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Eli

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La conocí a Eli de pura casualidad. Yo estaba dando una charla sobre Materialismo Histórico y ella fue acompañando a un novio o algo así (después supe que estaban casi rompiendo en ese momento). Fue casi por compromiso, pero el tema le interesó. Era una piba muy vivaz y despierta y con ansias de conocimiento. En realidad, ese fue el primer nexo entre nosotros. Se quedó al terminar acribillándome a preguntas y le cortó el rostro al pibe con el que vino, el cual le insistía en irse a tomar unas copas. La invité, ya que le interesaba el tema, a una charla de lógica dialéctica que tenía planteada para la semana siguiente. Me aseguró que allí estaría y nos despedimos. Si me había interesado por sus ansias de saber y su inteligencia al intercambiar opiniones, cuando la vi partir, me cautivó su figura y su estética.

- “¡¡Wow!! Que mujer más interesante”, pensé.

El viernes próximo había iniciado la charla prevista con un cierto gusto a desencanto, ya que no la vi entre los concurrentes. Pero diez minutos después de haber empezado, la vi llegar, sentarse y escuchar atenta. Nuevamente intervino en el debate, preguntó en forma incisiva e inteligente y esperó que todos se vayan para venir a saludarme y pedirme disculpas.

- “Lo siento, el cole tardó más de lo previsto”, me dijo.

- “No tenés que disculparte, lo importante es que viniste y, por lo que veo, te interesó”.

- “Oh si¡¡, mucho. Expones en una forma clara y sencilla. Me encantó”.

- “Me alegro”.

- “Igual, me quedaron miles de preguntas para hacerte. Me abrió más interrogantes y ganas de saber”.

- ¿Cómo te llamás?

- "Eli", me dijo.

- “Pensaba cenar algo por acá antes de irme, vení y preguntá”

- “¡¡No!!”, me dijo “Cena tranquilo”.

- “Eli, no puedo encontrar algo mas insulso y deprimente que cenar solo. ¿Y si te pido que me acompañes?

- “Bueno, así me la ponés más fácil. Pero si te cansan mis preguntas, me decís. ¿Está bien?”.

-”Sí señorita”, dije sonriendo y haciéndole la venia.

Fuimos a una pizzería cerca y, mientras nos hacíamos cargo de una napolitana, cumpliendo su amenaza, me acribilló a preguntas.

- “Qué estudias”, le pregunté cuando la pizza y las preguntas se habían acabado.

- “Letras. Pero dudaba entre Letras y Filosofía y aún dudo”.

-”Interesantes las dos. Son dos carreras que me encantaría hacer. En realidad son muchas las que me gustarían. Igual, no voy a hacer ninguna. Ya pasaron mis días de estudiante”.

- “Nunca pasan y no creo que vos no estudies. Por tu cuenta, pero seguro estudias. Tenés una mente muy inquieta para no hacerlo”.

El tiempo se nos fue yendo sin darnos cuenta. Los mozos levantando sillas y limpiando nos trajeron a la realidad.

- “¡¡Uyyy!! ¡¡Qué tarde se hizo”, dijo con voz y gestos de alarma.

- “¿Te tenes que levantar temprano?”.

- “No, pero donde vivo no es conveniente llegar tan tarde”.

- “¿Por dónde vivís?”

“En Florida, pero en la Florida pobre, para el lado de Constituyentes”.

- “Conozco, viví en Martelli unos años. Si no te molesta, te llevo. Voy para Escobar y me queda casi de paso”.

- “¿En Escobar? ¿Y venís acá a dar una charla”?

- “Si, en coche a esta hora tengo media hora de viaje nada más”.

- “Pero te voy a hacer desviar mucho”.

- “Eli, el coche no se queja y yo tampoco. Vamos. Vos me acompañaste a mi a comer y yo te acompaño a tu casa”.

- “Si no, acercame hasta Puente Saavedra y tomo el 161”

-”¿A esta hora? El 161 viene cada media hora con suerte. No jodás, dale”.

- “Bueno, me da no sé qué”

- “Que no te dé nada. Es un placer” y, tomándola del brazo, la apuré para irnos.

El viaje sirvió para conocernos más. Tenía 24 años y una vida sin apuros. Los viejos tenían una librería y, pese a estar jubilados, seguían trabajando porque el negocio, el contacto con los vecinos, era su vida. Sus dos hermanos mayores estaban viviendo en España y ella se decidió a empezar la Facultad tarde. Ayudaba a los padres unas horas a la mañana y después se dedicaba a estudiar y salir.

Yo le conté de mi vida. Mi militancia de muchos años, mis hijos ya crecidos, mi actual vida, con poca exigencia (tenía dos casitas que alquilaba y le había dejado mi empresita de construcciones al mi socio y algo de dinero de ahí me entraba). Pensé en mentirle en la edad, pero me pareció muy boludo hacerlo y le sinceré mis sesenta años. Hice deportes toda mi vida y siempre me cuidé y normalmente me dan menos edad, pero no me daba para macanearla en eso. Me agradeció mucho cuando llegamos a su casa y me despidió con un cálido abrazo después de intercambiar números de celulares.

Dos semanas después, me habían invitado a dar una charla sobre el origen del patriarcado en un local de un grupo feminista y se me ocurrió mandarle un wasap a Eli, invitándola si quería venir. Su respuesta me dejó impactado: “Por supuesto que voy. Por fin aparecés” con un emoticón de sonrisa y un beso. “Querés que te pase a buscar” le respondí. “No. Es mucho, demasiado” fue su respuesta. “Tal vez lo sea para vos, para mi no, me encantaría hacerlo”. Su respuesta tardó más de media hora. “Bueno, si insistís”. “El viernes a las 18 h estoy en tu casa”, le escribí. “No, porfi, esperame en la Puma de San Martín y Constituyentes”, escribió al toque. “Ok. Allí te espero”.

Cuando la vi llegar me dejó sin aliento. Estaba hermosa y vestida sencilla (tal como después supe que era su costumbre), pero muy bien arreglada para resaltar sus formas. El abrazo y el beso de saludo me parecieron más cálidos y largos de lo esperable, pero temía estar dejándome llevar por mis ansias. Charlamos todo el viaje. Estaba alegre y desenvuelta (más que yo, seguro). La charla fue animada y nuevamente Eli intervino con lucidez y preguntas y opiniones fundadas e interesantes. Cuando terminé de contestar, saludar, agradecer y hasta sacarme selfies, la vi esperando apoyada contra una columna.

- “Se te fueron al humo todas las chicas”, me dijo entre sonriente y (me pareció) en tono de protesta.

- “Es un tema muy mentado y debatido, pero con poca información. Es por eso. Yo solo les doy la data científica de lo que ellas viven y sufren y luchan para cambiar”

- “Si profe” me contestó entre sonriente y poco convencida. “¿Y ahora? ¿Compartimos otra pizza?”

- “No. Pizza no. Si vamos a cenar, vamos a un buen lugar con buena comida”

- “Si profe”, me dijo haciéndome la venia.

Fuimos a Casa Austria, en San Isidro, donde compartimos un goulash, salchichas con chucrut y topfenstrudel. Estaba encantada. Me confesó que ni ella ni su madre eran buenas cocineras y que no había probado este tipo de comida. Después fuimos a tomar café al bar Santa Teresita, frente al río, donde nos quedamos hablando sin sentir el paso del tiempo. Cuando vi la hora, le dije que la llevaba. Al llegar a dos cuadras de la casa, me pidió bajar allí y la abracé para despedirnos, con la intención de darle un beso en la mejilla, pero ella giró la cabeza para que nuestras bocas se encontraran. La besé, despacio y dulcemente primero y después le dí un beso profundo que ella respondió plenamente. Después de besarnos largo rato, la miré y le dije:

- “Perdoname si parezco mas boludo de lo que soy, pero no me lo esperaba”.

- ”¿Te gustó?

- ”Mucho, ¿Qué hacés este finde?”

- “No sé, no tenía ningún plan”

- “Ya lo tenés. Si querés vengo a buscarte el domingo temprano y vamos de paseo a algún lugar o… vengo a buscarte el sábado a la noche, te invito a comer a casa y el domingo vamos a pasear”.

-”Perdoname, pero me la dejaste picando, ja, ja. Se te acabó lo boludo por lo que veo” dijo sonriendo

- “No, este, mira…” empecé a decir, pero me interrumpió.

- “Me parece fantástico que me invites a cenar a tu casa. Mañana 20 h, ¿te parece?

- “Totalmente” le dije mientras la atraía hacia mi para besarla.

Me fui para casa con la cabeza hirviendo de pensamientos y con una excitación imparable. Ni siquiera se me había ocurrido que Eli pudiera tener algo que ver conmigo. No porque no me gustara sino por la diferencia de edad. No podía dar crédito a que la hubiera besado y que mañana iba a dormir conmigo. Al otro día ordené la casa y preparé la cena a la mañana y dormí una buena siesta, no quería tener sueño a la noche, porque no pensaba dormir. La fui a buscar, vino con un bolsito y el encuentro fue muy cálido y tierno. Llegamos, le mostré la casa y prendí el hogar a leños, pese a que el invierno no era crudo. Siempre es lindo comer con el fuego a la vista.

Cenamos borsch (que le encantó) y bondiola acaramelada con salteado de vegetales. Mientras salteaba en el wok ella revisó todo, miró los libros que tenía, me preguntó detalles de mi vida y cada tanto venía por atrás, me abrazaba y me llenaba de mimos. Había hecho unas natillas de postre, pero ni llegamos. Insistió que deje todo sin lavar que ella a la mañana se ocupaba y se fue al dormitorio, pidiéndome que vaya cuando me diga. Cuando me llamó y fui, estaba acostada, tapada. Me desvestí y al meterme entre las sábanas descubrí que estaba totalmente desnuda.

- “¿Te gusta que te mimen?”, pregunté.

- “Mucho”.

- “Entonces, date vuelta y dejame que te mime. Si algo no te gusta, me avisas, pero si no, please, dejame disfrutar tu cuerpo”.

- “Ok”, dijo, medio intrigada.

Usando una crema para masajes, empecé a frotarle el cuello y la espalda con masajes relajantes, pasé por sus nalgas para trabajar sus piernas, bajando hasta sus pies, los cuales masajée largamente.

- “¿Te gusta?

- “Muchísimo. Pero yo no hago nada”, protestó.

- “Oh si que hacés. Disfrutás y me dejas saborear la belleza de tu cuerpo. Pero si algo te pone mal, decime”.

- “No, nada, es fantástico. Pero no estoy acostumbrada a recibir tanta caricia sin participar”.

- “Ya te va a llegar el turno, tené paciencia. Ahora, cerrá los ojos y dejate acariciar”.

- “Si profe”, dijo con una risita.

- “Ahora date vuelta pero, por favor, dejá los ojos cerrados. Te va a permitir disfrutar más. ¿O querés que te los vende”.

- “Si, me gustaría”

Le puse una venda en los ojos con un pañuelo de cuello y ella me dejó hacer sin decir nada. Ya puesta boca arriba, comencé a acariciar su pecho, evitando sus tetas. Cuello, costados, panza y de a poco, bajando sin llegar a su pubis. Bajé a las píernas y, al terminar, volví arriba. Empecé a acariciar y lamer sus pezones suavemente mientras ella suspiraba y tensaba su cuerpo. Después empecé a acariciar la parte interior de sus muslos bordeando su vagina, sin tocarla. Su cuerpo se movía como para acercármela. Cuando sentí que estaba muy excitada, bajé a lamerle suavemente, pasando la lengua por sus labios hasta alcanzar el clítoris, el cual apenas tocaba con el aliento o muy leves toques de mis labios. Sus manos apretaban las sábanas y su cuerpo se arqueaba ante el contacto.

Cuando la note lista, comencé a introducir un dedo y después dos, muy de a poquito, moviéndolos suavemente, mientras seguía lamiéndola. Allí llegó su primer orgasmo. Esperé que pasara y continué con los dedos y la lengua, besando y succionando cada tanto el clítoris. En ese momento, tomé un vibrador pequeño de la mesa de luz y comencé a pasarlo por su vagina, cambiando la intensidad de la vibración. Se removió inquieta y preguntó:

- “Qué es eso?.

- “Un juguetito para mejorar la experiencia. ¿No te gusta?”

- “No, es que me resultó extraño, pero interesante, seguí”.

Continué con el vibrador, mis lamidas y mis besos. Le fui pasando el vibrador en su vagina, apenas acariciando su colita y después apoyándolo sobre su clítoris. En ese momento, ella puso sus manos en mi cabeza y la empujó contra ella. Mientras yo lo chupaba ya en forma intensa, acabó por segunda vez. Me quedé un rato quieto mientras ella jadeaba y recobraba el aliento.

- “¿Te gusta?”.

- “Muchísimo”.

- “Me dejás que siga un rato”, le pregunté.

- “¿Más?”, contestó asombrada.

-”Si, salvo que te disguste”

- “No, seguí, seguí”.

Volví a su hermosa conchita, lamiendo y jugando con ella. Tomé de la mesa de luz dos consoladores y empecé a jugar con ellos, introduciendo uno muy de a poquito en su vagina mientras la lamía y con el otro, mas pequeño, jugaba suavemente sobre su ano. Cuando hice eso se retrajo un poco.

- “¿No te gusta? ¿querés que pare?, pregunté.”

- “No, no. Es que necesito que lo hagas muy despacito”, me dijo.

- “Jamás te haría doler, ni siquiera deseo hacerte algo que te desagrade. Cuando algo de eso pase, me decías y paro. Pero si disfrutas, teneme confianza y dejame, lo único que quiero es darte placer”.

Volví otra vez a jugar con su conchita y su colita, con todo el cuidado y suavidad necesaria. Pero ella se fue aflojando y su cuerpo empezó a disfrutar y a querer más. De a poco, ambos consoladores fueron entrando en ella acompañados por los besos y lamidas. En un momento, volvió a forzar mi cabeza contra su pubis, arqueó el cuerpo, gimió un rato y acabó con un grito ahogado mientras sus manos se crispaban contra mi espalda y apretaban mi cabeza. Después aflojó toda la presión y quedó laxa, quieta y silenciosa. Fui retirando muy despacio ambos consoladores, me puse al lado de ella y empecé a besarle el cuello y los pezones.

- “Pará, no doy más”, dijo mientras me traía hacia ella y me daba un largo beso y se quitaba la venda.

La abracé y nos quedamos un rato largo así. De a poco fue recuperándose y empezó a acariciarme. Tomó mi pene entre sus manos delicadamente y lo fue acariciando. Después me empujó suavemente para ponerme de espaldas, me dijo “Ahora quedate quieto vos” y fue abajo a lamerme y besarme, pasando su lengua por la cabeza de mi pija ya dura, dándole besitos, chupaditas suaves. Cuando me acomodé poniendo más almohadas con el fin de poder mirarla, ella se acomodó para seguir chupándome mientras me miraba con una cara de placer que me calentó aún más. Sin decir nada, le alcancé un preservativo que ella se ocupó de ponerme, sin dejar de besarme ni acariciarme.

Después se sentó sobre mí y fue introduciendo mi pija en su conchita. Cuando estuvo toda dentro de ella, fue moviéndose suavemente en círculos, sacando y entrando mi pene, mientras me llevaba una mano a sus tetas. Y me miraba con una cara de goce que me volaba. La besé, besé sus pechos, la tomé por las nalgas para moverla a mi placer. Ella me dejaba hacer y a la vez tomaba el mando y yo le seguía su ritmo. En un momento, la tomé contra mí y rotandonos, la puse de espaldas.

- “Hermosa, abrí un poquito más las piernas”, le pedí.

Ella me hizo caso y yo me monté un poco más sobre ella con lo cual mi pene entró profundamente en su vagina. Abrió los ojos y lanzó un quejido ahogado.

- “¿Te duele? ¿La saco?”.

- “No, no, no. Ni se te ocurra. Es que nunca sentí esto”.

- “¿Te gusta?”.

- “Si, mucho”.

- “Entonces abrazame y dejame disfrutar de tu hermosa conchita”

Empecé a moverme muy lentamente y estuvimos así un largo rato hasta que nuevamente su cuerpo se contrajo, me abrazó con fuerza y empezó a lanzar quejidos continuos.

- “Así, así, no pares”, dijo mientras estallaba en un orgasmo.

Nos quedamos abrazados así, mientras seguía penetrándola y de vez en cuando me movía apenas para mantener la erección.

- “Quiero que te des vuelta? ¿Puede ser?”.

- “Si. Pero muy despacito, por favor”.

Salí dentro de ella, dio la vuelta para ofrecerme su espalda, le acomodé una almohada bajo su pubis para levantar su cola, me acosté sobre ella, dándole besos en el cuello y la espalda y después, guiando mi pene con la mano, lo apoyé contra su ano y lo dejé allí, apenas haciendo presión. Ella estaba inquieta al principio, pero lentamente, al ver que yo no forzaba nada, fue aflojándose y su colita se fue abriendo hasta que la cabeza de mi pija entró en su culito.

- “Ahhhh”, gimió. “”Espera”.

- “No pienso hacer nada. Tu colita tiene que dejarme entrar, si no, no quiero penetrarte”.

- “Te quiero dentro mio, pero dame tiempo”.

- “Todo el que necesites hermosa”, le dije mientras la besaba.

De a poco, casi sin sentirlo, mi pija fue entrando en su cola hasta que estuvo toda dentro.

- “¿La sentis Eli? Está toda en tu colita”.

- “Si, si. Dejala quieta así un rato. ¿puede ser?”.

- “Por supuesto, lo que te haga sentir placer. Te quiero coger toda. Te quiero disfrutar toda. Pero con vos, los dos juntos. Si vos no disfrutas, no me da placer”.

- “Gracias”.

- “Ningún gracias. Es lo menos que te mereces. Y ahora, hermosa hembrita, voy a empezar a cogerte ese culito hasta que acabes”.

- “Si, si. Tenes una pija grande. Me cuesta al entrar, pero después está muy sabrosa”

- “Me gusta que te guste, porque la vas a tener ahí un rato. Me encanta tu colita. Sentí como te la cojo toda.”, le decía mientras mi pija salía y entraba de su culito a un ritmo cada vez más intenso. Eli no solo no se quejaba, sino que estaba volando de calentura.

- “Si papi, si. Cogela toda a tu nena”

- “ ¿Te puedo coger sin forro y acabar dentro tuyo?

- “¿Te gustaría?”.

- “Me encantaría”.

- “Sacalo y cogeme hasta acabar”.

Retiré mi pija, me saqué el preservativo y volví a meterla dentro de su cola.

- “Ahora si, nena, abrazate a la almohada porque te voy a recoger esa colita hermosa y llenártela de leche”

- “Si papi, si. Te quiero sentir acabar dentro mío”.

Empecé a bombearla ya sin reparos mientras ella me acompañaba acomodándose para que le penetre más profundamente hasta que la abracé con fuerza, introduje mi pija con fuerza y acabé con un grito ahogado, mientras ella se sacudía acompañándome con un orgasmo. Saqué mi pija y me tiré a su lado, sin fuerzas y jadeando. Seguía aún sin aliento cuando sentí como me acariciaba el pecho e iba deslizándose hasta acabar con mi pija en su boca, chupándola suavemente. Después se tiró nuevamente a mi lado, me tomó la mano y dijo:

- “Me gustó mucho, pero mucho de verdad”

- “Me alegro, porque a mi también. Sos una hembra hermosa. Me encanta el sexo con vos”.

- “Tengo que confesarte que al principio me sentí un poco rara. No estoy acostumbrada a que me mimen tanto. Los tipos no le dan tanta bola a las caricias previas. Más vale la que bajo a chupar soy yo. Y vos me hiciste acabar tres veces antes de penetrarme. Lo disfruté mucho. Además, nunca había experimentado así con esos “juguetitos”. Como mucho el consolador lo usaba yo cuando estaba sola”.

- “Eli, quiero tener todo el sexo y de todas las maneras mientras den placer a los dos. Quiero que seas mi putita y quiero ser tu taxi boy. Todo lo que quieras probar y todo lo que quiera probar, mientras los dos estemos de acuerdo.”

- “¿Me querés bien putita para vos’”

- “Muy putita. Para cogerte de todas las maneras y hacerte acabar muchas veces”.

- “Y, decime, ¿mañana, o mejor dicho hoy (dijo después de mirar el reloj), es necesario que vayamos a pasear?”.

- “¿Porqué?

- “Porque quiero que me cojas todo el fin de semana. ¿Puede pedir eso tu putita?

- “Absolutamente de acuerdo”, le dije abrazándola y besándola. “¿Vamos a bañarnos?, pregunté.

- “Los dos juntos”.

-”Si, quiero enjabonarte toda y, quizá, cogerte en la ducha”.

- “El baño compartido me empieza a resultar muy atrayente”.

- “Entonces, a bañarse”, le dije mientras le daba un suave chirlo en la cola.

- “Ayyy. Me gustó ese chirlito. Sumalo al repertorio de nuestro sexo”, dijo mientras se levantaba.

- “Con todo gusto”, y nos fuimos para el baño.

(9,50)