Regularmente somos los hombres los conquistadores, pero en una era del feminismo este rol se ve invertido muchas veces y hay chicas que me han sorprendido y creo que a muchos hombres habrá habido mujeres que los intimidaron. Esta experiencia me pasó en un restaurante que solía visitar en esos años del Genesis de mi cuarta década. Entré sin mi chaleco, me había dejado la corbata porque muchas veces que me la quité y siempre olvidaba volvérmela a poner. Me hicieron pasar a una mesa para cuatro y me senté a esperar al mesero.
Casi al frente de mí, en la ringlera de mesas paralela a la mía estaba esta chica y, digo chica porque le calculé menos de veinte años. Tenía un vestido azul pálido de esa tela de mezclilla con escote redondo donde terminaba en o, comenzaba un cierre y este le llegaba en falda ajustada unos centímetro por sobre su rodilla y, desde el ángulo donde yo estaba le podía ver parte de su entrepierna. En un momento que me le quedaba viendo, pues realmente era atractiva, ella subió una pierna sobre la otra y prácticamente me mostró su calzón. Obviamente no imaginaba que lo había hecho adrede y seguí disfrutando de su belleza desde mi mesa.
Era de apariencia latín y ahora que la recuerdo tenía esa misma fisonomía de Laura Pausini, aunque creo era más bonita que la cantante y con más trasero. Su altura oscilaba en un metro sesenta, de cuerpo ligero, esbelta, aunque con un corpiño bastante generoso considerando su tipo de cuerpo. A ambos nos llevaron las bebidas al mismo tiempo, pues el mismo mesero la atendía a ella. Se apartó uno de sus flecos de un cabello lacio y oscuro que le cubría toda la espalda. Me sonrió y me hizo un ademán de brindis desde su mesa tomando su bebida y yo le correspondí. De repente se levantó y se acercó a mi mesa diciendo:
– ¡Hola! Me llamo Alexia. Te importaría si compartimos la mesa… digo, si no esperas a nadie.
– No… toma asiento. Mi nombre es Antonio Zena. ¡Mucho gusto en conocerte Alexia!
– La verdad que te miré al entrar y pensé: Este hombre además de ser muy guapo, debe de ser muy interesante.
– ¡Gracias por lo de guapo! Lo mismo pensé yo: ¿Qué hace una chica tan hermosa a solas?
– ¿Y a que se dedica? ¿Eres casado?
– No… soy soltero y trabajo en la industria química.
– ¡Soltero! Bueno… creo que a un bombón como tú es muy difícil de cazar, aunque creo que me estas mintiendo.
– No… para nada. ¿Y tú, con novio, casada?
– Te voy a ser honesta. Soy casada, pero soy muy traviesa.
– ¡Traviesa! ¡Interesante!
Alexia llevaba el control del cuestionamiento y yo solo le respondía y le hacía la misma pregunta. De una manera bastante sugerente se conllevaron los primeros minutos de la plática. De una manera insinuando el calor de la conversación se bajó unos centímetros el zipper de su vestido y me permitió ver una porción más de unos pechos que se miraban con los deseos de salir de un sostén que se los levantaba sensualmente. Se me pasaron muchas fantasías con esta chica y me sorprendía la libertad que sentía al manejar la plática. No era la primera chica que se me acercaba y me coqueteaba de esta manera, pero si creo que fue la más joven, pues luego descubriría tenía 23 años. Luego que la primera bebida se acababa, sonriendo me dijo:
– ¡Se me antoja una piña colada!
– Virgen. -le pregunté.
– No… ya no lo soy, pero te aseguro que hago milagros en la cama.
– Ah… me refería a tu bebida.
– Lo sé… recuerda que te dije que soy muy traviesa.
Así de coqueta era Alexia, aunque a primera vista parecía ser una chica sencilla y tímida. Tiene ese tipo de rostro virginal alargado, de cejas simétricamente reducidas y con unos ojos oscuros achinados. Es de nariz fina y labios ni tan delgados ni tan gruesos. Estaba lindamente maquillada y llevaba un brazalete en su brazo izquierdo, una cadena cuya medalla era una pequeña cruz con un diamante en el centro, su anillo el cual parecía ser una sortija de matrimonio y una pequeña cartera que había puesto a un costado del asiento. Ella retomaba la conversación:
– ¿Qué haces después de comer?
– Pues debo de regresar a mi oficina.
– Qué tal si una chica por ahí te dice… Tony, quiero coger contigo. ¿Regresarías a tu oficina?
– Créeme que, si es la chica que tengo frente de mí, dejaría todo un mes por estar cogiendo con ella.
– Realmente me gustas y me gustas como eres de aventurero también. Creo que no me equivoqué contigo.
Hasta el apetito había desaparecido por el morbo de la plática y no quería comer mucho por si en verdad se daba cogerme a esta chica. Ella solo tomaba ensalada y la acompañaba con una piña colada licuada. Luego ella me dijo algo que se parecía a lo que otras mujeres me han dicho, aunque Alexia le daba más morbo:
– ¡Me gusta tu postura y tu forma de tomar los alimentos! Hasta la manera que masticas se me hace tan sensual de tu parte. ¿Cómo quisiera que alguien me comiera así?
– Pues la verdad que ganas no me faltan, aunque dudo que lo digas en serio porque no tendrás mucho tiempo de casada.
– Sr. Zena usted no conoce lo traviesa que soy. Si usted quiere y tiene tiempo, la podemos pasar muy rico en algún lugar más privado y solo tengo una condición. Si nos volvemos a ver por ahí, usted me ignora y yo la ignoro. Solo será una tarde y así nos evitamos inconvenientes.
– ¡Por mi no hay problema! A la siguiente cuadra hay un motel. -le dije.
– Bueno… tengo una segunda condición: Quiero que me diga… ¿Qué es lo primero que me comería?
– Es difícil decidirme por un postre en particular teniendo una excelente variedad al frente, pero si debo decidirme por uno, comenzaría comiéndome tu culo. – le dije con una sonrisa llevando mi bebida a la boca.
– Veo que usted es de esos hombres que les encantan los traseros.
– ¡Solo espero esté disponible!
– Sr. Zena, usted no sabe lo traviesa y juguetona que soy. Créame que usted puede comer de los postres que quiera.
– Alexia… ¿debo pasar por profilácticos?
– Si usted gusta… a mí en lo particular no me gusta la sensación del plástico. Yo me cuido Tony y le doy mi palabra, yo sé con quién me meto.
Ambos salimos a nuestros vehículos al otro lado de la cuadra. Pagué por la habitación y al entrar lo primero que hizo fue ir a darse una breve ducha en el cuerpo. Salió con el mismo vestido y en ese corto camino que nos tomó llegar al motel, miraba ese vaivén de unas caderas en unas nalgas de antojos. Su vestido se le pegaba a su esbelto cuerpo y salía con esa sonrisa pícara y melosa. Se posó sobre mi pecho y le quise besar la boca y el cuello y ella me dijo que esperara. Ella me comenzó a remover la corbata, la camisa, la camiseta y me dejaba con el torso desnudo mientras me preguntaba.
– ¿Tony, que edad tienes?
– 41. -le contesté.
– ¿Cuál es tu altura? ¡Te ves alto!
– Metro ochenta y ocho.
– ¿Y qué medida de zapatos usas? Tú sabes que por ahí dicen que la medida de tu pie delata la medida de tu miembro.
– Bueno uso doce y medio (no sé el equivalente europeo), pero ya lo descubrirás tú si solo es un mito o ese dicho aplica conmigo.
Me quitaba los zapatos y me desabrochaba el pantalón y en todo aquello me masajeaba el paquete y mis glúteos. Me decía que le gustaba mi loción, que a ella le gustaba ver a un hombre bien vestido y desnudarlo y que oliera bien. Antes de bajarme los pantalones y el bóxer me decía que se sentía grande y en una forma de broma se decía a si misma: ¡Creo que Alexia está en problemas! – los descubría y me decía cuando con su mano derecha me tomaba el tronco del falo y con la izquierda tomaba mis testículos: – ¡No me equivocaba, tienes un buen trozo muy hermoso! Verdaderamente Alexia está en problemas. -Se decía a ella misma de nuevo.
Ella me pidió que la desnudara y solamente era cuestión de bajarle un zipper frontal y cuyo vestido luego parecía una bata. Vi sus pechos atrapados en un sostén que creo cuya finalidad es levantar en demasía los senos de una mujer. Se le miraban hermosos, frescos después de una bañada y vi su primer tatuaje en su costado debajo de su teta derecha. Era una gaviota con alas abiertas al vuelo en un tinte negro. En su glúteo izquierdo tenía un colibrí posado sobre una flor y este si era colorido. Sus nalgas se sentían sólidas y llevaba un calzón cachetero de un rosa pálido. Pensé bajárselo y comenzar a mamar sus tetas, pero ella me lo prohibió en ese momento y me pidió que le bajara el calzón. Estaba húmedo, al igual que mi bóxer se miraba humedecido por lo caliente de la plática. Ella se sentó a la orilla de la cama y tomó mi miembro erecto y me dijo: ¡Que hermosa verga tienes! No la imaginaba así de larga y gruesa, pero la imaginé adentro de mi boca cuando llegaste a tomar asiento al restaurante.
Obviamente la felación no había sido mi sorpresa, pues me la esperaba como un inicio al fornicar y pasó mamándomela por varios minutos en un sexo oral rico. Lo que sí me sorprendió fue su siguiente paso. -Ven…cómeme el culo. – Se puso en cuatro sobre la cama y aunque sorprendido se lo comencé a chupar delicadamente. Le chupaba las nalgas y regresaba a succionarle el ojete el cual miraba como lo contraía. Ella me lo preguntaba: ¿Te gusta comer culo Tony… te gusta mi culito? – Ella me lo movía como queriendo asistirme para que mi lengua entrara en él y quizá se lo chupé por unos quince minutos cuando ella me dijo: -Me vas hacer acabar, culéame Tony, méteme la verga en el culo mi amor.
Por más está decir que su culo estaba muy lubricado de tanta saliva. Había mirado como la sabana de la cama estaba salpicada, pues Alexia goteaba jugos vaginales de lo caliente y excitada que estaba. Me levanté atendiendo su mandato y le puse mi glande en su ojete mientras ella se abría sus propias nalgas. Las nalgas, el culo de esta chica es un poema aparte. Regularmente es de la manera como término una faena sexual, pero aquí comenzaba sodomizando a esta linda chica. Me dijo que fuera con cuidado y, en el cuarto intento mi glande le abrió su ojete. Que deliciosa sensación se siente, como apretaba ese esfínter y Alexia me dijo: ¡No te muevas! ¡Por Dios… cómo se siente la cabeza de tu verga! – Al minuto sin mucho movimiento Alexia me decía: Sácamela y vuélvela a meter despacio. Aquello se repetía a cada minuto y cada vez se la metía más. Me gustaba ver cómo le quedaba de abierto el culo a esta niña y como ella lo contraía y a la vez contraía su conchita que seguía emanando jugos.
Llegó el punto que se la metí toda y así sin mucho movimiento se la contraía internamente. Ella lo sintió y ella me lo dijo: -Hazle así, que rico siento tu verga en mi culo. – Y alexia comenzó también a contraerlo enviándome una rica sensación que por poco me exprimía mis testículos. Ella no se movía mucho y más que todo era como que ella quería restregar su culo contra mi pelvis y tragarse hasta mis huevos, no era un mete y saca, y yo hacía lo propio empujándole mi verga tomándola de las nalgas y abriéndoselas para la más óptima penetración. Así pasamos un par de minutos y explotó con un escandaloso orgasmo y hasta entonces comenzó el mete y saca donde le taladré el culo a morir y a los dos o tres minutos le llené el culo con una abundante corrida. No le saqué la verga hasta que esta le tiró la última escupida y que luego pasó a ser flácida. Comenzó a caer esa crema blanca sobre la sabana.
En esta ocasión yo pasé al baño primero y luego llego ella y tomábamos el baño juntos mientras ella me hacía la siguiente plática.
– ¡Tienes aguante! Nunca nadie me había hecho acabar por detrás.
– Parece que te encanta… es difícil creer que haya sido tu primera vez.
– No te miento… si me gusta que me den por detrás y siento gusto hacerlo, pero nadie me había hecho acabar así. Quizá por lo grande y gruesa de tu verga y pudiste alcanzar el punto P, como dicen.
– ¿Querrías decir el punto G?
– No Tony, el punto P, de lo puta que me hiciste sentir. ¡Qué rica culeada me has dado! Con razón me lo insinuaste, pues eres un Dios en hacer el sexo anal.
– ¡Quizás porque te lo pasé chupando mucho tiempo!
– ¡Por Dios Tony, ni me lo recuerdes que quiero que te lo comas otra vez! ¡Me vuelves loca cariño!
– Por mi que no quede… te pasaría comiendo ese culo por horas.
– Me lo dejaste ardiendo, pero de la manera que tú me lo dices, ya me comencé a mojar.
– ¡Pues nos estamos bañando! -le dije en broma.
– Otra corrida así y te bañaré con mis jugos.
No desperdiciamos mucho tiempo, tan pronto nos secamos llegamos a la cama donde Alexia volvía a darme una rica felación. Esta vez lograba meterse toda mi verga cuando mi miembro estaba flácido, pero a medida que tomaba volumen adentro de su boca no pudo más. Le propuse que me montara a la inversa y le dejé ir mis 23 centímetros en el agujero delantero que hasta ese momento no había ni tan siquiera saboreado. Ella exclamó lo siguiente: ¡Por Dios Tony, que rica verga tienes! Creo que soñaré con esta culeada por mucho tiempo. – Mientras le penetraba la pequeña conchita a esta linda chica, con el dedo de en medio de mi mano derecha comencé a sobarle el culo a Alexia. No se lo metía, pero se lo golpeaba al igual que algunas veces uno chaquetea el clítoris a una chica. Lo llenaba de saliva y se los sobaba o chaqueteaba. Ella me lo aprobó diciendo: ¡Tú si sabes coger… me vas a hacer tocar el cielo de nuevo! – Ella comenzó a mover su pelvis de nuevo en un vaivén incesante que me fue imposible seguir con un cacheteo acorde a sus movimientos. Sabía que estaba a punto de llegar, pues mi verga estaba llena de sus fluidos que toda mi pelvis y testículos estaba mojados. Solo miraba cómo mi verga entraba y salía de una vagina reducida, estrecha y que sentía comenzaba a vibrar internamente y de repente el gritó: ¡Me estoy corriendo Tony… no pares, dame más, dame más!
Le seguí dando por varios minutos hasta que Alexia exhausta me pidió que parara cuando aquel caudal de orgasmos le dejaban totalmente relajada. Tenía gotas de sudor en la espalda y al voltear miraba su rostro sudado y se sorprendía que mi verga se mantuviera solida adentro de su conchita que seguía hirviendo. Me preguntó si no me podía ir y le dije que para eso le iba a pedir algo y ver si me cumplía una de mis fantasías. Le mentía, pues aquello lo había hecho ya en varias ocasiones con diferentes hembras. Ella me lo preguntó:
– ¿Qué quieres? -me dijo con esa mirada rica y llena de satisfacción.
– ¿Alguna vez le has comido el culo a un hombre?
– Nunca… nunca me lo han pedido. ¿Eso es lo que tú quieres?
– ¿Crees que puedes?
– Te dije que era muy traviesa. ¿Y cómo te voy a negar algo después de la rica culeada que me has dado?
– Pero… ¿de veras lo quieres hacer?
– Tony… se me antoja comerte el culo también.
Comenzó con la faena de chuparme la verga toda llena de sus jugos, luego me limpio con una toalla mojada toda el área de la pelvis e incluso mis nalgas pues estaban saturadas de nuestras secreciones. Al principio me puse acostado de estómago y ella comenzó a besar mis nalgas y me las masajeaba. Ella me dio un cumplido: -Tienes bonito trasero… se ve que te ejercitas con frecuencia. Paseó su lengua por la rajadura hasta chocar con mi ojete. Ahí se mantuvo chupándolo y mi verga escurriría del placer. Que rico es sentir una lengua caliente de una hermosa mujer. Luego me di vuelta y le pedí que siguiera y me tuve que acomodar sobre unas almohadas para que mis glúteos le quedaran elevados. Me comenzó a chupar de nuevo el culo y le pedí que con sus manos me masajeara los testículos y el falo. ¡Que delicia! Creo que en el sexo esta es mi debilidad, sentir los labios de una hermosa chica en mi culo, mientras te masajea la verga… eso me sube a mil. Creo Alexia lo intuía y yo se lo anunciaba cuando sentí esa sensación en mis huevos de la eyaculación: ¡Me vas hacer correr… estoy a punto de correrme! – Ella inmediatamente tomó posición y se metió la punta de mi falo mientras me masturbaba desde el tronco. Le dejé ir mi corrida en su boca y esta linda chica me la mamó hasta que esta se puso flácida. Se había tragado mi corrida.
Llegamos cogiendo a eso de las cuatro de la tarde que era la hora que ella había anticipado. Por Dios que le abrí el culo en tres ocasiones a esta chica en esa tarde y quedaba totalmente exhausta de tremenda cogida que ella me decía que, si su marido quería algo en la noche, lo tendría que rechazar fingiendo estar enferma, pues además de haber sufrido algunos calambres, me decía que hasta se sentía seca. Por el convenio nunca nos dimos el teléfono del uno al otro y prometimos nunca intentar localizarnos para no crearse problemas. Ella se bañó, se perfumó y maquilló como si no hubiese pasado nada y sé que no llevaba calzones, pues lo había metido en una bolsa plástica que había para cubrir unos vasos en el motel y los había guardo en su pequeña cartera. Cuando nos despedíamos con un beso apasionado y por última vez recorría sus glúteos con mis dos manos le dije:
– ¿No llevas pantis?
– ¿Cómo lo sabes… se me nota en la mirada?
– No se te siente el relieve de ellos por sobre tu vestido. ¿Te puedo pedir algo?
– ¡Me excitas cuando me hablas así! Dime… que se me hace tarde.
– ¡Déjame tu pantis de recuerdo!
– Te gustan los riesgos… ¿Qué tal si te los encuentra tu mujer?
– Te dije que soy soltero.
– Mentiroso… solo una ingenua te creería que con tremenda pinta y con tremenda pija no tengas dueña.
– Te lo juro… no soy casado.
– No te las puedo negar después de la deliciosa aventura que hemos pasado. De veras me has dejado admirado. Sabía que me encontraba con un hombre de experiencia, pero nunca imaginé la rica experiencia que me harías pasar ¡Aquí las tienes! Sabes… si fueras un gigalo yo fuera tu clienta. Procura que tu mujer no te encuentre con mis pantis…
Alexia salió por aquella puerta del motel, vi cuando se subió a su coche, me hizo un ademán de adiós y se marchó para no volverla a ver jamás. Yo me quedé pensativo del momento que había vivido y todo aquello parecía como un rico sueño. Su comentario del gigalo, me recordó la experiencia de una joven prostituta que contraté hace unos años y quien me dijo: -Usted es un Dios para coger, la que debería pagar por todos los orgasmos que me ha sacado seria yo… Nadie me ha hecho acabar las veces y de la manera que lo ha hecho usted. -Saqué del envoltorio aquella panti de color rosa y la extendí para ver esa mancha blancuzca que la conchita de Alexia había manchado. No pude evitarlo… me la llevé a la nariz, absorbí de nuevo el aroma de esta hermosa chica y solo así sentía que aquella culeada sorpresa había sido realidad.