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El ayudante (Cap. 9): Irene a espaldas de su novio (I)

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Terminó de arreglarse usando el espejo de cuerpo entero que tenía en su cuarto. El vestido negro de lycra, ceñido a su delgada y esbelta figura, constaba de unas mangas largas que llegaban a cubrir sus manos y que dejaba sus hombros al descubierto. El ajustado y corto vestido terminaba apenas un par de centímetros por debajo de su firme retaguardia, dejando completamente a la vista sus definidos muslos y apetitosas piernas. El color negro de la tela ondulada en pequeños pliegues contrastaba perfectamente con su piel blanca y saludable. Su largo cabello, negro y lacio como la seda, que cubría hasta la parte alta de su cintura, caía libre por su espalda.

Terminó de retocar la fina capa de maquillaje de su rostro, con sus labios resaltados por un natural y suave rojo, y sonrió, mientras los dedos de sus pies descalzos se movían sobre la alfombra de su cuarto.

Irene estaba lista.

Su corazón latía un tanto más acelerado de lo normal. Estaba ansiosa. Ya era hora de que su novio llegara. Dejó escapar un suave suspiro antes de caminar, aún descalza, hacia la puerta de su habitación. La abrió despacio, asomándose por la abertura, cerciorándose de que no hubiera nadie antes de salir.

Y al hacerlo se vio obligada a arrugar el ceño. Hacía más de treinta minutos que había dejado de escuchar los gritos, gemidos y murmullos de esos dos. Pero el desastre que habían dejado a su paso aún estaba más que presente en la sala; Objetos y prendas de vestir desparramados por el suelo, la mesa y sillas movidas fuera de su lugar, además de un rastro de manchas y fluidos cuyos orígenes no quería determinar.

Pero lo que más atacaba sus sentidos, haciendo que arrugara el puente de su fina nariz, fue el punzante olor a sexo que abrumaba toda la sala. Aquella asfixiante mezcla de olores que ahora tenía que respirar haciendo que sus piernas temblaran levemente. Alzó una mano cubierta por la manga de su vestido para llevarla a tapar su nariz, aspirando del dulce y fino perfume que se había colocado para intentar atacar el pesado ambiente a sexo que intoxicaba el ambiente y empezaba a afectarla a ella. Su afilada mirada ubicó de inmediato una de las ventanas a la cual se dirigió a paso apresurado para abrirla de par en par y así ventilar la amplia sala. Aprovechó para tomar una bocanada de aire fresco, calmando un poco el calor que había llegado a ruborizar su rostro. El aire un tanto fresco de la tarde golpeó rostro para terminar de despertarla y devolverla a sus sentidos.

Sí, no tenía tiempo que perder.

Ahora un tanto más apresurada, comenzó a limpiar como pudo los rastros de la guerra que habían librado Yeri y el Ayudante con sus cuerpos. Ordenó la mesa y sillas, lanzó las prendas húmedas tiradas por el suelo al lavadero y limpió las manchas de fluidos con determinación, especialmente aquellas sobre la mesa, ¿Cuánto tiempo habían estado en el acto? ¿Horas? Negó con la cabeza, la mueca de molestia en su hermoso rostro agravándose un poco más.

Cuando finalmente estuvo satisfecha con su limpieza, se permitió suspirar suavemente, ignorando la ligera capa de sudor que se había formado en su rostro y axilas por la acelerada carrera contra el tiempo. Y qué exactitud la suya, pues fue justo entonces cuando el timbre de la residencia sonó.

Abrió la puerta de la entrada y recibió a su novio con una de sus angelicales sonrisas, enseñando sus dientes, disfrutando de la sorpresa en su rostro y las miradas que le dedicaba, antes de tomarlo en un cálido abrazo. Se felicitó así misma, pues evidentemente había logrado impactarlo con su imagen.

“Me alegra tanto verte.” No podía evitar ampliar la sonrisa mientras lo tomaba de la mano para invitarlo a pasar, llevándolo a la sala. El joven era unos centímetros más alto que ella, e iba vestido como lo haría alguien que asistía a una salida, casual pero con estilo. Asintió ligeramente aprobando su imagen, alegrándose internamente al saber que no era la única que había puesto empeño para su encuentro.

Lo dejó sentado en el sofá de la sala, mostrándose con finos pero intencionados movimientos en ese ajustado vestido negro mientras le invitaba algo de tomar, sonriendo orgullosa cuando sintió la mirada del chico delinear su tallada retaguardia y luego bajar por la piel de sus piernas desnudas. Se dirigió a la barra de la sala donde tenían sus tragos, que quedaba a la espalda del sillón. Y aunque tomar soju le trajo recuerdos de la noche anterior y de lo que había hecho para poder conseguir esa cita con su novio, se permitió disfrutar del momento. Brindaron, y entre charla y charla la botella de Chamisul quedó a menos de la mitad. Claro, era una bebida dulce y suave al gusto, fácil de digerir. Pero la madura Idol había aprendido a controlarse, y en este caso era su novio quien había consumido más de la cuenta, actuando un tanto más risueño y desconcentrado.

Todo marchaba a la perfección. Pero jamás debió confiarse. Pues, mientras reía suave por un chiste mal contado del contrario, sus oídos captaron otro sonido. Dirigió una discreta mirada a la alcoba de Yeri, y fue entonces que el mundo se le vino encima.

Todo pasó en una secuencia como a cámara lenta para ella. La puerta se abrió y la imponente figura de su Ayudante surgió de la habitación de su compañera de grupo y gran amiga. De fondo quedó la voz de su novio, como un eco lejano, pues la presencia de aquel enorme hombre exigía toda su atención en ese momento. Vestía la misma ropa de cuando habían entrenado hoy a la mañana, con esa camiseta negra tallada a su cuerpo y el pantalón corto igualmente algo ajustado. Curiosamente, al igual que ella, él también iba descalzo.

Su novio ni siquiera pareció percatarse del nuevo individuo que caminaba hacia ellos, tal vez por el alcohol, pero la Idol de 28 años hasta había girado su cabeza por completo para poder verlo, con mirada entre nerviosa y amenazante, ¿Qué diablos quería él allí?

“¡A-Ayudante!” Interrumpió lo que sea que estuviera diciendo su novio mientras se levantaba del sofá casi de un salto, una sonrisa nerviosa y nada convincente dibujándose en su hermoso rostro. “Creí que, que habías salido.” Su mirada se movió del enorme hombre a su novio y viceversa un par de veces. “Hm, ¿Se conocen? Ayudante, él es-…”

“Sé quien es, Irene.” Y ahora fue ella la interrumpida. Sus piernas temblaron ligeramente, el más alto finalmente llegando a ellos, deteniéndose frente a ella y a su novio aún sentado en el sofá, que finalmente caía en la imponente figura del recién llegado. “Tu chico, ¿Verdad? Hablé con él hoy por la mañana para arreglar los detalles de su visita. Claro que fue por llamada, es un gusto el finalmente conocerte en persona.”

La madura modelo e Idol tragó saliva, de cierta forma expectante por la situación. Su corazón acelerándose un poco más cuando sintió la mano del hombre frente a ella descansar en su hombro desnudo, ofreciéndole una caricia con su robusto pulgar por debajo de la nuca.

Su mirada entonces se movió rápido hacia su novio, que se levantó algo torpe de su posición, ofreciéndole una reverencia al recién llegado en señal de saludo, mientras se presentaba con voz entre tímida y entrecortada, al parecer ignorante del confianzudo toque de su Ayudante a la piel de su hombro. Fue entonces, al tenerlos parados el uno frente al otro, que cayó en cuenta de la diferencia de tamaño y porte entre ambos.

Su Ayudante soltó una risa antes de usar su mano libre para revolver el cabello de su novio con ligera brusquedad, como si de un niño se tratara. “No seas tan formal, chico. Me alegra saber que Irene cuenta con alguien como tú para apoyarla.” Claro, su Ayudante era extranjero, tal vez no muy acostumbrado a la formalidad y trato en su país, ¡Pero no por eso tenía que tratarlo como a un niño!

Su novio sólo rio algo nervioso, negando apenas con la cabeza, comenzando a murmurar unas palabras para iniciar una nueva conversación.

“Pero bueno, veo que no pierden el tiempo ustedes dos, ¿Eh?” Pero su intento fue acallado por la grave voz de su Ayudante. Ya era natural en él, imponer con su presencia, con su voz de comando. Ni siquiera su querido novio era la excepción, quien sólo se calló riendo forzadamente de nuevo. “A ver, que no está mal que tomen algo de soju. Pero con Irene ya lo probamos bastante anoche, ¿No, Baechu?” Y aquella fue la primera señal real de peligro para ella.

Negó con la cabeza dejando escapar una suave risa, dándole un ligero golpe en el duro abdomen que se notaba marcado aún debajo de su ajustada camiseta. “No digas tonterías, Ayudante.” Y con sus inocentes palabras, acompañó una afilada mirada de advertencia hacia el más alto, aunque por la diferencia de altura debía alzar su cabeza para verlo a los ojos. La sonrisa tranquila que le devolvieron a cambio, la hicieron sentir aún más pequeña frente a él.

“Ten, noviecito, sírvete más, que el alcohol abunda en esta casa.” Finalmente, su Ayudante se separó un poco de ambos para tomar la botella de Chamisul y servirle un nuevo trago al muchacho, a la vez que usaba un pequeño control remoto para encender el estéreo de la residencia, dejando una música lounge, suave y perfecta para el momento. “Siéntate y relájate, que con Irene prepararemos unas bebidas más picantes para que no se vuelva aburrida la tarde.”

“Ah, hm, ¿Ayudante? No tiene otras c-” Intentó detener lo que sea que estaba planeando. Lo sabía, algo endemoniado tramaba, algo que no sería nada bueno para ella.

“No te preocupes, Irene, no los regañaré, en especial a ti, por estar bebiendo alcohol a estas horas.” Y el más alto les sonrió a ambos. Una sonrisa que, para su sorpresa, pareció finalmente tranquilizar a su novio. Eso no era bueno.

De hecho, el muchacho aceptó con gusto el trago que se le invitaba, agradeciendo cordial pero sinceramente al hombre vestido aún en su ropa de gimnasio, ¿Realmente su novio iba a dejar que el recién llegado se entrometiera en el momento de ambos como si nada? Al parecer sí, pues no vio indicación de ninguna protesta de su parte cuando la masculina mano del hombre más alto y grande se afirmó en su delgada cintura para empujarla y guiarla hacia la barra.

Se dejó llevar entre sorprendida y anonadada, mientras giraba su cabeza para mirar por sobre su delicado hombro hacia su condenado novio, quien quedaba sentado solo en el sofá dándoles la espalda a ambos, tomando más soju del que debía. Aquella fue la segunda señal de peligro para la fémina.

“¿Qué, qué intenta hacer?” Su voz apenas en un susurro con tono de molestia, aunque se dejara llevar. Debía salir de aquella situación. De lo que sea que planeaba ese malvado hombre.

“Te ves espectacular en este vestido.” Pero la ignoraron. El inesperado cumplido le trajo un hormigueó a su estómago, mientras ambos se detenían detrás de la barra con todos los tragos, vasos y bebidas. Sí, a Red Velvet le gustaba su alcohol.

Su respiración se entrecortó cuando el hombre se colocó detrás de ella, dejándola atrapada entre la barra y él, y sus manos se colocaron en su delgada cintura. Mordió su labio, girando un poco su cabeza para poder verle, sintiendo como las manos ajenas bajaban en una caricia por su cuerpo hasta sostenerla firme de su cadera. “Deténgase. M-mi novio-..”

“Sólo estamos preparando unos tragos.” Sintió el enorme cuerpo de ese hombre casi recostarse sobre ella, y tuvo que afirmar sus manos en la encimera de la barra ante la ligera presión. Terminó inclinada un poco sobre la barra haciendo que su vientre quede afirmado sobre el mueble, y un suspiro se escapó de entre sus labios, sus finas manos apretando la tela de sus mangas.

“S-sabe que eso no es, hm,” Mordió su labio inferior cuando sintió el rostro del contrario hundirse en el espacio entre su cuello y hombro. Aspiraron con fuerza la fragancia de su piel y no pudo hacer nada para evitarlo pues aún la sostenían firme de su cadera. Seguidamente apretó su mandíbula al sentir como la nariz de ese hombre comenzaba a recorrer una y otra vez la piel de su cuello y hombro buscando embriagarse de su dulce esencia a mujer. “no, no es verdad- ¡NNH!” Y casi se le escapa un gritito al recibir una embestida contra su retaguardia. Algo muy duro y robusto hundiéndose en su cola alzadita, aún abrazada por la ceñida tela de su corto vestido negro.

Luego siguió la caliente boca de su Ayudante. Ya no contento con sólo aspirar su aroma, el malvado hombre comenzó a comerse su cuello y hombro desnudos con lascivos chupones y lamidas. Jadeó sofocada por la situación, su mirada clavada en la cabellera negra de su novio que sobresalía apenas por la cabecera del sillón, ¿Cómo no se daba cuenta de lo que le estaban haciendo frente a sus narices?

Mientras repartían más besos y calientes chupones por toda la piel que enseñaba el tallado vestido, la hermosa Idol se sostuvo como pudo con sus manos afirmadas a la encimera, sacando pecho, como dando resistencia, aunque lo único que lograba era que más y más de su piel fuera bañada en la saliva del contrario. Sentía el calor de sus mejillas sonrojadas, el calor de la boca ajena recorriendo su espalda y cuello pecaminosamente, y el calor de su propia intimidad que comenzaba a mojarse, humedeciendo y ensuciando su ropita interior.

Las cosas se le estaban saliendo de control, y respirando agitada intentó buscar la salida más cercana de tal aprieto. Contrario a lo que la razón dictaría en tal situación, no empujó o intentó alejarse del hombre que la atacaba con lujuria, sino que buscó con sus manos el vaso más cercano y las botellas con alcohol para preparar el dichoso trago que la sacaría de las garras de ese malvado hombre y la devolverían a su despistado novio, ¿Eso era lo que quería, no? Si terminaba el trago, la dejarían libre.

Pero era difícil concentrarse en algo así cuando una experta boca te comía a besos en las zonas más sensibles y erógenas de tu cuello y espalda. Dios, hasta el lóbulo de su oreja recibió el trato de esos calientes labios mientras unas enormes manos comenzaban a masajear sus modestos pechos aún cubiertos por el vestido y su sujetador.

“E-es que, ¿Nno tuvo suficiente con, con, hnm, Yeri?” Sus manos, temblorosas, intentaron dar el primer paso a preparar el trago, buscando abrir la botella con una bebida que ni siquiera conocía. Pero se detuvo al sentir una nueva embestida de esa enorme cosa, afirmándose implacable a la perfecta y dura manzanita de retaguardia que ella poseía. Tal vez vestirse de esa forma no había sido la mejor idea después de todo.

“Yeri aún está descansando en su cuarto. Ahora sólo estamos tú y yo.” La voz ronca de su Ayudante era casi tan embriagante como su cálido aliento acariciando la piel de su oreja con cada palabra. “Bueno, y él, ¿Crees que tu noviecito nos quiera ver?”

La Idol tuvo que arrugar el puente de su nariz al escuchar el tono con el que expresó tales palabras. No había burla, sólo certeza. Una indomable confianza de que aquel acto continuaría, lo quisiera su novio o no. “Justa-, uhm, mente. Es por mi novio que d-debe detenerse.” Sus atractivos labios se torcieron en una mueca, mirando la cabellera negra de su novio aún inconsciente de lo que estaba aconteciendo a sus espaldas. Luego llevó una de sus delicadas manos a tapar su boca y parte de su rostro, cuando sintió el tacto de la mano ajena descender por su cadera hasta llegar a la firme carne de una de sus piernas. Arrugó más el ceño en su lindo rostro, todavía cubriéndose la boca, cuando la mano invasora se coló en un descarado manoseo hasta la cara interna de su muslo. Luego, el dominante macho a su espalda ejerció la fuerza suficiente para hacerla separar todavía más una pierna de la otra.

La morocha sólo jadeó despacio contra la mano que aún descansaba sobre sus labios, tragando saliva. Todavía con su vientre afirmado sobre la tarima de la barra, su posición ahora se había vuelto incluso más comprometida, con sus piernas abiertas, los sexis músculos de sus piernas tensándose a la vez que su piel se adornaba de un delicioso brillo a causa de la transpiración, todo producto del calor emanado de sus cuerpos pegados el uno al otro.

“Muy bien.” Su mente, nublada por la lujuria que la había ido dominando poco a poco, casi no captó bien las palabras de su Ayudante. “Me detendré.” Pero finalmente cayó en lo que estaba escuchando. Separó la mano de su boca y giró su cabeza, alzando la vista, sus ojos negros expresando su sorpresa. Allí, los ensombrecidos ojos de su Ayudante le devolvieron la mirada, sus rostros cercanos el uno con el otro.

Al estar ella dándole su perfil, el más alto aprovechó para dar un húmedo beso en el mentón de la fémina. Luego otro beso sobre su mandíbula, y ahora la mujer entrecerró los ojos ante la atención, pero también por la sospecha que tenía en sus palabras. “¿Lo hará?” Apenas un susurro para no ser escuchados, mientras el contrario continuaba con esos cálidos besos por toda su barbilla, cada vez más cerca de sus propios labios.

“Por supuesto, pero debes hacer algo por mí antes.” Ella todavía podía sentir las viriles manos ajenas masajeando libremente la tersa piel sobre sus aductores, por lo que tuvo que apretar sus labios antes de voltear su cabeza alejándose de los besos que dejaron humedecido todo su mentón. Su mirada al frente, allí donde podía notar a su novio inclinándose, seguramente sirviéndose más soju.

“Lo que sea, con tal de dejar este juego.” Vil, muy vil juego, quiso agregar. Pero estaba ocupada mordiendo su labio inferior, todavía sintiendo las persistentes caricias de esas manos a sus muslos que todavía no se habían dignado a hundirse en su caliente entrepierna. Pero eso era lo mejor, sino el contrario comprobaría lo mojadita que estaba, y eso no era nada bueno.

Sin embargo, acceder a tal pedido, fuera o no a causa de su mente nublada de razón debido a las acciones hasta el momento, fue un groso error del que no caería en cuenta hasta ser demasiado tarde.

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Notas finales:

Chamisul es una marca de soju, una bebida alcohólica.

Red Velvet es el nombre del grupo de Kpop al que pertenece Irene. Búsquenla en caso de querer referencias de cómo es físicamente.

Baechu es un apodo cariñoso para Irene.

Si te ha gustado esta lectura y no has leído capítulos anteriores te recomiendo que les des un vistazo.

(9,27)