Nuevos relatos publicados: 8

Diana, la hija de mi ex, mi nueva mujer

  • 11
  • 33.721
  • 9,67 (45 Val.)
  • 1

-Hola, la persona que más deseaba encontrar la vengo a encontrar en el lugar donde nunca pensaría encontrarla. ¿Cómo estas Mauricio? Me dijo una morocha impresionante, ojos verdes, un cuerpo de locos con una minifalda para el infarto, mientras tomaba un café en un bar de Bariloche.

-Hola. Supongo que debería recordar a una mujer tan hermosa e impactante, pero, quizás tengo Alzheimer temprano y no te recuerdo. Mis disculpas más sentidas. Dije sonriendo.

-Es eso, o hace 11 años cuando fue la última vez que nos vimos, yo era “alguito” diferente. Una chiquilina escuálida, casi sin desarrollar, con lentes y frenillos en los dientes.

-No, es imposible que esa mocosa insoportablemente mimosa y dulce se haya trasformado es una mujer fatal. ¿En serio sos Diana? Dije poniéndome de pie.

-Si Mauricio, soy Diana. Me dijo y me dio un tremendo beso en la mejilla para luego abrazarme.

-Por favor, sentate. Digo si tenes tiempo.

-Por supuesto que tengo tiempo. Muchos años deseando este encuentro para dejarlo ir.

-¿Qué queres tomar?

-Un café por ahora. Dijo mirándome a los ojos.

Pedí dos cafés y ella fue la que inició el diálogo.

-Contame, ¿Qué estás haciendo en Bariloche?

-Llegue en el avión de la mañana. Vine a despejarme un poco. Me voy mañana a la tarde.

-¿A despejarte? ¿Mucho trabajo?

-Maso. Problemas de pareja.

-Ups. ¿Casado, juntado?

-Juntado. Hace seis años.

-No encontraste la horma todavía.

-No, en realidad no encontré quien me banque mi locura. No toda la culpa es de los demás. Dije.

-No, eso es cierto, pero si vos no cambiaste mucho, siempre fuiste loco. El tema es que muchas veces decimos que aceptamos a una persona, para tratar de cambiarlo a nuestro gusto luego. Dijo Diana.

-También es cierto eso. ¿Psicóloga?

-No, observadora. Y conocí un caso muy de cerca.

-Puede ser. Dije sonriendo.

-¿Seguís con la moto, tirándote en paracaídas, haciendo rafting? ¿Algo más?

-No, con eso me alcanza. Te acordás de todo parece. Eras chica.

-De todo Mauricio. Y no era tan chica.

-¿Tu madre?

-Sola. Tuvo una pareja y no funcionó. Ella tuvo mucho que ver, sigue siendo muy gris, como le digo yo.

-Que pena, porque es una buena mina, perdón, mujer.

-¿Entonces viniste a decidir si seguir o no?

-No, a decidir si cambio definitivamente o no.

-¿Por qué deberías cambiar? ¿Tanto la amas, que resignarías todo lo que durante tantos años amaste? Entonces cambiaste demasiado Mauricio. Vos nunca te plantearías eso.

-Contame de vos. Dije.

-Escapate. Soy modelo, vine a hacer unas fotos para una casa de ropa.

-¿Y?

-Y estoy sola, tuve dos parejas que no funcionaron. Culpa mía.

-¿Por el trabajo?

-No, mambos míos. Cosas que no termine de resolver. ¿Almorzamos?

-Con todo gusto.

Fuimos a almorzar y la charla giró sobre su trabajo, el mío, sus deseos de ser madre, de dejar todo por un hombre. Estábamos en el postre cuando me dijo:

-Te acordás cuando vivíamos en tu casa, las charlas que teníamos.

-Sí, claro. Fuiste lo más cercano a una hija que tuve.

-Para mí eras un amigo. Un gran amigo. Esas charlas en tu dormitorio, cuando mamá preparaba la comida, me marcaron. No sabes cuánto las recuerdo. ¿Si te pido que tengamos una, que vallamos a tu hotel o el mío, no importa, y tengamos una charla, es una locura? La necesito. Tomar un whisky y charlar con vos.

-No tengo problema con la charla, pero ¿Por qué en una habitación de hotel? Puede ser en un café, o sentados frente al lago.

-Porque necesito esa intimidad que sentía en aquellas charlas. Dijo Diana.

-Como quieras. Dije.

Terminamos de almorzar y salimos del restaurant rumbo a mi hotel. Ella me tomo del brazo e hizo un movimiento con el cuerpo como si se acomodase, rato.

-Compremos una botella de whisky por si queremos tomar más que un vaso. Dijo ella y sin esperar mi respuesta entro en un supermercado.

Fue directo a la estantería donde estaban los whisky`s y eligió uno.

-¿Te sigue gustando este?

-Sí, me sigue gustando.

Lo quiso pagar ella y seguimos caminando. Después quiso comprar chocolate en rama, y entro y compro una caja grande. De pronto era la chiquilla malcriada, a quien le daba muchos de los gustos.

-Ahora sí, vamos.

Subimos a la habitación, y cuando entramos ella se sacó la campera y un saco de lana. Corrió a la cama y se tiró, como hacía cuando era chica.

Serví dos vasos de whisky y me senté en la cama.

-Hablemos. Te escucho pequeña. Dije.

-Tengo tanto que decirte. Te hice trampa.

Mauricio, vos marcaste mi vida. Estuviste con mi mamá, desde mis 13 a los 18. Fuiste el padre que no tuve, pero un amigo tremendo. Hablabas y yo te escuchaba porque te respetaba. Vos supiste que me había hecho señorita antes que mamá. Vos supiste de mi primer beso antes que ella. Vos me regalaste una caja de preservativos sin que ella lo sepa. Vos hablaste claro sobre sexo, la vida, la muerte, el amor, el desamor. Vos era luz. Amaba cuando íbamos al campo de paracaidismo y te ponías tu ropa e ibas a saltar. Te veía libre, volabas libre. Escuchaba la moto en marcha cuando salías con tus amigos y se me ponía la piel de gallina. Ni que hablar, cuando me llevaste a dar una vuelta. Abrazada a vos.

O esas vacaciones, cuando en vez de ir a la playa nos fuimos a Mendoza y estuvimos 15 días haciendo rafting, trecking, ciclismo. Ahí supe lo que era la libertad en primera persona.

O cuando me enseñaste a pensar, no a actuar por impulsos. Fueron cinco años maravillosos, que me marcaron a fuego.

-Uff. Que fuerte escuchar eso. Vos también…

-Espera. También aprendí que el sexo puede ser divertido, escuchando como bromeabas con mi vieja en el dormitorio, hacia fuerza para no dormirme y escuchar como le hacías el amor a mamá, como ella gozaba como loca, gimiendo y tapando sus gritos de placer. Aprendí que hacer el amor es maravilloso. Por eso me dio tanta bronca cuando ella se “canso de tus locuras”. Te quiso cambiar y no pudo. Gracias Dios no pudo.

Mauricio, por favor no cambies, sos vos. Hermoso y tierno como solo vos podes ser. Seductor impresionante. No quiero que mates al hombre que am…

-Diana…

-Todos estos años te amé. Aunque no me creas, Cuando mamá quiso que nos vayamos de tu casa porque “eras un loco incorregible”, te empecé a amar. Te buscaba en todas partes, no te encontraba y soñaba con encontrarte. Encontrarte y decirte que te amo, que amo tu libertad, amo que digas “¿Flaca, vamos a Mendoza el fin de semana?”, o que subas a tu moto para ir a comer panchos a Pinamar con tus amigos.

Por favor, no mates a Mauricio. Necesito que esté vivo, tener la oportunidad de mostrarle que soy una mujer, que lo necesito, que quiero que se enamore de mí, que seas el padre de mi hijo o hija, solo por vos dejaría todo.

-Diana, Dios, flor de trampa. Ni sé que decir. Era más fácil cuando eras una pendeja. En serio, no sé qué decir. Nunca espere que me digas algo así. Sos brutal.

-No, frontal, directa, y estoy haciendo lo que tanto me remarcaste, que luche por lo que amo.

-Basta. Al final voy a tener que contradecirme para zafar. Dije riendo.

-Ni así vas a zafar.

-Es una locura lo que plantas. Soy muy mayor para vos.

-Otra excusa por favor. Dijo mirándome a los ojos.

-Vamos a caminar un rato. Necesito respirar.

-Vamos.

Nos abrigamos y salimos a caminar por la orilla del lago. Ninguno de los dos hablaba. Nos sentamos en unos bancos y le dije:

-Diana, ¿cómo podes amarme si no sabes como soy? Si verdaderamente soy el mismo o cambié.

-La respuesta la diste vos. Dijiste que viniste a ver si cambiabas o seguías igual. No cambiaste.

-Soy demasiado grande para ser padre.

-Otra excusa. Dijo.

-Tu madre. Te imaginas la locura que le va a agarrar cuando se entere,

-Ya sabe. Se lo dije la última vez que discutimos por vos, hace 5 años. Le dije que fue una pelotuda, que se cago la vida. Que yo te amaba tal cual estas. Y que soñaba con encontrarte para hacerte mi hombre.

Se quedó helada y no dijo nunca más nada de vos.

-Ah.

-Tengo frío. Vamos a tu habitación. Dijo.

-Eh, Diana

-Me olvide la billetera. Vamos. Dijo.

Íbamos caminando por la calle principal y se paró a ver una vidriera. Yo me pare al lado, y de repente, estaba abrazándome y dándome un beso hermoso.

-Te amo. Y soy feliz diciéndotelo, tomada de tu brazo.

Llegamos a la habitación y nuevamente se tiró en la cama.

Yo me estaba sacando la campera y le dije:

-Soy impotente. Me daba vergüenza decírtelo, pero es así. Dije.

-En serio… Dijo y se levantó de la cama. Vino hacia mí, me abrazo y me dio otro tremendo beso. No pude resistirme y lo respondí. Ella, muy tramposa, llevo su mano a mi entrepierna y mi pija ya estaba tomando volumen.

-Parece que mis besos son milagrosos… Dijo y sin más, empezó a desabrochar mi pantalón, bajar el cierre, y meter su mano bajo mi bóxer para acariciarme.

Mientras lo hacía, fue desabrochando mi camisa, y me la quitó. Luego, ya masturbándome, se quitó ella la camisa y el brazier. Siguió su mini y su tanga. Se puso de rodillas y empezó a chuparme la pija en una forma maravillosa. Con sus manos me acariciaba, acariciaba mis pelotas. Se puso de pie, me tomo de la mano y fuimos a la cama.

Hizo que me acueste y me montó. Movía sus caderas en círculos, y gemía suavemente. Se movía hacia adelante y atrás, frotando su clítoris contra mi pelvis. Así llego a su primer orgasmo. La tome de la cintura y le pedí que se siente en mi boca.

De a poco fui jugando con mi lengua, en el clítoris, su concha, su ano. Ella, apoyando las manos contra la pared gemía y daba suaves quejidos de placer.

-Con razón gemía tanto.

Sos tremendo haciendo gozar a una mujer. Dijo.

-Dame un orgasmo en la boca. Le dije.

-Sos un cerdo.

-Dámelo.

Ella se empezó a frotar contra mi boca suavemente y cuando estaba por llegar, le metí la lengua con todo en la concha. Tuvo un orgasmo hermoso y apretó mi cabeza contra su concha. Se levantó e hicimos un 69. Yo jugaba con su concha con mi lengua y le metí dos dedos, buscando el punto G.

-No hagas eso, por favor. Dijo.

No le hice caso y sus gemidos aumentaron en intensidad. Tuvo un orgasmo y metiéndose toda mi pija en su boca, acallo el grito de placer. Seguí jugando y lleve uno de los dedos mojado con sus jugos a su culo. No lo introduje, solo jugaba acariciándolo y haciendo un poco de presión.

-Ni se te ocurra Mauricio, nunca lo use.

-¿Tampoco para ir de cuerpo?

-Sos un asqueroso. Basta,

Saque mi dedo y la acosté en la cama. Me puse entre sus piernas y levantando sus piernas se la fui metiendo hasta el fondo. Apoyándome en mis codos, me puse sobre ella. Me tomo la cara y me besaba con locura. Nos mirábamos a los ojos y los dos nos movíamos. Ella me abrazo y lentamente fue clavándome las uñas en la espalda hasta que los dos llegamos a un tremendo orgasmo.

Agarrándola bien, sin dejar de penetrarla, gire para quedar yo boca arriba y ella sobre mí.

-Te amo Mauricio. No te pido que me digas nada. Solo que me des la oportunidad de enamorarte.

-Claro que la tenes, y la estas aprovechando bien. Dije.

Fue al baño, y serví dos vasos de whisky.

-Son las 5 de la tarde y vamos por el segundo whisky. Dijo y fue a buscar la caja de chocolates.

-Seguís golosa como antes.

-Muy, ¿no se notó?

-Esto es una locura Diana.

-Si, una locura hermosa, de la que doy gracias a Dios. ¿Seguís viviendo en la misma casa? Pasé varias veces, y nunca vi la moto. Y una vez vi a otro hombre.

-No, vivo en una chacra, en Exaltación de la Cruz. Dos hectáreas.

-Que hermosura. Siempre decías que ibas a comprar una.

-Sos hermosa, increíblemente hermosa.

Nos empezamos a besar nuevamente y ella fue directo a chuparme la pija. Directamente se la devoraba, se cogía ella misma la boca, yo me movía metiéndosela todo lo que podía, ella me apretaba las piernas. La puso bien dura y de un salto se la metió en la concha. Me apretaba el pecho y galopaba sin parar. Yo le acariciaba las tetas y ella apretaba mis manos contra ellas.

Me empecé a mover y ella más loca se ponía. Tome sus cachetes del culo y los apretaba con fuerza. Ella no paraba de gemir con todo. Me incorpore un poco y puse un dedo en su culo.

-Cerdo. Me dijo.

Y para mi sorpresa, hizo un poco de fuerza para que entre un poco.

-Mira lo que me haces hacer de la calentura que tengo.

Se tiró encima de mí, frotando sus tetas contra mi pecho. Parecía una serpiente por como se movía. Estuvo así un rato hasta que empezó a besarme el cuello y decirme barbaridades al oído. Cuando sintió que acabada dentro de ella, se sentó con todo, haciendo que acabe bien adentro de su concha.

Nos besamos y quedamos abrazados en la cama.

Hace tres meses que paso esta historia. Diana vive en la chacra conmigo, dejo la carrera de modelo, empezó el curso de paracaidista pero lo tuvo que dejar por el embarazo.

(9,67)