Siglo XVIII, el convento estaba ubicado en un pequeño pueblo en el norte de Italia, estaba regido por el recién llegado sacerdote Donato de 56 años, era un hombre de estatura elevada (198 cm), un poco gordo, de barba negra y tupida, muy bonachón y querido por los habitantes del pueblo y también por las monjas del convento, con excepción de la madre superiora Gabriella, tenía 48 años, era una belleza pelirroja de ojos verdes, media 180 cm; desde que enviaron desde Roma al padre Donato, el mal humor se apoderó de la madre superiora, pues prácticamente la habían relevado de su poder jerárquico, que anteriormente ejercía con orgullo.
Era una edificación que estaba en las afueras del pequeño pueblo, constaba de un comedor enorme, una cocina, una gran enfermería dividida en tres pequeñas habitaciones, cada una con su respectiva camilla, una pequeña capilla, un despacho parroquial y 10 habitaciones ocupadas por una veintena de novicias, la principal de ellas, que anteriormente era ocupada por la madre Gabriella, tuvo que cederla cuando llegó el padre Donato, la madre superiora fue relegada a una de las habitaciones regulares del convento, donde compartía habitación con las otras tres monjas de rango superior, Brunilda la alemana de cabello negro y ojos penetrantes del mismo color, era una gigantesca vikinga de 185 cm, a sus 28 años era la más seria e introvertida de las tres, solo hablaba lo que era necesario, a veces intimidaba incluso a Gabriella con su mirada de acero, le seguía en rango, Varenka la rusa de cabello rubio plata, ojos grises, media 176 cm, a sus espaldas, la llamaban la Rusa loca, se sabía al derecho y al revés la biblia, lo cual utilizaba para dar sermones a las novicias cuando era necesario llamarles la atención, tenía 24 años, por último estaba la francesa Laetitia, la más alegre y bondadosa de todas, tenía el cabello castaño y ojos azul cielo, media 162 cm, era la más querida de las monjas y la menor de ellas con tan solo 18 años, era con quién mejor se llevaba el padre Donato.
Las tres monjas tenían dos cosas en común, una de ellas, era el ejercicio de la medicina y lo otro era la singular belleza que poseían, al igual que la madre superiora Gabriella, todos los hombres del pueblo soñaban con los rostros de las monjas del convento cuando las veían en contadas ocasiones, pero solo suspiraban por sus rostros, pues gracias a sus hábitos no alcanzaban a imaginar sus cuerpos, que por cierto estaban bendecidos con gloriosas curvas, que a su debido tiempo serán descritos en este relato.
Desde la llegada del padre Donato, se empezaron a celebrar misas todos los domingos en la capilla del convento, ya que la iglesia que estaba dentro del pueblo, fue víctima de un incendio en el que murió el padre Lorenzo y su sacristán, ésta fue la razón de la temporal visita del padre Donato al convento, quien esperaría a que construyan de nuevo un templo en reemplazo del anterior, para trasladarse a éste, lo cual esperaba con muchas ansías la madre superiora Gabriella.
Desafortunadamente para los habitantes del pueblito, el incendio también arrasó con el pequeño centro médico y sus ocupantes, que eran los dos profesionales en medicina con los que contaban los pobladores, debido a esto el convento se convirtió en el nuevo y temporal hospital, que era atendido por las tres monjas, las cuales eran excelentes practicantes de la medicina en el siglo de las luces y por suerte para los lugareños hablaban perfecto italiano y lógicamente latín.
El pueblo estaba habitado por unas 100 personas, de las cuales unas 35 eran de la tercera edad, y unos 40 eran menores de edad, lo que dejaba un promedio de 25 personas adultas hombres y mujeres entre los 18 y 45 años, la mayoría de estas personas gozaban de buena salud y todos eran católicos devotos.
Era un sábado primaveral, día en que normalmente algunos feligreses iban a confesarse, ese día en particular sólo fue doña Antonella, la esposa del acaudalado comerciante don Pietro, posiblemente la mujer más adinerada del pueblo y también una de las más hermosas, era una rubia cuarentona de voluptuosos pechos y caderas anchas con gran trasero, iba con un vestido largo con mangas y un escote que oprimía los grandes melones de esta belleza Italiana; se dirigió hacia el confesionario donde se encontraba el padre Donato, hizo la señal de la cruz y se arrodilló dentro del habitáculo.
Antonella – Ave María purísima!
Donato – Sin pecado concebida.
Antonella se santiguó.
A – En el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo.
D – El señor esté en tú corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.
A – Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te amo, padre mi última confesión fue hace un año aproximadamente, he cometido adulterio padre, con diferentes hombres!
D – Dime hija mía, lo sabe tú esposo?
A – No padre, me mata si se entera!
D – Pero estás arrepentida, me imagino!
A – Si padre, pero no lo puedo evitar, cada vez que mi marido se va en busca de negocios, no veo la hora de follar!
El padre Donato empezó a sentir dura su polla, en muchos años que no le pasaba esto, el relato de la mujer del que no debería saber más detalles, le empezaba a interesar mucho, además alcanzaba a ver por la rejilla los jugosos pechos de doña Antonella, así que el padre se salió de los cánones normales y siguió interrogando a su interlocutora.
D – Con cuántos hombres has estado sin contar a tu señor esposo hija mía?
A – Con tres padre, es que no sé como explicarlo, pero cuando mi marido se va de casa, es como que tengo la necesidad de tener algo metido entre mis piernas o mi boca padre, me siento muy puta, pero me gusta!
D – Sigue con tu confesión hija mía.
El padre Donato estaba muy acalorado, sin darse cuenta se sacó la enorme polla que tenía, por entre el hábito y empezó a masturbarse poco a poco, algo que solo había hecho una vez en su adolescencia, pero luego de eso se sintió mal y tomó la decisión de ser un representante de Dios.
A – Si, padre, don Enzo el carnicero cuando se da cuenta que mi esposo se va de casa, aprovecha y me entierra su morcilla, don Fabrizio el herrero cada que estoy sola, aprovecha y me clava su espada, por último don Massimo el que vende mariscos, en cuanto se larga mi marido me come el chumino!
Doña Antonella, también se estaba calentando con su confesión, así arrodillada como estaba e intentando que el padre no se diera cuenta, se metió mano por debajo del largo vestido y sus dedos hacían delicias con su hirviente coño, pero el padre que estaba atento a sus palabras, como a su escote, no pasó por alto el movimiento de su mano, el padre Donato que ya se estaba enajenando, le dijo:
D – Hija mía, te voy a aconsejar, cuando tú marido se vaya de casa y te entre la calentura, te vengas directamente para el convento y hablas conmigo, vale?
A – Sí padre, así lo haré!
Luego el excitado Donato, retiro con facilidad la rejilla del confesionario y sacando su monstruosa polla por el agujero, le dijo:
D – Tu penitencia hija mía, es que te comas este trozo de carne que representa el cuerpo de nuestro amado señor, para expiar tus pecados deberás meterte este instrumento de Dios por el agujero que está bajo el monte de Venus y por el de Sodoma, luego te vas a beber lo que salga de él hasta la última gota, ya que esto representa la sangre de Cristo, con este acto piadoso te puedes redimir ante el señor!
Antonella que no podía creer lo que sucedía, trago saliva cuando vio la enorme polla del padre Donato, que parecía tener el tamaño de su antebrazo, con una cabezota roja y brillante por el líquido preseminal, así que sin darse cuenta la mano que tenía libre la agarrará, intentaba abarcar la gran circunferencia del miembro de su confesor, la movía de arriba a abajo y empezó a chupar la enorme cabeza de su santidad, por poco y le desencaja la mandíbula, pero la cachonda Antonella lo hacía con gusto, era una viciosa que amaba las pollas, además la del padre Donato era por mucho la más grande que había probado!
D – Sí hija mía, deléitate con el cuerpo de Cristo!
A – Padre que buen instrumento carga usted por Dios santo, me fascina su bendita polla, ¡qué puta me siento!
D – A partir de hoy serás bendecida con mi garrote celestial!
A – Por favor padre, necesito que me purifique mi chumino!
Antonella dejó de chupar la gruesa verga del padre Donato, después de levantarse se bajó las bragas, se subió el vestido y empino su gran culo en dirección a la polla que tenía a su disposición, poco a poco la introdujo en su ardiente coño!
A – Ay padre qué delicia, su tranca me llena toda, que me parte padre, que me parte!
Los dos disfrutaban como chanchos en lodazal, Antonella empujaba hacía atrás con todas sus fuerzas, sus nalgas rebotaban contra la tabla por donde salía la colosal polla del padre que estaba por correrse.
D – Hija, ahora la carne del señor entrará en la caverna de Sodoma, así que abre tu culo y prepárate!
Aunque Antonella era muy viciosa, le daba un poco de miedo meterse semejante trozo de carne por el orto, pero más miedo le daba decepcionar a Dios y al caliente sacerdote, así que se escupió la mano y se lubrico su ojete, con ambas manos se abrió las nalgotas y con mucho dolor y placer introdujo hasta el fondo de sus entrañas la mastodóntica polla del padre Donato!
A – Ay padre bendito, que dolor, que me rompe el culo!
D – Es tu castigo hija mía, por ser tan puta, anda que lo disfrutas, no lo niegues pedazo de golfa!
A – Si padre, lo merezco y me fascina su polla partiéndome el culo!
Minutos después el culo de Antonella de verdad que padecía el tamaño de la polla del padre Donato, la sangre que salía de su orto lo demostraba, el lujurioso padre al ver la sangre que recorría su polla sonrió ante la ironía, ya que minutos antes le había dicho a la pecadora Antonella que se bebería la sangre del señor.
D – De rodillas hija mía, que está por salir la bendición del señor!
Al ponerse de rodillas Antonella que en medio de la gran excitación no se había dado cuenta de la hemorragia de su culo, hasta que vio la polla del padre Donato con su sangre, empezó a sentir el ardor en su ojete, pero eso no le impidió seguir con la penitencia, así que abrió su golosa boca y chupaba la pija del padre hasta que esté empezó a soltar chorros de leche, que bañaban el rostro de Antonella, ella intentó tragar lo más que podía, pero ya que el padre no había eyaculado por más de 40 años, la cantidad de leche que cubría la cara de doña Antonella era insólita, cabello, orejas, frente, ojos, hasta por su escote resbalaba la densa leche del padre Donato!
D – No dejes nada de la semilla de nuestro amado señor, limpia toda su herramienta pedazo de puta!
Antonella lamía todo el tronco mezclado de sangre y semen, lo dejo bien limpio y reluciente, luego con sus manos recogía la leche que estaba por toda su cara, ingiriendo la tibia leche del padre Donato, inclusive se chupaba los dedos con el esperma que quitó de su escote.
Minutos después de recomponerse de la tremenda culeada que le dio el padre Donato, esté le ordenó recitar una oración:
A – Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mí, que soy una pecadora.
D – Dios, padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su hijo y DERRAMÓ el espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la iglesia, el perdón y la paz.
Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del espíritu Santo.
A – Amén.
D – La pasión de nuestro señor Jesucristo, la intercesión de la bienaventurada Virgen María y de todos los santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna, vete en paz.
Doña Antonella salió del confesionario, con su gran culo adolorido, pero llena de placer, había descubierto una forma de seguir teniendo un marido cornudo, sin culpas y sin riesgo de ser descubierta, pues había tomado la decisión de no volver a llevar a su cama a ninguno de sus tres amantes, pues estaba enamorada de la herramienta gorda y bendita del padre Donato.
El padre Donato, luego de serenarse un poco, salió del confesionario, por suerte la capilla estaba desierta, lo que calmó sus nervios, pues de ser descubierto, podría hasta recibir la excomunión y ser desterrado de su cargo, por eso el padre Donato debía ser muy cauto en adelante.
Con el pasar de los días, la madre superiora Gabriella, empezó a sentir mucha curiosidad por las constantes visitas de doña Antonella, que cada miércoles iba puntual al despacho parroquial (antes su despacho) en el cual se daba cita con el padre Donato, aunque don Pietro el esposo de doña Antonella, había empezado a donar importantes cantidades de dinero para el convento, cosa que agradecía la madre superiora Gabriella, no evitó que uno de los miércoles en los que el padre Donato recibía a doña Antonella, la curiosa monja descubriera el porqué de las donaciones y las regulares visitas, previamente la madre superiora había hecho un agujero en la pared que estaba entre el despacho y su nueva habitación, el cual cubría desde su habitación con una pintura de "La inspiración de San Mateo" del famoso Caravaggio, que retiraba para luego ver por el pequeño agujero lo que ocurría en el despacho, dicho agujero estaba oculto en el cabello de uno de los esbirros romanos de la pintura también de Caravaggio "La crucifixión de San Pedro".
Ese día la madre superiora Gabriella, puso candado a la puerta de su habitación desde dentro para poder espiar tranquilamente lo que sucedería en el despacho, cuando Gabriella vio el acto blasfemo que ocurría entre el padre Donato y doña Antonella, por poco se desmaya, por un segundo estuvo a punto de gritar y salir corriendo a denunciar lo que el puerco padre hacía con la señora Antonella, pero algo la detuvo, algo en su interior femenino se despertó, lo que veía le causaba algo placentero que no podía describir, la escena en sí, lo prohibido de ese pecado, lo que el padre Donato tenía entre sus piernas hizo que Gabriella experimentará por vez primera un calor incontrolable en su entrepierna, no entendía porque lo que veía hacía que su coño se mojase como nunca lo había hecho, sin darse cuenta una de sus manos se empezó a hacer cargo de su calentura, la metió por debajo de su hábito y cuando la faena entre el padre Donato y doña Antonella estaba por acabar, la madre superiora Gabriella también lo hizo, era la primera vez que se masturbaba y que además tenía su primer orgasmo.
A partir de ese día, no se perdió los miércoles de visita de doña Antonella, la madre superiora Gabriella, ahora veía con otros ojos al padre Donato, que ignoraba el espectáculo que ofrecía a la monja pelirroja.
Días después, un viernes en la tarde, unos feligreses traían de urgencia a tres enfermos, eran don Enzo, don Fabrizio y don Massimo, al parecer tenían una extraña fiebre, fueron conducidos a la enfermería, las novicias inmediatamente le fueron a comunicar a sus hermanas lo ocurrido, minutos más tarde aparecían las tres monjas, Brunilda, Varenka y Laetitia, para alegría de las esposas de los tres enfermos, las monjas les dijeron a las señoras que harían todo lo posible por socorrer a los enfermos, las mujeres aliviadas hicieron acto de espera en la enfermería, cada uno de los hombres fue instalado en las tres habitaciones que tenía a disposición la enfermería.
Minutos después las tres monjas dejaron descansando a los enfermos, compartieron sus impresiones y tomaron la decisión de dejar internados a los tres hombres en la enfermería del convento, lo comunicaron a las afligidas esposas, les dijeron también que en cuanto mejorarán tendrían noticias de ello, para que pudieran venir por ellos, las tres señoras quedaron muy agradecidas con las hermanas y partieron hacia el pueblo.
Continuará…