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El espejo mágico (Parte 2): Mi primera polla

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Había pasado un día y medio desde que el jueves por la mañana me despertara siendo mujer,  un día y medio sin salir de casa por el miedo a que alguien me reconociera o… todo lo contrario, al miedo de que no lo hicieran. Era sábado cuando decidí irme unos días a un pueblecito de Cádiz donde tenía una casa junto al mar, tenía mucho que pensar y asimilar de mi nueva identidad, de mi cuerpo de mujer, de los sentimientos cambiantes dentro de mí y eso esperaba conseguirlo allí, en la soledad de una casa que llevaba vacía más de 8 años. Pedro, uno de los porteros de la urbanización, un señor mayor con un acento andaluz muy acentuado al que me costaba entenderle a veces por lo deprisa que hablaba, se encargaba de ventilar de vez en cuando la casa, se ocupaba del jardín, de la piscina y nada más llegar, lo que nunca llegué a imaginar, en cuando este me vio llegar me saludó efusivamente.

- Buenos días, señorita Elena, qué tal está usted, me alegra verla denuedo. - ¿Señorita Elena?, pero, ¿me conocía?, ¿cómo era eso posible?, no tenía sentido, ya que él nunca me había visto con forma de mujer hasta ese día, me quedé pensativa mientras él me ayudaba con las maletas y no paraba de hablarme como si me conociera de toda la vida, pero realmente Pedro sí que me conocía, por lo menos todas aquellas cosas que me contaba, todas…eran ciertas, aunque eran los recuerdos de Juan quien había perpetrado todas aquellas travesuras y no Elena. En ese momento caí en la cuenta que ese debía de ser mi nombre de mujer y en esos momentos mientras paseaba por la casa fue cuando me fije de las fotografías que vestían las paredes del salón y me quede paralizada una vez más, allí estaba mi vida retratada, había fotografías mías por todas partes de cuando era pequeña, algunas sola y otras con mis abuelos y mis padres, también con amigos como Jaime, pero todas con el cuerpo de niña o de una adolescente con cara de pícara, es cierto que recordaba que estaban allí, pero con la apariencia de un niño, sin entender nada de todo aquello, recordé lo que había pasado también en mi casa de Valencia, en las imágenes, mi género habían cambiado y en vez de ser un niño era niña, en vez de ser de hombre eran de mujer y mirando como Pedro metía mis maletas en casa pensaba que si eso era así, con unas fotografías, ¿Por qué no Pedro me iba a recordar como mujer?, ahora ya tenía sentido por muy extraño que fuera todo.

Tenía mucho que asimilar, empecé a buscar en todos los documentos que tenía a mi alcance, hasta ahora no había reparado en ellos y cuando los mire, estaba todo ahí, todo había cambiado, el DNI, el carné de conducir, la tarjeta del médico, las tarjetas de crédito, el carnet de la biblioteca, incluso el de estudiante que aún conservaba, en todas partes mi sexo había cambiado, ahora me llamaba Elena, en ese momento empecé a sentir mareos, tuve que sentarme en el enorme sofá del salón, la cabeza me daba vueltas una vez más, después de dos días todavía pensaba seguía pensando o más bien quería pensar que todo aquello no era más que un mal sueño, que en algún momento me despertaría en mi cama. Pedro se despidió de mí y me quede sola en aquella casa que me era tan familiar y a la vez tan extraña, aproveche para darme un largo baño con sales y así despejarme, en la bañera me llevaba las manos a la cabeza, reflexionando incluso que coño hacía yo tomando un baño, ¿pero desde cuándo hacía yo eso?, empecé a recordar toda mi vida, a pasar silenciosamente por todos mis recuerdos y empezaba asimilar que aquello no era un sueño, pero era todo tan raro, me recordaba haciendo cosas, pero no de la misma manera en las que yo sabía que habían ocurrido, me veía montando en bicicleta por aquella urbanización haciendo el burro, pero me veía con faldas, recordaba bañarme en la piscina, abrazarme a mis padres, pero mis recuerdos me jugaban malas pasadas pues unas veces era un niño otras una niña, necesitaba tomar algo más fuerte que no fuera un vaso de agua y después de secarme y cambiarme de ropa, poniéndome uno de los bikinis que había encontrado en el armario en valencia, pase el resto del día en la piscina o tirada en el sofá haciendo que veía la televisión pensando en todo aquello mientras que vaciaba una botella de bourbon.

Una vez más la noche la pasé dando vueltas en la cama, no hacía más que darle vueltas a la cabeza, ¿Qué iba a hacer ahora?, esa frase resonaba una y otra vez dentro de mí, era temprano, casi las 8 de la mañana cuando me até el pelo con una goma, me puse la braga del bikini, pantalón corto, un top de deporte y salí a correr por la playa para despejarme y me volvía a sorprender porque como Juan nunca habría hecho eso, nunca habría salido a correr, pero como Elena parecía que tenía la necesidad de salir y hacer deporte. Se convirtió en una rutina diaria, todos los días a la misma hora, mismo recorrido por el paseo marítimo, desayunar en el chiringuito de Pepe frente a la playa y finalmente darme un pequeño baño en el mar. Antes de subir a casa solía dar largos paseo por el pueblo comprando la comida del día y hablando con la gente la cual no se habían olvidado de mí, todos me recordaban y las más viejas y más cotillas siempre diciéndome eso de que guapa que estaba, que ya era toda una mujer y sentencian mucho lo de mis padres. Yo no pretendía en ningún momento ser antipática con lo que el tiempo corría y cuando quería llegar a casa ya era casi la hora de comer, una ducha rápida y después de hacer la comida con una copa de vino en la mano, comía mirando al gran ventanal desde donde podía divisar el jardín y un poco más allá el pueblo, las tardes me solía quedar en la piscina tomando el sol o me iba a recorrer la costa con la moto descubriendo las calas más inaccesibles, pero hermosas, calas en donde me quitaba la ropa y me bañaba desnuda quedándome casi hasta el anochecer, luego, de vuelta a casa, cenaba sola acostándome más tarde y así pase toda la semana hasta el viernes, porque aquel viernes una vez más mi vida iba a cambiar.

Todos los días mientras corría, me había fijado en los cuatro chicos que jugaban al voleibol en la playa, más o menos de mi edad y con la certeza de saber que cada vez que pasaba a su lado se volvían a mi paso para mirarme, la verdad que no estaba acostumbrada a esas cosas, todo lo contrario, hasta no hacía ni una semana era yo quien me quedaba mirando cada vez que una mujer pasaba junto a mí, al principio me sentí de alguna manera acosada con sus miradas y sus comentarios, pero al cabo de los días me empezó a gustar, me sentía incluso bien y ese día en concreto decidí sentarme en otro chiringuito para desayunar, uno que estaba justo enfrente de ellos, donde jugaban todas las mañanas, esta vez iba a ser yo quien les mirara, quien disfrutara de sus cuerpos atléticos, les veía saltar, correr, tirarse y rebozarse por la arena, me recordaban bastante a mi amigo Jaime, eran todos muy guapos y con unos cuerpos que realmente te quitaban el hipo, me sorprendía a mi misma cuando me quedaba embobada mirándoles, sentía un no sé que, algo que nuevamente era algo nuevo para mí, me gustaba mirarles, me excitaba verles de esa manera, solo con sus bañadores, mostrando sus torsos sudorosos, prácticamente dibujaba y moldeaba en mi mente sus pectorales, sus trapecios, sus abdominales, notaba algo en mi interior que no sabía muy bien como explicar, era la primera vez que miraba a un hombre de esa manera y me notaba rara, me sentía nerviosa, como si estuviera haciendo algo malo, pero estaba disfrutándolo tanto que no me di cuenta de que mis manos apretaban mi vulva, me sentía excitada, mojada, me mordía los labios con los dientes teniendo algunos pensamientos digamos…de tipo sexual con ellos, como en aquellas historias que me contaba Jaime me veía a mi misma desnuda junto a ellos, sintiendo sus besos, sus caricias, sintiendo como atravesaban mi intimidad.

Tenía calor, más que externo… interno, necesitaba refrescar mi cuerpo y mi mente, necesitaba darme el baño de rigor de la mañana y al pasar camino del agua delante de ellos, me sentí observada, tanto o más que cuando me veían correr, sabía que sus miradas me acompañaban a cada paso, explorando con cada movimiento todo mi cuerpo, aquello de alguna manera me excitaba aún más y me hacía sentir deseada, era una sensación que nunca había tenido, no de esa manera y con tanta intensidad. No sé porque, sin pensarlo dos veces, decidí crear más morbo y a pocos metros de ellos me quite las zapatillas de deporte dejándolas en la arena blanca de la playa, me quité el pantalón corto que llevaba de una forma muy sensual, me solté la coleta dejando que mi melena jugara con el viento, la recogía y peinaba con los dedos mirando al mar, sabiendo que ellos no dejaban de observarme, luego pasaba mis manos por mi vientre hasta llegar a braga del bikini arreglándomela con los dedos, cogiendo la goma y ajustándomela bien al cuerpo, más tarde hacia la misma operación con el top, les invitaba a que esta vez sus miradas si fueran realmente justificables y que sus ojos se posaran en mí, a pocos metros de la orilla su pelota cayó a mis pies, era muy evidente que había sido algo provocado y de una forma muy patosa le di una patada con el pie e intente devolvérsela, no había dado más que dos pasos cuando la pelota volvía a caer a mis pies, esta vez me gire y les sonreí, esta vez me agache despacio dejándoles ver mi culo y mi vulva por detrás, recogí la pelota y se la lleve en mano. No sé porque hice aquello, sinceramente estaba descontrolada, quería, deseaba algo que no me atrevía ni a pensar, la conversación empezó a fluir enseguida entre nosotros y me daba cuenta lo fácil que era atraer a los chicos y más con este cuerpo de mujer, pensamientos y no todos buenos empezaron a desfilar por delante de mí y al cabo de los minutos me deje convencer para que jugara con ellos.

Los cuatro chicos de origen norte americano, californiano para ser más precisa se encontraban de vacaciones en España y más o menos se defendían en español y aunque mi nivel de inglés era muy alto deje que ellos se expresaran en español porque me hacían gracia y de esa manera podía entenderles sin que ellos lo supieran que entendía todas las conversaciones algo subidas de tono que tenían entre ellos, la más suave que me pondrían a cuatro patas allí mismo y yo me hacía la tonta, como si no les entendiese. Al principio parecían tan nerviosos como yo, pero el tiempo les fue dando alas y poco a poco, paso a paso dejaban atrás los nervios y empezaron a ser más atrevidos, sentía en mi cuerpo sus manos con la excusa de enseñarme a jugar, cogiéndome por las caderas sintiendo sus cuerpos sudorosos detrás de mí, se rozaban de una forma nada voluntaria en mis nalgas y en ocasiones notaba sus manos rozar mis pechos, yo intentaba zafarme continuamente, e incluso estuve a punto de marcharme porque no me gustaba el cariz que estaba tomando aquella situación, me estaba arrepintiendo de haber provocado aquella situación e incluso de los pensamientos que minutos atrás afloraron en mi mente.

Había uno de ellos, Steven, que no entro en aquel juego, me estaba respetando y ponía mala cara cuando sus amigos intentaban sobrepasarse conmigo, era el más guapo de todos, de piel tostada por el sol, pelo castaño con algo de melena y unos ojos azules que se confunden con el mar, Steven a pesar de no tener el cuerpo con los pectorales y abdominales tan marcados como los de sus amigos, me resultaba bastante más atractivo, le notaba en todos los aspectos más natural, algo tímido, ya que sabía que me miraba y cuando lo hacía apartaba rápidamente la mirada cuando yo le miraba a él y, sin embargo, no tardó en venir en mi ayuda como un caballero andante cuando se dio cuenta de que lo estaba pasando mal.

Sus amigos empezaron a reírse de él y al final, después de que yo empezara a enfadarme se pusieron a jugar por separado, Steven no tardó en excusarse en su nombre, a pedirme perdón por no haberlo parado antes, la verdad que en esos primeros momentos, estaba tan enfadada, tan avergonzada conmigo misma que no le hacía prácticamente caso, pero su insistencia terminó por calar en mí y terminamos ante la atenta mirada de sus amigos tomando un café en el chiringuito donde comenzamos hablar de todo un poco aunque de mí poco podía decir. Así pasamos toda la mañana entre risas y más risas, a pesar de que ya sabía que yo hablaba inglés sólo quería hablar en español y las carcajadas de los dos eran constantes por las continuas patadas que le estaba dando al idioma, realmente me hacía sentir bien, me hacía sentir por primera vez a gusto conmigo misma, sintiéndome por primera vez mujer, me hacía sentir de algún modo plena y feliz con mi cuerpo.

A la mañana siguiente habíamos quedado para ir a correr por la playa juntos, sus amigos habían decidido irse y la verdad me daba realmente igual, con él me sentía segura y muy a gusto, mentiría si no dijese que también muy atraída. Serían las 8 de la mañana cuando pasábamos por zona de la playa donde ellos solían jugar y unos metros más allá, justo enfrente donde había dejado su coche me pare y le insinué que me enseñara a jugar al voleibol, Steven no tardo en sacar un balón que tenía y mientras hacía malabares con el balón, me sonreía a la vez que me amenazaba en darme una paliza, al empezar a jugar note que aquello era muy diferente al día anterior, se acercaba poniéndose por detrás de mí indicándome como ponerme y como sacar, me cogía suavemente de las caderas para colocar mi cuerpo para sacar y también como decepcionar una pelota, sus manos rozaban mi cuerpo con suavidad, sentía su aliento detrás de mí y su pecho se unía a mi espalda, podía oler su perfume, todo aquello me estaba excitando y de que manera y sin darme cuenta le permitía que se fuera acercando más a mí, quería tenerlo cerca…necesitaba tenerlo cerca, notaba las palpitaciones de su corazón, sabía que estaba nervioso y lo sabía porque yo también lo estaba, su cuerpo se había unido a mi espalda por completo y note el bulto que tenía por debajo del bañador, tenía muy claro lo que eso representaba, no obstante llevaba mucho tiempo sintiendo lo que Steven sentía, pero no estaba acostumbrada a sentir lo que yo sentía en esos momentos cuando note como mi sexo se humedecía por momentos, era algo que ya me había pasado anteriormente, pero nunca con la presencia de un hombre, nunca por un hombre, nunca deseando ir más allá de mis simples dedos.

Notaba como me miraba, como constantemente quería decirme algo, los dos estábamos sintiendo una atracción irrefrenable, pero la vergüenza nos atenazaba y, sin embargo, había momentos en que la vencíamos e íbamos más allá de las simples miradas, dejaba que sus manos me rozaran los senos y mi cuerpo respondiera con un escalofrío, Steven lo estaba notando y se iba desprendiendo cada vez más de la vergüenza e intentaba ir más allá, una de sus manos se deslizaba despacio desde mi cadera hasta mi estómago, acariciándome con su mano extendida para después abrazarme con fuerza por debajo de mis pechos, hacía rato que ya había dejado de atenderle en las posiciones que me enseñaba y eché mi cabeza hacia atrás apoyándola sobre sus hombros para mirarle y a pesar de estar en la playa a una hora en que se empezaba a llenar, parecía como si el mundo se hubiera detenido, solo oía sus latidos, su respiración, su otra mano busco a su compañera entrelazando sus dedos y así definitivamente dábamos por finalizadas las clases del juego, Steven me estaba abrazando con fuerza, pero a la vez con suavidad, nos miramos fijamente cuando mi brazo subió buscando su cabeza y acariciando su pelo con nuestros labios a escasos centímetros el uno del otro.

Todo aquello era nuevo para mí, realmente todo lo que hacía era nueva para mí, una sensación tras otra, hacía que mi respiración se acelerara y que mi piel se erizara, en mi sexo se disparan todos los sentidos así como mis pezones que se habían elevado tanto que querían escapar de mi top, veía sus labios tan cerca de los míos que era inevitable que nos empezáramos a besar y de no haber sido por las sirenas de una ambulancia que pasaba a toda velocidad así hubiera sido, aquel ruido nos había hecho volver a la realidad y francamente, ninguno de los dos deseábamos, pero la magia del momento se había roto, nerviosa por estar ahora entre sus brazos me separe de él empujándolo hacia atrás y riendo le rete a ver quien era el primero en llegar al agua. Nos separaban unos 20 metros cuando empezamos a correr y entre miradas ajenas y nuestras risas nos metimos en el agua salpicándonos con los pies, Steven me cogía de los brazos para detenerme, salpicarme y abrazarme con la intención de intentar besarme y yo riéndome me zafaba de él una y otra vez, me ponía a nadar para separarme, él me intentaba coger de los pies e intentaba hundirme, las risas de los dos se oían en una playa todavía con muy poca gente que no paraba de mirarnos y cansada de escaparme me pare, me puse de pie en una zona donde el agua me cubría hasta la mitad de mis pechos y espere a que llegara, esta vez mi mirada era una invitación a que me abrazara y que me besara.

Steven se acercó a mí y con su mano me apartaba el pelo mojado de mi cara, me miraba fijamente y con sus fuertes brazos me elevo para tirarme al agua, pero justo antes de lanzarme le pedí entre risas que no lo hiciera, me tenía suspendida en el aire cuando empezó a bajarme lentamente y según mi cuerpo se deslizaba por el suyo, nuestras miradas se entrelazaron y mi vulva se apretaba contra su pecho, estómago, hasta sentir su pene totalmente duro, lo notaba como se clavaba en mí en mi bikini e intentando traspasar nuestros bañadores, mis pechos se aplastaron contra su cuerpo cuando nos abrazamos con fuerza sin permitir ni un solo espacio entre nosotros y una vez más nuestros labios se situaron a escasos centímetros, nuestros ojos parecían unirse en una mirada sin fin mirándonos contemplando cómo el mundo que nos rodeaba se paraliza una vez más, la gente iba desapareciendo a nuestro alrededor, dejándonos solos allí en la playa, solos con el murmullo de las olas.

Un suave roce, una sensación de frescura en mis labios cuando esta vez si, se unieron a los suyos, esta vez si nos besamos levemente mientras no parábamos de mirarnos, nuestros cuerpos unidos como un solo cuerpo, con sus manos en mis glúteos y mis piernas abiertas rodeándole por la cintura y mis brazos en su espalda, la sensación de aquel beso fue como si un rayo me hubiera atravesado de lado a lado, mi cuerpo estaba inerte, solo mis labios y mi lengua parecían tener vida, me sentía feliz, era mi primer beso como mujer, las sensaciones que sentía eran incontables, sentía su pene apretar mi bikini justo ahí donde mi vagina nace, me sentía tan húmeda por dentro como por fuera, mis uñas se clavaban en su espalda y notaba como con una de sus manos me separaba el bikini y pude notar por primera vez como su cuerpo empezaba a penetrar dentro del mío, tan solo unos centímetros, unos centímetros que su pene se metió dentro de mí, la sensación fue tan placentera que quería más, quería sentirla entera dentro de mí y cuando se disponía a empujar, cuando sentía como su pene se empezaba a deslizar dentro de mí, en ese momento unas sirenas de unos barcos pesqueros nuevamente nos hizo volver a la realidad, nos vimos rodeados de gente bañándose, no sabíamos de donde habían salido y un poco avergonzados salimos de la playa, uno detrás del otro, sonrojados y sin saber que decir, sin saber todavía que había pasado entre los dos, bueno eso es lo que decían nuestros rostros, porque yo sí que sabía muy bien ahora que es lo que siente una mujer al ser amada, era mi primera vez para todo, los abrazos con un hombre, las caricias, los besos, la sensación de su lengua penetrando en mi boca y la sensación de su pene penetrando en mi vagina, era mi primera vez y estaba encantada, tan encantada que ya no pensaba en masculino sino solo en femenino.

Necesitaba controlar esas sensaciones que sentía y que había notado tan cerca y dentro de mí, estaba cansada de interrupciones, algo en él me atraía sin poder remediarlo, aquella mañana no hubo un adiós, un hasta luego, aquel día lo quería pasar entero con él y sin apenas mencionar lo que había pasado dentro del mar, nos mirábamos y reíamos tomando café en el chiringuito de la playa, ninguno de los dos quería sacar un tema que tarde o temprano terminaría por salir, pero de momento no, no era todavía tiempo de abordar aquel tema por muy difícil de entender, todavía no, quizás el momento apropiado sería ya en mi casa cuando le invité a mi casa a tomar algo y bañarnos en la piscina tranquilamente sin interrupciones de ningún tipo, algo que iba a ser más intimido y que los dos sabíamos.

Me había cambiado de bikini para estar más cómoda y bajé con dos cervezas al jardín, Steven estaba dentro del agua distraído mirando cada rincón del jardín hasta que me vio bajar por las escaleras, sus ojos se fijaban en mí a cada paso que deba, me sentía deseada por él, me sentía desnuda ante su mirada, sabía muy bien que es lo que iba a pasar y realmente lo deseaba. Una vez que llegue al borde de la piscina deje las cervezas en el suelo y empecé a bajar las escaleras lentamente metiéndome en el agua, Steven me miraba y clavaba sus ojos en mi cuerpo, sus ojos iban viajando por el movimiento de mi pelo debido a la brisa que lo envolvía, por mis hombros y brazos al andar, mis senos cubiertos por aquel pequeño bikini de color azul claro que dejaba entrever la excitación de mis pezones debido en gran parte a sus miradas, miradas que bajaron hasta mi cintura y un poco más abajo a mi sexo antes de que lo cubriera el agua, una vez más me notaba mojada en mi interior, pero esta vez nada más llegar a él, sin ningún tipo de lucha estaba dispuesta a entregarme a él y, sin embargo, solo hablamos, esta vez simplemente hablamos, no hubo roces, tampoco ningún beso que refrescaran el ardor de mis labios, simplemente nadamos un poco, reímos de los comentarios tontos que hacíamos inventándonos los nombres para las figuras de las nubes en el cielo mientras que bebíamos las cervezas dentro de la piscina.

El sol llegaba a su fin y quería aprovechar sus últimos rayos tumbándome sobre la hierba, estaba boca arriba con los ojos cerrados y notaba que Steven estaba junto a mí, me sentía a relajada y nerviosa cuando empecé a notar como su mano me acariciaba de arriba abajo mi brazo, desde mi hombro mojado hasta mis dedos antes de enredarse en ellos, disfrutaba con el paso de las yemas de sus dedos casi sin tocarme la tripa, subiendo suavemente por en medio de mis senos hasta mi barbilla y posándose en mis labios hasta que se los besaba, entonces abrí mis ojos mirándole fijamente, con la mirada le estaba dando permiso para que siguiera, para que me besara, para que apartara un poco el sostén del bikini, lo justo para meter sus dedos y liberar mi pezón, por fin ninguna interrupción cuando empezó a lamerlos y a mordisquearlos con sus labios, nuevamente esas sensaciones, tan diferente a las que había sentido en otras ocasiones, a las que estaba acostumbrado como hombre, nuevamente tremendamente excitada, eran diferentes, eran más intensas, más placenteras, notaba una sensación de placer que me embargaba él todo el cuerpo y como la braga de mi bikini se humedecía, el poco bello de mi cuerpo se erizaba y sabía que estaba a su merced, estaba deseando que me quitara por completo el sostén y que su boca humedeciera mis pezones, cubriéndome la tripa con la palma de su mano hasta el interior de mis muslos que inconscientemente le abría y entre mis muslos mi vagina mojada esperando lo que ya tanto deseaba, que me hiciera suya.

Steven acariciaba mis muslos con suavidad subiendo hasta mi vulva apretándola con la palma de la mano, un pequeño gemido de placer salió de mis entrañas al igual que paso en la playa, sus dedos por debajo de la braga habían penetrado en mi interior, mi gemido apagado con un beso que buscaba mi lengua y sus dedos encontraron el premio, el premio que yo deseaba que encontraran, le tenía prácticamente encima de mí, me sentía una vez más abrumada por todas esas sensaciones nuevas, la sensación de tener sus dedos y no los míos entre mis labios vaginales, en mi clítoris, yo me había masturbado antes si, pero esto era diferente, no parábamos de besarnos hasta que deje mi boca abierta al sentir sus dedos penetrar en mi vagina y con un gemido en sus oídos le daba permiso a seguir más haya, metió primero uno, luego dos de sus dedos antes de quitarme el bikini, me encontraba desnuda y quería, deseaba que me hiciera suya, quería sentir su pene dentro de mí, las sensaciones como mujer me parecían más placenteras de cómo yo las había sentido como hombre y necesitaba más, quería saber más, quería descubrir hasta donde era capaz de sentir.

Abriéndome bien, rodeándolo con ellas su cintura Steven empezó a penetrar con su pene mi vagina, poco a poco se iba deslizando dentro de mí, aquella sensación me estaba matando, la sentía entrar centímetro a centímetro hasta que con un pequeño empujón la metió tan al fondo como pudo llenándome entera, llegando hasta el fondo de mi vagina, mi cuerpo se estremecía, le abrazaba, le arañaba la espalda con cada estocada que recibía, no parábamos de besarnos, él no paraba de gemir y yo de gritar, no paraba de meter y sacar su polla en mi coño recién estrenado, se apartó de mis labios y mirándome note que se iba a correr, intento separarse, pero no le deje, quería que se corriera dentro de mí, lo quería todo para mí, un pequeño grito y fue el preludio a notar su semen caliente saliendo de su polla impactando contra mis paredes vaginales, aunque no llegara al orgasmo el sentimiento de placer que me dejó fue enorme y además no iba a permitirle que se fuera sin más, sin hacerme gozar de verdad.

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