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Empiezo a ser suya

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Esa mañana cuando me desperté Mauro ya había salido al trabajo, encontré una nota en su almohada:

Te deseo un lindo día

Disfruta la cena con tus amigas

Besos

Te amo.

El encontrarme con ese simple detalle me hizo sonreír, y provocó que pensara acortar un poco la cena de cada semana con mis amigas para agradecerle de una forma adecuada, por lo regular cada miércoles nos vamos en noche de chicas a cenar, al cine o simplemente a tomar un café y ponernos al día de nuestra semana, es un día relajante sin maridos, ni los niños ni nada de responsabilidades.

Pero con su nota me dieron ganas de perderme un poco de eso y disfrutar un poco más de él.

Ese día prácticamente ya no lo vería ni a él ni a los niños, ya que Mauro por lo regular los recoge del colegio y en la tarde luego de llevarlos a comer van de visita con su abuela, para darme todo el día libre.

Ese día yo no me encargo de nada en el hogar, él les ayuda con sus deberes y los manda a dormir para cuando regresó de la noche de chicas todos están dormidos y aunque voy a verlos en sus cuartos no me gusta despertarlos.

Así que me levante y luego de sacarme los últimos restos de flojera me puse la ropa del gimnasio y tomé una maleta con ropa de oficina pues como mujer independiente y profesionista me gusta trabajar y no depender en todo de mi marido.

Por lo regular voy temprano a hacer mis rutinas de ejercicios tomó una ducha ahí mismo y salgo ya lista para ir a desempeñar mi labor como ingeniera en una importante empresa transnacional.

El día pasó de lo más normal. Un par de juntas por la mañana, la primera con los jefes y la segunda en cuanto se terminó la primera fue con todos los miembros de mi departamento para pasarles las últimas noticias que me acaban de pasar, en total somos ocho personas en esa área, yo soy la encargada están otras dos chicas y cinco chicos, luego del par de juntas me dispuse con entusiasmo a seguir revisando datos y haciendo los cálculos necesarios para las obras que tenemos autorizadas.

Cuando fue el momento de salir de la oficina para ir a casa, salí a toda prisa para tomar un baño relajante antes de salir a cenar, al llegar a mi hogar tome mi bolsa y baje del auto revisando mi móvil sin poner atención en la calle, todo para ver los mensajes que tenía sin contestar, metí la llave en la puerta y la abrí entrando como siempre en mi casa.

Era temprano mi horario de salida es a las cuatro de la tarde y por lo regular antes de las cinco ya llegue al fraccionamiento privado donde vivimos.

Deje mi bolso en el sillón más cercano a la entrada y me dispuse ir a la cocina por un vaso para tomar un poco de agua de hierbabuena.

Cuando me di cuenta del extraño visitante dentro de la casa era demasiado tarde él ya me había tomado de la cintura y con gran facilidad me cargo hasta dejarme sentada en uno de los sillones de mi sala…

Me encontraba sentada en la sala de mi casa ante ese intruso, no sabía quién era, ni cómo se llamaba y me hacía preguntas que yo no podía contestar, estaba calmado, pero hablaba con una autoridad que me hipnotizaba.

Era un hombre grande de hombros anchos, sus ojos eran fríos de un color café claro, unos pómulos prominentes y llevaba el rostro recién afeitado.

Iba elegantemente vestido, un traje oscuro pies a cabeza, su camisa de vestir también era negra, sus zapatos negros parecían recién boleados brillaban al caminar cuando la luz les llegaba, el único atisbo de color provenía de un pañuelo color vino que salía de la bolsa junto a la solapa de su traje.

Caminaba tranquilamente por la habitación mientras esperaba por mis respuestas a sus preguntas.

Me producía miedo estar ahí con él, y sin embargo sentía que él no se atrevería a hacerme ningún daño parecía un caballero, cada que se aproximaba a mí podía percibir el aroma de su perfume e inconscientemente algo dentro de mí se removía, todo él, así de elegante, su aspecto, su porte, su voz, sus ojos, su voz provocaba algo en mí, esa forma de hablar me ponía.

La verdad que no creo que le faltarán pretendientes, pero yo no podía darme el lujo de sentir ningún tipo de deseos por él, no sabía ni quién era, ni qué era lo que buscaba, ni porque me preguntaba todas esas cosas sin sentido.

Él estaba tranquilo y calmado ante mis respuestas como si con ellas confirmara algo que ya sabía, aunque yo no supiera que era.

Luego sacó un papel de uno de los bolsillos de dentro de su traje y me lo tendió.

Era una fotografía a blanco y negro.

En esta ocasión se acercó tanto a mí que sentí como se me aceleró el corazón, aún no se si fue de miedo o de otra cosa.

—¿La reconoces?

En la foto que me mostraban se veía una joven mujer morena de buen cuerpo, solo se miraba la parte trasera de su cuerpo, aun así me parecía algo familiar, pero no sabía bien porque. Ella posaba semidesnuda con sus manos apoyadas en la pared, su rostro girado para que la cámara no lo captará, su pelo caía libre por debajo de los hombros, luego una linda espalda hasta terminar en un trasero firme y hermoso, sus nalgas morenas estaban partidas con esa tanga blanca que tenía puesta, era la única prenda que llevaba, luego unas piernas largas con unos muslos fuertes la foto terminaba en sus pantorrillas. La foto parecía que fue tomada para alguna modelo en una sesión de fotos

—No sé quién pueda ser!

Sentí como fuego en la cara con la cachetada que me dio aquel hombre con mi respuesta.

—VUELVE A MIRAR ROCÍO Y MIRA BIEN!

Yo en ese momento ya estaba asustada sabía mi nombre, las lágrimas corrían por mi mejilla, pero eso no importaba, su olor seguía produciendo estragos en mi vientre. Sentí como su mano levantó mi barbilla lentamente hasta dejarla a la altura de sus ojos, luego puso de nuevo la foto de la mujer ante mis ojos, debí abrir mucho la boca cuando por fin un pequeño detalle me hizo reconocer a esa misteriosa dama.

Pude captar la sonrisa de mi torturador cuando se dio cuenta que la había reconocido.

—¿Ya sabes quién es?

—Sí -dije titubeante, un pequeño tatuaje sobre su hombro derecho que apenas se notaba porque el pelo lo tapaba me dio la respuesta.

—Pues bien -me dijo el hombre- sabes tengo mucho tiempo que quiero encontrar a esta mujer, se me metió por los ojos y quiero tenerla para mí -su sonrisa mientras lo decía era repugnante, me miraba bien fijo cuando lo decía, lento y calmado, su tono era bajo, pero hacía que sintiera un puto frío en mi cuerpo-, y ahora que la encuentro, voy a disfrutar de ella.

Jajaja!!!

Cuando dejó de reírse toque dónde me había golpeado aún me dolía pero no quería darle el placer de que él lo supiera.

Luego me miró y me dijo:

—Ven conmigo!

Empezó a caminar rumbo a mi habitación, casi parecía que el cabrón conociera también la casa, yo no quería hacerlo enojar y lo seguí a un par de metros de distancia, pensé en gritar o salir corriendo pero me contuve e hice lo que me indicaba.

Llegó al cuarto abrió la puerta, y luego entró en él, se dirigió al baño y me ordenó entrar.

–Te quiero bañada y arreglada dentro de una hora!

Por tu bien espero que estés lista.

Luego salió de allí dejando solo su embriagante aroma.

Me dejó llena de dudas, era una antigua foto mía que mi marido Mauro me había hecho alguna vez hace años, esa foto yo la use en un viejo perfil de una página de citas a escondidas de Mauro. Tenía años que no la miraba y no me acordaba lo bien que se miraba mi cuerpo en aquel entonces.

De dónde sacaría esa foto?

Porque la tenía?

Para qué me quería?

Me duché lo más rápido posible cuando salí del baño ya tenía mi atuendo tendido en la cama.

Él muy cabrón se tomó el atrevimiento de escoger mi ropa, estaban unas lindas bragas de seda blancas con un ribete de encaje que Mauro me había obsequiado, aún no las estrenaba y este hijo de puta iba a hacer que las usará, también puso unas medias altas con liguero de un fino y lindo encaje que hacían juego con las bragas la tela era tan suave… No había puesto sostén, me dejó un vestido blanco ceñido que me quedaba a la perfección, se ajustaba tan bien a mi figura que parecía que ya de antes me hubiera tomado las medidas. Estar sin sostén no me incomoda en circunstancias normales así salgo en ocasiones cuando nos escapamos sin los niños. Pero hoy me hacía sentir insegura y vulnerable, dejó un lápiz labial con un color que usó a menudo, un par de aretes con un pequeño diamante que Mauro me regaló en mi cumpleaños y una gargantilla sencilla pegada a mi cuello, los zapatos rojos que eligió provocan que mi culo resalte, encima de la almohada justo en el lugar que en la mañana Mauro me dejó su mensaje estaba una nota:

Hoy serás mía

Yo estaba temblando en ese momento. Salí de la habitación envuelta en tantas dudas y queriendo escapar en la primer oportunidad.

Pero por el momento no me quedaba más remedio que seguirle el juego.

Aún faltaban cinco minutos para el plazo que me dio, así que tomé aire me mire en el espejo una última vez antes de salir de la habitación, la verdad que me veía hermosa, me gusta el color blanco, su corte y como mis hombros desnudos lucen con el puesto, mi pelo cae un poco por mi lado izquierdo, me encanta la tela del vestido, se pegaba a mi figura de una forma que dejaba ver bien mis caderas y la pequeña curva de mi cintura, como se adhería a mi trasero que es mi mayor atractivo, noto como siempre los hombres voltean a verlo cuando creen que estoy descuidada.

No estoy acostumbrada a no llevar brasier, la tela rosa mis pezones haciendo que involuntariamente se endurezcan, la tela es delgada me da un poco de miedo y vergüenza que mis pezones se marquen a través de la suave tela, que fuera evidente mi constante estado de excitación…

El sentir la tela tan pegada a mis senos era un hermoso martirio que tenía repercusiones en la parte baja de mi cuerpo, estoy segura que él lo sabía y lo disfrutaba. No sé cuáles son sus planes, se me acelera el corazón en el pecho con cada nueva posibilidad que pasa por mi mente, respire profundo y salí a su encuentro si tan solo la cita fuera por gusto, si tan solo no fuera un desconocido…

Luego salí en busca de mi intrigante e incómodo invitado.

Estaba cómodamente sentado en la sala al verme se levantó, me miró detenidamente de arriba a abajo al final sonrió, pude notar en su mirada que le gustaba como me veía.

Cuando llegué a él me dijo:

—Luces hermosa Chapis -eso me desconcertó ese era mi apodo en la primaria y tenía años sin que nadie me dijera así.

Puso su mano en mi cintura y me empujó un poco para que empezara a caminar, sentí una nueva oleada de calor que se concentró en una parte que yo me negaba a aceptar.

Salí sin tomar mi bolso, ni mi móvil fuera de la casa estaba un auto muy bajo casi pegado al suelo, era un súper deportivo de esos con los que todos sueñan no sé porque no lo note cuando llegue a casa, nos dirigimos a él y como todo un caballero me abrió la puerta, no sé si fue una fortuna o no que no hubiera ningún vecino en la calle, tal vez si alguien me hubiera visto salir con un completo extraño.

Entre en el impresionante automóvil, dentro en mi asiento estaba un sobre amarillo lo tomé y lo hice aun lado, espere que mi acompañante hiciera lo mismo, cuando entro me dijo que mirara el sobre.

Luego puso el motor en marcha y avanzamos.

Abrí el sobre en la esquina de la casa dentro parecía haber fotografías, todas eran mías, en el trabajo, en casa, viejas fotos de mi adolescencia, y algunas otras muy íntimas en la mayoría era solo yo, en otras salía también Mauro, tomadas en mi habitación durante nuestros encuentros. ¿Cómo tenía esas fotos? Mauro las tomaba en ocasiones nos divertía tomarlas para verlas después del encuentro, pero no creo que él fuera cómplice de este hombre o que se las hubiera mostrado a nadie, ese era el trato que Mauro aceptó para dejarme tomar esas fotos, eso era solo nuestro. Me quedé asustada y sorprendida si bien era cierto que las fotos eran hermosas por lo que representaban, este extraño no debería de tenerlas en su poder, guarde silencio hasta que reuní el valor de preguntar:

—¿Puedo saber cómo sabes tanto de mí? Ese apodo nadie aquí lo conoce, esas fotos son algo de mi marido y yo.

—Es mi obsesión conocer bien a quien me interesa!

—¿Puedo saber tu nombre?

—Jajaja!!! Por su puesto soy Eduardo es un placer conocerte al fin Rocío.

—Quisiera poder decir lo mismo!

—Deberías decirle a tu marido que debe mejorar la seguridad de su móvil es muy fácil jakearlo.

Por lo menos Mauro no había sido el responsable de compartir las fotos.

Luego guarde silencio y él hizo lo mismo.

Manejo por un tiempo con rumbo a las afueras de la ciudad, luego entramos en el lujoso fraccionamiento Puerta Del Roble era el lugar de moda para la gente con dinero en la ciudad. No me sorprendí mucho, si puede tener ese carro es que puede darse varios lujos, cuando llegamos a su casa, parecía más bien una mansión de esas que salen en las revistas, digo estoy acostumbrada a vivir con cierto nivel, pero esto es más de lo que la mayoría soñamos, entramos en la garage subterráneo, dentro había espacio para unos diez autos, pude ver por lo menos cinco, todos de lujo, también un par de motocicletas una de pista y otra estilo chopper.

Cuando estacionó las puertas se abrieron en automático me quite el cinturón y salí de ahí, al fondo se miraban unas escaleras bien iluminadas, pero nosotros subimos por las que quedaban más cerca de la puerta, al ir subiendo los escalones fue quedando ante mí una especie de pórtico y enfrente la vista de un gran jardín muy bien cuidado, con unas pérgolas junto a una impresionante alberca, estaba diseñada para pasar lindas reuniones a su alrededor, con muebles adecuados para el exterior y equipo de sonido para que no decayera el ambiente -me pude imaginar estar ahí en una fiesta ahuyentando el calor dentro de la alberca-. A mi espalda quedaba ubicada una pared de vidrio era enorme de todo lo ancho de la parte de la sala, el comedor y una estancia por donde estaba la entrada, dentro pude ver los inmaculados pisos tan brillosos como un espejo, muebles de diseñador, todo estaba ordenado y acomodado, en la enorme sala estaba un piano de cola, no sé porque sentí ganas de que fuera ahí donde él hiciera lo que yo pensaba que quería de mí, me dejó admirar todo el entorno, por un momento casi olvido porque estaba allí, estaba deslumbrada con todo lo que mis ojos veían.

Luego con un sutil movimiento de su brazo me invitó a pasar al interior de la casa, puso música suave con solo apretar un botón junto a la puerta de vidrio, me dejó sentada en la sala y desapareció por una puerta que supuse era la cocina, regresó con un par de copas en la mano, me dio de beber un vino tinto de un sabor ligero pero agradable. Casi al mismo tiempo salió una mujer de la cocina y nos invitó a ir al comedor la cena estaba lista.

Eduardo se sentó en la cabecera, el lugar del dueño, a mí me indicó que me sentará a su lado, era un comedor enorme para unas doce personas, no sé si ahí vivía más gente aparte de él, pero la casa parecía vacía.

La mujer volvió con dos platos de salmón con espárragos y una salsa de champiñón. Se miraba apetitoso y yo tenía mucha hambre, no había comido casi nada.

—Mira Rocío voy a ser claro:

No me gustan las cosas a la fuerza

Yo reí por el comentario, creo que lo que decía era lo contrario a lo que hacía.

—Sí yo sé que te traje hasta aquí a la fuerza, pero puedes irte cuando quieras, solo te ofrezco una cena y si luego de eso te quieres ir puedes marcharte, yo mismo te llevaré a tu casa.

—Si, quiero que me lleves a Mi casa!

Vi como sus ojos se apagaron y eso en parte me entristeció también a mí, pero no podía estar con él, aunque se revoloteaba mi vientre no debía estar con él.

Su voz era una melodía para mí, no sé qué efecto ejerce en mi persona, pero no puedo concentrarme en mis pensamientos, a esta hora ni recordaba que debería estar en una cena con mis amigas mi coraje había desaparecido, y ni siquiera me había preocupado porque Mauro no sabía en dónde estaba, de cierta forma y sin saber porqué me sentía segura. En un momento de lucidez pude preguntar:

—¿Qué es lo que quieres de mí?

—Todo, lo quiero todo. Quiero tenerte, desde siempre me has gustado y quiero una oportunidad contigo, te encontré demasiado tarde pero debo intentarlo.

Su respuesta me desconcertó más, no esperaba eso, era halagador, pero tenía un pequeño defecto que él seguro no había considerado…

—¿Quién eres?

—Ya te lo dije: soy Eduardo.

Me quedé igual con su respuesta ese nombre no me decía mucho y no lograba recordar si nos habíamos conocido antes, el misterio de este hombre no se aclaraba en nada.

Levante mi cabeza solo para encontrarme con esos lindos ojos café claro que me miraban de una forma que me gustaba.

Al mirarlo de nuevo sentí algo que no debería, lo normal sería que lo odiara por las formas en que se había atrevido a secuestrarme, no sentía amor, no ese lo sentía por Mauro, ese hombre maravilloso que tenía a mi lado, por este cabrón sentía deseo del más puro y animal, aunque todo debería ser de otra forma no era así, no sé si era su tono de voz, sus ojos verme reflejada en la profundidad de su mirada, su porte, su aroma, su seguridad, o todo el conjunto en sí, la realidad es que aún sin yo quererlo estaba muy mojada y él ni siquiera me había tocado, eso me asustaba, nunca me había pasado ni con Mauro me había sentido alguna vez así de excitada y a la vez asustada con mi reacción.

Cuando terminamos la cena, apareció de nuevo la mujer que antes nos había servido, en cuanto retiró los platos él se levantó de su silla me ayudó a levantar y me tendió su mano.

Nos dirigimos de nuevo a su garaje, esta vez entramos en un auto sedan. Salimos en silencio yo sentía algo mal, aunque quería ir a casa y estar con mi familia, había algo en ese desconocido que me hacía dudar de volver tan pronto a casa, rápidamente descarté esa idea y observe en silencio el paisaje por la ventana del lujoso automóvil.

Cuando estacionó fuera de mi hogar antes de bajar me entregó el sobre con mis fotos ni cuenta me di a qué hora la había tomado de vuelta.

—Son tuyas, son las únicas copias no hay más.

—Gracias

Mi instinto fue darle un suave beso de despedida, pero él lo rechazó y me invitó a bajar muy amablemente del auto.

Salí de ese auto como en automático mire las luces de la casa apagadas, solo el foco de la entrada estaba prendido, no debía ser tan tarde pero supuse que ya todos estaban dormidos.

Cuando entre en casa vi mi bolsa justo donde la había dejado guarde rápidamente el sobre con las fotos en él, busqué enseguida mi celular estaba por un lado tenía varias llamadas perdidas, y mensajes de mis amigas preguntando por mí y diciendo que me estaban esperando, el último ya tenía más de dos horas que lo había mandado Sandra, luego de leer los mensajes deje el móvil sobre la mesa, ya me imaginaba que el siguiente día me preguntarían qué fue lo que me impidió ir a la reunión sin siquiera avisar que no podría ir, me quite los tacones para hacer el menor ruido posible y me fui a revisar a mis niños.

Abrí con cuidado la puerta de Fabián él es el mayor tiene nueve años y de los dos el más parecido físicamente a mí, aunque se comporta más como su papá, lo observe dormir por un tiempo estaba muy tranquilo con la sábana hasta la cabeza, se parecía en eso a su padre, aunque estuviera haciendo calor dormían cubiertos hasta la barbilla, le deje un beso en la frente y me dirigí a la siguiente habitación en ella se encontraba Nicolás el solo tiene siete años él tiene más parecido a la familia de mi esposo en especial a su abuelo, tiene los mismos ojos de mi suegro, siempre ha sido el orgullo de ese hombre mostrar que su nieto es igualito a él, Nicolás estaba dormido solo en calzoncillos y atravesado por mitad del colchón, él es más loco para dormir jajaja más parecido a mí en ese aspecto, le di su beso al igual que su hermano y salí en silencio tratando de no despertarlo.

Seguía mojada pensando en él ese recado que me dejó sobre la almohada:

"HOY SERÁS MÍA"

Seguía en mi mente no sabía que esa simple frase me llevaría a pensar tantas cosas, tal vez si empezaba a ser de él, aun sin apenas tocarme sentía algo por él, tal vez sin aceptarlo del todo ya era suya.

Con esos pensamientos y con esa sensación me dirigí a mi alcoba abrí la puerta, con cuidado deje los zapatos junto a ella y termine de entrar en la habitación Mauro estaba boca abajo, me pare junto a la cama, la luz de la calle se filtraba por las persianas dando algunos destellos de luz dentro de la habitación, pude notar su cuerpo.

Me quite los aretes y la gargantilla los dejé en el alhajero sobre el tocador luego deslice mi vestido por mi cuerpo, me deje el liguero, las medias y las bragas, subí enseguida a la cama y abracé a mi marido, él estaba profundamente dormido mis manos buscaron el calor de su cuerpo tratando de apagar el calor que invadía mi interior, comencé por tocar su espalda bajando hasta sus nalgas, repetí el proceso a la inversa hasta llegar a su nuca, Mauro ya estaba despierto, me subí a horcajadas sobre su espalda y comencé por darle un rico masaje hasta que él se giró dejándome bajo su cuerpo, su peso cayó sobre mi cuerpo, vi su sonrisa y luego me beso apasionadamente como solo él sabe hacerlo.

Me encanta ese momento en que lentamente va entrando en mí, sentir su dureza abriéndome de a poco, como mis labios húmedos se abrazan a ese gran trozo suyo, y lo cobijan, lo anhelan, lo sienten, lo gozan, adoro como lo hace lento, desesperadamente lento, dejándome sentir cada centímetro de su daga, como si me fuera partiendo en dos, inundándome de gran placer, como su daga gruesa, dura, caliente, palpitante se moja hasta instalarse en lo más profundo de mi ser.

El disfruta de como mi boca se abre mientras mis ojos se cierran, ese primer gemido que me provoca y que es imposible guardarlo para mí.

Me encanta como se instala dentro de mí y se queda quieto con su miembro hasta el fondo calmando mis ansias, como lentamente comienza con sus movimientos hasta lograr ese perfecto vaivén que tanto disfruto, que él conoce a la perfección.

Adoro sentir como me toma y de a poco me dice sin ninguna palabra;

Eres mía.

Y sí, soy suya, o lo fui por mucho tiempo hasta esta noche.

Me encanta escuchar ese gruñido que intenta decir mi nombre en sus labios justo antes de vaciarse.

Cuando desperté en la mañana Mauro aún seguía dormido, no pude dormir muy bien a pesar de que Mauro sabe cómo complacerme hoy sentía un vacío, como si me faltara algo mi mente estaba en otro lado ese hombre me había desestabilizado y me costaba admitirlo, pero yo era feliz en casa con mi familia, con un marido que me ama y un par de niños que son mi vida, el desconocido solo era una distracción de mis pensamientos, y una constante humedad en mi entrepierna.

Le di un tierno beso en la frente a Mauro que se despertó se estiró como siempre lo hace cada mañana, me tomo por el cuello para acercarse a mí y me dio un suave beso de buenos días salió de la cama dejando sus bóxer en la cesta de la ropa sucia y lo vi caminar desnudo hasta el baño

para ducharse antes de ir a llevar a los niños al colegio y luego irse a trabajar cuando desapareció de mi vista estuve a punto de seguirlo al baño, en vez de eso me puse mis mallas deportivas y aliste mi mochila para la oficina luego fui a despertar a los niños para alistarlos para la escuela, Nicolás era quien dormía más cerca de nuestra habitación así que fui con él primero ya estaba despierto cuando entre en su cuarto le di un beso en la frente y luego de darle su bendición fui al cuarto de Fabián entre y la luz aún estaba apaga con las cortinas tapando la claridad del nuevo día que ya comenzaba a aparecer.

—Arriba flojito que ya es hora de levantarse.

Le dije suavemente mientras besaba su frente, tuve que moverlo hasta asegurarme que se había despertado completamente después baje para hacerles un ligero almuerzo antes del colegio.

Los despedí a los tres en la puerta con un pan tostado embarrado con un poco de mermelada de higo casera -receta de mi abuela- en mi mano y la bolsa en la otra.

Mauro se fue con ellos rumbo a la escuela y yo me fui al gimnasio.

Ese día no hice mucho ejercicio cuando llegue a las instalaciones mis amigas Edith, Judith, Lupita y Sandra ya estaban allí, en cuanto me vieron llegar todas fueron corriendo a verme.

Les conté rápidamente lo que me había pasado sabía que podía confiar en ellas y que no contarían nada, bueno no había pasado nada.

Quién era?

Que quería?

Cómo te encontró?

Es guapo?

Donde dices que vive?

Que piensas?

Cómo es?

Me atosigaron con tantas preguntas que tuve que detenerlas para explicarles con detalle todo lo que había pasado todas estaban atentas e intrigadas por quien era ese sujeto al igual que yo nadie parecía recordarlo, alguna estaba indignada, otra estaba preocupada por mi seguridad, una estaba casi igual de emocionada que yo lo estuve en la noche, la otra pensaba que deberíamos investigar algo de ese hombre.

Judith, Sandra y Lupita me decían que había hecho lo correcto en marcharme de esa casa, yo sabía que había tomado la decisión correcta aunque mi deseo por ese extraño no desaparecía Edith en cambio opinaba que debería haber aprovechado la ocasión todas volteamos a verla mal, hasta yo que en parte deseaba haberme quedado.

Cuando nos despedimos me dirigí a la oficina al buscar las llaves del auto, dentro de mi bolso vi de nuevo el sobre con mis fotos, las saqué con cuidado de que nadie me viera estaba en el estacionamiento así que no había mucha gente, revise las fotografías más detenidamente en especial las de mi juventud, estaba una en particular de mi época de escuela donde aparecemos varios compañeros no podía recordarlos a todos, tal vez alguno de esos chicos era mi hombre misterioso, yo solo pensaba en sí iba a volver a verlo, algo dentro de mí así lo quería y mi conciencia empezaba a admitirlo además él no parecía de los que se daban por vencidos al primer no, aunque pensándolo bien cualquier mujer estaría feliz porque un hombre como él se fijará en ella y de seguro mujeres no le faltaban tan solo con verlo llegar en cualquiera de sus autos tendría a muchas interesadas buscando atraparlo, pensar eso me provocó un pequeño malestar.

Luego de reprocharme a mí misma mis pensamientos guarde las fotos de nuevo tendría que deshacerme de ellas antes que las viera Mauro, cuando las dejé en el asiento de mi auto vi el número de teléfono anotado en una esquina del sobre, mi corazón se aceleró con esta nueva oportunidad.

Junto al número estaba algo escrito.

"Ahora depende de ti si nos volvemos a ver"

Nerviosa maneje hasta el trabajo, luego de saludar a todo el equipo fui hasta mi oficina deje el sobre en el escritorio apunte rápidamente el número en mi agenda y luego guarde el sobre con las fotos dentro de un cajón con llave mirando para todos lados como si estuviera cometiendo algún crimen luego de cerrar el cajón comencé con los números de mis proyectos. Ese día tendríamos una reunión con el departamento de arquitectos para ajustar los detalles del nuevo edificio que estábamos por iniciar en los próximos días era un cliente nuevo al parecer importante y los patrones nos habían pedido, no, más bien nos habían exigido que no hubiera errores porque querían ese nuevo cliente como perros rabiosos y no querían desperdiciar esa oportunidad.

Yo confiaba en mi equipo somos buenos en lo que hacemos por eso nos habían contratado, toda nuestra empresa está llena de talento solo está José dentro de los arquitectos que se cree superior a todos, es bueno pero su ego no permite que alguien más tenga una buena idea, con él es con quien deberíamos tener cuidado en este proyecto.

Llene mi taza con café antes de irme a el salón de juntas donde iba a ser la reunión, pasé por el cubículo de Cristina para que fuera conmigo, ya estaba lista solo tomo las cosas necesarias para la reunión caminamos hasta allá, me gusta ser puntual así que tome tiempo de sobra para subir dos pisos por las escaleras, no me gusta mucho la idea de esperar el elevador por solo dos pisos.

En la reunión estaríamos José el encargado de arquitectos y alguien de su equipo pensé que iría con él Paco un joven pero brillante arquitecto, también asistirían encargados del departamento jurídico para revisar los términos legales y un par del departamento de publicidad, también estarían los jefes para revisar que todo estuviera bien y en orden para poder cerrar el trato.

Ya nos encontrábamos todos en la sala de juntas solo esperábamos por los altos mandos de la empresa para poder comenzar, llegaron puntuales, pero no venían solos venían con el que imagine sería el nuevo posible cliente, luego de saludar lo presentaron como:

Eduardo Becher

Al escuchar el nombre completo mi memoria fue al pasado, justo hasta primero de secundaria, me vino a la mente la fotografía que estaba en el sobre, ahora si que podía reconocer al chico tímido que estaba justo en la orilla de todos, como con ganas de no querer salir en la foto, él solo había estado unos meses con nosotros, su padre era alemán, su madre si era mexicana estaban en el país para impulsar el negocio familiar, pero las empresas de su papá estaban en Europa y sólo pasaron un corto tiempo con nosotros para luego marcharse de nuevo al viejo continente.

Verlo allí me causó una fuerte impresión, el comenzó a caminar con autoridad por el lugar saludando a cada persona que estaba en el salón mano a mano y mirando los ojos de cada uno cuando lo saludaba.

Cuando llego a mi lado me saludo de la misma forma que a todos los demás sin hacer ninguna distinción, parecía distinto al hombre que me secuestró la noche anterior, aunque en sus ojos sentí un pequeño brillo especial, o eso quise creer.

Ahí estaba Eduardo elegantemente vestido con su porte de tener siempre el control, hoy no llevaba traje oscuro, hoy llevaba un traje claro, pero el efecto que provoca es el mismo. Al saludarlo pude notar su aroma, el mismo aroma embriagante de la última vez.

Diablos es que siempre vestía tan bien?

Siempre lucia así?

Siempre olía rico?

Comencé a sentirme nerviosa con su presencia, tuve que obligar a mi cabeza a que se concentrará en la reunión.

La reunión pasó como en un suspiro apunte todos los detalles importantes para el proyecto.

En cuanto terminó la reunión él se fue sin prestar en mí ningún tipo de atención especial.

Cuando regrese a mi oficina me encontré con un sencillo ramo de casablancas era mi flor favorita, Mauro lo sabía, sonríe al verlas, mis compañeras estaban emocionadas casi como yo, cuando tomé la tarjeta no vi el nombre de Mauro escrito en ella, eran de Eduardo mi corazón dio un brinco de emoción y luego se entristeció un poco, hacía tanto tiempo que Mauro no tenía un detalle así conmigo. Guarde rápido la tarjeta antes de que algún indiscreto viera el nombre de otro hombre en ella.

Quien lo entendía un día me hacía sentir la mujer más hermosa del mundo, la más deseada con su mirada, luego al otro día parecía no reconocerme y prácticamente me ignoraba y luego me mandaba las flores más hermosas y aparte mis preferidas, a qué diablos estaba jugando.

Porque me confundía de esa manera, note que aunque sentía un coraje por sentirme ignorada, el deseo de nuevo estaba vivo dentro de mí.

Tome la agenda donde había apuntado su número y marque hecha una furia para saber qué es lo que quería.

El teléfono sonó un par de veces antes de escuchar su voz al otro lado del teléfono.

—Hola Rocío pensé que no ibas a marcar

Cuando escuche su voz todo el valor que había logrado reunir se me esfumó colgué como una adolescente insegura y guarde la agenda de nuevo.

Acababa de guardar la agenda cuando comenzó a sonar mi móvil.

Era Mauro, por un momento sentí una desilusión pensé que podría ser Eduardo.

—Hola amor

—Hola Rocío solo hablaba para decirte que saldré tarde hoy del trabajo, no me esperes a cenar.

—Tengo ganas de cenar contigo -le dije en un tono meloso-.

—Yo también pero tengo mucho trabajo.

Sabes que, trataré de acortar la junta para llegar a cenar.

—Te espero.

—OK te amo.

—Yo también

Últimamente no habíamos pasado mucho tiempo de pareja, aunque tratábamos de salir sin los niños por lo menos una vez por semana teníamos más de dos meses que no lo habíamos hecho.

El móvil sonó de nuevo.

Esta vez era él, mi corazón se aceleró no sé porque me arregle el pelo antes de contestar.

—Hola! Gracias por las flores son muy lindas

—De nada se que son tus favoritas.

—Sí ya ni te voy a preguntar cómo lo sabes, pero no sé me hace bien que le mandé flores a una mujer casada…

No me dejó continuar

—Oye tú marcaste mi número.

Un tenso silencio nos interrumpió

—Sabes siempre has sido mi fantasía y hoy que estás aquí, no quiero que nada se interponga, te propongo una noche, solo un encuentro entre los dos, nada de sentimientos solo sexo y cada quien por donde quiera.

—¿Pero quién crees que soy? -dije ofendida- si también me conoces… Sabes que no soy así.

—Sé que no eres así, pero hay cosas que no se pueden controlar, lo vi en tus ojos sabes, lo vi en tus reacciones, sé que no te soy indiferente y sé que has pensado en mí.

Colgué el teléfono confundida, indignada; asustada y pensativa, como sabía todo eso, cómo podía leerme así, todo lo que dijo era cierto, estuve un rato dando vueltas a esa posibilidad en mi cabeza al fin un encuentro y se acabó, ¿que podría salir mal?

Decidí olvidarme de la loca idea de un encuentro furtivo con Eduardo, y comencé a concentrarme de nuevo en mí trabajo.

Esa noche tal como lo prometió Mauro llegó temprano a casa, cenamos y mandamos pronto a los niños a dormir, subimos a nuestra habitación decididos a darnos una ducha juntos, lo enjabone como hace mucho tiempo lo hacíamos él estaba de espaldas a mí, mis manos iban y venían por todo su cuerpo y ponían especial atención a su parte más privada, me encargue de hacerlo endurecer y comencé a subir y bajar mi mano en esa zona resbalaba tan fácil por el jabón y él con las manos en la pared a la inversa de como en muchas otras ocasiones hemos estado, no llegué a hacerlo terminar, él tomó el control y fue su turno de poner sus manos sobre mi cuerpo sentí sus caricias recorrer cada parte de mí, se sentía tan bien, era un baño tan placentero, no sé porque hemos dejado de hacerlo así el si me llevo hasta el final, sus dedos entraron en mí fácilmente.

Me di cuenta que estaba pensando en Eduardo y eso de algún modo facilitó mi orgasmo pensar en que eran sus manos las que me tocaban adelantó el trabajo.

Cuando Mauro me quiso penetrar no se lo permití, salí de allí cerrando el agua y llevando a mi esposo de la mano.

Él me seguía hipnotizado con la calentura por delante lo aventé sobre la cama y me subí sobre él, cerré los ojos para ver el rostro de Eduardo puse mis manos sobre sus pectorales con ansias y ganas de que fuera otro mis caderas se frotaban contra las suyas, podía sentir su desesperación por penetrarme intentaba hacerlo, pero yo no lo quería dentro, no aún, así que jugué con su dureza frotando mis labios contra él sin dejar que me penetrara solo masturbándome…

Recorría toda la extensión de su pene con mis labios hasta llegar a ese botón que me vuelve loca ahí me presionaba un poco más contra él, yo gemía y él también cuando por fin terminé mi orgasmo lo tomé con mi mano firme por la base y lo guíe hasta mi hendidura Mauro gimió cuando lo dejé entrar en mí.

—Chio!!! Chio!!!

Susurraba mientras mis movimientos de cadera iban en aumento.

Seguía caliente pensando calladamente en Eduardo, subía y bajaba a un mayor ritmo cada vez sentía sus testículos chocando contra mi trasero y sus manos sobre mis tetas, no buscaba su placer, no, buscaba quitarme esta puta calentura que otro hombre me provocaba me corrí justo a tiempo mi marido se corrió al siguiente movimiento mío, me quedé sentada así, sintiendo como su dureza perdía su fuerza, sintiendo como su semilla empezaba a derramarse sobre su pelvis.

Pero no estaba satisfecha, por primera vez este hombre no me llenaba y eso me entristeció.

Luego él como si algo presintiera me miró a los ojos, secó una lágrima de ellos y me jalo a su pecho no sé cuánto rato estuvimos así, cuando me recosté en mi lugar él ya tenía tiempo dormido.

Mi entrepierna seguía deseando más y mis pensamientos estaban acelerados.

Los siguientes días los pasé un poco más tranquila, relativamente, pues aún faltaban algunos cálculos para comenzar con el nuevo proyecto de Eduardo que comprendía un complejo de departamentos de lujo, con centro comercial y algunas boutiques exclusivas, los días pasaron rápido ayudó el hecho de que no se apareciera de nuevo para distraerme con su presencia, aunque de vez en vez sacaba la agenda con la intención de concretar ese encuentro entre él y yo.

En casa seguía todo bien, los encuentros con Mauro me seguían inquietando pues cada que estaba con él pensaba en Eduardo no me lo podía sacar de mis pensamientos, la nueva semana comenzó y el lunes seguí con la rutina ese día llevaba un conjunto negro con gris muy pegado a mi cuerpo, cada que lo usaba notaba más miradas de las acostumbradas, hasta el entrenador estaba más al pendiente mío, claro que me gusta la atención y sentirme atractiva pero hasta ahora ningún piropo o ningún hombre me había puesto a pensar en estar con él, solo era como una cuestión de ego o vanidad sentir como disfrutaban de verme.

Baje de mi auto tome mi maleta y empecé a comer una barra energética para aguantar la rutina siempre los lunes me resultan más pesados, ese día tocaba ejercitar piernas y trasero y acabó muerta con esas rutinas que el entrenador me pone, le gusta estar cerca cuando estoy boca abajo en algún aparato para levantar las nalgas, entre saludando a Anni recepcionista me devolvió el saludo y después de checar con mi huella que mi cuota estaba al corriente la puerta de vidrio se abrió ante mí, me dirigí a la parte superior de las instalaciones que es donde se encuentran los aparatos de cardio para calentar un poco antes de empezar la verdadera rutina, ahí arriba estaba Sandra me puse en la elíptica aun lado de ella.

—Hola chio!!!

¿Cómo vas con tu antojo imposible?

—jajaja!!! Todo sigue igual, aunque lo pienso cada vez más.

—Debes dejar de pensar en él… Lo sabes!?

—Sí, eso lo sé pero no sé cómo.

Casi terminaba con el calentamiento cuando subieron muy emocionadas Edith y Lupita venían cuchicheando algo entre ellas y riendo como un par de chiquillas.

Se acercaron a nosotras y nos dijeron disimuladamente que había un nuevo cliente en el gimnasio y al parecer era muy guapa según ellas.

Bajamos todas juntas entre risas para ver al nuevo chico que las ponía tan alegres.

Era verdad que estaba guapo pues varias chicas estaban mirando disimuladamente para donde él estaba, mis piernas flaquearon un poco cuando lo reconocí.

Traía puesta una playera blanca sin mangas dejaba ver un tatuaje que comenzaba en su bíceps y parecía continuar hasta su pecho, le hacía lucir sexi, ahora entiendo cómo me cargo tan fácil sus brazos eran fuertes, se le notaban las venas cada que flexionaba la mano al hacer el movimiento de subir y bajar la barra, su pecho se hinchaba cuando jalaba aire para poder levantar ese peso, no es que estuviera con ese cuerpo exagerado que tienen los que usan anabólicos, no, él estaba muy bien proporcionado sin exagerar en su musculatura, un pants gris claro muy pegado, dejaban ver un trasero firme y duro, y, por delante, se notaba el bulto que sentí tan pegado a mí la otra noche, estaba sudado, por lo regular no me gustan los hombres sudando pero por Dios que quise ser esa gota que bajaba por su cuello recorriendo todo su pecho y no solo detenerme en su playera, quería bajar mucho más…

Debí de ponerme pálida porque Sandra me preguntó que si me sentía bien.

—Es él

Solo eso pude decir y ellas lo supieron en ese momento, comprendieron una parte de porque no dejaba de pensar en él, Edith reafirmó lo que me había dicho; debes dártelo por lo menos una vez, sino vas tú, iré yo hacer mi lucha -dijo riéndose de forma burlona.

Sandra casi le dio un sape.

Debo admitir que me dieron celos de ver como alguna chica más atrevida se acercaba a charlar con él.

Me recompuse de la sorpresa de verlo ahí y camine hasta el aparato de patada trasera para ejercitar el trasero, es un aparato donde te acuestas boca abajo te tomas de unas barras para ayudar a que no te desestabilices y luego con las piernas empiezas a levantar las pesas, siempre en esa posición luce más el trasero y por lo regular es incómodo si hay algún hombre fisgón cerca pero hoy no me importo, estaba justo enfrente de Eduardo, lo que quería era que pusiera su atención en mí, pero el muy cabrón no me ponía ninguna atención, sólo un cordial buenos días que le dirigía a todos los que pasaban por ahí.

Eso me enfureció no comprendía porque a solas era uno y en público parecía no reconocerme, seguí con mi rutina.

Casi al terminar mis ejercicios cuando estaba junto a mis amigas preparándome para ir a bañarme se acercó.

—Hola señora Arreola es un placer encontrarla en este lugar, no la había reconocido sin su uniforme.

Cabrón, ya sabía en donde tengo mi membresía por eso vino aquí.

—Señor Becher buenos días.

—Puedes hablarme de tu.

—Muy bien Eduardo, puedes decirme Chio, mira ellas son: Lupita, Edith y Sandra son mis mejores amigas falta Judith pero parece que hoy ya no vendrá.

—Mucho gusto señoras, me alegra conocer a las amistades de una muy buena colaboradora.

—Encantadas!!!

Si se hubieran puesto de acuerdo no les hubiera salido, solo les faltaba babear enfrente de él.

Luego se despidió de todas con un suave beso en la mejilla.

Camine con rumbo a los vestidores y cuando estaba por entrar en él, sentí como una mano me empujaba para que me diera prisa, no necesite ver quien era, la corriente eléctrica en mi espalda me lo dijo.

Entramos en el vestidor el muy pegado a mi espalda, pude notar su agitación.

Me dijo en un susurro:

—Me encanta tu culo, espero algún día follarle por ahí.

El muy cabrón sonreía al decirlo, eso me aceleró el pulso, su sonrisa, pero fue el tono en que lo dijo lo que me hizo estremecer y desear que pasara, trate de que no se notará mi voz temblorosa cuando conteste.

—¿Por qué les gusta tanto por ahí?

—Porque es un deseo animal

Muy sucio, pero a la vez es muy excitante. Nos hace sentir que dominamos a través de una parte muy vulnerable, íntima, delicada.

Esa parte no se la das a cualquiera, el culo sólo se lo ofreces al que logra sacar esa parte animal que llevas dentro, todos la llevamos, pero no todos la saben motivar, no todos son capaces de llevarte a ese nivel de excitación y deseo. No con cualquiera creas ese vínculo. Y cuando lo logras, cuando logras que una mujer te ofrezca ella sola ese orificio tan suyo, es simplemente mágico.

Su respuesta me mojo tanto que estuve a punto de desnudarme ante él en ese mismo momento, nunca había pensado en eso, nunca nadie me había hecho desear ofrecerlo a nadie, Mauro había dejado de insistir en ese tema hace tiempo, y aquí estaba este desconocido, que no sé cómo me hacía desearlo, que me calentaba con la idea de que él y solo él me tomará por ahí, sentí enrojecer mis mejillas ante la idea, él sonrió con mi reacción.

—¿Entonces es como un tipo de premio?

Saber que eres especial en su vida y que estas donde nadie o muy pocos han estado.

—En cierta forma sí, representa la conexión y la entrega, que no hay complejos ni nada se interpone entre ustedes, es otro nivel de intimidad.

Mi mano ya estaba buscando y acariciando su paquete, su boca estaba muy cerca de mí cuello, sus labios comenzaron a besarme lentamente, centímetro por centímetro.

Su mano se movió acariciando mi cuerpo, no se fue directo a mis pechos como un adolescente desesperado, ni a mi sexo ya húmedo y deseoso, aunque yo lo quería, este cabrón sabía cómo manejarme prolongó el martirio, sus manos viajaron por mis piernas agachándose un poco para recorrerlas todas, tocó mi espalda, y acarició suavemente mi trasero, una fuerte nalgada me sacó de mis pensamientos románticos, sentí un escozor en toda esa zona, eso debería dejar una marca su mano estaría por algunos minutos en mi nalga derecha, su mano había comenzado a subir mi blusa, un poco de decoro pretendió detenerlo pero no opuse mucha resistencia, estaba ya sin ella cuando sus manos tocaron mis senos, los tocaba suavemente con las yemas de sus dedos, mis manos subían y bajaban por encima de su pants ya estaba completamente duro, es delicioso sentir ese efecto, sentir como crece y se endurece en tus manos.

Me siento perfecta cuando sus ojos me miraron así, mis pechos están al aire, libres ante sus ojos, su oscura mirada me enloquece.

Mi abertura está derramándose por él, esperando por él, cuando por fin comienza a bajar mis mallas mis manos sacan su camisa por encima de su cuello, estoy lista, entregada a él…

Me subió al mostrador frente al espejo.

El morbo de que nos descubrieran era tremendo.

Su orden fue clara; te quiero en silencio.

Yo no sabía lo que eso significaba; ¿quería ver si me podía contener de gemir? ¿sólo podía decir su nombre justo en el momento del orgasmo…?

Pues bien ahí estaba él, con su cabeza entre mis piernas, con su hábil lengua dándome placer, subiendo y bajando, jugando, dando pequeños mordiscos y succionando en mi ya hinchado clítoris, sentía palpitar mi sexo, sentía como mis piernas comenzaban a ponerse rígidas antes del gran temblor, como mi respiración cambiaba, sentía esas ganas de terminar ya latentes, él me estaba llevando al límite y ese límite se acercaba peligrosamente, de mi boca se escapaban pequeños gemidos sin mi permiso y él seguía y seguía…

Con mis manos sobre su cabello, yo solo podía implorar una cosa en ese preciso momento, así que lo desobedecí;

—¡Por favor ya fóllame!

Fóllame ya!

Él me obedeció.

Mi deseo?

Su deseo?

O el deseo de los dos…

Que importa

Cualquiera que sea la respuesta a esa duda nunca lo sabré, solo se que fue impecable en su actuar, sus movimientos fueron exactos, el ángulo en que entró en mí me hizo vibrar, sus manos alterando entre mis caderas, tocar mis pechos, jalar un poco mi pelo, buscar mis labios y luego darme a probar mis jugos, sus jugos, ambos… En sus dedos, mi gloria. Sentir mi sabor y su sabor en sus dedos, en mi boca, me hizo sentir sucia pero no me importaba nada me importa en ese momento, solo quería saborearlos mientras esa sensación de calor en mi vientre se empezaba a expandir cada vez más fuerte con cada nueva embestida que me daba.

Provocando esas cálidas sensaciones que recorren mi cuerpo y me acercan a explotar…

A veces es bueno ceder el control dejar que el otro simplemente te ordene que hacer, no con cualquiera, no, se lo debe ganar y él se lo ha ganado no sé cómo ni porqué…

Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale, pues esta es mi guerra, esta es mi aventura, así que en esta aventura decido YO.

No sé porqué, pero quiero esto o es esto me quiere a mí?

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