Nuevos relatos publicados: 6

Ella: Noche de copas

  • 21
  • 7.616
  • 9,43 (7 Val.)
  • 0

(Esta historia está basada en 2010 de ahí las referencias a la música de la época). 

Se despertó descolocada y miró el reloj: 20:30. Hacía ya tres horas y media que se había ido el socorrista. Permanecía desnuda tumbada boca arriba en la cama, relajada, satisfecha, a gusto. Sus pezones, ahora totalmente camuflados con la areola, tenían marcas de mordiscos. En su culo aún sentía el rumor de palmetazos y arañazos. Y en su pómulo izquierdo el ardor de la última bofetada que le dio el niñato. Inspiró fuerte y se llevó la mano derecha a su nariz, olía a una mezcla dulzona de semen y flujo vaginal. Su entrepierna estaba pegajosa. Tenía que ducharse, antes de nada, luego bajaría a cenar algo y decidiría que iba a hacer. Le apetecía salir de marcha. Preguntaría si el hotel tuviera discoteca.

Eran casi las diez y media cuando se acercó por la barra de la cafetería:

-Perdona, ¿me pones un Cutty Sark con 7up?

-Enseguida.

Ella echó un vistazo a la cafetería y no parecía que aquello fuera a tener discoteca. No había mucha gente en la barra, casi todo el mundo estaba sentado en las mesas. El camarero llegó con el vaso y las bebidas:

-Perdone, ¿se puede fumar?

-Sí, en esta zona sí –luego se quedó mirándola –un momento, su cara me suena. Usted es la del informativo del mediodía. –Dijo sonriéndole.

–Es un placer atenderle.

-Por favor, tutéame. –Pidió ella mientras se llevaba un cigarrillo a la boca para encenderlo.

-Son normas de la casa.

-Conmigo puede saltárselas no te haré mala publicidad en la tele.

-En ese caso mi nombre es Carlos.

Siguió visionando todo aquel local. Analizando cada metro y a cada persona. Le gustaba hacer esto, era muy observadora. Casi todo eran familias con niños pequeños, excepto el grupo de una de las esquinas. Eran cinco tipos que parecían ejecutivos después de una reunión. Tras analizarlos solo le gustaba uno de ellos, quizás dos. El resto eran barrigones, calvos y reían a carcajadas. No le gustaba este tipo de gente:

-Oye Carlos, ¿Qué hay en el hotel? –Preguntó la periodista señalando al grupo de hombre –¿Una reunión?

-Ah. ¿Ellos?, sí. Una empresa que siempre hace la reunión de verano aquí. Ya sabes. Se reúnen los altos ejecutivos para pasar una semana de vacaciones sin sus familias.

-Y se van de copas, ¿no? ¿Por aquí hay discoteca?

-Aquí en la playa no. El hotel tampoco tiene. Pero en el pueblo sí hay bares de copas además de una disco.

-Pero hay que coger coche. Y entre que encuentro el sitio, aparco… uf que pereza. –Se desanimó ella ante la perspectiva.

-¿Estás sola? ¿Veraneas sola?

-Verás. Planifiqué las vacaciones para relajarme, pero llegado aquí… no sé… me siento con ganas de marcha. –Se confesó la mujer extrañamente cómoda ante el camarero.

-Que tienes el cuerpo golfo, vamos. –Concluyó de manera jovial él.

-Pues sí, la verdad. –Sonrió la mujer ante la definición de su estado de ánimos que hizo el hombre.

-Si quieres, y no te importa, yo he quedado con los colegas. Te podrías venir.

-Hombre, no conozco a nadie. Estaréis con vuestras parejas… no sé.

-En nuestro grupo solo hay una pareja, el resto somos solteros irreductibles. Ellos y ellas.

-No sé, no sé…

-No se hable más, te vienes. Salgo a las doce de la noche, te recojo en la puerta del hotel media hora después, ¿vale? –La decidida propuesta y la soltura de la exposición la habían convencido.

-Bueno… pero…

-No te preocupes que también te traigo de vuelta. –Atajó Carlos cualquier excusa de ella.

-Bueno. Vale. Pues cóbrame.

-No, a ésta te invito yo. Ahora no te puedes echar atrás. Me debes una copa esta noche.

Ella sonrió y subió a su habitación. En una hora el camarero pasaría a recogerla así que tenía tiempo de decidir que se pondría. Claro que, cómo no contaba con salir cuando hizo la maleta, no tenía mucho donde elegir. Así, que optó por una minifalda azul que le quedaba realmente bien, una camiseta blanca de D&G y unas chanclas. La melena suelta, un poco de perfume, algo de maquillaje y estaba lista.

Bajó y se sentó a esperar a Carlos. A los diez minutos él entró en el hotel. Vestía camisa blanca, vaqueros y chanclas. Le quedaba mucho mejor que el uniforme de camarero. Era un poco más alto que ella, no tan guapo como el socorrista, pero tenía algo que le hacía atractivo. Un mentón poderoso que debía afeitar a diario y que a esta hora del día asomaba la barba. El pelo corto y peinado hacía arriba con algunas entradas. Cuerpo trabajado. Debía practicar algún deporte. Tendría unos 36 o 37 años, pero se le veía de movimientos ágiles:

-Mmmm… que guapa estás. –Alabó el hombre nada más verla.

-Gracias. Tú también. –Devolvió el cumplido la mujer.

Salieron del hotel y se metieron en el coche:

-No te hacía con un coche familiar –dijo ella al ver el 307sw gris.

-¿Y eso por qué?

-Hombre, estás soltero. Esto es más para los niños, el perro… tú sabes. –Justificaba la periodista su observación precipitada.

-Ay, los estereotipos. Practico surf y kite-surf y necesito espacio para las tablas y las cometas.

-Así que surfista…

Con la conversación se le pasó el trayecto muy rápido:

-Primero vamos a ir a un bar de copas “tranki” donde la música es muy buena. Para luego, si quieres, terminar en la disco. –Le informaba de los planes el camarero.

-Vale. Tú mandas. –Aceptó ella dispuesta a dejarse llevar por su cicerone.

Llegaron a un pequeño bar en una calle estrecha donde no se cabía de gente. En el bar sonaban canciones de U2, REM, Metálica… La verdad es que el ambiente era muy agradable. Toda la gente rondaba la misma edad, todos en la treintena o superándola. Llegaron a su grupo de amigos:

-Hombre por fin habéis llegado. –Se dirigió a la pareja uno de los chicos que les esperaban.

-Acabo de salir a las doce, tampoco os hemos hecho esperar tanto –se justificaba Carlos ante sus amigos. –Bueno os presento, Sam, es inglés y tras conocer a Yola en Londres lo dejó todo por ella. Chus, mi compañero de fatigas desde que entramos juntos en el colegio. Cristi es la yogurina y estudia “teleco” fuera. Andrés, el hombre discreto y Reme el descaro en persona. Bueno y a ella todos la conocéis, ¿no? ¿O es que no veis las noticias?

Tras asentir todos, fue besando a cada uno de los amigos de su anfitrión. Luego pidieron las bebidas y se sentaron en la terraza del bar.

Desde el principio la presentadora se sintió muy cómoda e integrada. Todos contaron aventuras y anécdotas, se rieron mucho. Se pidieron varias rondas y la verdad es que la noche prometía.

Empezó a analizar a todo el grupo y a medida que la noche avanzaba vio como todo iba evolucionando según su intuición. Andrés, haciendo gala de su discreción, fue el primero en ir separándose y mimetizándose en la multitud. Era un tío guapísimo, parecía modelo, perfectos modales y siempre tratando de ocupar un segundo plano. En una de las visitas que la mujer hizo al baño vio confirmada su intuición. En un rincón oscuro y apartado estaba Andrés comiéndose la boca con una “musculoca” de gimnasio.

Sobre las dos de la madrugada se decidió ir a la discoteca, había que ir otra vez en coche. En ese momento, Chus dijo estar tan cansado como había dicho Cristi, así que no venían. Llevaban toda la noche tonteando. Aunque los otros no se habían dado cuenta, ella sí. Todo apuntaba a que estaban liados.

Estaba más a gusto que nunca, sabía que había bebido mucho pero no se encontraba mal. Carlos empezaba a darle un morbo increíble y decidió dejarse llevar por los acontecimientos, no forzaría nada.

Llegaron a la discoteca. Una sala muy grande y bien ambientada. Era una delicia no tener que hacer cola para entrar. Dentro había mucha gente de todo tipo y edad. Era el lugar donde todo el mundo acababa la noche. Pidieron las bebidas y se unieron a bailar con la muchedumbre, todo lo que sonaba WAKA-WAKA, Kyle Minogue, Stereo love, Safri Duo, Robert Ramírez. Más bebidas, más baile, más morbo. A estas alturas Sam y Yola parecían siameses unidos por la boca. Carlos había bailado con ella más que juntos, apretados, con roces, miraditas cómplices y varios “piquitos”. Y Reme, que como le habían avisado era el descaro en persona le había entrado a saco a un guiri bastante guapo con quien no se cortaba en bailar de manera sensual. El chico estaba viviendo su momento de gloria con aquella morenaza latina que debía follar como una diosa. Pararon un momento y fueron a la barra:

-Vamos al baño –dijo ella a Carlos.

-¿Te pido otra copa?

-Vale guapo –y se dieron un pico.

En la cola del baño, Yola preguntó:

-Tú conoces el secreto de Charly, ¿no? –Preguntó muy seria mirándole a los ojos.

La periodista se mostró expectante:

-No te preocupes, que no es nada malo. Te lo aseguro. Por experiencia propia –dijo Reme

Ella seguía desconcertada. Entonces Yola arqueó las cejas y separó las manos una de otra dando a entender el tamaño del miembro de su amigo. La presentadora se empezó a reír. Pasaron las tres al baño, Reme sacó algo de su bolso, era un pequeño espejo. Preparó cuatro rayas y le ofreció:

-No gracias –dijo ella un poco incomoda con la situación.

-Pues yo quiero tirarme al guiri estando como una moto. –Comentó Reme acomodándose para estimularse.

-Yo también –dijo Yola –mi guiri también va a tener guerra.

Salieron del baño, fueron a por sus parejas y otra vez a bailar. Cuando Shakira entonaba su WAKA-WAKA otra vez, se les acercó Reme para despedirse y mirándola le sonrió y le guiñó un ojo. Se fue entre los brazos de su guiri. Al terminar la canción se acercaron a la barra, ella no sabía cuánto había bebido, pero se notaba afectada y mareada. Yola y Sam empezaban también la retirada. Ya solo quedaban ellos dos del grupo inicial. Eran las cuatro y media de la madrugada:

-Creo que estoy borracha –y miró con ojos tiernos a Carlos.

-Pues yo tengo algo que podría ayudarte –y se palmeó el bolsillo de su pantalón

La periodista imaginando de que se trataba le echó valor:

-Ah, si. ¿Y por qué no me ayudas?

Él se acercó y le metió la lengua hasta la garganta, ella no opuso resistencia. Salieron hacia el coche. Una vez dentro, la mujer se acomodó en el asiento del copiloto, inspiró fuerte y con las manos se echó la melena hacia atrás. La noche estaba siendo perfecta. Estaba disfrutando como hacía mucho que no lo hacía.

Carlos, con un poco de esfuerzo sacó lo que buscaba en su bolsillo, luego rebuscó en su cartera su DNI. A continuación, cogió un CD de Sabina y con mucho cuidado preparó unas rayas.

Su intuición había vuelto a acertar. Hacía años que no se metía un tirito. Él hizo un canutito con un billete de 20 € y se lo ofreció. Ella apoyó el CD en sus rodillas y se colocó el billete en uno de sus orificios nasales e inspiró fuerte, luego repitió la acción en el otro. Mientras él recogía su dosis y el billete la mujer tomó aire fuertemente, cerró los ojos y suspiró:

-Qué rica –dijo la periodista al sentir los primeros síntomas, a su lado Carlos se limpiaba los restos que quedaban en su nariz haciendo pinza con su pulgar y su índice.

Ella empezó a notar sensaciones de su juventud. Todo eran sensaciones magnificadas. La noche le había parecido la mejor de su vida. Su excitación iba en aumento. Él le parecía cada vez más morboso. Giró la cabeza y se miraron fijamente:

-¿Qué te contaron éstas dos en el baño? –preguntó el hombre al tiempo que encendía un cigarro y se lo pasaba.

La presentadora dio una calada honda que hizo que la ceniza del cigarrillo se iluminase incandescente antes de contestar:

-Que tienes un secreto.

-Yo no tengo secretos. Soy transparente.

-Pues Reme dice que tienes un secreto.

-¿Y tú le crees?

-Soy periodista, tengo que contrastar la información. –Apuró el cigarro que se habían estado intercambiando y lo apagó en el cenicero del coche.

Se volvieron a mirar fijamente y se besaron apasionadamente. Ella se acomodó de rodillas en su asiento, mientras él reclinó un poco el suyo ganado espacio. Carlos la rodeaba por la cintura mientras la mujer se inclinaba sobre él y le cogió la entrepierna. Aquello crecía por momentos. Él se desabrochó y se bajó el pantalón quedándose con un bóxer Calvin Klein negro que no podían retener por más tiempo el tamaño de aquella polla. Carlos le acariciaba las piernas y metiéndole la mano bajo la minifalda acariciaba también su culo descubierto por el tanga que llevaba. La mujer se dispuso a bajar aquel bóxer y lo consiguió con la ayuda de él. Ante sus ojos saltó una polla de un tamaño impresionante. Ella le miró con los ojos muy abiertos:

-Joder, que tranca, cabrón. ¿Cuánto te mide?

-Unos 24 centímetros.

-En mi boca si que cabe, tráela.

Se agachó sobre ella y la agarró con la mano derecha. La apretó. Casi le era inabarcable. Era preciosa, totalmente recta, la piel suave y con unas gordas venas muy marcadas. El capullo gordo, con la piel tersa y brillante. Y la raja más grande de lo normal. Tiró hacia abajo con su mano de manera que la piel se retiró del todo. Carlos estaba en tensión y ella se disponía a abarcar con su boca aquel mástil desproporcionado. Mientras, el camarero seguía acariciándola, ahora le tocaba el clítoris pellizcándolo con dos dedos por encima del tanga que ya estaba totalmente empapado de su flujo. A la vez que la periodista lamía con su lengua toda la cabeza de la polla y tiraba de los huevos, también de un tamaño considerable.

Él le fue metiendo, poco a poco, hasta tres dedos en su vagina que estaba ardiendo. Movía los dedos lentamente en círculos. Luego sacó su dedo índice y aprovechando el flujo vaginal comenzó a lubricar su ano antes de introducírselo hasta la mitad. Esto hizo que ella moviese la cabeza de arriba abajo más rápido mientras con la mano derecha le pajeaba con movimientos semicirculares. Aprovechaba la mano también como tope para que no le llegase hasta la garganta. De repente él la soltó, empezó a tener pequeños espasmos y a tensarse. Estaba a punto de correrse. Ella estaba dispuesta a tragárselo todo. Quería que se corriese dentro de su boca, aceleró más el ritmo. Carlos le agarró la cabeza:

-Aaaahhh. Me corrooo… Joder que mamada…

La presentadora pudo engullir el primer y abundante chorro de leche caliente que chocó contra su campanilla, pero los otros tres, aunque menos abundante, no pudo, así que los almacenó en su boca. Apretó la verga y dio los últimos meneos para terminar de ordeñarla. El hombre respiraba profundo con los ojos cerrados. Ella se incorporó. Carlos por fin los abrió sonriendo, la mujer le miró fijamente con media sonrisa desafiante. Abrió la boca para que viera el regalito. Se quitó la camiseta y el sujetador para luego, y sin dejar de mirarle, dejar caer la leche desde su boca hasta sus preciosas tetas. Después se relamió para limpiarse. Con las manos se empezó a extender el semen por las tetas. Carlos se arrimó, le volvió a meter la mano bajo la falda y empezó a hacerle una paja. Luego a comerle la boca que sabía a polla y a semen. Volvía a mover lentamente tres dedos en su vagina mientras con el pulgar acariciaba su clítoris.

Carlos, sabía lo que se hacía, no tenía ninguna prisa por que llegase al orgasmo. Así estuvo un buen rato, ella estaba a punto de estallar:

-Aaahh, joderrr, que paja. Siii –decía con los ojos cerrados. Disfrutando de la delicadeza con que el camarero la masturbaba. Sin prisas, con la presión justa. En el punto exacto.

-¿Te gusta eh? ¿Quieres mi polla? –preguntaba lascivamente el camarero.

-Siii, métemela, fóllame. Méteme ese pedazo de polla por el coño.

-¿Te va a caber?

-Tú métemela, aunque me partas en dos. Pero fóllame ya.

Él se quitó la camisa. No estaba depilado, pero tenía un cuerpo de escándalo. No era el adonis socorrista. Era un tío hecho, con brazos fuertes y un torso increíble. Llevaba un tatuaje de un brazalete tribal en el brazo izquierdo. Y sobre todo tenía una polla que le iba a reventar el coño. Ella se quitó la mini y el tanga. Se sentó a horcajadas sobre él. Carlos le pasó la mano por su sexo y luego se lubricó el glande con el flujo vaginal. La mujer fue descendiendo poco a poco y se fue clavando aquel cacho de carne duro como el mármol en su dilatado sexo. No podía evitar gritar de gusto con cada centímetro que le entraba. Su coño nunca había estado tan abierto. Cuando le entró entera se le escapó un grito de satisfacción. Pero él, sin que lo esperase le dio un último empujón hacia arriba que la terminó de calzar:

-Aaayy… mi coño. Aaahhh. –Se quejó la mujer al notar como le llegaba hasta el fondo.

-Uf… joder que estrechito. Aaaahhh.

Comenzó a comerle los pezones, al tiempo que ella recuperaba el aliento. Se echó un poco hacia atrás se cogió las tetas y comenzó a botar sobre aquella barra ardiendo. La notaba tan adentro como nunca había notado ninguna. Tenía los labios totalmente tirantes. Creyó que se le rompería el coño. Apretaba la vagina para notar todas las venas de aquella polla impresionante. Logró coger un ritmo regular que le permitió notar como se deslizaba y chocaba el capullo violentamente contra lo más hondo de su ser provocándole escalofríos de placer en la columna:

-Aaaahhh, joder que polla tienes. –Alababa ella.

-Uf, que buena estás. –Adulaba él.

-Rómpeme, joder. Clávamela hasta dentro.

Carlos empezó a acariciar su clítoris mientras ella le cabalgaba. Ahora, la mujer se apoyaba en los hombros de él mientras doblaba las rodillas y las apoyaba en los laterales del asiento. Jadeaba y sus tetas botaban como dos balones, cada vez más fuerte. Gritaba. Los efectos de la coca se dejaban notar y su calentura no decaía:

-Méteme un dedo en el culo, vamos. –Ordenó la periodista en un tremendo estado de excitación.

Él le metió su dedo corazón derecho en la boca y ella se lo comió con deseo como si fuera la polla:

-Aaaahhh, siii –gritaba mientras notaba como aquel dedo profanaba su ano hasta la última falange.

Movía los dedos en círculos para estimular su ano y su clítoris:

-Me voy a correr cabrón, sigue dándome. Méteme otro dedo en el culo. Aaahhh, aaaahhh.

-Sigue botando que me voy a correr, joder. Como follas tía.

-Aaaahhh, me corroooo –anunciaba la mujer.

-Toma leche, toma.

Ella notó como volvió a descargar todo su semen dentro de su sexo. Cayó exhausta sobre él quién se relajó con la segunda corrida y respiró hondo. Sus cuerpos sudorosos reposaban uno sobre otro. Ella tenía su melena alborotada sobre su cara. Tras poco más de un minuto descansando aún notaba lo enorme que era la polla, aunque había bajado notablemente la erección:

-Eres increíble, tía. Como follas, joder.

-No, tu polla es increíble. Pensé que me la sacabas por la boca. Que polvo más rico.

La periodista un poco dolorida por la falta de práctica de los últimos meses tuvo que esforzarse para pasar a la parte trasera sin salir del coche. Ésta no disponía de asientos, según le comentó Carlos para ganar espacio para sus tablas y sus cometas. Ahora estaban tumbados, desnudos sobre una colchoneta hinchable. Habían abierto las ventanas y disfrutaban de un cigarro:

-Así que éste es tu picadero. ¿Aquí te traes a las clientas del hotel?

-No te creas, no se liga tanto. Antes sí. Cuando trabajaba en los bares de copas, era más joven, más guapo…

-No me digas que la tenías más grande…

-Qué graciosa –dijo el camarero mirándola y arrugando la cara. –Bueno ¿y tú qué? ¿Cómo estás de vacaciones sola?

-Uf, lo necesitaba. No ha sido un buen año. Y he querido desconectar de todo y dedicarme a disfrutar… de los placeres de la vida. –Apuró el cigarro dando una calada fuerte. –…una buena playa, un buen hotel, una buena “juerga”… una buena polla… un buen polvo. –Esto lo decía casi en susurro y mientras acariciaba el cuerpo de su amante.

Carlos la miró y se giró sobre ella que le acogió entre sus brazos. Se besaron largo mientras la mujer le cogía la cabeza. Él empezó a bajar, besándola, lamiéndola. La mujer estaba en la gloria. El hombre era un auténtico “profesional”, sabía cómo mantener caliente a una tía. No tenía prisa, siempre la mantenía con la tensión justa. Empezó a comerle las tetas y los pezones:

-¿Te gustan mis tetas? ¿Están ricas? –preguntó ella.

-Están riquísimas. Me gustan tus pezones gordos.

-Cómeme el coño. Hace mucho que nadie me lo come.

Carlos comenzó a bajar sin dejar de lamerla y chuparla entera. La periodista tenía un desnudo espectacular. Con delicadeza, le separó las piernas y le metió las manos bajo el culo para levantarla. Tenía el coño precioso, con unos labios gordos y una buena pipa que asomaba por la excitación. La raja la tenía grande, de la que se desprendía un olor a sexo exquisito. Su ano estaba oscuro y arrugado. Se veía que era virgen. Desde aquí comenzó a pasarle la lengua. Ella notaba la punta de la lengua caliente en la entrada de su ano para seguir hasta la vagina. Se la metía dentro y muy despacio subía hasta su clítoris donde notaba un escalofrío:

-Aaahhh, siii. Que lengua más rica.

-Mmmm… qué coño…

Él siguió lentamente masajeando el clítoris con su lengua. De vez en cuando paraba para recorrer de arriba abajo todo aquel manjar llegando hasta su ano:

-Cómeme el culo.

Carlos abrió sus glúteos para tensar la piel del maravilloso agujero y conseguir meterle la punta de la lengua:

-Uf… joder que gusto.

Volvió a hacer el camino hacia arriba y vuelta al clítoris. Ahora también le metía los dedos en el coño. La periodista empezaba a jadear cada vez más fuerte mientras arqueaba la espalda.

Con los labios aprisionó la pipa y movía rápidamente la lengua sobre ésta. La mujer le agarró la cabeza y la empujaba contra su coño. La rigidez de sus piernas, pies y dedos anunciaba lo que se le venía:

-Me corro, me corro, ahora, ahora, sííí, aaahhh, ahhhh. –Ella, trataba de separar la cabeza de su amante de su sexo al tiempo que apretaba las piernas en torno a la cabeza de éste.

Carlos siguió lamiendo su coño mientras observaba como el flujo vaginal resbalaba hasta el ano virgen de la periodista. Quién respiró hondo, con satisfacción:

-Mmmm… vaya comida más impresionante. -Fue lo único que acertó a decir con los ojos entornados y el cuerpo relajado por el orgasmo.

Su amante le miraba y sonreía. Ella pudo ver que el hombre tenía una impresionante erección. Éste se acercó y la tomó por las piernas. Fue acercando la punta de su polla hasta la entrada del coño. Solo le metía el capullo con mucho cuidado y muy despacio. La mujer respiraba entrecortada, esperando la llegada de semejante cacho de carne:

-Antes me has follado tú ahora lo voy a hacer yo. –Anunció el camarero en lo que parecía una declaración de venganza.

-Sí métemela. Que me estás matando de impaciencia –Aceptó ella el reto.

En esa posición y sin pausa se la metió entera y mantuvo dentro unos segundos:

-Aaaayyy, sííí –Ella trataba de agarrarse por encima de su cabeza a la colchoneta.

Él se reclinó sobre ella apoyado en sus poderosos brazos. La periodista pasó sus piernas por la cintura de él y le agarraba por la espalda. Se miraban y Carlos empezó a bombear aumentando el ritmo progresivamente:

-Aaahhh. Dame, dame más.

-Toma joder. Te voy a partir el coño...

A cada pollazo del chico la mujer la notaba más adentro. Se agarró a él hasta clavarle las uñas en los flancos. Pero el hombre como si nada seguía follándosela hasta el fondo. Sentía como los cojones le golpeaban en el culo:

-Sigue. Párteme. –Seguía la presentadora de informativos provocándole.

-Te voy a reventar. –Amenazaba el camarero del hotel.

-Como me gusta tu polla, cabrón. Dioosss.

-Aaahhhggg… me voy a correr.

-Échamelo dentro, vamos.

-Tomaaa, toda la leche dentro.

Si bueno había sido follarse aquella polla, que le follase ella había sido sublime. La cara de felicidad no se le iba a borrar en mucho tiempo. Estaba radiante.

Ahora descansaban los dos, boca arriba en la colchoneta. Estaban totalmente relajados. Cuando ella empezaba a dormitar notó que Carlos le avisaba:

-Tenemos que irnos. Van a dar las siete.

Se vistieron, pasaron a la parte delantera y volvieron al hotel. Cuando llegaron a la puerta, se miraron y se dieron un pico:

-Te invito a comer en la playa. –Propuso Carlos justo antes de que ella saliese del coche.

-Uf… estoy muerta. Mañana vuelvo a casa. –Se excusó la periodista.

-Hacemos una cosa, estaré aquí entre las tres y las cuatro de la tarde. Tú te lo piensas y si quieres te vienes.

-Vale.

Subió a su habitación. La recepción empezaba a despertar. Oyó ruido de platos al pasar frente al restaurante. Estarían preparándose para el buffet del desayuno. Ella necesitaba dormir no comer.

(9,43)