eso sería necesario una comparación milimétrica estando completamente erectos los dos, algo en lo que mi hermosa novia me podría ayudar.
—Muy interesante, ¿te gustaría tomar una copa con mi novia y conmigo? —pregunté invitándolo a compartirnos un poco más de su experiencia con nosotros.
—Claro, me encantaría —respondió el hombre—, sólo permíteme excusarme con mis amigos.
—De acuerdo, te esperamos en la barra.
No era la primera vez que compartíamos una copa o jugábamos una partida con uno de nuestros compañeros de afición; por lo que a Leslie no le pareció extraño que uno de ellos nos acompañara en la barra esa noche.
—Ella es Leslie —presenté a mi novia con Xavier, que era como se llamaba el hombre una vez que nos alcanzó en la barra.
—Encantado de conocerla señorita —saludó Xavier cortésmente.
—Gracias, igualmente.
Xavier se sentó enfrente de Leslie en lo que yo permanecí de pie a lado de mi novia para facilitar la comunicación con nuestro invitado.
—¿Qué les gustaría beber? —pregunté a ambos.
—Se me antoja algo fuerte —dijo mi novia con una sonrisa traviesa—, yo gané la partida de billar; merezco celebrar —agregó burlona.
Era de esperarse que mi novia no podría guardarse el restregarme en la cara el haberme ganado minutos antes; era parte de su carácter competitivo.
—¿Apostaron algo? —preguntó Xavier con curiosidad.
—Por supuesto —respondió mi novia, sin poder contener su alegría—, apostamos algo muy importante.
—¿La apuesta tiene algo que ver con el trío del que hablaban? —preguntó en forma retórica Xavier, intuyendo la respuesta de mi novia.
El comentario de Xavier hizo que Leslie soltará una pequeña carcajada echando la cabeza hacia atrás; sintiéndose apenada porque el desconocido frente a ella la hubiese expuesto.
—De hecho, sí —respondí en lo que mi novia se moría de vergüenza delante del hombre—. Apostamos con quien lo haríamos la primera vez.
—Ya veo, nunca se me hubiese ocurrido decidir con quien coger en base a un juego de billar —dijo Xavier con una sonrisa burlona como gesto de desaprobación.
—¿Cómo lo decidirías tú? —pregunté tratando de aprovechar la experiencia de Xavier en el tema.
—Bueno realizar un trío puede ser una experiencia muy placentera para todos los involucrados; pero, como en todo, es necesario establecer algunas reglas básicas —dijo Xavier con gran sabiduría en sus palabras.
A petición de mi novia pedimos una botella de tequila en lo que conversábamos de este importante tema con nuestro nuevo amigo. Entre tragos, Xavier pasó a contarnos como él y su ex-esposa se habían iniciado en los tríos intentando salvar su matrimonio; el cual se había estancado a causa de la rutina.
—Los roles para el hombre y la mujer en la pareja actual quedaron obsoletos —explicó Xavier—, por lo que mi esposa y yo sentimos que era momento de actualizarnos ampliando el alcance de nuestra sexualidad.
Después de una relación de casi 10 años, 4 como novios y 6 ya casados; la monotonía se hizo presente en su relación a causa de una sociedad que exige mantenerse actualizado constantemente.
—Anteriormente sólo tomabas leche, ahora tienes que escoger entre leche regular, con proteínas, baja en grasas, saborizada, de almendras, orgánica y otras porquerías —explicó Xavier con recelo.
De acuerdo con él, el mundo moderno bombardea constantemente a las parejas e individuos con un sin fin de opciones para cada aspecto de la vida; obligándonos a renovarnos constantemente.
—Y con el sexo es peor —continuó explicando—. ¡Ya no basta sólo con coger con tu pareja! Ahora tienes que presumir los lugares donde lo has hecho y hasta las posiciones que adoptan. Ya saben, sí tu círculo de amigos lo hacen y tú no, puedes llegar a sentirte menos que ellos.
Un voraz sistema económico que fuerza al individuo a comparar su vida con la de sus iguales, busca mantener un ciclo de consumo sin fin bajo la amenaza de quedar obsoleto. Ésta situación afectó mucho la autoestima de la esposa de Xavier, quien constantemente comparaba su vida con la de algunos familiares y amigos. Motivo por el que ella animó a su marido a que buscaran nuevas aventuras.
“El césped siempre es más verde en el jardín del vecino”, es como Xavier resumía el hecho de que en nuestros días la ostentación es la regla para todo. No basta con tener una velada romántica con tu pareja; tienes que hacer que todos tus conocidos (y desconocidos), se enteren, o en el mejor de los casos te envidien, para poder sentir satisfacción.
Trasladar ésta cuestionable ‘verdad’ al ámbito del sexo formulaba una pregunta importante, ¿cuál es la manera más confiable de presumir lo que haces o dejas de hacer con tu pareja en la cama?
—¡Invitar a un amigo para que nos vea coger! Que constate con sus propios ojos de lo que somos capaces de hacer —contestó Xavier así mismo entre risas.
Aunque al incluir algunos amigos a la cama durante el sexo hizo que éste mejorara notablemente, la relación con su esposa no; por lo que terminaron divorciándose. Y aunque Xavier continuó participando ocasionalmente en algunos tríos con su ahora ex-esposa y la nueva pareja de ella, a él no le gustaba el rol de invitado.
—No me gustaba ser el que tiene que marcharse al día siguiente —aclaró Xavier—, me sentía como cuando rentas un tiempo compartido; al final sabes que no es tuyo —agregó con una sonrisa burlona.
Uno podría pensar que el invitado es quien se lleva la mejor parte en un trío; ustedes saben, cero compromisos, sólo te hablan cuando hay diversión, etcétera. Sin embargo, Xavier era la prueba fehaciente de que no siempre es así.
—¿Qué consejo nos darías para realizar nuestro primer trío? —preguntó mi novia con genuino interés en la opinión de nuestro amigo; una vez que gracias al tequila ella había superado la vergüenza previa.
—Primero que nada, sean muy abiertos, no busquen hombres solamente de su círculo social, ya que con eso reducen mucho las posibilidades de vivir nuevas experiencias —dijo Xavier recomendando no discriminar a nadie en base a su posición económica, aspecto físico u otra característica particular—. Libérense de prejuicios.
    Según Xavier, la idea de hacer un trío es salir de nuestra rutina, de nuestra zona de confort sexual; lo cual sería mucho más difícil con un chico que tuviera los mismos hábitos sexuales y el mismo físico que yo.
    —¿Ya ves? —dijo mi novia soltando un ligero codazo en mis costillas; al sentir que Xavier le daba la razón al haber ella elegido a sus debiluchos amigos en lugar de mi propio amigo quien era mucho más fornido.
    —Tener sexo con una persona delgada es bastante fácil —dijo Xavier dirigiéndose a mi novia al entender a lo que ella se refería—, ¿imagina cómo sería hacerlo con una persona obesa? —preguntó en forma retórica.
    Con este argumento, Xavier explicó a mi novia que una persona con movimiento corporal limitado tiene que echar mano de alguna otra técnica para satisfacer a su pareja, por lo que no debería descartarlos ya que podría llevarse una agradable sorpresa.
    —“Lo que la Madre Naturaleza te quita por un lado te lo da por otro” —agregó riendo.
    —¿Ya ves? Mejor consigamos a un gordo —dije ahora yo en tono de broma, devolviendo el codazo a mi novia; al sentir que el último comentario de Xavier realmente no le daba la razón del todo.
    —Sean abiertos sobre todo a hombres de otras culturas; ya que al haber sido ellos educados con una perspectiva del sexo diferente a la nuestra podrán aprender mucho de ellos.
Un grupo demográfico en el que Xavier hizo especial énfasis fue el de los hombres mayores; ya que si hablábamos de experiencia ellos podían tener mucha en base a sus años vividos. Claro, había que considerar que ellos requieren el uso de fármacos para lograr una buena erección.
—Una póliza de seguro no está demás —sugirió riendo abiertamente, jugando con la posibilidad de que un invitado de mayor edad pudiera sufrir un infarto durante el acto sexual.
    —Pero yo como única beneficiaria —agregó Leslie en tono de broma; chocando su vaso con Xavier en un brindis, al jugar con la macabra posibilidad de ser la única heredera de un posible deceso durante nuestro primer trío.
Aunque nuestro consejero no descartó a los chicos adolescentes si nos recordó que el principal problema con ellos (además del aspecto legal), era la falta de control que suelen tener al eyacular; por lo que nos advirtió que en caso de que decidiéramos invitar a un jovencito a nuestra cama, nos preparáramos para terminar la velada precipitadamente.
—Si lo sabré yo —dijo mi novia con un suspiro antes de volver a beber de su vaso; concordando con Xavier en lo referente a los adolescentes.
El rostro de Leslie no dejaba ninguna duda. La conversación actual estaba trayendo a colación antiguas aventuras de juventud, cuando debió tocarle compartir su ‘inocencia’ con inexpertos compañeros del colegio.
—Se sorprenderían de lo ‘creativo’ que pueden ser algunos hombres ‘serios’ cuando se trata de sexo —dijo Xavier animándonos a buscar hombres fuera del estereotipo del típico fiestero o parrandero—. En mi experiencia los hombres con vocación religiosa suelen ser los más pervertidos —agregó con una sonrisa burlona.
Este comentario no podía ser más cierto, a la luz de los escándalos en los que se han visto envueltos líderes de diferentes religiones en nuestros días. Pues su estilo de vida los lleva a reprimir sus instintos naturales vilmente hasta que no pueden controlarse más.
Claro que esto no significaba que mi novia y yo andaríamos buscando algún clérigo al cual seducir... no por lo pronto.
El lugar de encuentro para la primera cita tampoco era algo que debía dejarse a la ligera; algo en lo que mi novia y yo ni siquiera habíamos pensado.
—Utilicen un motel para su primer encuentro —sugirió ahora Xavier—, eso facilitará la despedida en caso de que alguno se sienta incómodo.
Éste era un consejo bastante práctico, pues al realizar nuestro primer encuentro en un motel tendríamos un salvo conducto en caso de que necesitáramos terminar con la sesión antes de tiempo; pues sólo tendríamos que abandonar la habitación.
Por el contrario, si lo realizábamos en uno de nuestros departamentos esto se tornaría un poco más complicado; pues tendríamos que solicitar ‘amablemente’ a nuestro invitado que se retirara, lo que podría ocasionar tensión al él tomarlo de mala manera.
—Por otro lado, si ustedes sienten que realmente la están pasando bien con su invitado y quieren extender el encuentro, sólo necesitarían agregar al alquiler de la habitación un par de horas extras —agregó Xavier sonriendo.
—Excelente idea, creo que así lo haremos —dijo Leslie, complacida con poder mantener un poco de control de la situación.
¡Santo cielo! Jamás me hubiese imaginado lo complicado que era hacer un trío; siendo que en las películas pornográficas lo ponen tan fácil. Gracias al cielo teníamos a Xavier de nuestro lado para instruirnos.
—¿Piensan grabar la sesión? —preguntó Xavier, interesado en saber si utilizaríamos cámaras para filmar nuestro primer trío.
—Creo que sí —respondí por ambos, ya que no sería la primera vez que mi novia y yo nos grabábamos teniendo sexo— ¿Verdad amor?
—Puede ser —concordó Leslie sin comprometerse del todo—, sería una especie de recuerdo. Si no nos gusta, lo borramos y ya.
—Si es así, usen al menos dos cámaras y diríjanlas hacia el centro de la cama. Así no tendrán que dejar de coger para ir a ajustar la cámara.
    Xavier sugirió que mantengamos siempre presente la ubicación de las cámaras al cambiar de posición sexual, de esa forma nos aseguraríamos de no perdernos ningún detalle de la acción al momento de grabar.
    —Pero recuerden que el invitado podría llevar su propia cámara —advirtió Xavier—. De ustedes depende que tanto le dejen grabar, ya que ese material será propiedad de él.
Ese era otro detalle en el que ni Leslie y yo habíamos pensado. Estábamos tan entusiasmados con realizar nuestro primer trío, que no habíamos recapacitado en el mal uso que un invitado mal intencionado, podía hacer con un video de nuestro primer encuentro. Definitivamente había que ser muy cauteloso al momento de seleccionar a los chicos con quien compartiríamos nuestra vida sexual.
—Una grabación puede ser mucho más que un souvenir si ésta es realizada correctamente —agregó Xavier enfatizando que pusiéramos atención a detalles como la iluminación y enfoque de la lente.
 Contar con video de buena calidad, además de ser una manera de revivir nuestra aventura, sería una gran herramienta de análisis para mejorar futuros encuentros sexuales; pues nos permitiría detectar aspectos en los que pudiéramos trabajar en caso de que nos aficionáramos a los tríos, lo cual era probable que sucediera.
—Pero lo más importante —enfatizó Xavier antes de darnos un último consejo—: sean amables con su invitado.
El ser amable implicaba más que sólo ofrecer una bebida a nuestro invitado. Consistía en tomarlo en cuenta a la hora de definir las posiciones y roles de cada uno durante la actividad sexual. Pues en caso de que él sintiera que su opinión no fuera tomada en cuenta podría llegar a sentirse excluido rápidamente; lo cual es el objetivo opuesto de un trío.
—No teman cederle el control, permítanle marcar el ritmo de la noche, otórguenle la oportunidad de sugerir posiciones; que más que un miembro del equipo se convierte en el líder de éste.
De acuerdo con Xavier, la mejor forma de asegurarse de vivir nuevas experiencias al realizar un trío era quitarle el control a la pareja. Pues sí se le permitía seguir dirigiendo la actividad sexual, terminarían cayendo en la misma rutina que en un principio los llevó a querer realizar un trío.
—De lo contrario sólo probarán más de lo mismo y eso sería una pena —sentenció finalmente.
Buscar el chico ideal para realizar un trío sería una pérdida de tiempo, si al final de cuentas se hacía sólo lo que Leslie y yo aprobábamos. Por lo que era necesario que definiéramos cual era nuestro objetivo real; disfrutar de nuevas experiencias sexuales o sólo aparentar ser modernos ante nuestros amigos y la sociedad.
Al calor de los tragos de tequila y la música de fondo Leslie y yo escuchábamos atentos la plática de Xavier; seducidos por su actitud tan abierta y desenfadada en todo lo relacionado con el sexo y las relaciones.
Simplemente no encontraba palabras para agradecer todos los consejos que tan amablemente había compartido Xavier con nosotros. Sólo podía esperar tener en el futuro próximo una oportunidad para corresponder a su gentileza. ¿Qué tan próximo sería esto?
—¿Cuándo planean realizar su primer trío? —preguntó Xavier con mucho interés en nuestros planes después de habernos compartido todos sus consejos.
Leslie y yo cruzamos una mirada de complicidad, mientras nuestros labios dibujaban una sonrisa de lujuria provocada por la excitante conversación que acabábamos de tener en la barra del billar. Una misma idea se acababa de plantar en nuestra psiquis colectiva.
“¿Por qué ambos deberíamos estar debatiendo por seleccionar a un invitado dentro de un grupo de chicos que, al igual que nosotros, tenían nula experiencia en los tríos sexuales en lugar de un hombre con experiencia comprobada?”. La respuesta era más que lógica.
—Pues eso depende, ¿qué planes tienes para ésta noche? —pregunté en nombre de ambos intentando seducir a nuestro amigo; al tiempo que mi novia me otorgaba su anuencia con una sonrisa.
Plenamente consciente de que a Xavier no le agradaba el rol de invitado en un trío, Leslie y yo intentamos convencerlo de que nos ayudara a consumar nuestra fantasía esa misma noche; aprovechando que al igual que nosotros había bebido algunos vasos de tequila.
—Espera —sugerí a Xavier no apresurarse a darnos su respuesta en lo que sacaba el teléfono inteligente de mi bolsillo.
Tan pronto activé mi dispositivo intenté localizar una fotografía, pero no cualquiera; buscaba una en especial, una que le había tomado a Leslie tiempo atrás cuando estábamos en la intimidad. Una vez que la encontré, entregué el teléfono a mi novia.
Leslie sufrió un ataque de euforia doblándose por el vientre al ver lo que pretendía mostrar a Xavier; en parte por el alcohol y en parte por no poder creer que le enseñaría esa pervertida imagen a un hombre que acabábamos de conocer. Tenía razón, yo no lo haría.
—Vuelvo en un minuto —dije yo, disculpándome una vez más para ir al cuarto sanitario; dejando a mi novia con la boca abierta y la responsabilidad total de seducir al hombre frente a ella.
Entre tumbos me retiré hacia el cuarto sanitario mientras Xavier se desvivía por echar un vistazo a la imagen que mi novia intentaba ocultar en medio de sus senos. “Si Leslie realmente quiere hacer un trío, que le muestre la imagen”, razoné para mí poniendo a prueba a mi novia.
Si mi novia se negaba a mostrarle la fotografía a Xavier, todo este asunto del trío terminaría ahí y no se volvería hablar del asunto. Si, por el contrario, mi novia se la enseñaba con la intención de seducirlo para hacer un trío con él esa misma noche, sería mejor que me fuera reportando enfermo para no trabajar el siguiente día; porque esa noche la diversión estaba por comenzar.
La citada imagen no podría ser otra que una fotografía tomada a mi novia cuando ella me estaba practicando sexo oral en mi pose predilecta: la posición de poder. Aunque yo tenía varias fotografías con ella en esa misma posición tomadas desde diferentes ángulos ésta era especial. Pues en ella se veía a mi novia desde arriba, desde mi punto de vista; mientras ella se encontraba de rodillas, maniatada de pies y manos con un par de esposas de juguete, con mi enorme miembro hundido en su garganta. Una imagen bastante pervertida y morbosa.
Si ésta imagen no era capaz de convencer a Xavier de realizar un trío con nosotros, tendría que conformarme con los debiluchos amigos de mi novia. ¡La moneda estaba en el aire!
Mi excitación era tal, que tan pronto abrí la bragueta para orinar mi miembro salió disparado desde abajo de mi pantalón. ¡Estaba enorme! “Ahora así vera ese cabrón quien manda”, pensé para mí mismo anticipando que Leslie lograría seducir a Xavier y entonces tendríamos oportunidad de comparar nuestros penes.
Volver a colocar mi miembro en su lugar al terminar de orinar fue un costo colateral, prácticamente tuve que doblarlo dolorosamente sobre sí mismo para poderlo ocultar bajo mis ropas.
De regreso a la barra encontré a mi novia y mi amigo de muy buen humor bromeando acerca de la imagen en mi teléfono. Abracé a Leslie para premiar con un beso su labor de convencimiento, al haber accedido mostrar la imagen.
—Tranquila preciosa, nunca te pediría que me la compartieras —dijo Xavier con prudencia, hablando de la íntima imagen que mi novia le había permitido ver—, pero me encantaría salir en la próxima —agregó pícaramente con una sonrisa.
Los tres soltamos una fuerte carcajada al escuchar ese último comentario; pues con éste Xavier acababa implícitamente de aceptar a ayudarnos, al momento de insinuar lo mucho que le agradaría que mi novia le practicara sexo oral. ¡Definitivamente Xavier era de los míos!
Una vez que nos pusimos de acuerdo salimos los tres del billar rumbo al motel donde todo el asunto del trío había iniciado. Debido a que el motel estaba retirado y los tres habíamos bebido bastante decidimos ir en un sólo coche, en mi camioneta, por lo que teníamos suficiente espacio para ir los tres al frente.
—Te encantará el lugar —dije en tono de broma—, muy elegante si logras ignorar el olor.
—Si es un motel de carretera ya me imagino a lo que ha de oler—dijo Xavier anticipando el tipo de lugar al que nos dirigíamos.
Durante el trayecto Xavier no dejó pasar la oportunidad para abrazar y acariciar las piernas de mi novia. Mientras que Leslie se animó a tocar la entre pierna de ambos por encima del pantalón; enfocándose en su labor de determinar quién de los dos hombres que la escoltaban tenía el miembro más grande.
—¡No hagas eso! —protesté el hecho de que las caricias de mi novia pudieran provocar un accidente, desatando las risas de los tres.
—Relájate —dijo Leslie apretando mi entrepierna con más fuerza.
Antes de llegar nos detuvimos a comprar unas cervezas para hacer más amena la velada. Después de unos 20 minutos de camino llegamos a nuestro destino. Como les había comentado el motel estaba lejos de ser lujoso, nada de llaves electrónicas ni registro en línea, mucho menos pago con tarjeta de crédito; lo cual tenía sentido pues en un motel para parejas infieles no se quiere dejar rastro. Solo una pequeña recepción con un encargado que te entregaba una única llave.
Yo podría haber ido sólo a registrarme y hacer el pago por la habitación sin necesidad de mis otros dos tercios, pero no. Había que disfrutar la experiencia completa del evento, por lo que entramos los tres abrazados a la recepción.
—Buenas noches, queremos una habitación —dijo Leslie riendo eufóricamente, de tal forma que sus palabras eran ininteligibles.
—¿Toda la noche? —preguntó un desalineado chico con sarcasmo, suponiendo acertadamente lo que planeábamos hacer en la habitación (seguramente ya estaba acostumbrado).
—Pues eso espero —respondí con una sonrisa, dando por hecho que el día de mañana Leslie y yo nos reportaríamos enfermos en nuestros empleos.
Pagamos por adelantado y el chico nos asignó una habitación del fondo. Nos dispusimos a salir, pero Leslie no se pudo contener de jugarle al joven recepcionista una última broma.
—Te veo después guapo —dijo sonriendo pícaramente, gesto que el chico le correspondió de igual forma.
Ya en la habitación las cosas fueron mucho más rápidas. Xavier se abalanzó sobre Leslie besándola apasionadamente, recorriendo su busto con ambas manos por encima de su blusa. La escena era inédita para mí pues nunca había visto a mi novia besarse con otro hombre; mientras yo a escasos metros me encontraba desabotonando mi camisa, desesperado por desnudarme.
Era tanta la pasión que Leslie y Xavier pusieron en ese primer contacto que me dieron tiempo suficiente para despojarme totalmente de mi ropa sin que lo notaran. Al final yo estaba de pie a lado de ellos, con mi enorme miembro completamente erecto a causa de la excitación que la escena ante mí me había provocado.
—¡Muéstrame lo que tienes cabrón! —grité sacando de concentración a la cariñosa pareja.
El objetivo de esa noche para mí estaba más que claro, tenía que convencer a mi novia de que un hombre con un miembro grande era mucho mejor que dos pitos chicos. ¿Lo conseguiría?
—Se ve que ya estás listo amigo —respondió Xavier al verme desnudo blandiendo mi enorme miembro con una mano con actitud desafiante—, déjame ‘desenfundo’ yo también —agregó soltando a mi novia para comenzar a extraer su erecto miembro desde abajo de su ropa.
Leslie se sentó sobre la única cama para ver en primera fila, como dos hombres perfectamente ‘bien dotados’ se desnudaban para competir entre sí por ver quién de los dos tenía el miembro viril de mayor tamaño.
—¡Esto es lo que yo traigo! —exclamó Xavier bajándose los pantalones hasta los tobillos exhibiendo un enorme miembro gordo y peludo.
Mi novia se mordía los labios con lascivia, abriendo los ojos grandes como dos platos; al tiempo que su respiración se aceleraba. Saboreando en su imaginación, los dos enormes pedazos de carne que en segundos degustaría.
Xavier terminó de desnudarse para quedar enfrente de mí exhibiendo orgulloso su enorme pene, listo a batirse en un duelo conmigo. No podía esperar menos de un macho tan similar a mí.
—Pues sí eres de los míos cabrón —dije yo dando un paso hacia Xavier para chocar puños con actitud de soberbia.
Los dos giramos hacia Leslie, quien ya había comenzado a babear, blandiendo un par de enormes sables frente a su rostro. Esto era algo que realmente nunca había pasado, que mi novia permaneciera vestida más tiempo que yo al hacer el amor; uno de los beneficios de un trío, salir de la rutina, comenzaba a hacerse notar.
—¿Como ves amigo, ésta pendeja prefiere un trío con un pito chico en lugar de uno bien vergón? —acusé a mi novia con nuestro invitado, estando consciente que la política de éste para con los tríos era no discriminar.
—Pues habrá que educar a la cabrona —sentenció con actitud altanera y prepotente; comiéndose sus propias palabras respecto al asunto, como sí realmente pensara que se puede forzar a una mujer a cambiar de opinión referente a con quien debería tener sexo.
Las palabras de Xavier fueron música para mis oídos, ya no sólo contaba con su ayuda para convencer a Leslie de que un miembro grande era mejor que dos chicos; sino que todo indicaba que él tomaría la iniciativa. Otro beneficio más de realizar un trío.
—¡Arriba pendeja! —ordenó Xavier a mi novia sujetándola por el brazo.
No habría más caricias para Leslie, al menos no tiernas, eso se lo dejaríamos a los maricones pito chicos de sus amigos. Dos machos como nosotros tenían en mente algo más especial para ella. Entre los dos levantamos a mi novia de forma brusca. Xavier sujetó su blusa por las solapas para con un fuerte tirón hacer volar los botones de su blusa por la habitación.
Esto es a lo que Xavier se refería al hablar de las nuevas experiencias que un trío brinda a una pareja. Si yo hubiese hecho eso estando sólo con Leslie, hubiera desatado su furia sobre mí por haber roto una de sus tantas prendas favoritas. Sin embargo, como estábamos inmersos en una fantasía sexual, los límites habían sido anulados a causa de nuestro invitado.
A tirones removimos la blusa de su torso, sin preocuparnos por lo maltrecha que la delicada prenda podría terminar. Su sostén no tuvo un mejor trato, sin desabrocharlo fue jaloneado por sobre su cabeza, irritando su suave piel con la acción de desnudarla.
—¡Qué buenas tetas! —exclamó Xavier, al ver los senos de mi novia rebotando al aire libre.
—Te digo que la cabrona ésta buena —concordé con él, palmeando uno de los senos de mi novia—, sólo que a veces se apendeja —agregué provocandoles a ambos emitir una corta carcajada.
—No te preocupes, ahorita la arreglamos —sentenció Xavier sujetando el otro seno de mi novia; mientras lo saboreaba apretando los dientes.
Con un fuerte empujón Xavier lanzó a Leslie de espaldas sobre la cama. Y a tirones comenzamos a remover los pantalones de sus piernas, en lo que ella luchaba por desabrochar su cinturón. En segundos mi novia quedó sobre la cama con nada más que su tanga por remover, privilegio que amablemente otorgué a mi invitado.
—Esto es mío —dijo Xavier sujetando firmemente a mi novia por su vulva, en lo que ella lanzaba un gutural sonido de ‘placer’—. ¡Silencio cabrona, que todavía ni empezamos! —agregó riendo burlón.
Yo reí mezquinamente con la escena, anticipando todas las perversiones que mi nuevo ‘mejor amigo’ estaba reservando para mi novia. “Esto no podía haber comenzado mejor”, pensé en mi interior. Con un último tirón a su tanga mi novia quedó completamente desnuda sobre la cama; mientras Xavier se llevaba la íntima prenda a su rostro con intención de olfatearla cual sabueso.
—¿A qué huele? —pregunté riendo por el modo brusco con que trataba a mi novia.
—Huele... a puta —respondió Xavier desatando en mí una fuerte carcajada.
—¡Eso no se quita ni con jabón! —concluí sin poder contener mi risa.
Leslie intentó levantar su torso apoyándose en sus codos, sólo para recibir en su rostro la tanga que había sido lanzada certeramente por el rudo hombre frente a ella.
—¡Arriba cabrona! —ordenó Xavier a mi novia sin ninguna contemplación.
    Leslie obedientemente intentó ponerse en pie, pero fue impedida por Xavier quien la obligó a arrodillarse frente a nosotros jalándola por el brazo hacia abajo bruscamente.
    Estoy ciento por ciento seguro que, durante ese día, mientras mi novia fantaseaba con nuestro posible primer trío, jamás imaginó que estaría en esa posición; arrodillada, desnuda, con actitud sumisa bajo la mirada soberbia de dos ‘verdaderos’ machos y sus dos enormes vergas frente a su rostro. ¿De qué se podría quejar?
Los ojos de Leslie respondían mi pregunta, habiéndose olvidado de parpadear escudriñaba detenidamente nuestros miembros sin poder determinar cuál de los dos le apetecía probar primero. Pero antes de que eso ocurriera había una pregunta por responder.
—Vamos a ver puta, ¿cuál te gusta? —preguntó Xavier colocando su enorme miembro sobre el rostro de mi novia, de manera que sus testículos golpearon su barbilla mientras su glande se apoyaba en su frente.
Leslie se encogió de hombros y me lanzó una mirada en lo que aceleraba su respiración, esperando porque yo hiciera lo mismo. Sin amedrentarme, por el tamaño del miembro de nuestro invitado, coloqué el mío propio del otro lado de la nariz de mi novia. De tal forma que era cegada por ambos miembros.
—Permíteme —dije yo solicitando a nuestro amigo que mantuvieran la posición, con su miembro en el rostro de mi novia, por unos segundos en lo que estiraba la mano para alcanzar mi teléfono.
Ya con mi dispositivo electrónico en la mano aproveché para capturar tan especial momento de la noche, en lo que Leslie y Xavier sufrían un ataque de risa por mi inoportuna ocurrencia.
—No olvides enviarme una copia —solicitó Xavier entre risas anhelando tener una imagen con que recordar la ocasión.
Mi aparentemente inocente fotografía, no tenía otro propósito que servir como evidencia irrefutable para futuras discusiones acerca de quién de los dos tenía el miembro más grande. ¿A quién favorecía la fotografía?
—¿Por qué no tomas la tuya cabrón? —pregunté en forma retórica animando a nuestro invitado a tomar una fotografía como la que le habíamos mostrado en el billar.
Como no teníamos esposas o una soga para maniatar a Leslie, Xavier tuvo que echar mano de su ingenio utilizando su cinturón para sujetar ambos brazos de ella a su torso; justo por debajo de sus senos.
—Aprieta fuerte para que no se suelte la cabrona —aconsejé a Xavier para que ajustará el cinturón alrededor del cuerpo de mi novia.
—¡Qué se va a soltar! —dijo Xavier—. Si a la gran puta le encanta que la traten como perra —sentenció.
Leslie por su parte, se limitaba a sólo emitir gemidos y quejidos de ‘placer’ cada vez que se sentía estimulada por nuestras perversas caricias. Ella tenía muy claro que, si quería disfrutar de una noche inolvidable de placer, en ésta ocasión debería olvidarse de su orgullo y someterse a la voluntad de sus dos amos.
—¿Verdad que te gusta perra? —preguntó Xavier a mi novia; mientras utilizaba mi propio cinturón para abofetearla ligeramente en el rostro, tal como si se tratase de un animal que necesita ser adiestrado.
—Si —respondió Leslie sumisamente.
—¡Silencio perra, que las perras no hablan! —ordenó Xavier haciendo sonar mi cinturón con un movimiento de acordeón, amenazando con reprender a la ‘perra’ frente a él.
Yo me moría de la risa con la escena tan perversa que Xavier ‘actuaba’, jamás se me hubiese ocurrido algo así. Definitivamente el sexo en grupo estaba teniendo innumerables ventajas. “Será fácil hacerme adicto a esto”, pensé en lo que habría una cerveza para pasársela amablemente a mi invitado.
Xavier utilizó mi cinturón para sujetar a Leslie por el cuello a manera de correa de castigo, las que utilizan los entrenadores de perros, de tal forma que con ella podía tener control total de mi novia con un ‘suave’ tirón.
—Llegó tu hora perra —amenazó Xavier a mi novia después de dar un gran trago a su cerveza—; abre grande la boca —ordenó jalando de la correa.
Xavier colocó la gran cabeza de su miembro justo en la boca de mi novia; y con un nuevo tirón de correa hizo que se la tragara completa. Provocando en mi novia una serie de arcadas causadas por el gran pene del hombre golpeando en su paladar.
—¡Oh mierda, que rico! —exclamó Xavier al hundir su miembro en la boca de mi novia; utilizando la correa para ‘ayudar’ a que ella controlara el auto reflejo de vomitar.
Unos segundos después Leslie se controló y comenzó a retroceder suavemente, tanto como la correa de su amo lo permitía, para poder practicarle a Xavier el sexo oral que previamente había solicitado.
—¡Mierda, que rico chupa ésta puta! —exclamó Xavier complacido por los servicios de mi novia.
Yo me recargué en la puerta a observar como nuestro invitado cumplía su primera fantasía de la noche, recibir sexo oral de parte de Leslie (y quiero pensar que también de mi parte), en la clásica posición de poder. “Al menos tiene una gran verga”, pensé sin sentir ninguna clase de celo o envidia mientras veía como sus testículos golpeaban contra la barbilla de mi novia.
Después de un par de minutos, justo cuando Xavier logró introducir completamente su miembro en lo profundo de la garganta de Leslie, él detuvo sus embestidas de manera intempestiva.
—Aguanta perra —ordenó Xavier a mi novia en lo que alcanzaba su propio teléfono.
Yo reí abiertamente al ver como Xavier, imitándome, se tomaba unos segundos para capturar su fotografía soñada. Era obvio que quería tener un recuerdo personal de la noche. ¿Podía haber algo más personal que, una imagen de su propio miembro hundido en lo profundo de la garganta de mi novia? Si es así, por favor díganme cual.
—Vamos puta, sigue chupando —ordenó Xavier una vez que terminó de tomar fotografías,
Sin soltar la correa con que controlaba a Leslie como una perra, Xavier continuó fornicándola por la boca en lo que una sustancia blanquecina comenzó a escurrir por las comisuras de los labios de ella. Era obvio que ambos estaban gozando como locos.
Sin embargo, era momento de pagar todos los consejos que tan gentilmente aquel hombre había compartido conmigo. Y que mejor forma de pagar mi deuda que compartiendo mi propia información privilegiada.
—Amigo, permíteme enseñarte como cogerte a ésta puta —dije a Xavier solicitándole que me diera oportunidad para mostrarle una de mis posiciones favoritas para recibir sexo oral de mi novia.
—Adelante campeón —accedió Xavier a mi solicitud—, que la noche es larga y a ésta puta nos la vamos a coger hasta por las orejas —agregó riendo burlón.
Con Leslie aún de rodillas adopté la clásica posición de poder justo sobre su cabeza, de tal manera que mis testículos quedaban sobre su frente. En esa posición estimulé mi miembro como si estuviera masturbándome con la mano. Y una vez que éste alcanzó su tamaño máximo lo deje caer azotando el rostro de mi novia, ¡justo en la nariz!
—¡Ay cabrón! —exclamó Xavier al ver como azoté con mi miembro el rostro de mi novia.
Después de esto, ahora era trabajo de Leslie. Con mi miembro bajando por todo su rostro, ella estiraba su lengua hasta acariciar la punta de mi glande atrapando con ella las gotas de presemen que habían comenzado a salir. Me encantaba esa sensación al sentir la humedad de su lengua en la punta junto con el aire tibio que salía por su nariz.
Pero no sólo era el hecho de recibir sexo oral, sino el saber que Leslie sólo podía practicar ésta posición con hombres de enormes penes, ya que miembros más cortos no llegarían ni a golpear su nariz.
—Se ve que le gusta la leche de macho —dijo Xavier al ver como mi novia se esforzaba por limpiar mi pene.
Pero esto no terminaba aquí. Una vez que Leslie limpió todos los residuos de semen de mi miembro inclinaba la cabeza hacia arriba, poco a poco, para poder ir lamiendo lentamente cada centímetro de mi miembro hasta llegar a mis testículos.
—¡Oh mierda! —exclamé mientras ponía los ojos en blanco una vez que mi novia comenzó a lamer mis testículos, sin importar que estos estuvieran cubiertos de vello púbico.
 Estuve a punto de eyacular, pero tuve que contenerme para continuar con la siguiente fase. Con la boca de mi novia bien abierta bajo mi escroto me alcé sobre las puntas de mis pies por un segundo; y dando un pequeño salto volví a caer sobre su rostro clavando mi enorme miembro en lo profundo de su garganta.
—¡Ay cabrón! —exclamó Xavier nuevamente al ver como mi miembro pasó sin obstáculos a través de la boca de mi novia haciéndole doblar el cuello.
Ya en esa posición apoyándome en mis talones efectué pequeños saltos para continuar con la morbosa felación del más hermoso de los orificios de mi novia, en lo que mis testículos rebotaban sobre su nariz y ojos alegremente. Me sentía en el paraíso.
—¡Que bien cabalgas a esa puta, campeón! —dijo Xavier después de dar un nuevo trago a su cerveza.
Si por mí fuera, hubiese seguido en esa posición toda la noche; pero tenía que respetar el último consejo de Xavier, “se amable con tu invitado”. Comenzaba a sospechar que todo este asunto de los ‘desinteresados’ consejos que nos había dado Xavier había sido una trampa desde el inicio (no, imposible, yo no podía ser tan estúpido).
—¿Quieres intentarlo? —pregunté absurdamente como si no conociera lo que el hombre frente a mí respondería.
—¡Por supuesto! —respondió Xavier sin vacilar.
Levanté la pierna derecha para extraer mi rígido miembro de la boca de mi novia, cubierto con la mezcla viscosa de saliva y semen; la cual escurría también por su bello rostro en forma de una espuma tibia y espesa.
—Mi turno —dijo Xavier saltando sobre la cabeza de mi novia sin previo aviso; golpeando con sus dos enormes bolas la frente de ella.
Xavier levantó su miembro, el cual continuaba erecto, y apuntó con el hacia el techo; buscando que ganase todo el impulso posible para estrellarlo en el rostro de mi novia al momento de soltarlo.
—¿Lo quieres? —preguntó en forma retórica—. ¡Aquí lo tienes! —dijo antes de soltarlo.
Como un látigo el enorme miembro de Xavier golpeó de lleno en medio del rostro de Leslie, justo en su nariz, causando que ésta se enrojeciera un poco. Pero mi novia, valiente, en lugar de lamentarse sacó su lengua una vez más intentando alcanzar el rojinegro glande de su agresor.
—¡Mierda, que delicia! —exclamó Xavier al sentir las primeras caricias de mi novia en la punta de su pene.
Como anteriormente me lo hubiese hecho a mí, Leslie comenzó a lamer el miembro de Xavier desde abajo, desde la punta de su glande hasta sus dos enormes y peludas bolas; suave y lentamente, provocando que nuestro invitado lanzara pequeños quejidos de placer.
—¡Mierda! Sigue así perra, sigue así —ordenó Xavier a mi novia fijando la mirada en el techo, entregándose a gozar como loco con las húmedas caricias que le regalaban.
Un sentimiento de satisfacción invadió mi ser al ver como Leslie trataba al, hasta antes de hoy, desconocido con la misma dedicación con que me trataba a mí; una mezcla de morbo y magnanimidad que no creía que pudiera existir. ¡Exacto, un beneficio más de los tríos!
Pero Xavier estaba muy lejos de ser un hombre pasivo en lo referente al sexo; el gozaba con tener el control, entre más brutal mejor. Justo cuando mi novia comenzó a lamer la zona detrás de su escroto, éste despertó de su trance.
—¡Abre la boca puta de mierda! —ordenó saltando sobre el rostro que lamía sus partes nobles.
El movimiento de Xavier fue tan rápido que no dio tiempo a que mi novia abriera completamente su boca, dando como resultado que su miembro se desviara por su rostro jalando de su mejilla violentamente.
—¡Qué abras la boca puta! —ordenó nuevamente a mi novia, reprimiéndola al jalar de la correa en su cuello.
Ignorando el ardor de la fricción que un miembro viril provocó al pasar por su rostro y el estrangulamiento de la correa de entrenamiento, Leslie abrió la boca al máximo; permitiendo que Xavier lograra en este segundo intento introducir su enorme miembro hasta el fondo.
—Así me gusta perra —dijo Xavier antes de comenzar a cabalgar sobre el rostro de mi novia.
Tal como yo le hubiese mostrado, Xavier comenzó a realizar saltos apoyándose solamente en la punta de sus pies sólo que, a diferencia de mí, estos fueron con mucha más energía.
—Aguanta perra, que pronto llegamos —dijo Xavier perversamente en tono de broma, sin soltar la correa como si realmente estuviera montando una yegua.
El cuello de Leslie se doblaba hacia atrás, como si estuviera a punto de romperse, en cada ocasión en que el esfínter de su jinete se sentaba sobre su rostro; dificultando la respiración al momento en que su nariz era obstruido por un par de peludos testículos (dudo mucho que ésta situación la cubriera nuestra póliza de seguros).
—Esto merece un brindis —dijo Xavier alcanzando su lata de cerveza para beber un poco más de ella, ignorando el suplicio por el que pasaba mi novia para darle placer.
Sin dejar de cabalgar Xavier bebió de la lata manteniendo el ritmo de sus saltos, tensando inconscientemente la correa alrededor del cuello de mi novia.
—¿Quieres un poco perra? —preguntó Xavier en tono de broma a Leslie, quien no estaba en posición de beber cerveza. ¿O sí?
Con toda la perversidad del mundo Xavier comenzó a verter un poco de la fermentada bebida directamente en la boca de mi indefensa novia; mientras jalaba de la correa para evitar que ella inclinara la cabeza. En segundos Leslie comenzó a toser, síntoma de la asfixia que le provocaba no solamente el enorme miembro atorado en su garganta, sino también por alcohol que se mezclaba con el semen y saliva, formando una blanca espuma que la hizo regurgitar.
—¡He creado un volcán! —exclamó Xavier riendo orgulloso, al ver la increíble reacción que había provocado en mi novia.
Xavier desmontó su yegua, extrayendo su enorme pene de la boca de mi novia. Sin nada que obstruyera su respiración, Leslie pudo dedicarse a jugar con la extraña sustancia que había quedado en el interior de su boca, haciendo gárgaras con ella por un par de minutos antes de terminar tragándola.
—Se ve que a ésta puta le gusta la leche —dijo Xavier en tono de burla; complacido por ver lo que mi novia había hecho con el líquido residual en su boca—. Pues ahora te vamos a dar leche hasta por el culo —amenazó jalándola de la correa en su cuello para ponerla en pie.
Xavier empujo a Leslie sobre la cama de tal forma que se fue de boca contra las sábanas por seguir con los brazos atados al torso. Luego la levantó por la cadera, para que su trasero quedará en posición de ser penetrada analmente, mientras su rostro seguía pegado a las sábanas.
—¡Arriba pendeja, que no va a ser tan fácil! —ordenó Xavier a mi novia, jalando la correa sujeta a su cuello.
Quizás ésta fue la imagen más bizarra de la noche. Leslie esforzándose por mantener su torso en el aire, apoyándose únicamente en las rodillas al estar maniatada; mientras estaba siendo estrangulada por nuestro invitado por medio de la correa en su cuello; una imagen completamente cargada de sadismo. Sólo lamentó no haber puesto las cámaras (algo tenía que haber salido mal en nuestro primer trío).
—Vamos cabrón, que ésta perra quiere que le des más verga —dijo Xavier ordenándome que me colocara enfrente del rostro de mi novia para que utilizara mi miembro como punto de anclaje para su boca.
En ese momento Xavier era el indiscutible director de escena; y dado lo mucho que estábamos disfrutando ni Leslie ni yo teníamos intención de relevarlo. “No repares lo que no está roto”, frase popular de sentido común.
Rápidamente me subí a la cama para ‘asistir’ a mi novia. Tan pronto me arrodillé frente a Leslie, los músculos de su vientre cedieron proyectando su cabeza contra mi pelvis, consiguiendo atrapar mi miembro con su boca.
—¡Ay pendeja! —exclamé al sentir los dientes de mi novia clavarse en mi miembro.
Leslie me miró a los ojos agradeciendo mi pronta ayuda, pues ahora tenía de donde sujetarse para no pegar su rostro a la cama, en lo que Xavier comenzó a dibujar círculos con su miembro alrededor del esfínter de mi novia.
—¡Prepárate cabrona, porque llegó tu hora! —exclamó Xavier, ‘sugiriendo’ a mi novia que se preparara para ser penetrada analmente por su enorme miembro.
Utilizando ambas correas para controlar el cuerpo de Leslie, Xavier comenzó a embestir su trasero con fuertes y firmes empujones. Con cada nueva embestida su miembro era introducido poco a poco en el ano de mi novia, a la vez que la inercia de su cuerpo era utilizada por ella para darme una nueva sesión de sexo oral. Prácticamente podía sentir como rebotaban los testículos de Xavier en el trasero de mi novia.
 Gracias a la larga sesión de sexo oral, el miembro de Xavier se encontraba bastante lubricado, lo que facilitó la penetración hasta que éste se perdió en las entrañas de mi novia. Estuvimos disfrutando con ésta coreografía por unos minutos y luego cambiamos posiciones Xavier y yo; extrayendo nuestros miembros del cuerpo de Leslie completamente cubiertos por una viscosa sustancia blanquecina. A esas alturas eran imposible saber de quién provenía cada residuo de semen; la verdad a ninguno de los dos nos importaba terminar impregnados con el semen de otro hombre.
—¡Oh mierda! —exclamé en voz alta, una vez que mi miembro penetró el esfínter de mi novia una vez más.
—¡Ya cállense cabrones! —exclamó en voz alta del otro lado del muro de la habitación de junto.
La necesidad por un mayor grado de comunicación, inherente en los tríos, al parecer había molestado a nuestros vecinos de habitación. Al ser yo un chico de complexión fornida y adicto al gimnasio no era el tipo de hombre de los que se dejaba amedrentar fácilmente; por lo que me dispuse a responder iracundo.
—¡Ven a callarme, pendejo! —gritó Xavier molesto por la interrupción, anticipándose a mi enérgica respuesta.
Un beneficio más de los tríos (ya había perdido la cuenta). Si mi físico podía ser intimidante para un posible agresor, contar con un chico igual de imponente que yo a mi lado debería ser un disuasivo extra que lo obligaría a pensarlo dos veces antes de buscarnos pelea.
Dentro de los consejos que Xavier nos había dado para realizar nuestro primer trío estaba el de ser amable; pero esto no se extendía a las otras habitaciones. Sólo el tiempo diría si nuestro vecino había aceptado nuestra ‘disculpa’ o sería necesario irse a los puños. De cualquier forma, esa noche yo me sentía como un verdadero campeón.
Sin embargo, Xavier tuvo una idea mejor; en lugar de liarnos a golpes con un desconocido, compensar a quien sintiera que nuestra actividad sexual se estaba tornando molesta. ¿Cómo haríamos esto? ¡Montando un teatro erótico!
—Permítanme un par de minutos —dijo Xavier disculpándose por detener sus embestidas sobre el cuerpo de mi novia para ir a correr la cortina de la única ventana, de tal manera que permitiera a cualquiera del otro lado de ésta tener una vista al interior de la habitación.
¡Ni en un millón de años, se me hubiese ocurrido a mí semejante idea! Si algún impertinente se atrevía a venir a nuestra puerta buscando problemas, se llevaría una agradable sorpresa, pues podría ver en primera fila como mi novia era sodomizada salvajemente. “Haz el amor, no la guerra”, esa frase nunca sería más cierta en mi vida.
Imposible saber cuántos visitantes llegaron hasta nuestra ventana esa noche; la contraluz no permitía distinguir su rostro. Sólo las risas de los fugaces espectadores y las ‘felicitaciones’ (insultos), de los nuevos admiradores de mi novia, nos permitían tener una vaga idea.
Quizás se trataba sólo de una persona, posiblemente el recepcionista, que viniera a averiguar la causa de las quejas de nuestros vecinos; regresando en repetidas ocasiones a satisfacer su morbo después de la ‘invitación’ de mi novia al momento de registrarnos. La verdad no puse atención.
Después de un par de horas de sexo salvaje, terminamos rendidos durmiendo los tres desnudos en la pequeña cama matrimonial; con los cuerpos impregnados de todo tipo de fluidos corporales. Asqueroso y sublime a la vez.
Nos despertamos al día siguiente alrededor de las 9 de la mañana, apenas a tiempo para avisar a nuestros respectivos empleos que ese día no llegaríamos a trabajar con la excusa de haber contraído un resfriado.
Antes de pasar a recoger los vehículos de Leslie y Xavier nos detuvimos a almorzar en un restaurante cercano. Aun cuando nos encontrábamos en un lugar público, no pudimos evitar hablar de lo bien que lo habíamos pasado durante nuestro primer trío (obvio no sería el único); compartiendo puntos de vista y expectativas para el futuro de nuestra vida sexual.
—¡Estaba aterrorizada! —dijo Leslie recordando como Xavier la amenazó haciendo sonar el cinturón al principio de la noche—. Pero me dije a mi misma, “aguanta pendeja, que ya viene lo bueno” —agregó en lo que utilizaba un tenedor para disfrutar de un omelette vorazmente, a causa del hambre que la actividad física de la noche anterior le había dejado.
—¡Y llegó con creces! —dije en tono de broma completando la frase de mi novia en lo que ella seguía masticando; sujetando mi entre pierna para hacer énfasis en la cantidad de orgasmos que consiguió con nosotros dos gracias a los enormes penes que tuvo en exclusiva para ella.
—Ya lo creo que llegó. Sí me tenían bien clavada entre los dos. ¡Par de cabrones! —confirmó mi novia señalándonos con el tenedor en su mano con una sonrisa de satisfacción que nunca le había visto en la vida—. Si todos los tríos son así de intensos cuenten conmigo —agregó prometiendo soportar todas las perversiones que se nos ocurrieran hacerle; comentario que hizo que Xavier y yo cruzáramos una sonrisa maliciosa, al intercambiar telepáticamente un sin número de fantasías propias de los poseedores de miembros grandes (lo siento ‘pito chicos’ no están invitados).
Leslie y yo no podíamos haber tenido mejor inicio en el mundo de los tríos. La ‘vara’ había quedado muy alta para cualquier futuro invitado. Sólo el tiempo diría si podríamos mejorar nuestra ‘marca’, pero conociendo a mi novia y su espíritu competitivo era seguro que lo intentaríamos.
—¿Entonces todavía quieres coger con tus amigos ‘pito chico’? —pregunté a mi novia en tono de burla (que puedo decir, no podía dejar pasar la oportunidad de hacer mofa de esos chicos).
Leslie se quedó muda con una tímida sonrisa, al no saber que responder. Por un lado, quería respetar la palabra que le había dado a sus amigos; pero por otro lado ella reconocía que difícilmente podría vivir con ellos una experiencia similar a la que Xavier y yo le habíamos brindado la noche anterior. Mi plan había funcionado a la perfección.
—¿Y no piensan invitar alguna chica la próxima vez? —preguntó Xavier dibujando en sus labios una sonrisa curiosa y morbosa; quizás temiendo ser remplazado por alguien más, como nos había contado le sucedió con su ex esposa en el pasado.
—No lo creo —respondió Leslie sin dudarlo—, no me gustaría ver a mi novio cogiendo con otra chica mientras yo estoy a lado quieta como un palo —agregó trayendo a colación los celos que su carácter competitivo le imponían.
A diferencia de los tríos con dos hombres, donde la mujer puede estar conectada físicamente a ambos chicos (y quizás más), sin desatender a ninguno de ellos y no se pide el cambio de orientación sexual de ninguno de los participantes; en los tríos con dos mujeres esto no es así. Pues el hombre no puede realmente conectarse a ambas compañeras de afición por éste contar sólo con un pene. Y si a parte ambas chicas no tienen una fijación sexual lésbica, indudablemente una de las dos terminará por sentirse excluida de la acción.
Ésta situación preocupaba mucho a Leslie, quien hasta ese entonces seguía siendo completamente heterosexual, pues sentía que al realizar un trío con dos mujeres ella quedaba en clara desventaja al tomar en cuenta el tiempo que le toma a un hombre recuperarse de una eyaculación previa.
—Quizás tengas razón querida, las mujeres pueden ser muy posesivas en la cama —dijo Xavier, recomendando que por lo pronto nos enfocáramos en los tríos hombre-mujer-hombre—. ¿Y qué piensan de iniciarse en los intercambios de pareja? —preguntó interesado en saber si nos gustaría tener sexo con otra pareja; posiblemente pensando en que fueran él y su ex-esposa.
Gracias a Xavier, el primer trío de Leslie y yo había sido un rotundo éxito; dudo mucho que hubiésemos conseguido una experiencia similar sin su ayuda. Poco importaba a quien de nuestros candidatos originales escogeríamos primero para compartir nuestra vida sexual, lo más probable es que fueran los tres, o si siguiendo los consejos recibidos optáramos por invitar a algún chico con quien tuviéramos menos en común. Una cosa si era segura, Xavier se había ganado el derecho de ser un invitado regular a nuestra vida sexual.
Leslie y yo sonreímos cruzando una mirada de complicidad; tomando la pregunta como una invitación a realizar una nueva aventura en compañía de nuestro nuevo amigo y mentor. ¿Cómo podríamos negarnos?
Al final, mi hermosa novia en lugar de poder meter la bola ocho en la buchaca fue todo lo contrario. ¡Le metimos más de ocho bolas! Si entienden a que me refiero.

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