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En el Caribe, calientes con los animadores (parte 1)

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Íbamos a cumplir 5 años de casados y con mi mujer decidimos tomarnos unos días en una isla del Caribe. No teníamos hijos por mi bajo conteo de esperma y el tratamiento no nos dio resultado. Así que nos planteamos relajarnos y salimos de vacaciones por primera vez desde la luna de miel. Nomás llegar, nos sedujo el paisaje, el clima cálido y la arena blanquísima que no quemaba, para sorpresa nuestra.

Mi esposa está bien buena, de estatura algo menor que la media, tiene bien repartidos sus encantos, es naturalmente muy sexy y cuando se lo propone calienta hasta a las estatuas. El animador Kevin nos recibió vestido con una bermuda blanca ceñida y una remera color salmón ajustada al torso para explicarnos el funcionamiento del hotel con todo incluido. Era un verdadero adonis, de altura mediana, bien atlético y marcado, con una amplia sonrisa y muy simpático. Luli, mi mujer, no le sacaba los ojos del cuerpo y se excitó más cuando nos invitó a un show por la noche, con clases de baile incluidas.

Después de la sesión de acqua gym que comenzaría enseguida, habría un paseo de compras al centro comercial del complejo, así que también le ofreció ese viaje. Aprovechamos para ir a darnos una ducha al bungalow, para sacarnos la resaca del viaje. Nos bañamos juntos y estábamos muy cachondos con Kevin. Nos enjabonamos y acariciamos bien profundo y, como solíamos hacer a menudo, nos metimos los dedos en el culo mientras nos besábamos, ella me pajeaba y yo le metía los dedos de la otra mano en su conchita toda lubricada por la calentura. Esta vez pasó a tres dedos en mi culito, bien lubricados con la crema enjuague, lo que me puso a mil. Me apoyé en la pared contraria y me dejé violar a fondo por sus dedos, que masajearon mi punto P. Me movía a su compás y me dijo:

-¡Qué puto sos!

-Sí, le respondí, dame más.

-¿Querés dedos o querés pija?, me preguntó.

-Vos sabés que quiero todo, le respondí.

Sin sacarme los dedos, me susurró que la cogiera, que no daba más.

-Pensé que querías reservarte para Kevin, le dije al oído.

-¡Qué bueno está! Pero me lo dejo para después, así me ves, y me hizo girar, besándome como si ya no hubiera un mañana.

La aparté unos centímetros, la miré a los ojos y le dije:

-Te quiero, me recalentás y te quiero ver con Kevin.

-¡Cogeme ya!

Se dio vuelta y se la metí hasta el fondo de la concha. Tuvo múltiples orgasmos casi al instante, de tan caliente que estaba, así que me corrí yo también enseguida. Me puse un bóxer azul corto pese a mi pija morcillona y ella se vistió con un bikini celeste diminuto que le resaltaba las tetas y su precioso culo, y encima un pareo translúcido para cubrirse en la guagua.

Fuimos a recostarnos en unas reposeras con respaldo alto, a la sombra, desde dónde veíamos la clase de acqua gym. Lilu no le quitaba los ojos de encima a Kevin y yo tampoco.

-¿Te lo comerías, no, putita?

Ronroneó como una gata en celo mientras asentía y se relamía. Con mirada pícara me preguntó qué me parecía.

-Está re fuerte, le dije, no tenés que desperdiciar la oportunidad.

Ya habíamos hablado muchas veces cuando teníamos sexo de hacer intercambios y tríos para no recurrir a la inseminación artificial, lo que nos ponía a mil. Le di un beso de lengua muy húmedo y justo pasó uno de los entrenadores deportivos que me invitó a completar un grupo para jugar una mezcla de waterpolo y básquet. Le dije a Luli que se divirtiera en el paseo de compras guiñándole un ojo, y me fui con el profe Coqui.

A poco de empezar a jugar, los otros hombres fueron llamados por sus mujeres para ir al mall y quedamos Coqui y yo. Le propuse seguir jugando porque justo él tenía la pelota y yo intentaba quitársela. Me dijo que para eso estaba. Era un moreno de muy buen físico, bien definido, músculos marcados, pero no excesivos y una piel de terciopelo. Usaba un slip color salmón que resaltaba en su piel morena y le destacaba sus glúteos y su paquete, que se veía muy bien.

Seguimos tonteando en el agua con la pelota, nos rozábamos y manoteábamos hasta que nos detuvimos a descansar apoyados en el borde de la pileta. Le pregunté cómo le iban las cosas y me dijo que no tan mal, que su sueldo no era alto, pero tenía casa y comida en el complejo hotelero y vivía de las propinas de los turistas porque era buen masajista, pudiendo ahorrar el salario para comprarse un auto. Sobre las condiciones de trabajo, me contó que disponían de atención médica preventiva gratuita en el complejo y que les realizaban análisis de sangre y orina semana por medio, para controlar eventuales consumos de drogas, que podrían costarles el empleo.

-¿Vos no tenés problemas?

-No, ni siquiera fumo y hago deportes todos los días.

Le propuse jugar un último partido por una apuesta.

-¿Cuál sería?, me preguntó.

-Si me ganas, te doy una buena propina.

-¿Y si ganas tú?

-Si gano yo, te quiero ver desnudo.

Se sorprendió por la propuesta, pero sonrió y asintió, seguro de sí mismo. Yo trataba de ocultar mi erección contra la pared de la pileta, pero él no se preocupaba por eso, pese a que también me pareció excitado, o solamente era el tamaño de su paquete. Jugamos varios minutos hasta que pude empatar en dos, ya ambos bastante empalmados por los roces y manoteos.

-Un último tanto, doble o nada, le propuse.

-¿Cómo doble?

-Sí, doble propina contra verte desnudo y masajes.

Reanudamos el juego, hasta que en un forcejeo le agarré bien la pija por encima del slip y se la sobé a fondo mientras lo tenía aferrado por el torso con la otra mano contra mi cuerpo, apoyando mi poronga contra su redondo trasero. En su desconcierto, pude quitarle la pelota y en un golpe de suerte giré sobre mí y encesté, mientras él me agarraba por detrás y me apoyaba también.

-¡No vale!, se quejó, mientras yo me inclinaba hacia atrás para presionar mi culo contra su bulto.

-¿Por qué?

-Me tomaste desprevenido.

-No pusimos reglas, sólo el resultado, le contesté.

-Además, parece que no estabas tan descuidado por esto. Me giré y le volví a sobar el paquete debajo del agua.

-Digamos que fue un empate, te pago la propina, pero te veo desnudo y me das un masaje a fondo, le propuse, guiñándole un ojo.

Sonrió y fue nadando al otro lado de la piscina para salir por el lado de la playa, donde había muy poca gente tomando sol o descansando a la sombra. Fue todo un espectáculo ver su culo redondo y empinado cuando se apoyó en el borde y saltó para salir y luego todo su cuerpo moreno esculpido caminando y brillando al sol.

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