Nuevos relatos publicados: 0

El cuñado

  • 2
  • 28.637
  • 6,00 (1 Val.)
  • 0

Sentada en el balcón de su departamento, Alicia disfrutaba del suave murmullo de la ciudad al anochecer. Había llegado temprano de su trabajo y decidió pasar la noche leyendo. De repente, escuchó voces provenientes del apartamento contiguo. Normalmente, el edificio era tranquilo, pero esta noche algo parecía estar pasando.

Se inclinó ligeramente hacia la barandilla, su curiosidad despertada por el sonido de risas apagadas. Fue entonces cuando los vio, parcialmente ocultos por las cortinas, pero claramente visibles para ella. Era Carlos, el esposo de su hermana, y la vecina del piso de abajo, Elena. El roce de sus cuerpos y la forma en que se miraban no dejaban lugar a dudas sobre lo que estaba ocurriendo.

Alicia sintió que el corazón le latía con fuerza y un nudo le apretaba el estómago. No podía apartar la vista, como si el choque entre incredulidad y disgusto la mantuviera paralizada. Cada gesto y cada susurro de los dos amantes la hacían sentirse intrusa, pero también responsable. ¿Qué debía hacer con esta información? ¿Cómo podría proteger a su hermana de la verdad?

Finalmente, se alejó del balcón y cerró la puerta del apartamento. Necesitaba respirar, pensar con claridad. La noche transcurrió lenta, como un eco de pensamientos y emociones encontradas. Quería llamar a su hermana, pero sabía que no era el momento. Necesitaba confrontar a Carlos y entender por qué estaba arriesgando su matrimonio con semejante traición.

Al día siguiente, Alicia fue a buscar a Carlos. Lo encontró en su oficina, un lugar al que solía ir con frecuencia para discutir asuntos familiares. Entró sin previo aviso, sorprendiendo a Carlos, quien al verla, sonrió con la familiaridad de siempre, sin sospechar que ella sabía todo.

—Hola, Alicia, ¿qué te trae por aquí tan temprano? —preguntó Carlos, tratando de sonar casual, pero había algo en su voz que la ponía alerta.

—Vi algo anoche que no debería haber visto —respondió ella, sus palabras cargadas de tensión—. Estabas con Elena, en tu apartamento.

El semblante de Carlos cambió de inmediato. El tono amable desapareció y fue reemplazado por una expresión de cautela.

—Alicia, no es lo que piensas... —empezó a decir, pero ella lo interrumpió, sus ojos encendidos de ira.

—¡Vi exactamente lo que estaba pasando! ¿Cómo te atreves a hacerle esto a mi hermana? —gritó, sus palabras llenas de indignación.

Carlos suspiró y bajó la mirada, claramente incómodo. Sabía que no podía mentirle.

—Fue un error... Algo que no debería haber ocurrido —dijo, pero sin convicción, como si se tratara de una excusa que ni él mismo creía.

—¡No puedes simplemente llamarlo un error y olvidarlo! —respondió Alicia, su voz temblando de furia—. Tienes que decirle a Laura. No puedo quedarme callada sabiendo lo que haces a sus espaldas.

Carlos intentó calmarla, acercándose con las manos extendidas, pero ella dio un paso atrás.

—No te acerques a mí —dijo, con la voz fría—. Lo que haces es imperdonable. Si no se lo dices tú, lo haré yo.

El rostro de Carlos se puso pálido. Sabía que Alicia hablaba en serio y que no podía escapar de lo que había hecho. Ella lo miró con desdén antes de salir de la oficina, su corazón aun latiendo con fuerza. Tenía que proteger a su hermana, incluso si eso significaba romper la ilusión de una familia feliz. La traición tenía consecuencias, y Alicia estaba dispuesta a enfrentarlas por el bien de su hermana.

(6,00)