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El castigo del mujeriego

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Mike dormido no parecía el mujeriego empedernido que lastimaba los sentimientos de montones de muchachas. El que fuera guapo lo hacía apetecible para muchas. Le gustaba hacerse desear y tener un montón de pretendientes detrás, y no tenía problemas en jugar con todas las ilusas que lo buscaban creyéndolo el príncipe azul. Se daba el gusto de usarlas como recipiente de esperma, porque nunca le escaseaban oportunidades de sexo, y las desechaba, luego, sin apelar a grandes excusas. Las dejaba heridas y sufriendo enormemente por su causa, luego de enamorarlas, porque era un seductor que las tenía por un tiempo hasta que se cansaba y buscaba la satisfacción en otras, descartándolas siempre, sin titubeos, como si se cambiara de franela o zapatos, porque nunca se ataba. Las chicas que lo seguían no eran feas y sólo estaba con las más bonitas, pero ni las más hermosas lograban retenerlo; todas acababan sufriendo por él.

Adriana lo miró dormido. Su lindo rostro se veía tan inocente y tierno con los pestañones ojos cerrados y los rojos labios entreabiertos dejando ver un poco su blanca y perfecta dentadura. El chico era todo un adonis con rostro de dios. Mike lucía impecablemente adorable dormido y casi cedió tentada a acariciarle el rostro, porque dormido era lindo, pero despierto era un sádico al que sólo tenía deseos de matar, después de torturarlo mucho, poquito a poco y aun así le harían falta vidas para sentirse satisfecha. Adriana lo miró con desprecio antes de sucumbir a su encanto. Era una de las cientos usadas y desechadas como una media sucia.

-¿Dónde estoy? -susurró Mike aún aturdido por los rezagos del sueño. Había dormido por unas horas, con Adriana observándolo, esperando.

Movió los brazos con desesperación al verse atado. Estaba boca abajo y tenía los robustos brazos detrás de la espalda. —¿Pero qué diablos...? -exclamó aterrado al agitar los pies y sentirlos atados por los tobillos... y también al percatarse de que estaba desnudo, como vino al mundo.

Mike empezó a sudar. Estaba evidentemente nervioso. Por alguna razón no recordaba nada de la noche anterior. Sabía que había estado en una fiesta, había tenido sexo divino con una morena exótica de ondulado cabello oscuro y ojos despampanantemente grises. Recordaba que era hermosa y similar a una chica que tuvo y que descartó, pero estaba para entonces ya ebrio y no podía estar seguro de quien se trataba. Luego, después de una sabrosa y peculiar bebida que aquella diosa le ofreciera e insistiera en que consumiera toda no recordaba nada más... Un escalofrío le recorrió la espalda. -¿Por qué estoy así?... exclamó con la garganta hecha un nudo y la voz temblorosa.

Adriana se sentó a su lado. Su mano buscó el cuerpo del chico.

Mike se estremeció cuando sus finos dedos le recorrieron la planta del pie derecho. Adriana sonrió mientras jugueteaban sus bonitos dedos. Recordó como le gustaba hacerle cosquillas en los pies antes del sexo. Frunció el ceño cuando una imagen mental de Mike desnudo sobre ella portándose como un espléndido garañón hasta volverla loca de lujuria.

Mike trató de apartar el pie, pero fue imposible por las ataduras. -¿Por qué estoy así? -reiteró su anterior pregunta. Adriana se levantó y le dio una nalgada, con fuerza. Mike tomado por sorpresa soltó un grito y luego se retorció mientras la piel bajo el golpe se le tornaba roja. -Serás castigado. -le dijo la chica hablando por primera vez.

Mike reconoció a la bella morena de ojos verdes y de larga cabellera oscura con la que pasara buenos momentos de sexo casual. Pudiera haber sido su novia y hasta su esposa, porque era perfecta en muchos sentidos, pero como las demás salió de su vida porque un día no la buscó más ni la recibió cuando lo buscó. -Oh, Adriana... -exclamó con una risa nerviosa. -Eres tú...

Adriana lo miró con desprecio a pesar de que no podía verla por la venda que le cubría los ojos. -Sí, soy yo... -le dijo con voz fría.

Mike titubeó, sin saber que decir y luego habló -Menos mal que eres tú... dijo con voz apenas perceptible. -¿Cómo? -preguntó Adriana fingiendo no haber oído. Mike se sonrojó. -Qué me alegra que seas tú... Adriana frunció el ceño -¿Por qué? -preguntó con desdén. Mike se sonrojó aún más y titubeó antes de hablar. -Pensé que serías un secuestrador... Adriana sonrió con una sonora carcajada y después se sentó a su lado para acercarle la cara al oído y decirle con un susurro perverso: -Pero si te he secuestrado, bombón...

Adriana, no fuiste tú, fui yo... -exclamó Mike implorante con los ojos húmedos -...fui yo el del problema: tú no tuviste la culpa de nuestra separación. Yo fallé... Adriana lo miró con desprecio. -Pero si no te lo estoy contradiciendo, bombón... -le dijo con ironía. -Por supuesto que fuiste tú el repugnante cerdo que jugó conmigo... -agregó sin dar manifestaciones de estar molesta. Luego sonrió -...pero no hay problema, estamos a mano porque ahora seré yo la que juegue y me divierta contigo...

Mike se retorció adolorido, con los ojos llorosos, la cara roja y las arterias del cuello hinchadas, todavía con las manos atadas detrás de la espalda y los pies atados por los tobillos, pero ahora boca arriba, con la venda aún también sobre los ojos- ¡Basta, por favor! -suplicó entre sollozos con el pene rojo y lastimado entre los dedos de Adriana, que seguía masturbándolo aún mucho después de que eyaculara, no resultándole ya para nada placentera la estimulación que en un principio, a pesar de su condición ante la chica, había disfrutado bastante. El chorro abundante de esperma blanco que emergiera de su polla erecta cuando encogiera las piernas y curvara los dedos de los pies ante los intensos masajes sexuales que le prodigaba su ex lo confirmaba. Pero ahora el roce de sus dedos por su polla exhausta era una auténtica tortura. Mike no tuvo inconvenientes para reconocerlo: Adriana lo estaba torturando como venganza.

FIN

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