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Con la mujer de mi mejor amigo
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Estaba sentado en un sofá de la sala de la casa de mi mejor amigo. Belinda, su esposa, me sirvió unas copas de whisky acompañada de una sonrisa mientras sonaba en la cadena musical: Moonshadow, uno de los grandes éxitos de Cat Stevens, luego se sirvió otra para ella y dejó la botella de 100 Pipers sobre una mesa camilla que había sobre la alfombra.

Belinda era hija de padre español y madre inglesa, tenía 19 años llevaba tres años casada con mi amigo Miguel que tenía 42 años. Suena rara la diferencia de edad, pero es que mi amigo Miguel había tenido relaciones con ella cuando no debía y para no meterse en problemas se comprometió con sus padres a casarse con ella. Aclarado lo de la edad os diré que Belinda medía un metro setenta y ocho y pesaba unos noventa kilos. Era una mujer rubia y muy bella, sus ojos azules no le cabían en la cara de grandes que eran, sus labios eran carnosos, sensuales, su nariz chiquita y cómo toda mujer alta y robusta tenía unas tremendas tetas y un espectacular trasero. Ese día llevaba puesto un vestido azul que le daba por debajo de las rodillas y calzaba unos zapatos marrones de tacón bajo. Se había cortado su largo cabello y se dejara media melena.

Belinda se sentó en el sofá de dos plazas que estaba enfrente del sofá donde yo estaba sentado y me dijo:

-Miguel no va a venir. Hoy duerme con su querida en Red Hill.

Yo sabía que mi amigo tenía esa querida y que se llamaba Ashley, lo que no sabía es que su mujer tuviera conocimiento de ello. Le mentí.

-No lo sabía.

-Si lo sabías, tú te tiras a su amiga Agnes.

Era verdad, pero se lo negué a palo seco.

-Yo nunca le fui infiel a Marta.

-No me hagas hablar que mi hermana me lo cuenta todo.

-No me creo que te cuente todo…

Belinda no me dejó acabar, me dijo:

-Me levanté el vestido de novia, él me bajó las bragas, me cogió en alto en peso, me arrimó a la pared y me dio el orgasmo más delicioso de mi vida. Volví a la mesa del banquete y me senté al lado de mi estrenado marido con su leche dentro de mi coño y…

Ahora la interrumpí yo a ella.

-Vale, vale, te lo cuenta todo, pero dime: ¿Si tu marido no quería hablar conmigo por qué me dijiste que viniera a tu casa a hablar con él?

-Quería que vinieras y me hicieras un favor.

-Para eso no hacía falta que mintieras, sabes que no tienes más que pedirlo.

Lo soltó de un tirón.

-Quiero que me ayudes a meterle los cuernos a Miguel.

La verdad es que algo de follar me esperaba, aunque no pensé que fuera tan directa.

-No me pidas eso, tu marido es mi mejor amigo.

-No tendrías que tocarme.

-Sin tocar no se pueden meter cuernos.

-Sí se puede.

Me tenía intrigado. ¿Cómo le iba a meter los cuernos a su marido conmigo sin dejar que la tocara? Le pregunté:

-¿Cómo?

-Mirando. Sería unos cuernos especiales.

-Ilumíname.

¡Vaya si me iluminó! Se levantó, abrió la cremallera del vestido, lo dejó caer al piso y vi sus tetas y su coño. No llevaba nada debajo. Sus tetas eran tremendas y tenían areolas rosadas y gordos pezones. Su coño estaba rodeado de pelo rubio. Me preguntó:

¿Te gusta lo qué ves?

No sé si notaría que se me cayó la baba al decir:

-Mucho.

-¿Te gustaría ver cómo me masturbo?

-¿A quién no le gustaría verte?

Se sentó en el sofá, se abrió de piernas y echó una mano al coño. En mi vida me viera en otra igual. Se me habían insinuado mujeres, pero ninguna se había desnudado sin haberla calentado ni se abriera de piernas delante de mí y se pusiera a hacer una paja, que era lo que iba a hacer Belinda. Me mandé la copa de whisky un trago al ver cómo mojaba dos dedos en la lengua y después cómo acariciaba el clítoris con ellos. Me preguntó:

-¿Te excita verme?

La respuesta era obvia

-¡Joder si me excita!

-¿Te la puse dura?

-Cómo una piedra.

Tocándose, sonrió, y dijo:

-Me encanta saber eso.

Eché otra copa y me puse a mirar cómo con una mano se magreaba las tetas y cómo con los dedos se frotaba el clítoris de abajo a arriba, de arriba a abajo y alrededor. Poco después ya gemía, y entre gemidos me dijo:

-Saca la polla que al verla seguro que ya me corro.

Saqué la polla empalmada y mojada. Al verla sus dedos volaron sobre el clítoris y su mano apretó una teta. Aún tardó en correrse, pero cuando lo hizo se corrió con una fuerza brutal. Echó la cabeza hacía atrás y su coño soltó dos chorros de jugos que casi llegan hasta donde yo estaba sentado. Sacudiéndose, dijo:

-¡I cum! (¡Me corro!)

Al acabar de correrse, con los ojos cerrados metió dos dedos dentro del coño. Le pregunté:

-¡¿Vas a hacer otra paja?!

-Sí, la primera siempre me deja muy cachonda.

Yo ya estaba meneando la polla, Belinda me preguntó:

-¿Me deseas?

-Sí.

-Pues córrete conmigo.

Nos masturbamos mirándonos a los ojos, a la polla y al coño. Gemía ella al ver subir y bajar la piel de mi glande y al ver salir aguadilla del meato y gemía yo al sentir el chapoteo que hacían sus dedos dentro del coño… Al rato y a punto de correrse movió la cabeza asintiendo. Yo asentí también diciéndole que cuando quisiera nos corríamos. Apuré los movimientos de muñeca y de mi meato comenzó a salir leche en cantidad. Belinda al verla se corrió otra vez soltando dos chorros de jugos que salieron a presión por ambos lados de los dedos.

Al acabar lamí la leche de mi mano para limpiarla y para ver si le daba asco, si le era indiferente, o si la excitaba. Me preguntó:

-¿Por qué lames la leche tu corrida?

-Porque no puedo lamer los jugos de la tuya.

De lo de no tocarla ya se había olvidado.

-Claro que puedes lamer la corrida de mi coño, pero solo te dejaré hacer eso.

Guardé la polla y me arrodillé delante de ella. Sus piernas se abrieron de par en par. Separé los labios vaginales con dos dedos y vi su coño anegado de babas. Lamí, saboreé y tragué. Después lamí un labio, lamí el otro, lamí de abajo a arriba y acabé ese recorrido lamiendo el clítoris, clítoris que tenía el glande erecto. Quería beber aquellos chorros que echaba al correrse, le pregunté:

-¿Sigo?

Belinda ya estaba perra.

-¿Quieres seguir hasta el final?

-Sí.

Habló por hablar cuando dijo:

-Hasta el final no sé si te dejaré, pero te voy a dejar un poquito más

El poquito más fue una comida de coño que cuando se corrió le temblaban hasta las cejas, y a mí se me hizo la boca agua al recibir su néctar agridulce en dos potentes chorros y dos más pequeñitos.

Luego de lamerle bien el coño para aprovechar hasta el último resquicio de la corrida, me dijo:

-Ya le metí los cuernos.

No podía dejar la cosa así, era demasiado monumento para dejarla pasar por delante de mis narices. Le dije:

-Si no pruebas mi polla no se los metiste.

-¿Tú crees?

-Sí, no hay cuernos sin cuerno.

La había convencido, bueno, más bien se dejara convencer. Me dijo:

-Levántate.

Me levanté y me bajó los pantalones. Con su mano derecha me cogió la polla y con la izquierda me cogió una nalga. Mamando la polla y lamiendo y chupando mis huevos pasó un dedo por mi ojete. Sabía lo que hacía, pero no sabía a quién se lo hacía. Mientras jugaba con mis atributos le eché las manos a las tetas, le tiré de los pezones, se los pellizqué, le magreé las tetas… Luego me separé de ella para que siguiese mamando de rodillas. Ya la tenía donde quería. Le pregunté:

-¿Dónde quieras que te la meta?

-En ningún lado. No vamos a follar.

Me puse detrás de ella y le levanté su tremendo culo.

-Ponte a cuatro patas.

-No, ya te dije que no vamos a follar.

Me agaché y le lamí el coño y el culo.

-Entonces te voy a comer el culo y el coño hasta que te vuelvas a correr.

Se puso a cuatro patas, y me dijo:

-Hacer eso sí que te dejo.

Le di placer lamiendo su coño y lamiendo y follando su ojete varios minutos, luego le pasé la cabeza de la polla por el ojete, el agujero se abría y se cerraba. Le pregunté:

-¿Meto?

Ya no dijo que no.

-No sé, por el culo…

Metí y saqué la punta varias veces y el culo la recibía con agrado. Se veía que ya fuera follado. Al empujar con más fuerza la polla entró hasta el fondo. Por sus gemidos supe que le gustaba. Le dije:

-Ahora sí que le metiste los cuernos a tu marido.

Belinda ya estaba entregada a la causa.

-Hasta que no me la metas el coño cómo se la mete él a la otra no se los meteré.

Saqué la polla del culo, le agarré las tetas y se la metí en el coño de un chupinazo. Con la polla clavada hasta el fondo dejé de magrearle las tetas y le aplaudí sus gordas nalgas. A cada aplauso en su culo Belinda sacaba la polla del coño y después la metía. Así estuvo un tiempo. Cuando sentí que se iba a correr se la saqué del coño, se la metí en el culo y le di caña. Ni un minuto tardaron sus piernas en comenzar a temblar. Se corrió jadeando cómo una perra. Su coño echó varios chorros que acabaron sobre la alfombra. Mi polla descargó dentro de su culo.

Belinda ya no se cortaba un pelo. Nada más quitar la polla de su culo se dio la vuelta y cogiendo mis manos con sus manos me tumbó sobre la alfombra con la idea de montarme, pero le salió mal, ya que mi polla al salir del culo se había puesto flácida. Al cogerla se dio cuenta de su error, pero no por eso se desanimó, se dio la vuelta, me puso el coño en la boca, agarró mi polla y comenzó a mamarla. Hay que decir que mamaba bien y que yo tampoco mamaba mal… Cuando ya estaba cachonda, tan cachonda que se iba a correr sí o sí, me metió la mitad del dedo dentro del culo y me lo folló. La polla se puso tiesa cómo una piedra. Belinda tenía un dilema, seguir chupando y follando mi culo y correrse en mi boca o montarme y correrse en mi polla con el riesgo de que me corriera dentro de ella. Eligió la segunda opción. Se dio la vuelta y metió la polla en su coño. Su tremendo culo me folló con una lentitud pasmosa. Sus tetas me acariciaban la cara. Poco después dejó de moverse y me las dio a mamar. Las chupé y las mamé con mi polla enterrada en su coño. Belinda no se movía para que yo no me corriera. Sentí su coño abrirse y cerrarse, pero al no haber descargado supe que eran simples contracciones. Le di el dedo medio de la mano derecha a chupar. Lo chupó y después se lo metí en el culo, El esfínter lo apretó mientras yo le follaba el culo con él. Al ratito sentí cómo su coño bañaba mi polla, como lo apretaba y cómo Belinda se desplomaba sobre mí. Se corrió cómo un angelito, gimiendo en bajito y temblando cómo si tuviera frío. Esperé a que terminara de correrse y a que se echara boca arriba sobre la alfombra, luego le puse la polla en los labios y la meneé hasta que me corrí. Al sentir la leche en sus labios abrió la boca y se tragó mi corrida.

Al acabar de correrme la besé con parte de mi leche en los labios y después le dije:

-¿Satisfecha?

-Por hoy sí.

Belinda había consumado su venganza. Le había metido los cuernos a su marido, y por la respuesta que me había dado intuí que le quedara la boca dulce.

Quique.

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