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El consentidor (II)

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Habían pasado unas 14 horas desde que Ariel se metió en la cama cuando se despertó. Ojerosa y agotada, solo pudo comer algo y volver a la cama. Roberto, no se podía creer que tuviese que seguir esperando a saber que había pasado ese fin de semana entre su mujer, Ariel, y el puto desconocido que lo había hecho cornudo, Hans. Pero su mujer se dio la vuelta y volvió a caer en un profundo sueño.

Roberto agarró el móvil de su mujer. Una punzada de celos atravesó su estómago. No podía pasar ni un minuto más sin saber que había pasado. En un claro estado de ansiedad el hombre manipulaba el smartphone de su mujer. Se metió en la aplicación WhatsApp y dudó. Estaba violando la intimidad de su mujer. Aquello era ruin. Él mismo la había propuesto aquel juego del cornudo-consentidor y ahora buscaba a sus espaldas una prueba de "infidelidad'. Cerró los ojos. Su cabeza daba mil vueltas... al carajo, tenía que saber algo.

Por fin miró la pantalla y vio que la aplicación estaba llena de iconos verdes con números indicando cuántos mensajes había en cada contacto. De su hermana, de sus hijos, de su madre, de su mejor amiga. Roberto pasó por encima de todos ellos sin entrar. Buscaba los que tuviese de Hans. Y allí sí entró.

Lo primero que vio le hizo abrir los ojos. Eran un par de fotografías de aquel fin de semana. No podía ser. Aquello no entraba en los planes pactados. Aparecía Ariel arrodillada ante un chico negro con un miembro descomunal. El cabrón de Hans lo había engañado. De repente el móvil sonó al recibir más mensajes. Eran del mismo Hans.

"Qué pasa Ariel, ¿cómo has descansado?"

"Ngolo te envía recuerdos u dice que el cornudo de tu marido debe estar encantado de tener una puta como tú a su lado".

"Te voy a enviar las fotos y los vídeos de este fin de semana. Ya le enseñas y le cuentas al cornudo de tu marido lo que creas o quieras, jajaja"

De repente el móvil comenzó a sonar al recibir los archivos. Vibraba en su mano como si tuviese un orgasmo digital. Roberto miraba atónito la llegada de vídeos y fotos.

En la primera, a modo de presentación se veía a su bella esposa en un dormitorio agarrada por la cintura a dos tipos. Ninguno era Hans. Uno era un chico negro. Debía ser el tal Ngolo del que hablaba el cabrón de Hans. El mismo al que se la estaba chupando en la primera foto que vio.

En otra se veía a Ariel, con los ojos muy abiertos y cara de sorpresa, midiendo la polla del negro con su ante brazo. Aquel rabo era algo desproporcionado. El cornudo siguió visionando fotografías y dejando los vídeos para el final. Se paró en una que se veía las nalgas de su mujer y en medio asomando el coño abrazando una polla.

Ahora abrió una en la que se veía la preciosa cara de Ariel apretada contra la pared mientras el tercer tipo se la follaba. El tío se veía más joven que el resto del grupo y tenía un cuerpo fibrado que aparecía tensado en la imagen. Sin duda se la estaba follando fuerte.

Por fin decidió abrir los vídeos. El primero era una grabación desde arriba. Ariel estaba arrodillada ante el pollón del Ngoló. Se empleaba a fondo, moviendo la cabeza a lo largo de aquel ariete negro inabarcable por su boca. De vez en cuando recorría el tronco hasta lamerle los huevos y succionarlos sin dejar de pajeare. Después volvía a tragarse lo que podía de aquella verga negra.

El tipo gruñó y tensó su musculatura. Ella se preparó para recibir la lechada en la boca. Ngolo gritó y soltó un primer chorro que Ariel apenas pudo contener en su boca y se le salió por la comisura. Liberó su boca de aquella polla enorme que siguió escupiendo lefa contra su cara y sus tetas. Todo fue grabado y jaleado por los otros dos tipos:

-Anda zorra que te vas a hartar este fin de semana.

De inmediato el chico más joven levantó bruscamente a la mujer del suelo y la puso contra la pared. La agarró del pelo dejando su cara apretada. Le abrió las piernas con las suyas y blandió su polla contra las nalgas de su mujer. De un puntazo fuerte la penetró.

Ariel gritó al sentir como la polla de aquel niñato pijita la empotraba contra la pared metiéndole la polla hasta el fondo del coño:

-Cabrón, que me vas a abrir en dos, joder

El tipo no hizo caso y volvió a metérsela con fuerza. Con cada golpe de cadera el cuerpo de Ariel se levantaba y tenía que ponerse de puntillas para mantener los pies en el suelo.

Roberto seguía visionando el vídeo y no daba crédito. Su mujer estaba siendo follada de manera salvaje por un desconocido mucho más joven. Lejos de resistirse, Ariel se mostraba encantada y alentaba al desconocido a que se la follara más fuerte. El marido cornudo nunca hubiese imaginado que a su mujer le gustase el sexo tan bestia.

Ariel miró a cámara con la cara congestionada:

-Dame más fuerte, cabrón. Métela más fuerte, hijo de puta.

El niñato tiró del pelo de Ariel obligándola a echar la cabeza hacia atrás y a que arqueara su cuerpo. Un grito de ambos evidenciaba que habían alcanzado el orgasmo. El cuerpo del tipo convulsionaba pegado al de la mujer soltando los últimos chorros de esperma dentro de su coño. El vídeo se fundía a negro.

Roberto seguía boquiabierto. Nunca imaginó que aquella fantasía suya de ser un cornudo consentidor le fuese a estallar en las manos de esta manera. Siempre pensó que sería menos humillante. Sentía una extraña mezcla entre la rabia y el morbo. Entre los celos y la excitación. Su polla llevaba un rato dura con el visionado de la orgía que había protagonizado su mujer.

Se puso de pie y fue al dormitorio dispuesto a que su mujer le diera su versión de los hechos. Al entrar comprobó que Ariel estaba despierta. Se miraron fijamente a los ojos. Roberto tendió su mano y le ofreció el móvil a su mujer. Ella se sentó en la cama con cara de circunstancias:

-¿Me has registrado el móvil? -preguntó ella intentando tener una excusa.

Ariel miró la pantalla y vio que el siguiente vídeo estaba listo para ser reproducido. Sin mirar a su marido le dio al play. En medio del silencio tenso entre ambos, se reproducían las imágenes.

Hans se encontraba arrodillado detrás de Ariel que estaba con el cuerpo apoyado en la cama y las rodillas en el suelo. El hombre masajeaba el ano de ella, lubricándolo con una especie de gel. Ella no perdía ojos de la pantalla del móvil con una insoportable sensación de vergüenza de verse en aquella situación. Su marido, sentado a su lado, observaba todo aquello sintiéndose humillado.

En la pantalla, Hans se había acomodado sobre la grupa de Ariel y ejercía fuerza para meterle la polla por el culo. La mujer se abría las nalgas con sus manos facilitando la sodomía. El grosor de la polla del desconocido hacía que la maniobra fuera dolorosa:

-Joder, no me cabe

-Cállate, que te la voy a calzar

Ariel se quejó cuando el capullo de Hans atravesó el anillo de su esfínter profanando su culo. Un empujón fuerte terminó por encajarle la polla entera. Ariel se tuvo que agarrar fuerte a las sábanas y mordió la almohada cuando el desconocido comenzó a percutir contra su estrecho agujero. Era la primera vez que le daban por culo y lo hacía un desconocido para ponerle los cuernos a su marido. El vídeo se interrumpía. La pareja continuaba en silencio. Sin dudas, aquello no había sido buena idea.

Roberto miró a Ariel que permanecía con la mirada baja hacia el móvil, avergonzada al verse ahora en esa situación:

-¿Quiénes son esos dos tíos? Preguntó Roberto.

Ariel tragó saliva y tardó unos segundos en contestar:

-El negro es un socio de Hans y el otro es Carlos, su hijo.

-Joder.

Fue lo único que acertó a decir Roberto. En su cabeza las imágenes de su mujer follada por aquellos tres desconocidos daban vueltas sin parar. Una vez mas, la realidad superaba con creces a la ficción. En sus fantasías su mujer le ponía los cuernos con un desconocido pero esto superaba con creces cualquier cosa que hubiese imaginado. Su mujer se había montado una orgía con tres desconocidos, un padre, un hijo y un negro

En ese momento el móvil de Ariel volvió a sonar al recibir un nuevo vídeo. La mujer cerró los ojos temiendo una nueva secuencia de depravación sexual con ella como protagonista. Roberto se apresuró a cogerlo y darle al play. Lo colocó de manera que lo pudieran ver ambos.

Era una continuación del anterior. Ahora Hans, sin sacársela del culo, la había puesto sobre su pecho al tiempo que él se tumbaba boca arriba en el colchón. Pasó sus brazos por las axilas de ella y cruzó las manos detrás de su cabeza. En esta postura Ariel estaba inmovilizada y con el culo penetrado por la polla del tipo:

-Venga Carlos, vamos a hacer cornudo a su marido con una doble penetración.

El chico más joven no lo dudó y penetró el coño de la mujer. Ariel no pudo evitar gritar al sentirse totalmente ocupada por aquellas dos pollas:

-Sí, joder, qué ganas tenía de sentir dos pollas al mismo tiempo. Aaahhh

Roberto tenía los ojos abiertos, impresionado por el comportamiento lascivo de su mujer. Pese a lo que habían hablado nunca imaginó que su mujer fuese capaz de prestarse a hacer una orgía con tres desconocidos. Y hacerlo de esa manera tan depravada. La mujer retiró la vista del móvil. No le agradaba nada verse en esa situación delante de su marido, por más que hubiese sido él quien provocase toda aquella situación:

-Para eso por favor, Roberto.

-Quiero verlo hasta el final.

Con un grito de Hans comenzó la cascada de orgasmos:

-Me corro, joder, me corro. La voz de Ariel sonaba con un nivel de excitación desconocido por su marido.

Carlos fue el siguiente en descargar su leche en el interior de Ariel.

-Joder, vaya corridas, hijos de puta. La mujer quedó exhausta, emparedada entre los dos hombre que respiraban de manera forzada después de correrse dentro de aquella zorra infiel:

-Quiero saber qué más pasó, Ariel.

-No te voy a contar todo lo que pasó, Roberto. Ya tienes suficiente para hacerte una idea.

-Pero esto son diez minutos de vídeo y has estado 48 horas.

-No voy a contarte nada más, joder. Tú querías que te pusiera los cuernos. Me ofreciste a un desconocido en la playa, y después me propusiste que me fuera con él. Te ha salido mal porque esto ha sido muy superior a lo que habías fantaseado, pues te jodes. No me puedes entregar y ahora quejarte porque se te ha ido de las manos No voy a volver a hablar de este tema. Ahora, si estás cachondo con lo que has visto te haces una paja. ¿Es lo que quería no?

El hombre estaba rabioso, cabreado. Su mujer tenía razón. Él fantaseaba con ser un cornudo consentidor y ahora lo era por partida triple. Nunca midió las consecuencias de hacer realidad una fantasía tan peligrosa y ahora tendría que cargar con eso. Su mujer se levantó desnuda de la cama. Él la miraba con una sensación de humillante derrota que muy en el fondo le producía un extraño placer excitante.

Ariel salió de la habitación sin mirarle y sabiendo que ahora sería ella quien dominase la relación.

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