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Citas que salen mal, muy mal

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Llevaba varios años usando la misma aplicación de citas. En ocasiones la utilizaba para intentar encontrar una relación formal, sin ningún éxito por el momento, y en otras simplemente necesitaba sexo y era un método fácil y rápido para conseguirlo.

Sólo tenías que añadir un perfil con tus gustos, edad, alguna foto, etc. y en un momento te buscaban candidatos con gustos similares a los tuyos.

Una opción sexual que me encantaba usar era el "Intercambio de fantasías". Podías añadir una fantasía que te gustaría llevar a cabo, y si había alguien dispuesto a aceptarla te ofrecía otra que a él o ella le apeteciera. Sólo había que encontrar a dos personas que se pusieran de acuerdo, y la verdad es que no resultaba nada complicado. La mayoría de los tíos, si les satisfacías su fantasía, hacían lo que hiciera falta por tener una noche de sexo sin compromiso.

No me considero la chica más sexy, pero parece que hay algo de mí que gusta a los chicos. Siempre alaban mi cuerpo. Tenía unas fotos en falda que triunfaban en la App. Llevaba años con las mismas. Si algo funciona para que cambiarlo. Nada más subir una fantasía, en unos minutos ya tenía varias solicitudes pendientes.

El caso es que un viernes, después de salir del trabajo estaba agotada mentalmente, y tenía ganas de empezar fuerte el fin de semana. Añadí mi fantasía, marqué una distancia relativamente cercana a mi piso, y en cinco minutos ya tenía a dos candidatos.

La verdad es que las fantasías de la gente casi siempre eran originales. Solía ponerme bastante nerviosa al ver las que me ofrecían los chicos. Con solo hacer click en Aceptar ya tendría que hacer "eso" con un desconocido. Era algo de locos.

El chico A me pedía que me dejara atar a la cama, amordazarme y esas cosas. No es que esté en contra de estas prácticas, pero me daba cierto reparo hacer algo así con alguien desconocido. Además, había que quedar en mi piso.

Al final me decanté por el chico B, Zak. Ponía su casa a nuestra disposición, y vivía un poco más lejos de mí, pero se ofrecía a pagar el taxi de ida y vuelta. Su fantasía consistía en lo siguiente "Déjame chuparte los pies, meterme los deditos en mi boca y notar como los mueves dentro". No recordaba haber hecho nada parecido nunca, pero tampoco me desagradó la idea. Me estaba poniendo un poco cachonda pensando en su lengua lamiéndome entre los dedos.

¿Desea aceptar? Sí.

Cita concertada. Disfrútala y no olvides valorarla cuando termine.

Habíamos quedado en una hora. Tenía tiempo para darme una ducha, lavarme los pies más a fondo que nunca en mi vida, y ponerme mona para mi encuentro. Me eché mi perfume favorito. Recuperé un vestido corto, blanco y ajustado que pensaba que había perdido, y me puse esos zapatos rojos de tacón tan incómodos, pero que supuse que a un fetichista de los pies le encantarían. Y me hice una coleta con una trenza, para estar preparada para la fantasía que había pedido. Por muchas veces que había hecho esto, siempre tenía un nudo en el estómago al prepararme para una cita de este tipo.

El taxi llegó a las 21:10 a mi puerta. Bajé las escaleras con mucho cuidado de no torcerme un tobillo, y le pedí al taxista que me llevara a la dirección de mi nuevo amigo. Hablan mal de las nuevas tecnologías, pero nunca fue tan fácil hacer amistades o ligues como hoy en día. Luego saldrán bien o mal, pero eso ya es otro cantar.

Durante el trayecto iba pensando en mi fantasía. Normalmente solía pedir cosas como masajes en el culo (con aceite corporal) o que me lamieran el clítoris hasta correrme. Esta vez no, preferí pedir algo distinto: "Quiero que me pongas a cuatro patas y me la metas fuerte mientras me agarras del pelo". No conozco a ningún hombre que diría que no a algo así. Bueno si, algunos creen que es degradante para la mujer follarlas como si fueran un animal. Ellos se lo pierden, sosos.

Aquello no era una casa normal, más bien parecía una mansión. Me sentía intimidada al entrar por la puerta exterior. Tenía una finca enorme, con mucha vegetación y muy cuidada. Llegué a la puerta y él ya me estaba esperando. Nos saludamos con dos besos y los dos parecimos contentos al ver cómo era el otro. Ninguno de los dos mentimos en las fotos. Ya era algo bueno.

Pasamos al salón y todavía quedé más alucinada. Todo era muy lujoso. Zak me tenía preparados unos entrantes y bebida. No solía ser lo normal. Casi siempre iba todo más rápido... saludos, besos, ropa fuera y a la cama. Me contó que trabajaba de fotógrafo para una revista. Me pareció interesante. Noté que era tímido, le costaba aguantarme la mirada, y no era muy hablador. Se notaba que le costaba hablar durante un rato seguido, así que traté de ponérselo fácil y hablar yo más de lo habitual. Nos tomamos una copa de vino y picamos algo mientras nos conocíamos. Al cabo de un rato me empecé a notar mareada, ya que no estaba acostumbrada a beber tanto alcohol.

Una media hora después la cosa fue a peor. Me empecé a notar sudorosa y cuando quise decirle que me encontraba mal se me empezó a nublar la vista y... no recuerdo nada más.

Cuando desperté ya no estaba en la misma habitación. Tenía una correa atada en el cuello, y la correa estaba sujeta por una cadena metálica a una especie de gancho en la pared. Estaba de pie, con la espalda pegada en la pared, y sin holgura para moverme más que un par de centímetros. Notaba el corazón bombeando muy fuerte y muy rápido. Estaba sudando a chorros con los nervios. Intenté gritar pero no pude, ya que tenía una mordaza de bola en la boca. Cuando quise usar las manos para intentar soltarme noté que tenía las muñecas atadas con esposas en la espalda. Tras un minuto que se me hizo eterno, Zak entró en la habitación con mi móvil en la mano. Se acercó y se puso en frente de mí y empezó a sacarme fotos. Me enseñó alguna foto y a continuación abrió el Whatsapp. Grité como pude y le dije que no con la cabeza.

-Si te portas bien no lo haré. -Dijo Zak.

Salió de nuevo de la habitación cerrando la puerta al pasar.

La habitación estaba casi vacía. Sólo había una bombilla, una silla delante de mí y la calefacción pegada a una pared. En el suelo estaba tirado mi vestido blanco y el sujetador. Con la angustia no me había dado cuenta de que estaba semidesnuda. Con dificultad miré hacia mis piernas y pude ver que la única ropa que tenía puesta era mi tanga y los zapatos de tacón.

Estar en esa posición, sin apenas maniobra, y con los pechos desnudos, me hacía sentir totalmente avergonzada. Me sentía cómoda con el sexo, pero no estando desnuda delante de nadie. Soy de las que hacen el amor con la luz apagada. Pensé que podría darle una patada en los huevos a Zak cuando se acercara a mí, pero me di cuenta que eso no me serviría de nada. Seguramente empeoraría mi situación. Pensé en todo el rollo de los zapatos, la fantasía estúpida de los pies, y con la rabia me saqué zapatos con los dedos de los pies, y los lancé hasta la pared.

Con la mordaza puesta no podía tragar bien, estaba incómoda con la boca tan abierta, y notaba como me caía la saliva por la barbilla, luego por el pecho, hasta caer en el suelo. Ya había un pequeño charco en el suelo.

Al cabo de un rato apareció Zak con un cuenco de agua, y otros objetos que no alcancé a ver bien. Posó todo en el suelo, cerca de mí, y al ver los zapatos tirados por el suelo, los cogió y se acercó con una seguridad que no le había visto hasta ahora. Parecía tímido hablando, pero ahora lo veía con una seguridad exagerada.

-Levanta la pierna -me ordenó.

Obedecí sin rechistar. Zak me cogió el pie con delicadeza e introdujo de nuevo el zapato. Cuando terminó con uno, levanté la otra pierna y me introdujo el otro zapato. Me sentí como una niña pequeña, a la que su padre le dice que no haga una cosa, y ella hace todo lo contrario para llamar la atención. Solo faltaba que me castigara sin merienda.

-No se te ocurra hacerlo de nuevo -me dijo.

Sacó mi móvil del bolsillo y me apuntó con la cámara. El flash estaba encendido continuamente, así que me di cuenta de que estaba grabando un vídeo.

-Ahora quítate el tanga.

Prefería quitármelo yo, a ver cómo me lo quitaba él por la fuerza, pero con las manos atadas y con el cuello tan amarrado no era nada fácil. Con las puntas de los dedos de las manos bajé el tanga lo que pude, pero solo fueron unos centímetros. Dije que no con la cabeza, pero Zak no dijo nada y siguió grabando. Me esforcé en llegar más abajo con las manos, bajando el cuello hasta el límite que me dejaba la cadena, y pude bajar otro poco el tanga. Agité las piernas durante un rato y dando pequeños saltitos, hasta que pude bajarlo otro poco más. No recuerdo una situación en mi vida donde pasara más vergüenza.

El cabrón de Zak sonreía con gesto de aprobación. Conseguí levantar una rodilla hasta el tanga y por fin cayó a mis pies. Acercó su mano y levanté una pierna para darle el tanga que colgaba en mi zapato. Zak se acercó la ropa interior a la cara y la olió, para luego metérsela en el bolsillo. ¡Maldito cerdo! Luego se acercó a mi cuello y quitó el candado de la cadena. Me dijo que me sentara, y volvió a colocar de nuevo el candado a la nueva altura, en otro gancho más abajo.

-Te dejo material para afeitarte. Pensé que ya vendrías lista de casa, pero veo que no. Asegúrate de dejarlo bien suave tanto por fuera como por dentro de los labios. Luego volveré y me enseñas que tal quedó.

Había perdido totalmente la noción del tiempo. No sabía si había pasado media hora, una, o cinco. Estaba atada por el cuello en una habitación, con un enfermo mental en la habitación de al lado, esperando a que me afeitara el pubis. No se me ocurría una situación más divertida para un Viernes noche. Al darme cuenta de la situación rompí a llorar como una idiota.

No recordaba haberme afeitado completamente nunca en la vida. Solía rebajarme con una tijera y afeitar un poco las ingles para ir a la playa, pero nada más. Zak me había dejado agua templada, una cuchilla nueva, espuma de afeitar y una toalla pequeña. La posición en la que estaba tampoco era muy cómoda, con la cabeza pegada a la pared, pero eché el culo todo lo que pude hacia delante. Me eché agua por toda la zona, luego espuma y empecé a rasurarme con mucho cuidado de no cortarme. Después de hacer un buen repaso volví a realizar el proceso de nuevo para dejarlo perfecto, y que ese hijo de puta me diera el visto bueno.

Gemí para avisar a Zak de que había terminado, y él apareció al momento. Me daba mucho pudor enseñarle aquello tan rasurado, ya que estaba convencida de que esas cosas solo las hacían las prostitutas y alguna guarrilla para contentar a su novio pervertido. Yo tenía las piernas cerradas y Zak sonrió. Solo tuvo que echarme una mirada para que abriera las piernas dejando ver mis labios rosados. Se agachó y paso los dedos recreándose en la suavidad. Luego cogió la llave del candado y me quitó la cadena, para dejarme suelta esta vez.

-Bien, ahora ponte a cuatro patas que voy a terminar el trabajo.

Estaba claro que no solo quería terminar de afeitarme, si no que sobre todo buscaba avergonzarme, poniéndome en una posición tan expuesta. Justo en ese momento recordé mi petición en la App. Si quería humillarme todavía más, ese sin duda era un buen momento. Pero Zak no tenía intención de follarme a cuatro patas, o al menos no en ese instante. Se sentó en el suelo detrás de mí, tan cerca de mi vagina que podía notar su respiración en mi piel. Cuando me echó agua con la mano por la zona del ano, no pude evitar contraerlo, al cogerme de sorpresa. Entonces agitó el bote de espuma y comenzó a extenderlo por la zona, pasando su dedo por el ano suavemente, lo que hizo que se relajara un poco y se abriera levemente. Pareció que aquello le gustó, y siguió pasando el dedo en círculos hasta que se abrió de tal forma que pudo introducir la punta del dedo sin resistencia.

Debió quedar satisfecho con aquello, por lo que dejó de juguetear con mi ano y finalmente comenzó a afeitarme. Lo hacía con mucha suavidad, por lo que nunca tuve miedo de que me hiciera un corte, aunque seguía dándome reparo tener a alguien metiendo sus morros en mis genitales. Por un momento se me pasó por la cabeza la idea de hacer fuerza y mearle encima, pero pensándolo bien, seguro que aquello le haría todavía más feliz. Gotas de agua mezcladas con espuma bajaban desde el ano, pasaban por mis labios inferiores haciéndome cosquillas, y finalmente iban a parar al suelo. Y algo similar pasaba en mi boca, al no poder mantener la saliva por culpa de la mordaza.

Zak sacó una hoja de algún lado y me la puso a la vista, en el suelo, para que pudiera leerla.

-Estas son tus obligaciones a partir de ahora. No son negociables, así que no quiero ninguna protesta.

En el folio había 30 puntos con indicaciones sobre mi comportamiento, desde no poder hablar sin permiso, tener que andar siempre a cuatro patas, beber con la lengua como los perros, y toda clase de guarradas que no puedo ni recordar. Lo que parecía claro es que quería tener una mascota humana, y lo peor de todo, es que no tenía intención de dejarme marchar hasta sabe Dios cuando.

Entonces me puso una correa y me obligó a pasear por toda la casa. Me pegó un tirón para que comenzara a andar. En la mano llevaba una vara de madera que utilizaba para corregirme cuando hacía algo que no le gustaba. Por lo visto debí cometer muchos errores, porque cada dos por tres me daba con la vara en el culo o en las piernas. Algunas cosas me quedaron claras, como que no podía mirarle a la cara, sino que tenía que mirar siempre al frente, que debía andar con el culo bien alto, o que debía andar de forma sexy. Me paseó durante tanto tiempo que las rodillas y las muñecas las tenía doloridas. Pero claro, las mascotas no pueden quejarse. Después de una hora de entrenamiento, o algo así, estaba exhausta. Zak lo debió notar, porque yo ya no conseguía andar sin perder el equilibrio cada pocos pasos.

-Lo dejaremos por hoy. Creo que has mejorado bastante. Para ser tu primer día puedes estar contenta. Deberíamos descansar por hoy. Bebe, anda.

Me señaló un cuenco con agua y le obedecí al instante. Estaba sedienta. Era una tortura tener que beber con la lengua, pero era mejor que nada. Mientras tanto, Zak me acariciaba la espalda y el culo. Era asqueroso.

-Buena chica -dijo Zak. Y volvió a tirar de la correa para llevarme a otro lugar. De reojo pude ver el reloj que había en el pasillo. Ya eran cerca de las dos de la madrugada. Solo quería irme a casa y disfrutar de la soledad.

Para llegar a la primera planta tuvimos que subir por las escaleras. Podéis imaginar lo complicado que es subir a cuatro patas, y no de cualquier forma. Siempre sexy y con la posición correcta. Una vez subidas las escaleras pasamos por otro enorme salón, seguimos por un pasillo donde había varias estancias cerradas, y al fondo de todo estaba su habitación. Después de ver el resto de la casa imaginaba otra cosa, pero la habitación era bastante normalita en cuanto a tamaño y decoración. Eso sí, la cama era enorme. Cuando me hizo pasar por la puerta puede ver algo más, que no me gustó nada, pero que viniendo de alguien así no era de extrañar. Al lado de la cama había una jaula esperando por mí. Era relativamente grande, metálica y con pequeños barrotes verticales. Seguramente era una jaula de perro grande, con el suelo acolchado para más comodidad. ¡Qué atento y amable!

Con la correa me llevó hasta dejarme frente a la jaula. Yo solo miraba hacia la que iba a ser mi cama esta noche, ya que tenía prohibido mirarle directamente. Entonces me liberó de la correa. Luego se acercó por detrás y se agachó a mis pies para quitarme los zapatos. Lo hizo tan lentamente que me hizo sentir muy incómoda. Entonces me dio una palmada en el culo y yo entré sin rechistar. Zak colocó los zapatos al lado de la jaula, supongo que preparados para que me los pusiera por la mañana.

-Puedes quitarte la mordaza -me dijo.

Como supuse que no me permitía cambiar de posición, apoyé la cabeza en el suelo para poder llegar con las manos a la nuca y desabrochar la mordaza. Cuando pude quitarla fue una gran liberación. Abrí y cerré la mandíbula lentamente para comprobar que todo estaba bien, pero todavía tuvo que pasar un buen rato para que me pasara el dolor.

En la jaula, colgando del fondo, había una especie de biberón con agua, por si me entraba la sed por la noche. Y al lado, un cuenco con lo que se supone que era comida. Unas pequeñas bolas marrones con una pinta horrible. Luego pude comprobar que el sabor no era mucho mejor que la pinta. Y a un lado, cerca de mis pies, había un cuenco sin nada, y aunque Zak no me dijo nada, supuse que quería que hiciera las necesidades en él.

-Durante la noche puedes dormir en la posición que quieras. Ponte cómoda.

Genial. Tenía todas las comodidades. Desnuda en una jaula, en la habitación de un loco, con abundante bebida y comida. Qué más podía pedir. Y todo gratis.

Cuando ya me estaba colocando en la jaula para intentar dormir, pasó algo totalmente inesperado. Se escucharon pasos por el pasillo, y me giré para ver qué es lo que pasaba. Lo que no me cuadraba es que no escuché abrir la puerta de la casa, ni ningún otro ruido anterior a los pasos. Al cabo de unos segundos apareció alguien en la puerta. Para mi sorpresa, pero no para Zak, apareció una chica alta, de cerca de 1.80, vestida con lo que me pareció una especie de uniforme de sirvienta sexy. Tenía el pelo rubio y peinado con una coleta súper larga. El uniforme era ceñido, por lo que pude ver que tenía un cuerpo muy bonito, unos pechos ni muy grandes ni pequeños, bien tersos, unas piernas largas y estilizadas. Vamos, para entendernos, que estaba muy cachonda. El uniforme era blanco con detalles en negro, vestía zapatos blancos de tacón, unos guantes largos brillantes, y unas medias tipo panty con puntilla.

Cuando pasó por mi lado, en dirección a la cama, pude ver algo en lo que no me había fijado, y es que para darle el toque guarro a su atuendo, no llevaba braga ni tanga, y además, colgando de la vagina, había un tubo estrecho de goma, que terminaba en una especie de pera a la altura de sus muslos. Lo reconocí de haber visto algún video porno en internet, por lo que dentro de la vagina supe que tenía una especie de globo de goma hinchado. Como era de esperar, como todas sus putillas, estaba afeitada totalmente. Traía una bandeja con un vaso que contenía alguna bebida caliente, y unas galletas o algo parecido. Zak se lo tomó en un par de minutos y los dos se acostaron, pero él no le hizo mucho caso ni tampoco se le acercó. Si no fuera porque me había secuestrado, desnudado, y tratado como a una perra, diría que no tenía interés por el sexo femenino. No consigo entender a los pervertidos.

Tardé un buen rato en dormir, a pesar de que estaba muy cansada. Me puse a pensar en cómo había conseguido a una chica como esa. En la app seguro que no. O la había secuestrado o le pagaba como Escort o puta de lujo. Más bien me decantaba por la primera opción. También me dio por pensar en por qué me había elegido a mí, si en comparación con esta mujer quedaba en muy mal lugar. Quizá quería tener un poco de todo, a la modelo exuberante, y a la vecina apetecible. Dándole vueltas a estos temas me quedé finalmente dormida.

Me desperté en medio de la noche, con ganas de mear. Al intentar levantarme me di con la cabeza en el techo de la jaula. Por un momento no recordaba en donde estaba. Pensé en hacérmelo encima para tocarle un poco los huevos a Zak, pero seguro que me dejaría mojada toda la noche. No me quedó otra que coger el cuenco que tenía a mis pies, abrir las piernas todo lo que me dejaba la jaula, y ponerlo debajo. No hacía pis fuera del WC desde que era una niña, y no tenía la seguridad de que todo fuera a terminar en el cuenco. Empecé a hacer fuerza y el primer chorro ya me salió directo a la pierna. Joder. Luego conseguí apuntar bien, pero siempre salpicando un poco por fuera. ¡Qué asco! Terminé justo cuando ya no había espacio para más. No tenía nada con que limpiarme. Aparté el cuenco hacia la esquina y me froté un poco la pierna mojada contra el cojín de la jaula. Me costó mucho dormir después de eso.

Eran las 8 de la mañana y un despertador estaba sonando en la habitación. La sirvienta zorra entró para apagarlo y me abrió el candado de la jaula. Zak ya no estaba. Me hizo un gesto con la mano para que saliera, y según saqué la cabeza me puso la correa. Me pegó un pequeño tirón para que empezara a gatear. Salimos al pasillo y entramos en la segunda puerta a la derecha. La ducha estaba abierta, y la sirvienta me hizo entrar en ella a cuatro patas. El plato de ducha era muy grande. Me empezó a echar agua por los pies, y aunque al principio me pareció muy caliente, al poco rato me pude acostumbrar. Entonces empezó a echarme agua por todo el cuerpo hasta mojarme completamente. Con una esponja me comenzó a enjabonar el cuerpo.

-Por favor, ¡¡sácame de aquí!! -le dije aprovechando que estábamos las dos solas.

La chica torció el gesto, y sin responder, miró hacia la parte superior de la ducha. En esa esquina había una cámara apuntándonos y lo que parecía un pequeño micrófono, por lo que me di por enterada y no abrí más la boca. Espero que Zak no estuviera escuchando.

La sirvienta siguió frotando, sin mucha suavidad, todo hay que decirlo. Me hacía un poco de daño, pero no dije nada y aguanté. Cuando terminó me hizo salir hacia una toalla situada en medio del baño y me secó. Lo hizo todo lo rápido que pudo, pero me dejó bien seca, eso lo puedo asegurar.

Me volvió a colocar la correa y fuimos hacia la cocina. Zak estaba en la mesa desayunando un café con tostadas, pero al vernos llegar ni se inmutó. Lo que habría pagado por tomar lo mismo que él, a pesar de que el café no me hacía especial ilusión generalmente. En cambio yo tenía preparado, en el suelo, un cuenco de leche fría con algo que parecían cereales, pero ya blandos por llevar tiempo en la leche. Me lo tomé rápidamente para acabar con aquello, y me quedé mirando a Zak.

-¿Qué se supone que estás haciendo? -dijo Zak secamente.

Al instante giré la cabeza para mirar al frente. Me había olvidado totalmente de las normas.

-Perdón amo -respondí con gesto avergonzado.

-Genial, me miras a los ojos, y todavía no estás contenta y hablas sin mi consentimiento. Creo que ayer a la noche alguien no aprendió nada.

Mierda. No estaba haciendo una a derechas. Seguro que el muy hijo de puta ya tenía un castigo pensado para mí.

Después de terminar su desayuno, cogió la correa y me la enganchó al cuello. Pegó un tirón para que me pusiera en marcha y me llevó de paseo por toda la casa. Luego salimos al jardín y seguimos paseando. Esta vez Zak llevaba un látigo para azotarme cuando no hacía las cosas a su gusto. Cuando cerraba las piernas de más o me olvidaba de llevar el culo bien alto, me golpeaba sin compasión. El látigo era mucho más doloroso que la vara del día anterior, y además me dejaba unas bonitas marcas. Me fijé que el jardín era precioso. En otra ocasión habría disfrutado de un buen paseo por allí, pero hoy no tenía intención de hacerlo. Después de casi dos horas de entrenamiento me llevó a una esquina donde había un cuenco de agua. Me fijé que, al igual que el cuenco del desayuno, todos los demás que me dejaba utilizar estaban marcado con una pegatina a mi nombre. Zak se había molestado en tunearlos todos durante mi ducha, o incluso más temprano. El agua que bebí estaba horrible, no sé si sería agua de lluvia o qué, pero tenía tanta sed que me la terminé toda. Tenía las rodillas y las palmas de las manos en carne viva, de tanto gatear entre piedras, pinchos y demás objetos molestos. No sé si aquello era un castigo o no, pero yo tenía la esperanza de que lo fuera. No llevaba ni un día entero en ese lugar, y ya no podía aguantar más.

Volvimos a dentro de la casa y nos dirigimos al salón. La zorrilla había colocado delante del sillón una jaula. Pero esta no era tan grande como la de la habitación. Era mucho más estrecha y un poco más baja. De todas formas me alegré al ver que también tenía un cojín para hacerla más cómoda. Zak me hizo un gesto con la cabeza para que entrara en ella, y me soltó la cadena. Era tan estrecha que me costó un mundo entrar. Allí dentro sólo podía estar de rodillas, y no podía moverme nada, ya que a los lados estaba ya apretada y hacia delante me daba la cara justo con el fondo. Bajé la cabeza casi hasta el suelo, para intentar descansar un poco la espalda, pero al verlo la sirvienta se acercó hasta mi.

-Sube la cabeza -me ordenó.

Sacó un candado de su disfraz y me ató la correa de mi cuello a la parte superior de la jaula, con lo que ya no tenía ningún posible movimiento.

Mientras Zak Veía la tele, comía y descansaba en su sofá, allí seguía yo, desnuda y de rodillas, rezando para que me dejara salir de una vez. Desde las 11 hasta las 15:30 me tuvo allí metida. El olor de la comida era increíble, y con el hambre que tenía no paraba de babear, pero el cabrón no me dejó comer esa tarde. No sé si era parte de un castigo o qué, pero no iba a aguantar mucho tiempo así.

Cuando le salió de los huevos, cerca de cinco horas después me sacó de allí, con todo el dolor de articulaciones que tenía, y me llevó de nuevo hacia el jardín. Se sentó en un banco de piedra y tiró una bola de goma a unos 50 metros de distancia. Por un momento me quedé parada, pero enseguida me di cuenta que Zak quería que fuera a recogerla y se la trajera de vuelta. Fui a por ella, la cogí con la boca con dificultad, ya que era demasiado grande, y se la devolví en la mano. Me cogió la pelota de la boca y a modo de recompensa me metió una galleta en la boca. Para variar, no sabía a nada. Pero me temía que aquella era la única comida que iba a probar en el día, así que me tomé muy en serio mi tarea de recoger la pelota. Pasamos otras dos horas con el jueguecito, con lo que el dolor en las rodillas y en las manos era ya inaguantable. Por contra, había saciado un poco mi hambre a base de galletas. Luego volvimos para dentro.

Pasaba un rato de las 18 de la tarde, y ya podía decir que aquel era el día más largo de mi vida. El tiempo no podía pasar más despacio. Zak volvió a meterme en la jaula con el cuello atado arriba. Esta vez cogió una sábana y la puso por encima de la jaula, se acercó a la salida, apagó las luces y se marchó del salón. Las persianas estaban bajadas y las puertas cerradas por lo que me quedé a oscuras durante otro buen rato. Cuando por fin volvieron Zak y su putilla, pude ver en el reloj del salón que eran las 22:15. Debido al aburrimiento y al cansancio, incluso me había quedado dormida por momentos, aunque pareciera imposible hacerlo en aquella posición. Pero había un problema importante, y es que al dejarme tanto tiempo allí encerrada, no había podido aguantar las ganas de mear, y el cojín de la jaula estaba totalmente empapado, y gran parte había llegado al suelo. No tenía forma de librarme de una buena reprimenda.

-¿Ni unas horas podemos dejarte sola? Me parece que hoy no es tu día. -dijo Zak mostrándose disgustado.

Zak le dijo algo a la esclava, y al cabo de un rato ella volvió con una fregona y un tablero con ruedas. Con su ayuda, subieron la jaula al tablón entre los dos y ella se quedó fregando lo manchado.

Zak me llevó, con ayuda de los ruedines, hacia el jardín. Imaginé que me dejaría toda la noche durmiendo en el exterior, donde ya era noche cerrada, pero no se portó tan mal esta vez. En cambio, abrió la jaula para sacar de debajo de mis piernas el cojín, no sin dificultad, y después me volvió a cerrar. Fue hacia la pared, donde había una manguera colgada, y volvió hacia mí con ella ya abierta. Sin darme tiempo para mentalizarme Zak me apuntó con la manguera directa a la espalda, y al momento se me encogió todo el cuerpo al notar el agua tan fría. Esta vez no pude evitar gritar.

-Nooo, por favooor, ¡¡para yaaa!!! ¡¡Jodeeer!! ¡¡Paraaa Paraaaa!! ¡¡Maldito hijo de putaaa!!

Zak sonrió y siguió apuntándome, ahora hacia la cara, el pelo, y no paró hasta dejarme totalmente empapada y perfectamente limpia. Con el frío que hacía a esas horas, y lo fría que estaba el agua, terminé con todo el cuerpo temblando desde los pies a la mandíbula. Me hizo salir de la jaula, y esta vez me hizo levantar y me llevó apuradamente hacia la casa, cogida por los pelos. Me di cuenta que estaba realmente enfadado, porque esta vez no fue nada cuidadoso conmigo, y hasta me hizo gritar de nuevo con el dolor al tirar tan fuerte del pelo.

-¡¡Espera esperaaa, por favoor!!

Me llevó con la asistenta y le dijo que me secara bien. En el baño me secó bruscamente y una vez terminado me llevó a la jaula de la habitación. Tardé casi media hora en recuperar mi temperatura normal. Por suerte ya estaba en mi jaula "cómoda" y podría descansar. El día había sido terrible, y no tenía esperanzas de que el siguiente fuera mucho mejor.

Pero todavía quedaba una sorpresa antes de terminar el día. La sirvienta entró en la habitación con un recipiente plástico con agua. Vino hacia mi lado pero pasó de largo, hasta colocarse de rodillas en un lado de la cama. Estiró los brazos y tiró de la madera que cubría la parte inferior de la cama. De debajo de la cama salió un cajón del largo de la cama. El cajón tenía una tapa en la parte superior, con tres cerraduras que se abrían con una misma llave. En el interior del cajón había una persona. Ahora que os cuento esta historia, se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Era algo enfermizo. El cuerpo estaba totalmente momificado con una cinta de color rojo. Tenía hasta la cabeza cubierta, de donde sólo se veía salir un pequeño tubo de la boca y unos pequeños agujeros en la nariz. Por lo abultado de los pechos pude deducir que era una chica. Noté como movía ligeramente la cabeza, al notar el movimiento del cajón al abrirse. Tenía varias ataduras que la fijaban al fondo del tablero, por los tobillos, encima de las rodillas, por la cintura, encima de los pechos, en el cuello y en la frente. Se escuchaba un gemido muy leve. La sirvienta cogió el plástico con agua y lo enchufó en el tubo de la boca, apretando poco a poco para darle de beber. Cuando terminó sacó el plástico y puso un pequeño tapón en el tubo de la boca, con lo que solo le dejaba respirar por los pequeños orificios de la nariz. Una vez terminado volvió a cerrar con llave la tapa, guardó de nuevo el cajón y se marchó.

Esto me dejó en estado de shock. No pegué ojo en toda la noche. No dejaba de pensar en la pobre chica. ¿Cuánto tiempo llevaba metida en ese cajón? Desde que yo había llegado a la casa no había visto ningún movimiento, por lo que estaba casi segura de que al menos 24 horas llevaba ahí escondida. El cajón estaba bien aislado, porque no había escuchado nada durante toda la noche. ¿Quién era esa chica? ¿La habría secuestrado como a mí? Temí que fuera mi predecesora como mascota, y que por alguna razón o no le había gustado o estaba castigada de esa forma. Estaba a dos metros de ella, pero nada podía hacer desde mi jaula. Me sentía impotente. Tenía que hacer algo rápido. Dándole vueltas a todo me dieron las 8 de la mañana sin pegar ojo, y el despertador volvió a sonar.

Fueron pasando los días, y yo seguía en la casa de ese hombre. Él me entrenaba diariamente, me daba de comer (mal), me aseaba (normalmente su sirvienta), y de vuelta a la jaula para dormir. Me solía entrenar dos horas por la mañana y dos por la tarde, y el resto del tiempo me dejaba en la jaula del salón, mientras él hacía otras cosas o cuando estaba fuera de casa. No debía tener un trabajo, al menos no uno normal, porque raramente se ausentaba más de dos o tres horas. El rollo que me había soltado de la fotografía me temo que no era cierto. Era muy callado y solo hablaba cuando me tenía que dar alguna orden, o comentar algo a la sirvienta. Yo había estado pensando un plan de huida, pero no encontraba oportunidades realmente buenas. Todas las que se me ocurrían eran demasiado arriesgadas, y nunca me había atrevido siquiera a intentarlo. Con el tiempo me había acostumbrado a casi todo, a los entrenamientos diarios, a mantener la misma posición durante horas, incluso las manos y las rodillas se me habían endurecido y ya aguantaba mejor el andar a cuatro patas el día entero. A lo que no me acostumbraba era a estar constantemente desnuda, siempre expuesta a sus miradas, a que me tocara aunque fuera una caricia. Pero lo más repugnante era tener que hacer mis necesidades delante de los dos, ver como recogían mis excrementos, y dejar que me limpiaran mis partes. Me daba mucha vergüenza y asco. Lo que no podía entender es que durante una semana entera no me había hecho nada (sexual me refiero). Si me tenía retenida y no pretendía abusar de mí, no podía entender qué era lo que quería conseguir. ¿Tanto le excitaba tenerme como mascota que no necesitaba follarme ni casi tocarme? Y, al menos que yo hubiera visto, tampoco había hecho nada con su sirvienta. Me daba incluso miedo pensar que no quería violarnos, ya que las otras opciones que se me pasaban por la cabeza eran mucho peores.

Era domingo de nuevo. Habían pasado 8 días completos desde que me había secuestrado. Hoy algo había cambiado, porque en vez de dejarme desnuda como todos los días pasados, decidió vestirme, por llamarlo de alguna manera. Me puso un collar mucho más ancho, que me cubría todo el cuello y no me dejaba casi moverlo, me ató un corsé muy ceñido en mi cintura, unos calcetines altos hasta justo debajo de la rodilla, unos manguitos en los brazos, y unos zapatos de tacón. Todo a juego en color negro. La otra me afeitó de arriba a abajo e incluso me maquilló, todo después de lavarme como cada día. Me habían convertido en una mascota putilla. La verdad es que no me sentía "vestida" con ese atuendo, más bien todo lo contrario. No sé qué pretendía vistiéndome así, pero toda aquella preparación no me hacía presagiar nada bueno.

Zak me sacó a cuatro patas hacia el jardín, me dejó quieta en medio de la hierba, y sacó su móvil para mandar algún mensaje. No era algo que hiciera cuando me sacaba a entrenar, por lo que me pareció que estaba tramando algo. Esperé unos diez minutos, allí quieta, mirándole de reojo de vez en cuando para ver que hacía. Entonces un coche apareció en la puerta principal e hizo sonar el claxon para que alguien saliera a abrir. Zak pulsó el botón de su mando y la puerta se abrió, dejando pasar al BMW azul, conducido por un chico joven, de unos 25 años. Zak le hizo señas para que metiera el coche al lado del suyo. El chico, del que luego escuché que se llamaba Toni, bajó del coche y fue a saludar a Zak efusivamente. Incluso se dieron un abrazo.

-¿Qué tal Zak? Te veo de puta madre -Dijo Toni.

-La verdad es que no puedo quejarme...

-Ya veo, ya. -Dijo Toni mientras me echaba una mirada, a unos cinco metros de mi- ¿Tienes juguete nuevo?

-Sí, lleva por aquí una semana.

-¡Genial! me gustan las novedades. Además diría que la tienes bien entrenada.

-Bueno, cada día la voy domando un poco más. Tenías que verla cuando llegó, un desastre.

-No te quejes, que los primeros días son los más divertidos. -Dijo Toni, volviéndome echar una miradita.

-Déjate de rollos y déjame ver.

-Jajaja, eres un impaciente.

Toni se dirigió hacia el coche y abrió el maletero. Dentro había una caja grande, de madera, con un asa a cada lado. Entre los dos cogieron la caja, que parecía pesada, y la bajaron al suelo. Abrieron los pestillos de la tapa superior y de dentro asomó una cabeza. Entre los dos cogieron a la chica, que estaba encajonada dentro de la caja, bastante pequeña por cierto, y la pusieron de rodillas en el suelo.

La chica era súper joven, de unos veinte años. La habían vestido de fulana igual que a mí, con sus zapatos, su corsé y todas esas mierdas. Tenía un cuerpo muy bien hecho, y una piel muy blanca. En cuanto la dejaron en el suelo ella se colocó a cuatro patas al instante, por lo que supe que era una de las mías, otra jodida mascota.

Toni la traía amordazada, supongo que tratando de evitar que alguien la pudiera escuchar en el trayecto en coche. La mordaza le cambiaba mucho la cara, pero tuve la sensación de que conocía a esa chica. Estaba segura de que la veía, y además de forma habitual, pero en ese momento no podía pensar con claridad. ¿Ella me había reconocido?

Zak y Toni nos cogieron por las correas y nos llevaron de paseo por el jardín, mientras hablaban de sus cosas, que a la vez eran las nuestras. Me sorprendió que hablaran de todo sin ningún pudor, delante de nosotras.

-¿La afeitaste tú o ya venía así? -dijo Toni

-No, tuve que afeitarla yo -dijo Zak, poniéndose un poco rojo al decirlo.

-Jajaja pobre, ¡Qué pena me das! que mal lo habrás pasado, ¿verdad?

-¿Y la tuya?

-También. Sus chicos deben ser unos aburridos, o no me lo explico...

-Tiene que haber para todos los gustos -respondió Zak.

-Y, perdona la pregunta, pero... te las has tirado, ¿no?

-¿Por qué me preguntas eso? -respondió Zak visiblemente incómodo.

-¡Ostia tío!, no me jodas que no te la has follado. Eres más raro colega...

-¿Y tú qué?

-Pero, ¿tú la ves? Con lo buena que está... todos los días al menos una vez. ¿Verdad?

La chica me miró y dijo que sí con la cabeza.

Y así siguieron durante un rato, hablando de nosotras, de nuestros culos, la suavidad de nuestros chochos, nuestras tetas y sus pezones pequeños, si nos violaban mucho o poco, etc.

Después de unos 15 minutos de paseo, llegamos a una zona en la que había una explanada de cemento, donde nos paramos. Zak me colocó delante, mientras ella estaba detrás con Toni, aunque no me podía girar para ver qué sucedía.

Mientras estaba a cuatro patas, Zak se acercó a mí y me dio un toque en el gemelo, con su vara, para que abriera un poco más las piernas. Me puso nerviosa, ya que no era algo que hiciera habitualmente. Vi que Zak hacía un gesto con la mano, pero no supe que quería, hasta que noté que alguien respiraba cerca de mi culo. Zak me puso la vara en el mentón, para indicarme que mirara hacia el frente con la cabeza alta. Seguía notando la respiración pasar de mi ano a la vagina, cada vez más cerca. Me ponía muy nerviosa tener a alguien ahí detrás, y más en esa situación. Llegó un momento en el que sentí que algo me tocaba en el ano, y me pareció que era una nariz subiendo y bajando, frotándose conmigo, entre mi ano y mis labios, muy despacio. Luego supe que era ella la que estaba ahí detrás, ya que note algo plástico rozar con mis labios. Era la mordaza que llevaba puesta todavía. Poco a poco se pegaba más a mí, subiendo y bajando, y al pasar con su boca por mi sexo ya notaba sus labios mojados con su saliva. Instintivamente cerré los ojos y me dejé llevar por las sensaciones. Después de un rato dejé de notar el plástico y sentí como su lengua empezaba a rozar mi piel. Alguien le había quitado la mordaza. Me lamió todo, desde las nalgas, pasando por mis labios hasta el ano. Cuanto más lo hacía más notaba mi cuerpo mojado por su saliva. Cuando abrí los ojos no vi a Zak, y supuse que estaría mirando lo que es chica estaba haciéndome. En ese momento, la lengua ya no solo pasaba superficialmente, sino que empezó a meterse entre mis labios y ya la notaba dentro de mí.

Hacía muchos años que no pasaba tantos días sin sexo. Haciendo una cuenta rápida, desde el viernes anterior, en el que tenía intención de tener sexo, pero no lo tuve, hasta una semana antes cuando había quedado con un chico por la App, hacía unos 15 días de abstinencia. No sin razón, mi cuerpo me pedía sexo, aunque mi cabeza no quería otra cosa que no fuera escapar.

La lengua siguió el camino dentro de mis labios hasta que encontró mi clítoris, y no pude evitar que mi garganta emitiera un gemido. Mi respiración empezó a entrecortarse cuando empecé a sentir su lengua rodeando mi clítoris. Ella iba cambiando el ritmo, primero rápido hasta que notaba mi respiración acelerarse, y luego volvía a bajar poco a poco. Por un momento llegué a olvidarme de donde estaba, de aquellos dos cerdos, y solo sentía placer. Entonces noté que me había empezado a mojar y el olor a sexo llegó hasta mi cara.

Hice memoria intentando recordar los chicos que me la habían comido durante los últimos años, pero ninguno se acercaba a la habilidad de esta chica para hacerme gozar. No pude evitar mover mi culo hacia delante y hacia atrás, mientras mi cuerpo se estremecía, mi corazón se aceleraba, y la respiración se entrecortaba cada vez más. Estaba llegando al límite de no retorno, y ya no podría aguantar mucho más sin correrme. Me mordí el labio inferior con fuerza, como hacía siempre unos segundos antes de llegar, contraje todos los músculos de mi cuerpo... y la lengua salió de mi vagina. ¡No, No, Nooo! Moví el culo hacía atrás intentando buscar su boca, pero no la encontré. Intenté hacer fuerza de alguna forma, pero ya era inevitable, me habían cortado el orgasmo. Era una sensación horrible, de impotencia total. En ese momento sólo sentía odio hacia aquellas personas. Me había cortado el mejor momento en mucho tiempo, y me quedé allí a cuatro patas, deseando que la chica terminara el trabajo.

Sin embargo, noté que algo se metía dentro mí. Una polla se introducía en mi vagina con mucha fuerza, rápido y hasta el fondo. ¡Mmmhhh! -No puede evitar gemir. Giré la cabeza incumpliendo las normas, y vi que era Zak el que me la había metido. Al verme girar la cabeza, me cogió por la coleta con mucha fuerza con las dos manos, y me puso mirando de frente de nuevo. Me la estaba metiendo con mucha violencia. La sacaba un poco más despacio y la volvía a meter rápidamente. Sin yo darme cuenta, la chica se acercó a cuatro patas delante de mí, y al verla tan cerca y sin la mordaza, me di cuenta al instante. Era Sandra, la camarera del bar al que íbamos en los descansos en mi trabajo.

-Lo siento Cristal -me dijo Sandra, suavemente, mirándome a los ojos. Acercó los sus labios a los míos y empezó a besarme con mucha pasión, metiendo la lengua entre mis labios, que en ese momento se quedaron inmóviles, ya que fui incapaz de gestionar tantos estímulos a la vez. Zak seguía penetrándome con fuerza, mientras Sandra jugaba con mis labios. Había quedado tan al límite cuando ella me los estaba comiendo, que Zak me tenía a punto de correrme. Entonces recordé la frase con la que terminé mi texto en la App de citas: "... tírame fuerte del pelo y tápame la boca con tu mano, y verás cómo me estremezco de placer". Él también lo recordaba, me pegó un fuerte tirón del pelo con la mano izquierda, dejándome mirando hacia el cielo, y con la otra mano me tapó la boca fuertemente, de forma que solo podía respirar por la nariz. Por alguna razón, esos gestos me hacen sentir tan sumisa y vulnerable, que me resulta imposible evitar el orgasmo. Mi cuerpo no pudo aguantar más y se estremeció, mientras Zak aceleraba su ritmo hasta eyacular dentro de mí, apretando su mano contra mi boca todavía más fuerte, ahogando mis gemidos al correrme. Después me di cuenta que había sudado mucho, y estaba un poco mareada. Zak sacó su verga de dentro de mí, y se subió en pantalón.

-Quédate ahí quieta. -Me dijo con la voz entrecortada. Me dejaron a cuatro patas allí postrada, mientras Toni se llevaba a su mascota con la correa, y Zak les acompañaba. Sandra miró hacia mí y me guiñó el ojo sin que los chicos le vieran. Aguanté una media hora en aquella posición, hasta que Zak volvió a aparecer, esta vez ya sin compañía. Me puso la correa y me llevó de vuelta hasta la casa.

Muchas horas pasé en mi jaula pensando en aquello. Había tenido muchas experiencias sexuales, pero aquella había sido sin duda de las mejores. Por un momento me había olvidado de todo, de donde estaba, de las malas compañías, y me había dejado llevar como nunca lo había hecho antes. La habilidad de esa chica con la lengua era espectacular. También es cierto que nunca había tenido relaciones sexuales con una chica, por lo que no podía comparar. Algunas noches aprovechaba mi soledad en la jaula, y recordaba aquel día, me tocaba con mucha suavidad para no despertar a nadie, y apagaba mis gemidos al máximo al correrme. Mis dedos no eran como esos labios, pero también estaban bien entrenados.

Una de esas largas noches, estaba a punto de llegar al orgasmo, moviendo mis dedos rápidamente...

Y la luz de la habitación se encendió. ¡Mierda! Zak y la sirvienta me estaban mirando desde la cama. Me habían pillado. No pude cortarlo, ya era tarde. Me corrí mientras me hacía un ovillo en la jaula, escondiéndome avergonzada.

-Ves, te dije que se tocaba por las noches. -dijo ella.

-Tenías razón, y tendrás tu recompensa. Perdona por no haberte creído. -dijo Zak.

Me hicieron salir de la jaula y la sirvienta cogió de un cajón una capucha que me puso en la cabeza, con ayuda de Zak, y sin mi oposición. Era una funda suave, como de látex, que no me dejaba ver nada pero que me permitía respirar. Uno de los dos me cogió por los brazos y el otro por las piernas. No era pesada, por lo que no les costó gran esfuerzo levantarme.

Me sacaron de la habitación y me llevaron a algún lado. Escuché como abrían una puerta con una llave y luego cerraban la puerta al pasar. Me subieron a una superficie, y me tumbaron boca arriba. No estaba fría, por lo que pensé que debía ser de madera.

Noté como unas piezas se cerraban en mis tobillos y en mis muñecas, y luego también en mi cuello. Me revolví intentando escapar pero era inútil. Noté como unas cuerdas o algo tiraba de mis extremidades. Tenía las manos agarradas a la pieza de mi cuello, pero las cuerdas hacían mucha fuerza y tuve que soltarme. Aquello me tiraba de las piernas hacia un lado y de los brazos hacia el lado contrario. Por mucha resistencia que hice, mi cuerpo se estiró completamente hasta quedar con las piernas abiertas y los brazos hacia arriba, con todo mi cuerpo en forma de cruz.

No podía moverme y no podía escapar. Todavía no contentos con aquello, me pasaron unos cinturones por ambos muslos y otro muy apretado por mi cintura.

Estaba totalmente desnuda y expuesta. Tenía miedo y no sabía que esperar. Lo único que sabía es que me iban a torturar, de eso no tenía ninguna duda.

-Has incumplido una de las normas más importantes que te enseñé. Está totalmente prohibido darse placer sin el consentimiento de tu amo. -dijo Zak con tono serio.

No recuerdo para nada esa norma, pero he de reconocer que no presté mucha atención al leer aquella hoja.

-No me hagáis daño por favor, ¡¡haré lo que sea!!

-Tarde, ¡niñata desobediente! Te aseguro que hoy lo aprenderás, pero por las malas.

Durante un tiempo que se me hizo eterno, hubo mucho silencio. Les escuchaba levemente, moviéndose por la habitación y haciendo algo que no conseguía averiguar. Tenía miedo de lo que me pudieran hacer, pero a la vez deseaba que me hicieran algo para terminar la angustia de la espera.

Al cabo de un rato noté como algo frio se apoyaba en mis labios inferiores. No pude evitar emitir un gemido con el susto. Luego empezó a vibrar y supe que era un consolador. Con ayuda de los dedos se abrió paso entre mis labios para tener contacto directo con mi clítoris. De nuevo no pude evitar un gemido y la contracción de mis músculos.

-Nooo, por favor. ¡Lo tengo muy sensible ahora! -dije sin mucha esperanza. No me hicieron caso, ni siquiera respondieron. De hecho subieron la velocidad de ese chisme. Moví el culo hacia abajo intentando alejarme pero era imposible.

Llevaba unos segundos con el vibrador puesto, pero ya me había dado cuenta de que era muy efectivo. Mucho más que el que yo tenía en casa.

Me daba mucha vergüenza que me hicieran eso. Prefería cualquier otra cosa por muy humillante que fuera. El instante en el que llegas al orgasmo es demasiado íntimo como para que otra persona decida por ti. Al menos tenía la cara tapada y no podían ver mi expresión al llegar.

La velocidad que habían puesto era demasiado para mi, quería evitar llegar como fuese, pero era imposible. Empecé a sudar con la tensión. Gemí de nuevo, pero esta vez de placer. El cuerpo me temblaba y todos mis músculos se contrajeron.

- Mmmmhhh Ahhh, para paraaa!!!

Después me acariciaron los muslos y los pechos con suavidad. Parecía que estaban dando el visto bueno a la corrida. Odiaba que hicieran eso.

No tardaron mucho en volver a ponerme el consolador. Empezaron despacio de nuevo, pero en un par de minutos volvieron a subir la velocidad. Era inútil intentar evitarlo. Sentía demasiado placer con esa vibración tan directa.

-Quiero que cuentes las veces que te corres, ¿vale? -Dijo Zak.

Alguien movió un poco el vibrador y lo puso justo en el sitio adecuado y no pude aguantar más...

-Mmmmhhh ohhh. ¡¡Nooo nonono!!

-No te escucho contar.

-¡Dos, Dooos!

Y al momento me volvió a acercar el consolador.

-¡¡Noooo, dueleee paraaa!!!

-¿Cuántos dices, que no te escuché bien?

-¡DOOOS! - Dije con un grito, ya que era doloroso que me pusieran eso justo después de llegar.

Y me volvieron a poner esa mierda de nuevo. No podía aguantar más.

-¿Cuántos dices?

-¡DOOOOS JODEEER!! ¡¡Quítame esooo!! Mierda TREEES, TREEEES!! ¡¡Son Tres!!

-Pensé que ya no te acordabas del primero. Puedes quitarle eso -le dijo Zak a la zorra.

Durante horas me tuvieron ahí, y cada 5 o 10 minutos me lo volvían a poner. Al principio llegaba fácil, pero con el paso del tiempo se me fue insensibilizando el clítoris y cada vez me costaba más tiempo llegar. Pero por contra cada vez era más placer el que sentía, demasiado diría yo. Ya me costaba distinguir entre el dolor y el gusto.

-¡¡Nooo Ahhhh no puedo maaas!! ¡¡Veintisieteee!! Mhhh

-¿Estás satisfecha ahora? -Dijo Zak.

-Sisisi, por favor no puedo más. No lo haré más por favooor! Necesito descansar.

-Quiero creerte. Espero que puedas demostrarlo. Te dejaremos descansar entonces.

Me pusieron una manta por encima, sin desatarme ni nada y salieron por la puerta cerrando con llave al salir. Estaba súper incómoda en esa posición, pero con el agotamiento me quedé dormida al momento.

Diez años después...

Hacía tanto tiempo que no hacíamos una cena en casa. Llevaba siglos sin cocinar, por lo que tenía dudas de si aquello estaría comestible. Habíamos quedado en mi casa a las 21:00. Echaba tanto de menos estas cosas...

Faltaban todavía 5 minutos para la hora, pero la gente empezó a llegar. Llamaron al telefonillo y yo les abrí la puerta.

-¡¡Hola Cristaaal!! -alguien dijo al telefonillo, pero no llegué a reconocer su voz.

Carla y su chico entraron por la puerta y me dieron dos besos. Digo "su chico", porque por mucho que intentaba recordar su nombre, no había manera.

-¿Cómo estás cariño? te veo súper bien -me dijo Carla con voz amorosa.

-No me puedo quejar. A vosotros no se os ve nada mal tampoco...

Poco a poco fueron llegando el resto. No había tenido la casa tan llena nunca en mi vida. Debía haber como veinte personas y todavía faltaban algunas más. Me hacía ilusión ver a toda esa gente, sobre todo a mis chicas, pero también me ponía un poco nerviosa. Desde el cautiverio de Zak me había vuelto distinta, y ahora me notaba más tensa con las relaciones sociales. Traté de esforzarme para mostrar siempre una sonrisa.

Lo más difícil fue conseguir una mesa para tanta gente. La que teníamos en casa era grande, pero ni de broma podía juntar a treinta personas a su alrededor. Parte de la comida era precocinada, no puedo mentir. Si tuviera que hacer todo eso yo sola, hubiera necesitado una semana para cocinarla.

Me inquietaba pensar que era una fiesta de cumpleaños o algo así. Odiaba esas fiestas en las que eras el centro de atención. Gracias que no era nada parecido. Y el momento de abrir los regalos, con todo el mundo mirando tú cara... Dios, era terrible.

La comida y la bebida ya estaban servida en la mesa. Poco a poco había ido llegando toda la gente. Yo ya me había dejado llevar, y ni siquiera había atendido a quien entraba o quién no. Eché una mirada y todos parecían conocidos. Algunos ya tenían una bebida en la mano, y otros todavía se estaban saludando, cuando alguien dijo en voz alta...

-¡¡Todos a la mesa!! o ¿esperáis a alguien más?

-Es el puto jefe, hagámosle caso o nos dará una zurra -dijo Sandro entre las risas de los demás.

Todos se sentaron en el sitio asignado, como en una boda, pero sólo había quince sillas. En el suelo había unos cojines, al lado derecho de cada silla, donde las chicas nos fuimos poniendo de rodillas. Había un protocolo muy estricto que todos seguimos perfectamente. Eché una mirada hacia el resto de mujeres, y todas estaban en la misma posición. De rodillas, con el culo apoyado sobre sus pies y con la espalda bien recta, pero con la cabeza mirando al suelo en señal de sumisión, y con manos cogidas por la espalda.

Pero el protocolo no se quedaba solo en esos detalles, sino también en los atuendos de cada uno. Los hombres iban vestidos con traje y corbata. No servía cualquier color, solo negro. Y los zapatos también tenían que ser negros. Para las chicas todo era muy distinto. Para dar el toque de distinción, todas llevábamos zapatos rojos de tacón alto. Y no servían sandalias o variantes, sino que todos debían ser los clásicos zapatos de tacón. No nos permitían llevar medias, y de hecho, no nos permitían llevar nada más. Todas llegaron a casa subidas en sus preciosos zapatos, totalmente desnudas, y llevadas por la correa atada a sus cuellos, que sujetaba su amo. Ah, la otra norma era ir totalmente rasuradas. No había espacio para el pelo, solo en la cabeza, y siempre recogido. Eso sí, llegaron andando desde los coches, cosa no habitual por estos lares.

Zak se mantuvo callado desde el principio. Desde que empezó la gente a llegar en sus coches, como mucho abría la puerta del patio desde el telefonillo, y luego se mantuvo sin decir palabra mientras yo saludaba a todos. A casi todas las chicas las conocía de otros "eventos", pero a algunas hacía años que no las veía. Por muchos años que habían pasado, no dejaba de sorprenderme que algo así, tan masivo, no hubiera salido a la luz de alguna forma. No sé si los chicos eran demasiado inteligentes, nosotras no tuvimos suerte, o directamente éramos jodidas subnormales.

Los chicos comían y bebía como animales. La comida estaba muy buena, todo hay que decirlo. Pronto empezó a notarse como subía al alcohol. Había vino o cerveza para elegir. Algunos eligieron todo. A las putillas también nos daban alcohol. En un cuenco teníamos la comida y en el otro la bebida. En mi caso me habían puesto vino blanco, seguramente a sugerencia de Zak, que sabía que me sentaba bastante mal. Otra de las normas era clara, acabar la comida y acabar la bebida. Acostumbrada a no beber nunca, pronto empecé a sentirme mareada, al igual que mis otras compañeras. Incluso alguna de ellas no aguantó la risa y recibió una bofetada de su amo, que la hizo callar al momento.

Terminada la comida, los amos nos quitaron las correas, y empezamos a recoger la mesa ante la atenta mirada de los chicos. Muchos de ellos, ya bastante bebidos, no podían evitar follarnos con la mirada. Alguna de las chicas tuvo un traspié durante el camino a la cocina, pero ninguna acabó en el suelo. Dejábamos las cosas en la cocina y volvíamos a por más. Fuera de la vista de los hombres, hubo muchas miradas entre nosotras, pero ninguna se atrevió a cruzar palabra (algo totalmente prohibido). Al recoger los restos de la cena, ellos aprovechaban la cercanía para meter mano sin pudor. A mí me cogieron una cacha con fuerza, me agarraron un pecho, y me cogieron de la muñeca sin dejarme marchar, durante unos segundos. Obviamente, no podías responder de ninguna manera.

Una vez terminamos de recoger toda la mesa, llevamos el postre que había en la nevera. Lo colocamos en el centro de la mesa y poco a poco fuimos subiéndonos en ella, y colocándonos como se nos había explicado. Cada una de nosotras se situó delante del hombre de la izquierda de nuestro amo, y mirando también a la izquierda. Entre todas creábamos un tren de chicas sobre la mesa. No había mucho espacio, así que los culos y las caras estaban demasiado cerca. Podía notar la respiración de Tania en mis partes.

Una música empezó a sonar y todas empezamos a gatear sobre la mesa, siguiendo el borde de la misma, en la dirección de las agujas del reloj. Parece que alguno de los amos había reinventado el juego de las sillas, para hacerlo un poco más interesante. Cuando la música se paró, nos quedamos quietas delante del chico de turno. Me sonaba la cara de ese cerdo, pero no recordaba exactamente de qué. En el centro de la mesa había una Fondue de chocolate con frutas variadas. Los hombres tenían total libertad para hacer lo que quisieran con nosotras, pero sin violencia y sin dejar marcas. El tío cogió un palillo, le clavó una fruta y la bañó en chocolate fundido. La primera fruta se la llevó a la boca, pero la segunda la bañó con ansia en el chocolate, y luego me quitó el zapato que le quedaba más cerca y me empezó a bañar la planta del pie con el sobrante que pingaba de la fruta. Siguió realizando la misma operación hasta que mi pie quedó embadurnado de líquido. Por suerte estaba caliente, pero no tanto como para hacer daño. Luego acercó su cara y empezó a lamerme el pie con la lengua, y después con los labios. No paró hasta terminar todo el chocolate y dejarme el pie tan limpio como al principio. Por alguna razón, que comieran encima de mi cuerpo, había empezado a gustarme mucho durante los últimos tiempos. Estaba empezando a notar una sensación en mi vagina, cuando la música empezó a sonar de nuevo.

Los chicos aplaudían con ganas, siguiendo el ritmo. Esperaban con ansia su nuevo juguete. Y mientras, las chicas gateaban asustadas, menos mi amiga Sandra (de la que tenía muy buen recuerdo), que mostraba una gran sonrisa en la cara. Curiosamente parecía que la situación le encantaba. La música se paró y el chico de turno me pasó suavemente las yemas de los dedos por mis labios inferiores, lentamente y haciendo círculos. Debió notar que me estaba empezando a mojar, porque le pegó un codazo al tío de su lado para que viera lo que había en sus dedos, y los dos rieron. Este chaval no parecía muy interesado en el postre, pero si en mi vagina. Siguió acariciando la zona con sus dedos acercándose peligrosamente al clítoris. Cuando pasó la yema justo por encima, no pude evitar dar un respingo. Otra vez volví a sentir esa sensación a la que estaba tan acostumbrada en los últimos tiempos. Me asqueaba la situación, no quería estar allí, quería que la tierra me tragara, pero por otro lado no podía evitar que me diera gusto... mucho gusto. Siempre me tenían muy falta de sexo, y cualquier cosa que me hicieran me ponía cachonda como una perra. Mientras con una mano me tocaba por abajo, con la otra empezó a sobarme los pechos, tirando suavemente de los pezones de vez en cuando, como si quisiera sacarme leche. Notándome más mojada empezaba a meter uno o varios dedos, no estoy segura, cuando la música empezó a sonar de nuevo. Parece que a mi nuevo amigo el tiempo se le hizo corto, y no pudo evitar mostrar una mueca de desaprobación. Sacó los dedos mojados de mi vagina y me dio un cachete a modo de despedida.

Las chicas nos pusimos en marcha otra vez. Los borrachos estaban cada vez más desbocados, tirando bebida al aire y dando la nota en general. Miré de reojo a las chicas del otro lado de la mesa y no daba crédito a lo que veía. Me asombraba que una panda de locos pudieran hacer eso con unas pobres chicas, y que no hubiera ninguna consecuencia. Me parecía imposible que nadie de fuera de "la secta esta" se diera cuenta de lo que pasaba.

La música se paró, pero esta vez un hombre tomó la palabra.

-¡¡Heyyy es la hora del postreee!! Pero no para nosotros, que ya estamos a punto de explotar con tanta comida. Ahora os toca a vosotras, nuestras preciosas mascotas. -Dijo el tío este, visiblemente tajado, ante los vítores del resto de los hombres.

-Pero tristemente la fruta se ha acabado... ¡¡Ohhhh qué penaaa!! Pero no os preocupéis, porque os traemos para saborear el mejor postre que se puede degustar. Sólo es necesario que miréis al frente, y veréis de lo que os hablo.

Lo que había delante de mí era el culo de la chica que me precedía. Hasta ahora no había reparado en ella, a pesar de todo el tiempo que llevábamos con el juego ese. No sé por qué cuento esto, pero la verdad es que tenía un culo bonito. No se veía celulitis, las piernas las tenía fuertes y estilizadas, y hasta los labios inferiores eran rosados y parecían muy suaves. En unos momentos me tocaba probarlos.

-Ya sabéis lo que os toca... ¡¡A comer potorritosss!! Pero ojo que os estamos vigilando muy de cerca. Queremos escuchar unos buenos gemidos de placer esta noche... ¿¿Verdad chicos?? -Dijo el hombre de antes, con su cara de vicioso. Y los demás empezaron a golpear las mesas mientras algunas de las chicas ya empezaban a olisquear a la chica de delante.

El chochito que me tocaba comer se veía ligeramente mojado. No sabía bien si era el líquido propio de la chica, o restos de fruta o qué, pero pronto iba a probarlo. Cerré los ojos, no sé muy bien por qué razón, pero cuando iba a empezar a lamer me sobresaltó el notar una lengua lamiendo mis partes. Estaba tan concentrada en lo que tenía que hacer, que había olvidado por completo que otra me iba a hacer lo mismo a mí. Por si fuera poco, el chaval que me correspondía empezó a acariciarme por la espalda, con mucho cariño, eso sí. Le cortaría la mano si pudiera.

-No te lo pienses tanto, que no te va a comer... -Dijo el chico de Carla, del que seguía sin conocer el nombre, ni me importaba tampoco.

Y entonces empecé sacando la lengua y pasándola por los labios de mi compañera, primero por un lado y luego por el otro. Noté como la chavala se sobresaltó un poco al notarme ahí detrás. Luego pasé la lengua por el centro, y noté al instante que estaba mojada. Aquello era suyo, sí. Entre los ojos que analizaban mis movimientos al detalle, la lengua que empezaba a introducirse entre mis labios inferiores, y la mano del hombre que ahora agarraba mi pecho... eran demasiados estímulos. Metí un poco más la lengua intentando llegar al clítoris, y me encontré una buena mojadura allí dentro. Justo cuando llegué a su clítoris, sentí como otra lengua llegaba al mío, y volví a cerrar los ojos mientras me encorvaba ligeramente. Todo el bello de mi cuerpo se erizó al instante. Empecé a pasar mi lengua en círculos por el clítoris, y percibí como la respiración de la chica se aceleraba, y un gemido, que podría ser suyo o de cualquiera de las otras chicas de mi alrededor. Reparé en lo curioso que era que todas nosotras fuéramos capaces de ponernos cachondas en una situación como aquella, pero al final la costumbre hace que te evadas de lo que hay alrededor, y te centres en el placer. De otra forma no podríamos sobrevivir a aquello.

Seguí trabajando con mi lengua, esta vez moviéndola de arriba a abajo, haciendo un poco más de presión. Instintivamente hacía lo que yo deseaba que me hicieran a mí. Se empezaron a escuchar gemidos viniendo de varios sitios. Muchas de las chicas habían llegado al orgasmo, y los chicos, "cansados" de ver porno en vivo, las cogieron para darse placer a sí mismos. Vi a una chica con el pecho apoyado encima de la mesa, penetrada con mucha potencia. Otra estaba tumbada de espadas, también en la mesa, mientras le cogían las piernas en alto a la altura de los tobillos. Y la última que pude ver estaba sentada en una silla mientras le metían la polla en la boca. En un par de minutos aquello se había convertido en una orgía a lo bestia.

Cuando me volví a centrar en mí, sentí que estaba a punto de llegar, movía mi culo contra la cara de la chica, como pidiendo más fuerza a su boca. Su lengua empezó a moverse más rápidamente, mientras yo intentaba a duras penas seguir lamiendo. Sin previo aviso, noté como un líquido me mojó la cara. La chica se había corrido y estaba gimiendo mientras se retorcía de placer. Entonces bajé la cabeza, apretando con fuerza los párpados, mientras llegaba el orgasmo. Fue una maravilla. No pude aguantar más y grité de puro gozo. Tuve que apartarme porque la chica seguía lamiendo sin parar. No pude ni descansar un segundo, porque el chico tenía ganas de fiesta. Me cogió bruscamente por el pelo, me bajó de la mesa, y me sentó en su silla. Sacó unas esposas de su bolsillo y me ató las manos detrás de la silla. Cogió una servilleta de tela de la mesa y me la ató en la boca a modo de mordaza. Cogió mis piernas por los tobillos y se las puso encima de sus hombros, sacando su verga y penetrándome con suma facilidad, ya que yo en ese momento ya estaba mojadísima. Mientras me la metía con fuerza, me sacó el zapato que me quedaba y comenzó a chuparme los dedos de los pies. Sin sacar la polla de dentro de mí, se giró sobre la mesa y cogió otra servilleta que usó para atar mis piernas juntas, por los tobillos. Durante unos cinco minutos me penetró frenando y acelerando a su gusto. Yo trataba de moverme de forma sensual como podía, para conseguir que terminara pronto conmigo, y parece que hizo efecto. Al final se corrió dentro de mí. Sacó su verga de dentro y cogió otra servilleta para atarme los pies a la parte baja de la silla. Y entonces se fue, con dirección hacia el baño, mientras me dejaba en medio de la orgía. No tardó nada en llegar otro chico, que viéndome tan sumisa e indefensa, me metió la verga en la boca y me obligo a chupársela hasta el final. Ese fue el primero de muchos. Fue una noche muy larga. Llegó un momento en que perdí la noción del tiempo, o el conocimiento, y ya no recuerdo nada más. Solo sé que desperté al día siguiente en mi jaula de la habitación, como si nada hubiese pasado.

Fragmento del diario de Cristal Lorenzo, encontrado en noviembre de 2031, en una mansión en Ibiza. Se desconoce el paradero de las personas nombradas en este diario. La policía investiga el caso, pero todavía sin resultados.

¿FIN?

(9,70)