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Club de los deseos (parte II)

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Esa noche recibí la visita casi inesperada. Era poco frecuente porque siempre cuadrábamos para vernos. Cuando tocan la puerta y veo a Isabela radiante, me sentí sorprendido pero emocionado. En mi relato anterior había mencionado que era una negra alta, con piernas gruesas y un culo llamativo. Así que su ímpetu y la combinación de chaqueta y short impulsaban un poco mis deseos.

Nos saludamos casual y hablábamos de banalidades. Si bien ambos sabíamos que terminaríamos cogiendo, quería calentar el ambiente, llenar de fuego el espacio con música amena o alguna conversación interesante. Así que busqué cervezas para compartir, mientras nos contábamos nuestro día, nuestra semana y su expresión iba revelando las ganas que tenía de follar... imagino que mi cara también iba mostrando el deseo de hacerla mi perra.

Nuestras piernas se empezaron a cruzar, mi mano apoyada en su muslo le daba un suave masaje que de vez en cuando apretaba y sentía como sus suspiros hablaban por ella. La noche apenas empezaba y estábamos prendidos, en parte por alcohol y un poco por la calentura de querer devorarnos; pero insistía en generar un ambiente sensual para comernos como bestias así que pensé en demorar un poco más en los juegos, las caricias y la conversación sucia antes de pasar a la cama.

Creo que los jugueteos calientes fueron tanto porque pasadas las 8 pm llegó Camila, mi prima. Cuando tocó la puerta no sabía si pasar a abrir porque mi verga estaba erecta, así que Isabela se lanzó a mirar quien era. Camila entró como sintiéndose en casa y contando la travesía, pero por su mirada y cambio de tono, parecía haber notado el ambiente tenso, como interrumpiendo una chupada.

Me atrevo a decir que nuestras mentes imaginaron rápido alguna forma de no incomodar el momento porque Isabela y no conocía a Camila. Se que Cami y yo hemos charlado y compaginado, muy mente abierta y sin prejuicios; pero queríamos salir de la tensión y, por mi parte, recuperar después esos masajitos que estaba teniendo con Isabela porque esa noche mis ganas de follar eran increíbles. Así que pasé a la nevera por otras cervezas, le brindé a Cami y tomé una para mí.

En medio de la charla, la muy pendeja nos pregunta cuánto llevábamos saliendo y que estábamos haciendo. Al principio pensé que era raro decir que la había conocido en una app y que estábamos jugueteando pero ya grandecitos y por la confianza que le tengo le dije:

-Isa es mi cita. Ahorita andábamos conociéndonos un poquito mas jaja.

Por la risa, vi que Cami se puso roja y que confirmó lo que seguramente había pensado cuando entró. Pensé que cambiaría de tema, pero siguió preguntando bobadas. A veces Isa le regresaba una pregunta para empatizar; pero en lugar de enfriar el momento, todo se iba calentando porque ya hablábamos de fantasías, fetiches, de sexo prohibido. Mi mente empezó a imaginar a Cami. Creo que ella lo notaba por la forma en que la miraba y lanzaba una que otra indirecta que me ponía el corazón a mil.

Isa parecía estar entre una mezcla de celos y deseo. Era una combinación perfecta para continuar conversando. Por mi parte con mucho cuidado de mi dañar el ambiente. Cami ya empezaba a moverse y preguntar qué planes había como si quisiera insinuar algo. Siempre fui cuidadoso porque Isabela me había contado que había cogido con otras chicas, pero a Cami siempre la conocí tan perra, tan cachonda, pero siempre experiencias hetero. Así que seguimos preguntando y conociéndonos de otro modo. Me sorprendió cuando mi primita dijo que le encanta estar amarrada y totalmente sumisa.

Intenté manejar la calma, pero sé que mi cara demostró mis ganas de nalguear a Cami y hacerla mía. Cuando llegaron a mi turno, solo se me ocurrió la idea de mencionar ese club que despertaría pasiones y deseos ocultos. Y por mi calentura, quise extender la invitación a Isa. Quería follar con ella en otro lugar.

-¿Y Camila? Pregunto Isa cuando ya nos preparábamos.

-Puede venir con nosotros. Allá puede distraerse viendo o participando.

Isabela ya sabía para donde íbamos. Había visto la publicidad, las reglas y todo. Camila tal vez no tenía idea, pero su única pregunta fue que si podía ir con esa ropa.

-Así estás perfecta, le dije. Le di un apretón de cintura y la tomé suavemente por el brazo.

En su cara vi nuevamente que se sonrojaba y miraba a Isabela que le devolvía una tierna sonrisa.

Tomamos el taxi y en el camino íbamos totalmente en silencio. Cuando llegamos al sitio, entramos por la escalera, nos recitaban las reglas del lugar y escuchábamos con atención: "Deben dejar toda su ropa en el casillero, está prohibido pasar con celulares, ingresas en toalla, desnudos o traje de baño bla bla..." Camila aprieta mi antebrazo y me pregunta que a dónde la traje, pero por su sonrisa y su cara de nervios le digo al oído:

-Es un regalo de tu primo. Diviértete.

Entramos al club. En apariencia una disco, pero la TV mostraba porno y las demás personas estaban como nosotros. Sentados, en toalla o vestidos de baño. La música nos permitía bailar pero también conversar, así que fuimos rompiendo el hielo con preguntas casuales mientras mirábamos el lugar. Pedimos ron con hielo y no fue difícil volver a la confianza que traíamos en el apartamento. Esta vez con más gente alrededor.

En medio de las charlas, veíamos como una chica le pegaba tremenda mamada al muchacho que la acompañaba. Era algo curioso, pero emocionante. En medio de la emoción empecé a tocar a Isa y le dije: Terminemos lo que Cami nos interrumpió.

-Los estoy escuchando, me dice Camila.

-Es para que escuches, le contesto.

No sé si era por el momento, pero la sonrisa de Cami me generaba una extraña excitación. Así que mi mano seguía tocando a Isa. Masajeaba su coño, acariciaba su clítoris y con mi otra mano abrazaba a Cami que estaba sentada al lado opuesto de Isa. Era un abrazo sin mala intención, pero en medio de la excitación apreté uno de sus senos. Cami me toma por el brazo y me acaricia. Mis ganas fueron aumentando así que le di un masaje a Camila en sus tetas. Mi mano izquierda estaba mojada. Isabela estaba muy cachonda y me decía que la quería tener adentro. Cami se mantenía en silencio y cuando veía como cruzaba sus piernas, mi calentura se hacía más fuerte. Creo que ambas sabían lo que estaba haciendo, pero era rico y muy excitante. La tensión ya era poco y ahora quedaban las ganas de devorarnos.

Suspendimos las tocadas cuando pasó una chica a ofrecernos hielo. Fue un poco inoportuno pero lo necesitábamos para el ron. Le dijimos que sí así que nos aguantamos hasta que volvió con más hielo. Cuando vuelve, le pregunto a Cami si antes había ido a un sitio igual, aunque sabía que su respuesta era un No rotundo. Isabela, por supuesto, también estaba conociendo pero ya me había aceptado esa salida.

-Voy al baño un rato, nos dice Isa.

El momento había pasado a ser tan incómodo que le propuse a Cami caminar para conocer el sitio, los cuartos que había y dar un vistazo. Me siguió y entre varias habitaciones, entramos a una que tenía dos esposas colgadas y un látigo para azotar. No dije nada, pero me imaginé muchas cosas, por lo que le propuse a Cami un masaje. Ella accedió y me limitaba a sus piernas y espalda. Con sus movimientos al pasar mis manos me fui excitando y subimos el nivel. La voltee suavemente, acariciaba con una mano sus senos y con la otra sus muslos, creando esa rica tensión al saber que habrá algo más.

Le quité su pantys con suavidad, aunque no niego que quería arrancarla sin compasión. Metí uno de mis dedos y un gemido puso mi verga bien dura. Cami acercó sus manos para tocarme, pero le hice señales que se dejara atender. Le regalaba una masturbada y en medio de todo le pregunté si quería ser amarrada, mirando las esposas en la pared izquierda. Cami accedió y la terminé de desnudar. Completamente esposada, la puse de espaldas, le di un par de nalgadas que me correspondió con unos gritos de placer y usaba el látigo para completar el juego.

Su cara de excitación me hacía mantener mi verga muy dura. Así que bajé mi bóxer y pasaba mi verga por sus nalgas. Con mis manos apretaba su espalda dejando mis uñas marcadas. Sus piernas se movían y me decía que quería más. En ese momento la acomodé en cuatro. Acaricié sus nalgas y le dije con ternura:

-Primita, quiero que seas mi perra…

-Quiero ser tu puta. Toda tuya, me dijo.

Su respuesta me activó aún más. Así que pase mi verga alrededor de su coño para despertar más sus ganas. Sentía su humedad. Tenerla así de mojada me causaba más deseo.

En ese momento llega Isabela. Con voz muy baja nos dice se cansó de esperar y pregunta si nos puede acompañar. Inicialmente, solo se sentó y veía con una cara malvada como cogía en cuatro a Cami. Ver la cara de Isa me enloquecía y ver la forma en que se empezó a masturbar delante de nosotros era mágico. Me cogía a mi prima muy rico. Nos comíamos como salvajes. No queríamos parar, pero desabroché las esposas para cambiar de posición y Cami la toma por el brazo. Le dice que se la quiere chupar mientras yo le sigo dando con mi verga. Nos acomodamos quedando Isa sentada en la boca de Cami.

-Que rica estás preciosa, le digo a Camila mientras la penetro.

-Se nota las ganas que le tenías, dijo Isa mientras disfrutaba un oral de Cami.

No sé si era la primera vez que Cami le daba un oral a una mujer, pero estaba muy apasionada y parece que lo hacía muy bien. Isa la toma por el cuello muy suave y le pide algo al oído. Supongo que fue lo que hicieron porque me acuestan boca arriba, Cami moja mi verga con su boca y para mí sorpresa fue Isabela la que se subió, diciendo que tenía que acabar con esas ganas. Si coger con Isabela es muy placentero, es mucho más al sentir que Cami pone una de sus tetas en mi boca.

Seguimos follando como animales y decidí chuparle el coño a mi primita. Me encantaba su sabor, su humedad, su cuerpo retorciéndose. Clavé mis manos en su cintura y lamí su vagina, mojé su clítoris con mi lengua y sentí como Cami gritaba y se corría en mi boca. Esa puta gritona me llenó más de placer, mi verga quería explotar y le hice señas a Isa que me masturbó muy suave, incrementó el ritmo, la metió en su boca y me dejó correrme en ella.

Bonito club, nos dejó agitados y al tiempo llenos de vida. Nos cambiamos, salíamos a recoger nuestras cosas y volvimos al apartamento a conversar pendejadas, con una que otra caricia entre nosotros...

(9,30)