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El agua es vida

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Les recuerdo que soy delgado, pero con buen cuerpo, sin mucho músculo, pero un poco marcado, tengo 24 años, y aunque no soy muy un poco bajito, tengo un buen culo con el que me defiendo.

Esto me pasó un día al salir del gym, yo traía un short negro muy cortito y una playera amarilla sport sin mangas. Pasé por un parque que está casi frente a mi casa, y ahí conocí a Aldo. Me detuve para verlo. Era hermoso, alto y moreno, de cabello oscuro corto pero abundante. Después supe que tiene 19 años, mide 1.76 m, que tiene un super cuerpazo y que está muy bien equipado.

Él Iba corriendo alrededor del parque. Se ve que ya llevaba mucho rato corriendo, su cuerpo estaba ya muy sudado y en su ropa se notaba. Yo creo que pronto se dio cuenta que yo estaba hinoptizado con él. Porque cuando se acercó hacia donde yo estaba, volteó a verme con unos ojitos tan sexys, que me hicieron pensar que ya me había delatado, intenté seguir caminando, pero él, dándole la vuelta al parque, se detuvo un poco, y volteó de nuevo a verme para sonreír. Se levantó su playera blanca para secarse el sudor de la cara y alcancé a ver sus cuadritos perfectamente dibujados en su abdomen y unos pezones riquísimos. Yo estaba como estatua viendo la escena. Él me miró de nuevo, y sonriendo se acomodó el paquete. Traía un short azul marino pero o la tela hacía que se le marcara muy bien, o su amiguito estaba de muy buen tamaño. Yo capté las indirectas y me acerqué para ver si podía hacerle plática. Era obvio que él me estaba esperando.

Cuando llegué junto a Aldo, le dije un poco nervioso, pero con una voz que notara mi insinuación: “Hola, gustas un poco de agua?” Y le ofrecí la botella que traía tomándole yo primero para después acercársela. Él la tomó de inmediato y solo me dijo gracias. Pero me tomó a mí de la cintura y me acercó hasta él, echó un poco del agua fría en mi cuello y de ahí intentó beberla para refrescarse, lamiéndome tan rico que me hizo sentir un choque de electricidad en todo mi cuerpo. Después aventó la botella al césped, y con sus dos manos sujetó mi barbilla para darme un beso tan fuerte hasta no dejarme respirar. Su lengua entraba a mi boca y jugaba con mi lengua. Yo con mi mano le agarré su paquete y lo empecé a acariciar. Al oído le dije que si quería podía darle más agua en mi casa, que está muy cerca. Caminamos un poco, entre sonrisas pícaras de ambos, yo le acariciaba la barbilla y él me soltaba unas nalgaditas para apurarme el paso.

Llegando a mi casa, entramos y Aldo cerró la puerta de golpe, me empujó contra la puerta y comenzó a besarme como loco. Me subió las manos y me arrancó la playera. Seguía besándome y metía sus manos bajo mi shortcito para acariciarme las piernas. Sentir sus manos frías en mi cuerpo, hacía que me pusiera la piel chinita. Yo lo desvestí también dejándolo solo en bóxer. Me agacho y respiro fuerte frente a ese bóxer gris que marca una gran herramienta. Huelo su aroma mezclado entre el olor de su pene y el sudor del ejercicio. Y con los dientes le bajo el bóxer para darle una mamada riquísima que le hizo temblar las piernas.

En eso, Aldo me aventó al sillón, cayendo él sobre mí y me muerde los labios, después besó mi cuello, y con una sola mano, me saca el bóxer rojo que traía. Baja respirando en mi abdomen, lamiendo cada uno de mis músculos y cuando llega más abajo, sacude su cabeza para que yo sintiera su cabello entre mis piernas. La baba se le caía de la boca, mojándome. Después me volteó, se subió encima de mí y me habló al oído, para bajar lamiéndome la espalda, hasta llegar al que me dijo era “su lugar favorito”, y ahí menear su lengua calientita.

Yo con cara y boca al sillón, ya estaba lanzando gemidos, y Aldo jugaba un poco con su pene meciéndolo entre mis nalguitas de arriba abajo, y poniendo su puntita en mi rayita. Yo gemía más fuerte y en eso, me lo metió inesperadamente y se tiró sobre mi espalda, agarrando mi cuello y besándome bajo la barbilla. Mientras se movía suavemente sobre mí, yo seguía gimiendo de placer y él empezó a darme cada vez más fuerte.

Yo levanté las nalgas y las empujé hacia él apretándolas. Aldo acercó su cara a mis orejas y su respiración acelerada se sentía muy fuerte en mi oído. Esa sensación me enloqueció. A la vez, su pelvis se movía más fuerte hacia mí, metiéndomelo y sacándomelo, besándome la espalda y mordiéndomela suavemente, haciéndome dar fuertes gritos de placer.

Aldo se levantó y se fue a sentar en el sillón individual. Y con una sonrisa super coqueta, se golpeó un poco las piernas indicándome qué hacer. Yo me senté encima de él, frente a frente y comencé a brincar con su pene dentro de mí. Nos fundimos en un beso apasionado. Sentía tanto placer que empecé a gemir en su oído, y eso lo hizo acelerar sus embestidas. Fueron más fuertes, me daba nalgadas. Yo sólo le alcancé a decir que me hiciera suyo. Mis manos acariciaban su espalda, le besaba las orejas, el cuello y desde luego los labios de nuevo. Su ritmo se aceleró que me hizo gritar agarrándole la cabeza y jalándole el cabello. Los dos jadeábamos de placer. Con sus brazos fuertes me levantó, sosteniéndome de las nalgas y nos fuimos al piso, que está decorado con una alfombra grande, esponjosa y suave. Cayó encima de mí.

En cuanto caigo, le abro las piernas y Aldo se acercó a mí. Pongo mis piernas encima de sus hombros y nuevamente me penetró con fuerza haciéndome sentir muy feliz. Aldo ya estaba muy rojo de su cara, podía verlo bien. Yo tenía mucho sudor en mi cabello. Y así, Aldo seguía cogiéndome riquísimo.

Puso su cabeza junto a mi oído y pude escuchar que ya no podía más. Empezó a subir la velocidad y el aire se le acababa. Yo estaba igual, sentía que ya no podía y bajé las piernas de sus hombros. Aldo se me repegó hasta el fondo y con nuestras bocas juntas, intercambiando aire, se vino dentro de mí. Unos fuertes chorros de semen caliente me llenaron por dentro y Aldo cayó rendido en mis hombros. Con su pene todavía adentro de mí, yo estaba masturbándome, Aldo me miraba de arriba abajo, miraba cómo me retorcía. Se veía que lo disfrutaba. Disfrutaba la vista de mi cuerpo. Disfrutaba ver lo que se había comido y todo lo que me había hecho. Alcancé a decirle que ya me venía y empujé mi pene para que los chorros cayeran en mi abdomen.

Cuando se calmó mi respiración Aldo me dio un beso muy dulce y tierno, se tiró sobre mí, y tratando de calmar ambos nuestra respiración, quedamos acostados en la alfombra, viéndonos a los ojos, él me acariciaba, y yo le daba besitos en la cara, hasta que Aldo, con una mirada fuerte me preguntó: “¿Ya me vas a regalar mi vaso con agua?”.

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Nota: Así confirmé que el agua es vida. En nuestro caso, vida sexual. Esto es el inicio de las aventuras que Aldo y yo tuvimos juntos.

(9,50)