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En Carnaval, Nerea saca a su esclavo a pasear

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Nerea va de negro con un antifaz, un vestido de cuero muy corto y botas de tacón alto,

lleva a su esclavo vestido de perro, sujeto bien corto y a cuatro patas sobre el asfalto.

Se encuentran con un chicle aplastado en la acera,

Nerea lo despega, se lo mete en la boca a su chucho y se carcajea, la barriobajera.

 

De Sol a Callao por la calle Preciados dan varias vueltas,

se cruzan con mascaritas de zombis, políticos y algunas más cruentas.

Anouk, su chucho, de vez en cuando le lame las botas,

la gente de a pie se ríe y piensa “¡Están como chotas!”.

 

Nerea decide sentarse en una terraza y pedir un cubata,

mientras el camarero la sirve, ella le guiña un ojo, le pone morritos y el culo le cata.

Luego cogió un puñado de cacahuetes ofreciéndole las cáscaras a su esclavo,

Anouk, las masticó y las tragó sin rechistar y sin mostrar en su rostro enfado.

 

Su chucho llevaba un cinturón de castidad tan ajustado y ceñido,

que cuando se empalmaba algo, el dolor que sentía le hacía soltar un bramido.

También llevaba un dildo bastante largo y ancho introducido en su culo,

Nerea por control remoto iba subiendo la intensidad de las vibraciones, horadando un zulo.

 

No podían olvidar el ir a Chueca a dar un garbeo,

Nerea se encontró con dos Drag Queens amigas suyas y les soltó un buen morreo.

Las reinonas observaron a su chucho y para que no se celara,

le ofrecieron sus almohadillados traseros, para que se los oliscara.

 

Luego se fueron a una librería para adquirir “Testo yonqui” de Paul B. Preciado,

para tener cuerpo y mente en un nivel elevado.

Ya por la Gran Vía decidieron comprar unos discos de Sarah Jane Morris, de R&B,

y a continuación ir a un bufé libre a comer cuscús.

 

Después de este paréntesis cultural volvieron a la juergas carnavaleras,

y se unieron con entusiasmo a unas carrozas discotequeras.

En una calle unas chicas disfrazadas de putas daban el pego,

estaban potando los excesos de un botellón, ¡mamma mia que ciego!

 

Nerea chapoteó un buen rato en aquel charco de vomitona,

para que al llegar a casa su esclavo lamiera sus botas, ¡le apasiona!

A Anouk el dildo le ensanchó tanto el ojete,

que su ama no tuvo que hacer mucho esfuerzo, ya en la alcoba, entrando a machete.

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