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Cosas de familia (Parte 1): La hija

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La historia que voy a contar fue escrita desde lo más oscuro de un sucio calabozo. Dónde espero a que en breves momentos mi señora esposa venga y pague una pequeña fianza, así pueda ser liberado.

Mi nombre es Juan, tengo 46 años, soy profesor de matemáticas, graduado en la universidad de ciencias exactas. Además de profesor, soy regente del colegio católico Saint Paul. Uno de los más caros, antiguos y prestigiosos establecimientos educativos de la ciudad.

El fin del ciclo lectivo se acercaba siendo esta una época de cierre de calificaciones. Una etapa difícil para aquellos estudiantes que debían egresar a la universidad. Teniendo que ajustar sus calificaciones al nivel más alto.

Año final el cual tiene intensas evaluaciones de parte del personal educativo del colegio. Cabe destacar que la mayoría de estos jóvenes cumplen 18 años en el último trimestre del ciclo escolar. Para así poder entrar con la mínima edad requerida por norma en cualquier universidad. Por tanto comienza a dárseles un trato más maduro y no tan infantil.

Aquellos que no lleguen a los niveles deseados podrían perder el próximo año de universidad debido a los requisitos que estás tienen para la admisión de sus alumnos. Suena menor pero por lo general las familias más acomodadas de la alta sociedad pagan fortunas en universidades privadas nacionales o en el mejor de los casos internacionales para que sus hijos se gradúen. Pagando miles de dólares anuales por la educación de estos, de ante mano y sin devolución. Entonces el aprobar todas las materias en estas instancias es crucial para ser habilitados a cursar el año universitario.

Jésica Suárez era una de las más lindas alumnas del último año. Una chica muy respetuosa, de una familia de las más burguesas de la ciudad. Su padre dedicado al comercio exterior era muy reconocido en la ciudad por sus exitosos negocios.

Durante el año Jésica nunca pudo encontrar el camino para amigarse con los números y cálculos de la materia reflejando un promedio bastante bajo para este momento en su cierre de calificaciones.

Realmente la alumna Suárez era hermosa, 170 cm de altura. Curvas muy pronunciadas bajo su uniforme escolar, sobre todo en la parte de su cadera. Las cuales veía con gran deleite los martes cuando las alumnas hacían gimnasia. Poseía unas piernas potentes y tonificadas. De apariencia aniñada con esa trenza de pelo rubio que siempre llevaba. Era imposible creer que hacía 2 meses había cumplido 18 años.

Caminaba siempre moviendo su trasero cosa que volvía loco a todos los alumnos y profesores. Varias veces fantasee con estar bajo su falda haciendo mía a esta mujercita. Con unos hermosos ojos celestes cielo y unos labios gruesos que podían llevar al extremo cualquier fantasía que uno tenga con esta mujer de corta edad.

Sus calificaciones no eran buenas más allá de mi materia. También había otras áreas que estaban bastante bajas cerrando así un año para el olvido. Comprometiendo terriblemente su próximo año en la universidad. Muchas veces puede hacerse una amnistía sobre esta situación dependiendo del alumno, las influencias políticas, la posición en la sociedad, o la cantidad de billetes que este tenga en su cuenta y cuan dispuesto a colaborar esté.

Cómo regente del establecimiento activo un protocolo interno, dónde pido una reunión con la familia y la alumna para evaluar el caso y así tomar algunas medidas.

Reunión fechada para el miércoles por la tarde en mi oficina. Luego de la salida de los alumnos del establecimiento. Todas las partes conocíamos la delicada condición de Jésica Suárez tanto los docentes cómo los padres. Solo restaba ver un posible acuerdo por izquierda para evitar la debacle producida por sus calificaciones que echaban por tierra la idea de cursar regularmente el próximo año de universidad.

La hora de la cita en mi oficina, se había cumplido. Sin ninguna presencia de las partes necesarias requeridas por el establecimiento. Luego de 15 min de demora, golpea la puerta la alumna Suárez sin la presencia de sus padres.

Tomando asiento sola en mi oficina, me comunica que sus padres estaban demorados, pero que en 20 o 30 minutos aproximadamente llegarían. Lo cual era una falta de respeto total y algo imposible de realizar por cuestiones de agenda.

Sin importar la ausencia de sus padres, comencé la reunión a solas con la alumna. Comunicándole sus notas las cuales ambos sabíamos que eran malas. Razón por la cual se le quitaba la condición de ser alumna regular de cualquier universidad.

-¡No, señor regente!, ¡No puede pasarme esto!- Decía Suárez

-Lo lamento, pero es la realidad. Con estas notas no podemos hacer nada. Tendrás que perder el año. ¡No puedo ayudarte, realmente lo siento!

-¡Señor regente mis padres me van a matar! ¡No me haga esto! ¡Se lo suplico!

-¡Lo siento señorita Suárez! le comunicaremos en breve a sus padres estas tristes noticias. ¡Muchas gracias por venir!

Finalizando la reunión me pongo de pie y me dirijo a abrir la puerta de la oficina para acompañar la retirada de la alumna.

-Bueno señorita Suárez, ¡que tenga un excelente verano, gracias por acercarse a mi oficina!

Mientras abría la puerta, como invitando a que se retire.

-Señor regente, ¿no habría otra solución un poco más viable? -Pregunta esta puesta ya en pie.

-No mi estimada, las evaluaciones del ciclo lectivo ya han finalizado y no has podido estar a la altura de este. Sumado a la ausencia de tus padres en esta reunión lo cual complica todo aún más. Lo siento pero te pido que te retires.

Desde la puerta podía ver cómo la joven retrocedía lentamente hasta apoyar sus carnosas nalgas sobre mi escritorio sentándose levemente. Para con suavidad empezar a abrir sus piernas y levantar notoriamente su falda de colegiala.

-Señor regente, ¿está seguro que quiere que me vaya?

-¡Señorita Suárez un poco de cordura! ¿Qué se piensa que es esto?

-No lo sé señor, dígame lo que es usted.

Mientras se recostaba sobre mi escritorio para terminar de levantar su uniforme escolar. Cada vez con las piernas más abiertas podía observar su diminuta ropa interior color rosa que surcaban toda su intimidad. Cerré la puerta y sin salir de mi asombro quedé petrificado ante tan sexual acontecimiento.

-¿Qué está haciendo?, ¿Está loca alumna Suárez?

-¿Qué cosa? ¿no le gusta señor?

-¿Querés que nos metan presos a todos?

-No, yo tengo 18 años recién cumplidos.

Mientras terminaba de echarse completamente sobre mi escritorio. Abría sus piernas para comenzar a tocarse por debajo de su ropa interior y delante de mí. Astutamente con una mano corrió su ropa interior para empezar a manosear su clítoris por unos instantes, como quien hojea una revista. Para terminar introduciendo de a uno, tres de sus dedos en su orificio vaginal. Mientras me miraba de modo tierno como desafiándome a qué actúe.

-¿Le gusta señor? ¿Le gusta cómo me estoy tocando por usted?

-¡La verdad que sí! ¡No te lo puedo negar!

-¿Señor regente, no tiene ganas de cogerse una pendeja de 18 años? ¿Una pendeja atrevida, arriba de su escritorio?

-¡Suárez no juegue con fuego!

-Micaela Acosta, nos contó lo cabezón y lo terriblemente grueso que es su pene. Y cuánto tuvo que chuparlo celeste rosales en la sala de profesores.

(Micaela Acosta y Celeste rosales eran alumnas de otras promociones que en otro momento les voy a contar).

Para que más, mi pene no entraba en mis pantalones explotando en una terrible erección generada por esta mocosa atrevida.

Para sin piedad abalanzarme sobre esta. Agachándome hasta posar mi cara en su rozado pesebre en forma de canoa. El cual comencé a degustar con la punta de mi lengua de forma muy suave. Para progresivamente ir aumentando la frecuencia e intensidad, mientras esta muchacha hundía mi rostro con sus manos sobre su mojada, sabrosa y cerrada vagina.

Pude lamer toda la espesura de su ser sintiendo en cada succión su rico gusto a juventud. Mientras empezaba a gimotear debido al placer oral que le brindaba.

-mmm ¡El señor regente le está chupando la conchita a una alumna arriba de su escritorio! mmm ¿Qué pendeja puta esa alumna no? ¿Por qué no se la coge de una vez? mmmm

Sin más contemplaciones volví a la verticalidad y extraje mi miembro de dentro de mis pantalones en una erección colosal. Contemplando su figura angelical desparramada sobre mi escritorio mientras agitaba mi pene con mi propia mano. Para comenzar de modo brusco la extracción de su ropa interior. Ensalivé mis dedos de manera excesiva para verter parte de este líquido en su raja emulando un gel lubricante que reduciría la fricción entre ambos.

La tomé de las piernas las cuales puse suavemente sobre mis hombros. Posicionando sus caderas justo frente a mí. Para comenzar a penetrarla y sentir como esa pequeña raja apretaba mi glande al mismo tiempo que podía oír los gemidos de placer emitidos por esta alumna. Lejos de tener piedad la tomé de los muslos dónde hice presión para que de un solo movimiento entre a fondo en ella. Un hermoso quejido de placer rompió el silencio de la oficina. Mi pelvis se sacudía a ritmo duro haciendo entrar y salir mi verga de esta colegiala la cual pagaba con el cuerpo su falta de buenas calificaciones. Podía ver cómo todo mi tronco deformaba su inexperto coño. Placer que era maximizado por la ausencia del uso de un condón. Me sacudía como una bestia dentro de ella, cómo poseído por la misma lujuria. Haciéndola gemir cómo una pequeña zorra. Mi zorra. Mis manos en su cintura, sus piernas en mis hombros y mis testículos rebotando entre sus nalgas extraían unos gemidos de placer que adornaban la escena.

Luego de varios minutos de placer en esta posición decidí darle la vuelta y seguir mi festín sexual copulando con ella. De un solo movimiento rápido y preciso la tomé de las caderas haciéndola girar. Quedando esta boca abajo a lo cual intuitivamente optó por tomarse del borde de mi mesa de trabajo con ambas manos. Dejándome libre acceso por detrás de ella.

-¡Señor regente! ¿En esa pose me va a seguir cogiendo? ¡sí!, ¡cójame y cójame bien duro, como se cogió a la mamá de Matías Sánchez!

No me quedó más remedio que enredar su largo cabello trenzado en una de mis manos y así comenzar a penetrarla analmente. Mientras jalaba de su cabello, mi pene avanzaba por dentro de su esfínter sin freno. Toda mi longitud peneana abría su cerrado ano dándole un placer extremo. Un olor fecal invadía mi oficina en un claro indicio que el recto de Jésica estaba siendo bien hurgado por mí.

-¡Ay señor regente ay!, tenía razón Micaela Acosta. ¡Usted tiene la pija muy gruesa! ¡Ay! ¡Le está rompiendo la colita a una chica de 18!

Mientras se agarraba fuertemente con las dos manos del borde del escritorio buscando un punto firme de apoyo. Mientras desfloraba su cola sin freno con mi erecta tripa. Marcando un ritmo duro, clavando mi muñeco hasta adentro una y otra vez.

-mmm ¡señor regente lléneme por favor el ojete de su semen! ¡llénele el orto a esta putita!

Viendo plácidamente cómo esta estudiante rebotaba sobre mí. La ferocidad del acto era tal que los lapiceros, la lámpara y el reloj caían al piso debido a los embistes de mi pubis sobre las nalgas de Jésica. Para de una buena vez dejar todos los jugos masculinos en una corrida atroz dentro de ese culito duro y redondo que tenía.

Una vez terminada esta especie de compensación para conseguir una amnistía que le diera la posibilidad de ingresar a la universidad comenzamos a cambiarnos sin emitir palabras. Me senté en mi silla debido al cansancio que me propinó el cogerme a esta bella pendeja. Mientras ella buscaba su ropa interior, recogía su cabello y alistaba su uniforme para que al salir nadie note lo que había pasado.

-¡Espero ir a la universidad el año que viene! ¡Me voy señor regente!

-¡Vas a ir quedate tranquila! respondo en un tono agitado aún.

Continuará...

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