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Dos mujeres follando en unas regaderas

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Esto que les voy a contar sucedió hace varias semanas. Cerca de mi casa existe un club de varias actividades. Mi esposo y yo asistimos a jugar tenis los días sábados, pero como yo tengo disponibilidad entre semana, decidí inscribirme también los días miércoles. El tiempo que llevamos ahí nos ha ofrecido algunos privilegios como utilizar la piscina gratuitamente los días que esta no se utiliza para las actividades de natación, y específicamente esto sucede los días miércoles. Así que, después de entrenar un rato, puedo meterme a dar un chapuzón.

Desde hacía un tiempo yo había notado algo extraño, y es que siempre que decidía marcharme a la piscina, una chica, creo que de mi misma edad, se la pasaba observándome y regalándome sonrisas coquetas. Por supuesto al principio pensé que eran ideas mías, pero después de un tiempo, noté que todas las veces que yo asistía a la piscina, me la tenía que encontrar.

«Quizá le gustas», me había dicho Keev cuando se lo conté.

Lo tomé a loco y no le di importancia, pero un día decidí que quería averiguarlo. En relatos anteriores ya he mencionado la relación tan compleja que tengo con mi esposo, así que cuando le comenté esto, solo respondió «Si decides follar con ella, menciónale que te gustan los tríos y que yo estoy disponible». Me reí y le di un codazo.

El día miércoles decidí que saldría de dudas. Acudí al club a eso de las once y media de la mañana, justo la hora en la que solíamos encontrarnos, y a diferencia de otras veces en donde primero entrenaba, esta vez me fui directa a la piscina.

La mujer llegó unos cinco minutos después, dejó su bolso en la silla y me saludó como de costumbre mientras se quitaba el vestido que cubría su diminuto bikini. Me permití mirarla. Era hermosa, de unos senos pequeños, pero culo grande, tenía unos muslos preciosos y era morena, de cabello rizado y largo.

Después de que se tendiera en su silla, me puse de pie y me permití quedar a una distancia en la que pudiera verme. Me quité el short y la blusa que llevaba puestos y me quedé en una diminuta tanguita de hilo dental color amarillo y mi sostén de triángulos totalmente transparentes para que se me viera el pezón. Cuando me di la vuelta para colocarme el protector solar, la pillé mirándome el culo. Aquello la tomó por sorpresa e intentó iniciar conversación para encubrir su vergüenza.

—Está haciendo un sol de infierno —me dijo.

—Bastante, pero no hay nada que un chapuzón no cure. ¿Vienes?

De inmediato se puso de pie y comenzó a seguirme. Afortunadamente a esa hora no había mucha gente cerca, ni siquiera los empleados, pues normalmente las clases de natación comenzaban de las dos en adelante.

Decidimos meternos en lo menos hondo de la piscina, y mientras chapoteaba, procuré que mi culito quedase ante su mirada. Lo que siguió a continuación se desarrolló en un lapso de varios minutos, así que, para no hacerlo tan largo y llegar directamente a la acción, diré que hubo un momento en donde yo me acerqué a ella para tratar de coquetear y sus manos se deslizaron directamente a mi cintura. A esas alturas, era evidente que ambas nos estábamos coqueteando.

—Estás muy guapa —me dijo.

—Pero si hola, tía, que tú no te quedas atrás.

Su dedo contorneó la parte alta de uno de mis senos y después dudó si arrastrarlo hacia abajo, sobre mi pezón que ya estaba durito. Ahora imagínense mi coñito todo rico mojándose. Decidí animarla y la atraje hacia mí, tomé su mano y la coloqué firmemente sobre mi seno.

—Qué tetas tan grandes y bonitas tienes.

—¿Te gustan?

—Mucho.

—¿Quieres darles un beso?

—Podrían vernos.

—No tengas miedo, preciosa —le atoré el cabello mojado detrás de las orejas y la invité a probarme.

Ella se agachó un poquito, me retiró el triángulo del sostén y entonces contorneó mi pezón con la punta de su lengüita. Después comenzó a chuparlo y finalmente gimió sobre mi aureola.

—Ay, qué delicia… sigue así…

Sus manos bajaron de mi cintura y acariciaron entre mis piernas para después rozarme con un dedo la tela por encima de mi conchita.

—No me lo tomes a mal —me dijo—, pero tengo miedo de que nos vean.

—¿Quieres que vayamos a un lugar más privado?

—¿Te parecen las regaderas?

Asentí y ambas salimos de la piscina a por nuestras cosas. Luego nos dirigimos a las duchas, y al ver que todo estaba totalmente vacío, se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Me sobó el culo y la cintura. Después sus besos salieron de mi boca y se concentraron en mi cuello y en mis senos. Me quitó el sostén y yo le quité el de ella. Mi conchita estaba palpitando.

Finalmente ambas quedamos totalmente desnudas y yo la empujé hasta una de las bancas largas, la senté y me agarré de sus caderas para acostarla y poder llegar hasta su coñito.

Cuando sus piernas se abrieron y su conchita quedó ante mí, pude ver lo mojada que estaba, muy a pesar del chapuzón tan rico que nos habíamos dado.

Me recogí el cabello y entonces hundí mi rostro entre sus piernas para comenzar mi trabajo. Le metí la lengua en su hoyito que temblaba y la pasé sobre su clítoris. No tenía ni un solo vello, y estaba tan suave que me hizo pensar que se había depilado justo este día. La seguí chupando mientras ella gemía y trataba de aferrarse a la banca.

Mi lengua pasó sobre sus labios, chupé y me bebí su juguito que estaba escurriendo mientras le dedicaba cumplidos de tipo: «tienes tu caramelito muy rico». «Qué delicioso sabes, nena».

La excitación la llevó a moverse contra mi lengua, una y otra vez mientras intercalaba lengüetazos y el uso de mis dedos. Finalmente decidí ponerme de pie y me monté sobre ella, procurando que nuestras vulvas se encontraran y poder frotarnos. Ella estiró una de sus manos y me agarró de una nalga para apoyarse.

—Aaaah… sigue moviéndote así… Dale nena, dale…

Su otra mano se enredó en mi cintura y su boca se pegó a mi cuello.

Sentí que el orgasmo estaba cerca, pero antes de que pudiera alcanzarlo, ella se detuvo y trató de levantarse. Por mi parte, no dije nada y simplemente la observé. Ella se dirigió a su bolsa y de ella extrajo un cepillo con la cola redonda y lisa.

—¿Te molestarías si te meto esto en el coño?

Le dije que no había problema porque la punta del cepillo se asemejaba al tamaño de un dildo. Me pidió que apoyara mis manos en la banca y que levantara mi culito. En un primer momento imaginé que me lo metería en el ano, pero cuando sentí la punta entrar en mi conchita mientras su lengua también me tocaba, un gemido y estremecimiento recorrieron mi cuerpo.

Me folló con el cepillo mientras me chupaba el coño y sus dedos se clavaban en mis nalgas.

Me sentí toda una zorra, una puta en celo que solo buscaba quien se la pudiera follar. Moví mis caderas y abrí un poco más las piernas para que el cepillo entrase más adentro.

—Aaaah… Soy tu zorrita, bebé… Soy tu puta.

De pronto, un golpe de quien abre la puerta nos hizo detener. Alguien estaba viniendo, y aunque no sabíamos si venían a las regaderas o pasarían derecho, no queríamos arriesgarnos. Decidimos recoger nuestras cosas y encerrarnos en un cubículo de regadera. Nos besamos un rato y cuando ya no hubo más ruidos, nos tendimos en el suelo para terminar lo que estábamos haciendo.

La chica me montó, pegó su vulva contra la mía y comenzó a moverse. Se veía divina mientras me estaba cabalgando. Le besé sus pequeños senos y le acaricié la cintura. Después de unos segundos apoyó su boca contra mi cuello y reprimió un gemido orgásmico. El squirt que tuvo me mojó la cintura, la concha y parte de mis piernas. Sus movimientos se detuvieron, y cuando me di cuenta de que no se seguiría moviendo, la aparté y me masturbé.

Me froté el clítoris con fuerza y me metí en el hoyito mis otros dos dedos hasta que el orgasmo me sacudió y un chorrito de flujo se escurrió sobre el suelo.

Estaba exhausta y satisfecha.

No sé decirles más porque después de eso la chica nunca volvió a encontrarse conmigo ni a seguirme a la piscina. Se lo conté a Keev y el maldito se partió de risa. No supe qué pasó, porque después de terminar, ella recogió sus cosas, se vistió y se fue. La vi unas semanas después jugando tenis en otro horario diferente al mío, pero ni siquiera tuvo la educación de saludarme.

Un relato muuuy extraño, pero a la misma vez muy caliente.

Besos, los leo en los comentarios.

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