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Cuernos dolorosos

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Me llamo Lucio, tengo 42 años y estoy en pareja, desde hace 3 años, con Zoe que tiene 37, ambos sin hijos. Ella viene de un divorcio y yo quedé viudo 5 años atrás. Nos conocimos en una reunión en casa de un amigo. Cuando me la presentaron sentí una fuerte atracción, y según luego me dijo ella, fue algo mutuo. A partir de allí comenzamos a frecuentarnos, salidas a comer, alguna vez a bailar, cine, teatro, paseos. Ella después de su divorcio fue a vivir con su madre y entre ambas pagaban el alquiler de la casa. Cuando falleció la mamá de Zoe llevábamos 6 meses de afectuosa relación que nos permitía disfrutar en todos los terrenos. Era una delicia compartir charlas, comidas, salidas, y en la cama teníamos sesiones prolongadas, variadas y placenteras que nos dejaban agotados.

Estimando ambos que la relación había madurado lo suficiente decidimos vivir juntos en mi casa y de paso evitando cargar ella sola con el alquiler. Naturalmente ambos conservamos nuestros amigos y así ampliamos el círculo, compartiendo, según afinidad, yo los de ella y ella los míos.

Un jueves de hace dos semanas Zoe me trasmitió mensaje de Juan y su pareja, Eva. Los tres trabajan en la misma empresa. Eva es menudita, cuando mucho de 1,65 de altura y delgada, en pocas palabras, escasa de curvas. Compensa su modesto físico con una cara preciosa, una simpatía desbordante y cosa llamativa, muy equilibrada y madura en su conversación. Ellos pensaban salir a cenar el viernes a la noche y luego a bailar y preguntaban si queríamos prendernos. Ambos rondan los 35 años y tienen buen aspecto. Como otras veces habíamos tenido reuniones similares muy agradables con ellos accedí de inmediato, quedando que nos buscarían en su auto, pues nuestra casa estaba de camino hacia el restaurant y no se justificaba usar dos vehículos.

Zoe es delgada, de alrededor de 1,70 de alto un poco más baja que yo, con unas piernas estilizadas que suele lucir con polleras sueltas a la rodilla. Se puede decir sin exagerar que es un conjunto proporcionadamente hermoso, lindas facciones, tetas medianas y firmes, y una colita espectacularmente atrayente. Por mi parte soy del montón, no destaco por nada pero el conjunto en general agrada. Soy socio de un estudio jurídico y al físico lo mantengo gracias a la práctica de un arte marcial.

El viernes, tal como estaba previsto, nos buscaron a eso de las diez de la noche y fuimos a un restaurant, de apariencia modesto pero con comida de buena calidad, donde habían hecho reserva para cuatro. Comimos bien y bebimos mejor. El vino lo eligió Zoe, que sabe de eso, y que pegaba perfecto con la comida. La charla hizo que la bebida superara holgadamente el momento de comer, por lo que salimos algo contentos hacia donde pensábamos continuar con algunos tragos y bailar. Al entrar vimos que estaba bastante concurrido y cuando desesperábamos de conseguir mesa nos encontramos con un matrimonio amigo de Juan que nos ofreció compartir la de ellos. Ambos promediando los 40, de muy buen aspecto y ella, siendo delgada, mostraba un físico francamente apetecible. Sus nombres son Roberto y Carmen.

Los recién llegados acordamos qué tomar y Juan fue a la barra a pedir, siendo yo el único que prefirió algo sin alcohol pues me había excedido en la cena. Justo frente a la mesa comenzaba la pista de baile, bastante grande por cierto, y muy concurrida. Periódicamente variaban la música entre algo movido y melodías lentas, siendo el ambiente sumamente agradable donde cada uno iba a lo suyo sin mayores recatos. Algunas parejas mostraban estar tan apasionadas que parecían al borde del orgasmo y otras distendidas charlando o concentradas en el baile, sin darse por enterados de lo que otros hacían. Y el ejemplo estaba palpable. Nosotros hablando tranquilamente y, en el sillón amplio de al lado, una joven sentada sobre la falda y dándole la espalda a un hombre bastante más grande, con una pollera amplia que disimulaba algo su postura, se movía suavemente en círculos o en subibaja, siendo la gestualidad de su cara índice seguro de que algo de buen tamaño le taladraba la conchita. Imposible no enterarse de la tremenda corrida de ambos cuando escuchamos el gemido agudo de ella junto al grave ronquido de él y la súbita laxitud de ambos que parecían haberse desmayado.

Si bien no me desagrada el baile no puedo decir que sea un devoto de él, en cambio Juan, Eva y Zoe verdaderamente lo disfrutan. Pasado un rato en que había entablado una conversación muy amena con Roberto, Zoe le pidió a Juan que la llevara a bailar cosa que ya había sucedido otras veces cuando yo no demostraba ganas de hacerlo.

Así el bailarín alternó mi compañera con la suya supliendo mi escasa participación. Cuando Eva me pidió salir a la pista le pedí disculpas pues sentía incomodidad en el estómago, probablemente por los excesos durante la cena.

En una de las veces bailando Juan con Zoe el tramo de piezas lentas me pareció que estaban más pegados de lo que supone una simple amistad pero no le di mayor importancia pues en seguida se separaron viniendo a sentarse con nosotros. Luego de bailar con Eva las piezas movidas, salieron nuevamente Juan y Zoe a bailar las lentas; esta vez presté mayor atención mirando de reojo para disimular mientras hablaba con Eva, pudiendo ver que si bien no estaban muy pegados sin embargo él metía cómodamente su pierna derecha entre las piernas separadas de ella. Ante eso y para probar, los miré directamente y cuando se dieron cuenta cesaron de hacerlo, pero lentamente comenzaron a moverse hacia el sector más alejado de nuestra mesa. Dejé pasar unos diez minutos y me levanté con el pretexto de pedir agua en la barra para tomar una pastilla que me calmara la incomodidad estomacal, cosa que hice y luego empecé recorrer buscando a los bailarines. Al no verlos en la pista seguí la búsqueda por los alrededores y los encontré al costado de un pasillo en un sector poco transitado. Ella estaba de espaldas a la pared con los brazos en el cuello de él, besándose, mientras las manos de Juan se ocupaban de las nalgas de Zoe. Si bien podía esperarlo por lo visto anteriormente, ese espectáculo me impactó. Lentamente me sobrepuse, busqué una ubicación que me permitiera observarlos de perfil y justo encontré el lugar apropiado. Una luz del otro lado me dejaba verlos con cierta nitidez así que saqué el celular y me dispuse a filmar.

Cuando terminó el beso se separaron un poco como para dar espacio a las manos, ella palpando el bulto que mostraba el pantalón mientras él metía su mano derecha bajo la pollera buscando una conchita seguramente empapada, y la mano izquierda oprimiendo una teta. Que la mano de Juan estaba en su objetivo y los dedos habían entrado profundamente en la vagina se hizo evidente cuando Zoe abrió súbitamente la boca y tiró la cabeza hacia atrás. A partir de ese momento el movimiento de entrada y salida se volvió frenético, ella con la mirada fija en los ojos de él, agarró con las dos manos la muñeca acompañando el vaivén, como si Juan no tuviera la fuerza suficiente para introducir bien adentro los dedos. De pronto ella paró el movimiento manteniendo la mano apretada firmemente contra su entrepierna, puso los ojos en blanco y comenzó la convulsión típica del orgasmo donde los músculos alcanzan su máxima tensión y pasan luego a distenderse. Eso hizo que Zoe se fuera deslizando pegada a la pared para quedar sentada, con los ojos cerrados, la cabeza ladeada hacia un hombro y la pollera en la cintura.

Juan la dejó descansar un momento y luego la ayudó a incorporarse. Ya repuesta llevó sus brazos al cuello juntándose nuevamente los labios de ambos, sin la urgencia anterior, ella saboreando la lengua de él y como agradeciéndole el placer recibido. El beso terminó cuando las manos de Juan fueron a los hombros de ella haciéndola bajar hasta que las rodillas tocaron el piso y la cara quedó a la altura de la bragueta. Cuando ella bajo el cierre, sacó la pija y la introdujo en la boca ya no pude aguantar más, dejé de filmar y doblado de dolor caminé vacilante hacia la mesa que ocupábamos. Un poco antes de llegar saqué fuerzas de flaqueza y me erguí, les pedí disculpas porque me iba a retirar pues tenía muchas náuseas y le rogué a Eva que la acercaran a Zoe cuando terminara la velada.

Saliendo reapareció el dolor intenso. El cuerpo, solidario con el alma, se dolía en sintonía con ella, dolor que nunca antes había sentido. Tomé un taxi y en veinte minutos estaba en casa cuando el reloj marcaba las dos de la madrugada. Mi organismo aguantó justo para llegar a baño donde vomité todo lo que tenía en el estómago. Los intestinos también se hicieron notar arrojando todo líquido. Cuando me sentí algo mejor me bañé, busqué y llevé a la cama una botella de agua, me acosté y recorriendo con el pensamiento cada parte del cuerpo traté de relajar los músculos que estaban contraídos por la bronca y el dolor. Algún alivio logré aunque no pude dormir.

Eran las seis de la mañana, mientras cambiaba canales tratando de entretenerme, cuando escuche que se abría la puerta de calle. Zoe llegó al dormitorio con cara de cansada pero buen gesto.

—Vengo caliente, quiero que me hagas el amor —y se arrimó a darme un beso. Esquivé sus labios.

—Todavía tengo en la boca el sabor del vómito y las náuseas siguen presentes, ¿qué es ese olor raro que tenés?

—Seguramente debe ser del ambiente cerrado de la discoteca.

—Por favor báñate antes de acostarte porque eso aumenta mi descompostura.

Se bañó y en pocos minutos salió desnuda, como sabe que me gusta, metiéndose en la cama.

—Sigo sintiendo el olor, quizá sea tu ropa, la voy a llevar al lavadero.

Fui al baño, sabiendo qué tenía que buscar, la bombacha negra, perfectamente limpia que se había puesto delante mío antes de salir. Allí estaba, debajo de la ropa. La tomé y la llamé.

—Nena vení, ya descubrí de dónde sale el olor.

Cuando entró y le mostré la entrepierna de la bombacha, totalmente cubierta de una mancha blanquecino—amarillenta se puso pálida

—Cuanta leche acumulada tenía el tipo que te cogió.

Bajó la cabeza y salió en dirección a la cama.

—¿A dónde vas?

—Me voy a acostar.

—Alto, alto, este dormitorio, esta cama y este baño eran de nuestra pareja, pareja que vos rompiste, así que tenés media hora para sacar tus cosas de esta habitación y del baño; te quedan dos opciones, la habitación de servicio o fuera de la casa.

Como no iba a poder dormir me levante a tomar algo liviano. Desde el comedor escuche largo tiempo su llanto. Cuando cesó de llorar me asomé a la habitación de servicio y la vi acostada encima del colchón vistiendo solo un salto de cama.

Pasado el mediodía, estaba en el comedor sentado tomado un caldo, cuando llegó ella con una taza de té y se sentó enfrente de mí.

—Podemos hablar?

—Por supuesto, te escucho.

Las profundas ojeras rodeando los enrojecidos ojos delataban el mal momento que vivía,

—Yo te quiero, y te quiero mucho, lo que pasó fue solo sexo, no quiero perderte, sos lo más importante de mi vida, perdóname.

—Te perdono, y la prueba de ello es que no te insulté, no te molí a trompadas ni nada parecido.

— Qué vas a hacer?

—No sé, cuando disminuya el dolor ya veré.

—Juan y Eva quieren venir hablar con vos, me mandaron mensaje.

—Que vengan cuando quieran.

Llegaron como a la hora, los hice pasar, les ofrecí algo de tomar y los cuatro coincidimos en café.

—Zoe por favor acompáñalos mientras preparo los cafés.

Al rato nos sentamos.

—Les agradezco que hayan venido pues tenía que hablar con vos Juan para compartir los gastos de anoche.

—Tómalo como una invitación nuestra.

—Agradecido, qué los trae por acá?

—Zoe nos contó que estabas muy enojado con ella, y como nosotros la queremos y deseamos ayudarla vinimos a charlar con vos —me dijo Eva.

—Sí, estuve enojado pero ya se me pasó, ahora solo me queda el dolor —y les conté detalladamente lo sucedido desde las 6 de la mañana hasta ahora. Intervino Juan.

—Zoe no te contó nada? vos no le preguntaste que pasó?

—La verdad es que alguna curiosidad tengo, pero el hecho fundamental es que ella se hizo llenar la concha y la boca de leche por otro y a espaldas mías.

—Sí, pero las circunstancias pueden permitir entenderlo—

—Perfecto, Zoe, contame los detalles.

—Mejor que te los cuente Juan.

—Esto sí es notable, vos me ponés los cuernos y el que sabe mejor del asunto es Juan. Bien, Juan te escucho.

—La idea era salir a bailar los cuatro, Eva con vos y Zoe conmigo. Eva iba a hacer que vos intimaras algo con ella y luego aparecíamos nosotros y los veíamos liados, entonces vos ibas a aceptar que yo intimara con Zoe. No contamos con que te sintieras mal como para no bailar y menos que te fueras mucho antes de lo previsto. Nosotros estuvimos mal porque nos dejamos llevar y terminamos intimando sin tu participación. Eso fue todo y por eso te pido perdón.

—No tenés que pedirlo, la que tenía deber de fidelidad es Zoe, vos hiciste lo que la gran mayoría de los hombres hubiera hecho con una hembra ávida de sexo que se ofrece, en las narices de su compañero, a lo que el macho le pida. De todos modos la idea era buena, a quién se le ocurrió?

—A los tres.

—Cuándo y dónde.

—El jueves a la salida del trabajo Zoe vino a casa a tomar el té y ahí se nos ocurrió.

—A ver si entendí, ustedes corríjanme si voy errado en lo que digo. Para que surgiera la idea deben haber habido ganas previas. Tomando el té Juan le dijo a Zoe, o Zoe a Juan, te tengo ganas, a lo que el otro contestó yo también. Y cómo hacemos para que Lucio acepte que nosotros nos saquemos las ganas; ahí Eva se ofreció a ayudarlos convenciéndome a mí. Es decir, antes de germinar la idea el día jueves no hubo nada entre ustedes como ser un beso, una apoyada, y mucho menos sexo oral, penetración vaginal o anal. Y lo mismo, ningún contacto después de tener la idea hasta el viernes a la noche en que la cosa se desmadró. Resumen, el viernes a la noche fue la primera vez que ustedes, Juan y Zoe tuvieron intimidad sexual. ¿Es así Zoe?

—No.

—Decime Zoe, y desde cuando vienen sacándose las ganas.

—No recuerdo.

—Juan, Eva ¿tienen mejor memoria?

—Tres meses” me contestó Eva.

Entonces me levante ubicándome detrás de Juan apoyando una mano en su hombro, “Ahora sí tengo el panorama más claro, una última pregunta Zoe, mientras Juan te montaba, qué le contestabas a la pregunta ¿quién te coge mejor, el cornudo de Lucio o yo?”.

Silencio de Zoe y pregunta de Juan.

—Y cómo lo sabés.

—No lo sabía, ahora me lo confirmaste vos.

Lo tomé del cuello con el brazo arrastrándolo hacia atrás y ahorcándolo. Cuando vi que se ponía morado lo solté dándole un buen puñetazo en nariz y boca con la lógica consecuencia de fractura de tabique nasal, pérdida de dos dientes y luxación de la mandíbula. Terminé mi venganza con una patada en la entrepierna. Mientras Juan permanecía en el piso en posición fetal, agarrándose con una mano la cara y con la otra los testículos, le dije el por qué de lo sucedido.

—Esto no te pasa porque te hayas cogido a mi pareja, no porque le hayas hecho tragar diez litros de semen, no porque le hayas metido cien metros de verga por el culo, no, esto te pasa por haberme insultado, por burlarte de mí, mientras yo ignorante de todo seguía llamándote amigo, por degradarme ante mi compañera creyéndote el mariscal de la pija cuya voluntad era ley para esta pobre imbécil que hace media hora decía quererme más que a nada en el mundo. Una sola cosa más, la próxima vez que te vea te voy a aplicar un tratamiento tal que vas a rogar que te mate para no seguir sufriendo.

—Zoe, ahora sí, sabiendo bastante más, estoy en condiciones de decidir qué hacer. Son las tres de la tarde, tenés hasta las seis para sacar tus cosas y abandonar la casa.

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