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Caramelito rojo

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Era una noche de enero en la universidad, estábamos cursando el nivel básico, era la última clase de la noche y Morelia junto a otras cuatro compañeras terminaron su exposición, y procedieron a repartir caramelos a la clase, a Morelia le tocó darle a mi grupo, al darme mis caramelos, le agarré un poco la mano y le dije mirándole fijamente los ojos -yo quiero pero es ese caramelito rojo- y bajé la mirada a entre sus piernas, ella abrió más los ojos y zafando su mano se sonrió e hizo un gesto como queriendo decir "¿Te entendí bien?".

Al retomar la rienda de la clase la profesora, Morelia desde su puesto me llamó e hizo una señal con sus manos y me preguntó moviendo los labios sin emitir voz -¿Cuál caramelo?- y yo al igual que ella, sin emitir voz, sólo moviendo los labios la señalé y señalé hacía su entrepierna -tú y eso- le dije, ella mostró otra vez sorpresa abriendo más los ojos pero sonriendo, hizo que veía a la profesora y volvió a mirarme, y prosiguió de la misma manera -¿Yo y?- señalándose la vulva, a lo que asentí, ella -¿En serio?- y yo le dije -sí, lo quiero- señalándola y señalándome; al terminar la clase, me acerqué a su puesto y le dije -hola caramelito rojo-, -¿Es en serio?- dijo ella:

-claro, yo quiero que me des ése caramelito rojo- para chupar.

-pero ya va, ¿Yo?

-sí Mor, tú me gustas.

Y todos salieron del aula súper entretenidos, nadie se dio cuenta que nos rezagábamos, menos la profesora que dijo -vamos pues- y salimos del aula con ella, ya en el pasillo tomamos rumbo contrario de la profesora y nos metimos en un aula cerrada pero no trancada, y con las luces apagadas.

Morelia es mayor que yo, no sé por cuantos años, en ese entonces yo tenía 28 y ella tal vez 37, no sé, pero sí, me gustaba, de piel blanca, cabello rojo, delgada, un poco más baja de estatura que yo, y con un cuerpo que engañaba, verla vestida no decía lo buena que estaba al desnudarse, tuve muy buen ojo, debo alardearlo, estaba casada y tiene tres hijos, pero eso nunca me ha importado.

Al entrar en el aula, la puerta tenía dos ventanillas, pero del lado derecho había aún metro y medio de pared al rincón, donde nos metimos, de manera que si alguien se asomaba por las ventanillas, no nos vería, al entrar tuvimos cuidado de pasarle seguro a la puerta, tiramos nuestras cosas en el escritorio, ella me agarró la cabeza y se pegó a mi al tiempo que la abracé y pegados nos fuimos al rincón, la puse contra la pared, su manera de besar era violenta, me halaba los labios con su boca, no era exquisito, pero tampoco me desagradaba, con mi boca supe regularla, le agarré las nalgas y bajé un poco hasta sus piernas que abrí y me la monté, ella comenzó a frotarse y de pronto bajó sus manos a mi pantalón y me soltó la correa, desabotonó, bajó el cierre, metió su mano derecha entre el bóxer y me agarró el pene, yo la solté, le desabotoné el pantalón, se lo baje con todo e hilos y ella misma se me montó y se introdujo mi pene por completo, estaba húmeda a medias y se sintió muy rica la penetración, la apreté por las nalgas y así de pie sin dejar de besarnos se lo froté con mucha rapidez sintiendo cómo se humedecía más, con sus brazos en mis hombros acariciaba mi cabeza y me apretaba contra ella, yo estaba tan excitado que sentí que ya pronto iba a acabar y le pregunté -¿Dónde te acabo?- ella respondió - cuándo ya estés listo, dámelo para chupármelo- y así fue, sintiendo que ya me venía la solté, se lo saqué y ella se agachó y se lo metió todo en la boca y me lo chupó como desesperada, que rico fue acabarle dentro de la boca mientras lo chupaba, ella continuó un poco más, y luego escupió mi semen a un lado diciendo -ajs que rico- nos acomodamos y salimos a encontrarnos con el grupo.

Luego, un sábado, teníamos entrenamiento militar en el batallón ferroviario, una vez culminado, nos fuimos juntos un grupo como de nueve entre hombres y mujeres, hablando de que jodida estuvo la clase, que el sargento tal dijo, que el teniente tal hizo, que si fulano se movió cuando no debía, que si mengana no aguantaba, equis; Morelia y yo íbamos abrazados y entre el grupo le agarré una nalga, ella se asustó y miró hacía atrás comprobando lo que ya yo sabía, nadie venía detrás para ver eso, y así dejé la mano un buen rato.

Fuimos todos a una fuente de soda fuera del batallón para tomarnos algunas cervezas y refrescarnos un poco antes de irnos, bebimos, bailamos y hablamos un poco y en un momento me le acerqué y le pregunté -¿Te vas conmigo?- y ella respondió - claro, pero tenemos que disimular con todos, sobre todo con mi hermana, ella querrá que nos vallamos juntas- y yo - ajá ¿Y entonces?- Morelia - ya esa me dijo que tiene mucho hambre, que se quiere ir, yo como preví que querías algo le dije que yo tenía que hacer una diligencia en el centro, pero la coño me dijo que me acompañaría, no sé cómo quitármela de encima chico-.

Al fin salimos y en el obelisco hicimos una sesión de fotos entre todos, no más por joder, empezó todo el mundo a despedirse y noté que Morelia se despidió de su hermana pero se vino con otra compañera, al ir rumbo a tomar el bus me dijo delante de ella - tuve que decirle a mi hermana que Alejandra me iba a acompañar para que me dejara tranquila, sino ¿cómo me quitó a ese chicle de encima?- "ajá picarones" dijo Alejandra - tranquilos que yo les guardo el secreto, no importa-, así nos fuimos hasta un hotel del centro, claro, sin Alejandra.

Al entrar en la habitación me besó no tan desesperada y se metió al baño, dijo - voy a mojarme antes porque me siento insolada, tu deberías hacer lo mismo-, me desnudé y al pasar al baño me dijo -pasa tu ahora, en la cama te espero- y la ví totalmente desnuda, la noche en el aula no la vi bien pues lo hicimos con ropa, rápido y sin luz, pero ahí si noté lo buena que estaba, de que hermosas tetas que no se le notaban caramba, me bañé rapidito y ya con el pene bien erecto por lo que me esperaba.

A penas me sequé y entré a la habitación, ahí estaba placenteramente extendida en la cama, viendo tele, con el acondicionador de aire encendido y los brazos cruzados detrás de su cabeza -¿Listo papi?- preguntó, yo empecé besando sus pies, subiendo poco a poco, besando todo, al llegar a sus muslos me metí entre sus piernas, dejé su pierna derecha por debajo de mí y alzó el pie y me tocó el pene con él mientras yo besaba alrededor de su vulva, tenía los labios íntimos muy protuberantes y arrugados, le sobre salían mucho al punto que le colgaban a un lado, me pareció raro, pero me animé a chupárselos, me los metí entre mis labios y se los halé, los separé con mis dedos para descubrir su clítoris y se lo chupé -aquí está mi caramelito rojo- le dije, ella me agarró la cabeza y me la apretaba para si, pasé mi lengua más abajo y con ella la penetré, sus fluidos salían blancos, amargos y constantes, estaba delicioso su sabor, le pasé la lengua entre el ano y la vulva varias veces y la penetré con la lengua, ella hundía mi cara apretándome contra si, logré chupar su clítoris y meterle la lengua a la vez, mi barbilla también se abrió paso entre sus labios íntimos y comenzó a masturbarse con mi boca, se frotó muy rápido y muy duro, hubo un momento en que me quedé sin aire, y cuando intenté separarme a penas para liberar mi nariz, me apretó con sus muslos la cabeza sin dejarme ir y volvió a frotarse hasta que tembló, ahí me liberó.

Yo tenía el pene hinchado ya de las ganas de metérselo, me incorporé en mis rodillas echándome hacía adelante y agarré sus piernas por detrás de sus rodillas y se las abrí subiéndoselas a cada lado hasta llevar mis manos casi a la altura de sus tetas, y con su pelvis un poco levantada y su vulva totalmente ofrecida la penetré profundamente hasta que no quedó nada de mi pene afuera, se lo empuje una y otra vez, describí círculos y semicírculos dentro de su vagina, ella retorcía los ojos de placer, dobló su abdomen y me agarró por la cadera, yo estaba afincado con las rodillas en el colchón, mis manos en sus piernas y mi pene con la mayor parte de mi peso dentro de ella, hubo un momento en que no lo froté hacía afuera sino que sólo lo empuje como queriéndola partir -así, así, así papi- decía ella, violentamente le pasé la pierna derecha a su lado izquierdo y sentí lo agudo de sus huesos sobre mi pene y con mi mano derecha sostuve de un lado y hacia arriba su pierna derecha e incliné mi rostro hasta besar su boca, ella me chupaba la lengua, quería arrancármela, seguí metiéndolo y sacándolo con mucha fuerza y rapidez, apoyé un codo a su lado y hale su pelo liso y rojo, me enrolle un poco en mi mano y lo halé hacía atrás, ella me abrazó por la cabeza y también haló mi pelo, subió su barbilla y chupándola baje por su cuello, ella arqueó su tronco sacando el pecho, metí su teta derecha en mi boca y dijo - muérdemela papi, así, ¡Ja! Muérdeme el pezón, así ¡Ja!- gritando y gimiendo, le devoré las tetas y otra vez violentamente la cambié de posición, con mi pierna derecha obligue a que pusiera su pierna derecha extendida debajo de mí, de manera que ella quedó boca abajo, con dureza y rapidez hice que uniera las piernas, ella subió su pelvis entregándome su cuca, nunca se lo saqué y me le afinqué dentro con más fuerza, mis puntos de apoyo eran las rodillas en el colchón a cada lado de ella, y mi pene dentro de su vagina que la embestía empujándola hacia adelante, se sentía más apretadita así, desde ésa posición ví como se le había puesto la cuca de un rojo intenso, su rostro parecía mostrar una extraña mezcla entre dolor y placer, sufrimiento con gozo, le estuve dando con mis brazos extendidos apoyando mis manos a casa lado de su diminuta cintura, era una imagen extremadamente hermosa la que yo estaba viendo, hasta que bajé mi torso acostándome sobre ella, metí mis manos por debajo agarrándole las tetas, besé su boca con su rostro girado a el lado derecho, y comencé a moverme muy pero muy rápido pero con movimientos cortos, y sentí como su vagina se hinchó y le solté dentro toda mi leche a placer, estando sobre ella aún y recuperando el aliento, de pronto esa mujer comenzó a llorar, lloraba intensamente al punto de que yo quedé anonadado, intrigado le preguntaba "¿Qué te pasa?", y no paraba de llorar, me le bajé, la volteé boca arriba, y ella seguía llorando, se sentó de a poco, dobló sus rodillas frente de si, y yo insistí en preguntarle angustiado y en voz baja -¿Que pasó mi amor?- y le di pequeños besos en las rodillas, en los muslos, en las mejillas, hasta que respondió "es que me gustó mucho, y yo soy casada, y es primera vez que le hago esto a mi esposo, nunca pensé que ningún hombre me lo haría mejor que él, lloro porque me gustó mucho, y ahora no querré dejar de hacerlo contigo-.

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