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Control mental para su amor imposible

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Nunca creí en el amor a primera vista hasta que conocí a Margarita: Su cabello castaño, su piel tersa y blanca, sus ojos caramelos, su belleza sin igual. Me propuse a conquistarla, salí con ella, la seguí, la ayudé en todas sus labores, fuimos de viaje y paseo a diferentes lugares, incluso acompañados por sus amigas o miembros de su familia. Sin embargo, nunca pude pasar la “friend zone”. Me le declaré tres veces y en todas me hizo entender que sólo me veía como un amigo y no quiso hacerme daño.

Luego traté de olvidarla y por todos los medios dejé de comunicarme con ella. Hasta que un día recibí una llamada diciéndome que me extrañaba e invitándome a pasar un almuerzo con ella en su nuevo departamento.

Se había mudado con una amiga, sin embargo su amiga se había ido de viaje por varios días, así que la casa era sólo para nosotros. La ayudé a hacer las compras y luego a preparar la comida. Durante la preparación se le escapó que tenía un enamorado.

Lo dijo mientras yo fileteaba el pescado, por lo que me hice un pequeño corte en el dedo y aguantando las lágrimas para no llorar. Cuando se fue a hacer el resto de preparativos no me contuve más y vertí lágrimas sobre la comida mientras hacía la decoración, así como un poco de sangre acompañó la preparación.

Durante el almuerzo traté que no se vea mi turbación, conversando de otra cosa para cambiar el tema. Al terminar de comer sucedió algo insólito: no se podía mover.

Ella se asustó y yo también:

-Yo: ¿Qué tienes?

-Margarita: No sé, no puedo moverme.

-Y: Párate, por favor —así lo hizo, pero su cuerpo seguía sin responderle, masajee sus manos  y le pregunté si podía sentirme.

-M: Me dijo que sí.

-Y: Hay que llevarte al médico —y se movió hacia la puerta. —“¡Alto!” grité y ella se detuvo.

En ese momento mi malicia salió. No podía dejar pasar esa oportunidad, estaba demasiado dolido por la noticia.

-Y: Vamos a tu cuarto.

Margarita fue contra su voluntad, pero su cuerpo no le respondía.

-Y: No sé qué ha pasado, pero lo siento no puedo dejar pasar esta oportunidad. ¡Relájate! —y  empecé a besar su mejilla y su cuello, acariciándole los hombros.

Lágrimas de impotencia se deslizaron por las mejillas de Margaritas, eran saladas y las lamí, mientras pedía que parara. Esa sensación me excitó más.

- Quiero verte en brasier –le dije. Y se empezó a desnudar: Se quitó la chompa y luego el polo.

- Ahora quítate el pantalón, quiero verte en ropa interior, despacio —agregué. Su cara estaba roja por las lágrimas que salían de ella: lágrimas de frustración y de miedo. Se sacó los zapatos, luego se sacó el pantalón un pie a la vez y se quedó de pie con sólo sus bragas y brasier de color blanco. Sus pechos eran grandes y apetitosos, sus piernas contorneadas y el triángulo de su calzón dejaba ver algunos vellos púbicos fuera de la prisión del algodón.

Me coloqué detrás de ella y empecé a acariciar su cuerpo, mi mano subía y por su cadera y estómago mientras besaba su cuello, hombro y el nacimiento de sus tetas. Luego deslicé mi otra mano hacia dentro de su braga sintiendo la peludés de concha. Lágrimas de impotencia se deslizaban por su cara.

Aflojé las tiras de su sostén y deslicé hasta la altura de su estómago besando las aureólas y sus pezones hasta que se pusieron duros. Todo esto sin dejar de acariciar su chocho peludo dentro de su calzón.

Le ordené que se sentara en la cama, se relajara y se abriera de piernas. Deslicé su calzón hasta la altura de sus rodillas y al ver su vagina rosada y peluda. No me resistí a probar su sabor a mar. Empecé a lamer, un olor fuerte a pescado inundó la habitación y oí algunos gemidos escapar de sus labios. Eso me excitó más y busqué su clítoris para morderlo y meterle los dedos. Ella se empezó a mojar, la calentura de su raja quemaba mi boca.

Le ordené que me desnudara y me baje la trusa con la boca. Así lo hizo ella. Luego le ordené que me lamiera el glande hasta que se corra en su boca y le guste mi sabor. Para su disfrute le ordené que se masturbara mientras lo hacía.

Luego cambiamos a la posición del 69, lamiéndonos el uno al otro hasta que sentí que me correría. Me puse de pie y le dije: “lámelo y tómatelo todo. Este va a ser el alimento más rico que haz probado y te correrás con su sabor” No creo que haya resultado, sabía que no podía controlar sus pensamientos, tan sólo sus acciones.

Algunas gotas de semen y baba cayeron por las comisuras de sus labios. La dejé descansar algunos minutos mientras recuperábamos fuerzas. Ella cayó agotada en la cama. La visión era gloriosa: de costado, completamente desnuda, con su cuerpo sublime, sus tetas paradas, su concha mojada y su cara con mi semen.

Minutos después, le ordené que se limpie la boca y me traiga condones, me los coloque con la boca y se eche en la cama con las piernas abiertas. Su rostro ya no tenía expresión de susto, sino de resignación.

Tenía inexperiencia colocándome el condón con la boca, pero al final lo hizo. Me gustaba eso. Me excitaba el saber que a sus 28 años, un chico de 23 años como yo podía enseñarle cosas.

Se echó en la cama con la cara al techo, me comí su clítoris, mientras exploraba las paredes de su vagina con mis manos, sintiendo su calor y su sabor, la textura de terciopelo de su piel, sus vellos púbicos. Cuando estuvo más mojada me levanté.

Acerqué la cabeza de pene a la cueva de su vagina y la deslicé de arriba abajo y en forma circular en la entrada de su cueva.

Se puso más cachonda y entonces se la clavé de despacio, disfrutando el olor de su piel, susurrándole palabras dulces al oído, mordiendo suavemente sus pezones. Margarita cerró los ojos y se dejó llevar por el placer. Luego la coloqué de costado, me gustaba más; su vagina se cerraba un poco más por la presión de sus piernas clavándola de forma rítmica y constante. Así me corrí nuevamente.

Descansé un poco, tal vez 20 ó 30 minutos, comí algo, bebí agua y le di alimentos y bebidas también a ella, le limpié su cuerpo mojado de sudor y de fluidos para luego empezar otra ronda. Era celestial. No sabía cuánto iba a durar el efecto así que tenía que aprovechar. Le dije que se masturbara mientras tanto.

Esta vez me pude el condón y me eché boca arriba. Le ordené que se me cabalgue despacio y a horcajadas y cada vez que se sienta más mojada y excitada aumente las arremetidas. Ver como subía y bajaban sus tetas, la expresión de placer de su rostro con los ojos abiertos y cerrados, sentir el calor de su piel, su sudor, su olor.

Como ya era la tercera corrida demoré más en venirme. Al sentirla cada vez más cerca del éxtasis, le dije que se colocara en cuatro patas. Lo hizo en forma rápida, como si no quisiera perder el ritmo. De lo mojada y lubricada que estaba se lo metí completamente sin problemas. Con movimientos rítmicos rápidos y unas nalgueadas suaves continué con el mete-saca hasta que sentí que hizo un ruido, fue como si se hubiera roto. Cayó de pecho, aplastando sus tetas contra la cama, quedó quieta hasta que su respiración se hacía más pausada y normalizada. Era la forma en que había alcanzado un orgasmo múltiple. Yo continué con mis arremetidas hasta que al fin me corrí. Vi todo el flujo que salía de ella y me lo bebí sin miramientos. Ella seguía con sus orgasmos múltiples y me di cuenta que ya podía mover su cuerpo a voluntad.

Luego que nos recuperamos del orgasmo le dije:

Y: “Si quieres puedes denunciarme por violación” —le dije— Perdón mis instintos.

Se acercó al teléfono y me asusté. Llamó a su novio y le dijo que habían terminado. Colgó y me dijo:

M: Me has hecho sentir el sentir en la gloria, como nunca lo había imaginado. Desde ahora seremos pareja y copularemos seguido. Siempre tuve miedo, ya que te consideraba un niño imprudente. Pero me demostraste que eres un hombre tierno que me ha apoyado desde que nos conocimos y que busca el placer de su pareja antes que el de sí mismo.

Un beso selló nuestro amor y desde ese día lo hacemos como conejos.

 

Hemos pasado los momentos más felices de nuestras vidas. Esperamos pronto casarnos. 

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