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Culeadita rica con el vigilante maduro de mi edificio
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¡Hola a todos mis amorcitos!

De antemano me disculpo por dejarlos abandonados tanto tiempo, pero la vida adulta de godín es muy aburrida y realmente no había hecho nada interesante hasta hace unos días que cambiaron al vigilante del edificio donde vivo y con quien he tenido algunos encuentros casuales.

Los pondré en contexto: Desde hace casi medio año tengo un horario laboral bastante apretado, y debo salir de casa antes de las 7 am para evitar tanto tráfico como sea posible, y saliendo de la ofi, hago tiempo hasta la noche para evitar el mismo fenómeno que sufrimos en la Ciudad de México. Estoy llegando a casa prácticamente solo a ver pelis y dormir.

Hasta donde yo sabía, el vigilante de mi edificio siempre había sido el mismo; David, un muchacho serio que incluso a veces parecía molesto, motivo por el cual, aunque yo pensaba que era algo guapo, nunca me animé a tener algo más que un saludo por educación. Hace unos días tuve un problema con mi auto, motivo por el que tuve que salir caminando por la recepción para esperar Uber, y cuando me esperaba encontrar a David con sus carotas, me di cuenta que ahí estaba un nuevo vigilante a quien llamaremos "Don Beni".

– ¡Buen día, joven! – Me saludo él, y yo cortésmente le devolví el saludo. En lo que llegaba mi transporte, me contó que era su primer semana en el edificio y que apenas estaba reconociendo a quienes entraban y salían y sus horarios y que trataba de dar una buena primera impresión.

Permítanme describirlo: Don Beni es un señor de 65 años de edad, cabello cano, bajito de estatura y delgado; un señor bastante normal, pero con una actitud hermosa y muy amable. Mi rutina durante los primeros días era la misma, bajar a recepción y quedarme platicando con Don Beni en lo que llegaba mi Uber y por la noche, llegar, saludarlo, platicar con él antes de subir a mi departamento y lo mismo al día siguiente. Se convirtió en la primer persona con la que hablaba en el día y también la última.

Una noche que yo regresaba al edificio, escuché gemidos viniendo de algún lado, y él al darse cuenta que me acercaba, nervioso escondió su teléfono.

– ¡Joven! ¡No lo escuché llegar!

– Jaja, descuide, Don Beni, pero ¿Qué anda viendo?

– ¡Nada, joven! Videos que luego mandan al grupo del personal del edificio.

– ¿Pero algo bueno? Se escuchaba bien… Le dije

– No, joven, y disculpe, pero ya casi me voy.

Nos despedimos como en días anteriores, pero yo subí a mi departamento sumamente fascinado por la actitud tímida de Don Beni, y eso comenzó a excitarme tanto que pensé regresar e invitarlo a subir a tomar algo para después empezar a seducirlo y lograr que me cogiera. La idea me dio vueltas en la cabeza toda la noche, tanto que no podía dormir por estar pensando cómo podría convencerlo para que me hiciera su putita. Dando vueltas en la cama, comencé a tocarme y a acariciar mi cuerpo pensando en él. Estaba decidido a hacer mi primer movimiento por la mañana.

Al día siguiente me puse una tanga color de rosa pequeñita bajo mi pants y bajé más temprano con el pretexto de recoger un paquete que intencionalmente pedí me dejaran en recepción. Cuando bajé noté que el edificio estaba más silencioso que en otros días, y ahí estaba Don Beni, ahora, aunque trató de negarlo, lo sorprendí por el reflejo del cristal, viendo fotos de senos y culos enormes.

– ¿Ahora qué anda viendo, ehh, Don Beni?

– ¡Nada! Respondió nervioso. Mensajes de trabajo. Ya ve cómo son los muchachos.

– Pura cochinada se mandan en ese grupo ¿Verdad? Jajaja, ¡Nomás antojan!

– Jaja, pues ¿Qué le digo? Respondió más relajado.

– ¡Don Beni! ¿Me llegó un paquete?

– ¡Sí, joven! Aquí se lo dejaron los de anoche…

Pasé a donde estaba él para "buscar" mi paquete entre otras cosas que tenía, no sin antes acariciar su pierna antes de agacharme frente a él para que pudiera verme el culo. Me tardé un poco más con esa intención, e incluso la tanga se asomó un poco de mi pantalón en lo que yo fingía no encontrar mi paquete.

Cuando volteé la mirada para hablarle a Don Beni, noté que aunque discretamente, sí me estaba mirando las nalgas mientras estaba ahí en cuclillas.

– ¡Ashh! ¡No lo encuentro!

– Yo le ayudo. Aquí está…

Al dármelo, acaricié sutilmente su mano y le dije: ¡Es usted un lindo! ¡Muchas gracias! Ya puede seguir viendo a sus muchachas, pero que no lo vean, ehh.

– Sonrío tímidamente y nos despedimos.

Subí a mi departamento con el corazón súper acelerado, el glande húmedo y el ano palpitando de tan excitante que había sido para mí ese momento tan casual. Esa noche se lo propondría.

Pasé todo el día pensado cómo hacerle para decirle, ya que siempre me da algo de miedo que alguno de mis encuentros salga mal, pero en ese momento mis ganas de verga eran tantas que decidí correr el riesgo. Llegué al edificio casi a la media noche y ya no había nadie en recepción, excepto claro, Don Beni.

– ¿Cómo le fue hoy, joven?

– ¡Agotador! Con muchas ganas de meterme a la cama, pero no a dormir. Jajaja

– Se entiende. Hoy me toca quedarme hasta mañana a las 7 am que llega el otro turno.

– ¿Y cómo va a pasar la noche? Viendo sus fotos y videos cochinos ¿Verdad?

– Jaja, pues es que no hay de otra, joven.

– ¿Y si hubiera de otra?

– No le entiendo… Respondió.

– Pues si usted gusta, puedo darle unas mamaditas para que no se le haga tan pesado pasar la noche. Yo le prometo que nadie sabrá nada.

– ¡Nooo, joven! ¡Hay cámaras y me pueden hasta correr!

– En el baño no hay. Piénselo, mientras voy a subir para refrescarme un poco y si se decide, me llama por el Interfon. Le prometo que no pasará nada…

Subí despidiéndome coquetamente, contoneando un poquito el cuerpo pero con un poco de dudas de si Don Beni se decidiría o no a llamarme, y aunque algo me decía que sí, también dudaba si se animaría porque no tiene ni un mes trabajando en el edificio. Me di una ducha rápida. Me puse cremita rica y debajo de mi pijama me puse un cachetero rojo de encaje. Me serví una copa de vino y a esperar.

Casi dando las 2 am sonó mi Interfon. Tímidamente escuché a Don Beni diciendo: ¡Está bien! Nos vemos abajo.

Bajé un gloss para labios, lubricante y un par de condones y bajé de inmediato. El edificio estaba súper silencioso, entonces mis pasos se escuchaban hasta donde ya estaba esperándome Don Beni. ¿Cómo le hacemos? Me preguntó. Usted déjemelo todo a mí, le respondí.

Los empleados de seguridad tienen en la parte baja del edificio, un cuartito donde pueden dejar sus cosas, cambiarse y descansar, y ellos mismos lo han acondicionado con colchonetas y cojines para hacer más llevaderos los turnos largos. Entramos a ese cuartito y procedí a volverme loca. Me hinqué frente a él, saqué su pene de sus pantalones, me puse gloss en los labios y comencé a besarlo y a lamerlo suavemente hasta que poco a poco comenzó a ponerse durito. No sé si fue por mi tiempo de abstinencia, pero su delgado pene se sentía delicioso dentro de mi boca, entrando y saliendo, dejando cada vez un poquito de su leche en mis labios. Él lo estaba disfrutando mucho, pude notarlo por sus gestos y por cómo intentaba no hacer ruido, pero poco a poco tomaba más fuerte mi cabeza para que se lo chupara más duro. Y ahí estuve, mamándolo y deseando que aceptara la siguiente parte de mi plan.

– ¿Le enseño algo, Don Beni? Le dije en un momento que logré sacarme su verga de la boca y me alejé para quitarme el pants y viera mi culito con ese cachetero precioso.

– ¡Está muy rico eh! Me dijo antes de acercarse para arrimármelo y pasarlo por mis nalgas.

Le pasé un condón y el lubricante para que me pusiera y después de una buena manoseada a mis nalgas y mi ano, me metió la verga de un solo empujón, directo hasta el fondo de mí. No pude evitar gritar, a lo que inmediatamente Don Beni me preguntó preocupado: ¿Te lastimé? – No, ¡Pero tápeme la boca o voy a gritar!

Así lo hizo Don Beni, me tapó la boca con su mano, por lo que mis gemidos se ahogaban en ella, mientras con la otra me tomaba por la cadera mientras me cogía bien duro contra la pared. Y sí, me dolía mucho el culo, pero no quería que terminara. Por alguna razón el no poder gritar me prendió muchísimo y yo también estaba con el pene erecto y súper mojado. Así estuvo cogiéndome hasta que después de unos minutos terminó. Mis piernas temblaban horrores, no podía sostenerme en pie, por lo que me quedé un momento con las rodillas abiertas en el suelo, y Don Beni frente a mí sudando, por tremenda cogida que me había dado.

Salgo yo primero y después usted, me dijo.

Y así pasó. Seguí por el sótano hasta las escaleras de mi piso y subí a mi depa, después de una rica y muy deseada cogida con este nuevo amante.

Unas horas más tarde volví a verlo antes que terminara su turno. Le dejé un termo con café y nos dimos los buenos días como lo habíamos venido haciendo con anterioridad.

Hasta el momento, todo bien.

Sin testigos, puro placer…

¡Hasta la próxima!

Besitos.

Bellota.

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