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En la oscuridad con mi suegro

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La noche adormecía todo, además el frio que emergía de todas partes mantenía las calles solitarias y en un silencio perpetuo. Bajé del vehículo y me dispuse a caminar al hotel. En la recepción una mujer de rostro hermético me dio la llave, no dijo nada, cosa que agradecí; todo acto furtivo triunfa en el silencio.

En la habitación encontré una hermosa cama matrimonial forrada con sábanas rojas y pétalos de rosa que embelesaban puerilmente la atmosfera. Nada de eso me importó, lo importante aún no llegaba. A los quince minutos tocaron la puerta de la habitación. Yo ya estaba preparada, mi babydoll ligero y transparente dejaba al descubierto parte de mi cuerpo, debajo una tanga y los pechos al aire, me coloqué una peluca rubia que se adaptaba muy bien a mi piel blanca y un antifaz que cubría más de lo necesario; estaba lista.

Abrí la puerta, el hombre era alto y corpulento, llevaba un enorme abrigo que le llegaba hasta las rodillas, su rostro estaba cubierto por una máscara de carnaval que acrecentaba aún más el misterio. También llevaba puesto un sombrero tipo fedora. Pero lo que más atrajo mi atención fue su olor, tenía algo peculiar.

Ambos nos mirábamos directo a los ojos. Nos habíamos contactado mediante una página de citas. Era un sitio que con regularidad yo frecuentaba. Había ciertas reglas que tenías que acatar. En síntesis se podría decir que el encuentro tendría que ser lo más discreto posible. Nada de palabras, oscuridad total a la hora de perpetuar el acto y disfraces. Cumplíamos a cabalidad con todos los requisitos por lo que estábamos listos para comenzar.

Él se encargó de apagar la luz, toda la habitación se sumergió en penumbra. Comencé a escuchar que se desprendía de ciertas prendas. Yo me quite el antifaz y la peluca, en la oscuridad nada se vería. A pesar de no ser mi primera experiencia me encontraba nerviosa, esa era la sensación que me hacía seguir manteniendo encuentros con desconocidos. Después de unos segundos sus manos se posarse por mi cuerpo, la piel se me enchino al sentirlas bajar y subir por todas partes. Sus labios encontraron los míos y comenzamos a besarnos desaforadamente. Caí en la cama y él me siguió; me tocaba las tetas y las apretaba, mis pezones florecían con el placer y la excitación; en mi vagina los distintos caldos comenzaban a emerger, sentía como la panocha empezaba a salivar.

Este hombre parecía interminable por más que le buscaba un final no lo encontraba, tenía la fisionomía de un toro con hombros gruesos y duros, espalda ancha, cuello que se sentía como un tronco y esas piernas gruesas que se producen solo con años de ejercicio. Disfrutaba solo con tentarlo, además su olor me volvía loca, parece que de tanto frotarlo su cuerpo expelía más el aroma. Él estaba perdido en mi cuerpo, me chupaba y lambia todos los rincones yo gemía y me dejaba llevar por sus labios y lengua. Cuando llego a mí vagina experimente un placer nunca antes inusitado, los chorros comenzaron a surgir: cálidos, febriles; alimentando aún más la calentura que nos unía a ambos.

El sexo oral resulto en una travesía celestial, entre la oscuridad y los lengüetazos me perdí de este mundo. Ya para ese momento la cama estaba empapada y nuestros cuerpos chorreaban sudor y deseo. Era mi turno de prodigar placer así que busque su falo hasta encontrarlo, estaba tan duro que parecía estar a punto de estallarle. Lo frote delicadamente por unos segundos y después me lo sambutí en la boca. Succionaba su verga, me encantaba atragantarme con ella, metérmela hasta la garganta y sentir su cabeza clavándose en mi interior. Mi saliva se le escurría y yo no paraba de chupar. Él gemía quedamente, me tomaba de los cabellos y me jalaba para que me la tragara toda. Así estuvimos por varios minutos hasta que me desprendió de su miembro, me tomo ambas piernas y me arrastro, sujeto mis tobillos y separo mis muslos, su pene se incrusto en mi vagina, lo sentía como un misil perforándome, la saliva y lo mojado de la panocha hacían que su verga se resbalara deliciosamente. La tanga le estorbó así que me la quito con desesperación, era una bestia hambrienta que me devoraba de a poco. Su verga rebotaba en mi vagina, me llenaba toda, me hacía gemir como perra en celo.

El eco de mis gritos retumbaba en todo el cuarto, jamás había sentido tan ricas sensaciones. Su fuerza y virilidad estaban concentradas en cada envestida que me daba, mi vagina estaba sometida a su verga que brotaba con vigor. Perdí la cuenta de las veces que me vine, pero todo estaba tan empapado que resultaba sorprendente. Él también se vino varias veces, pero aun y con eso mantenía el ritmo y la fuerza para continuar. El baby doll lo tenía empapado y se me pegaba al cuerpo como una doble piel, pero él quería saborearme sin prenda alguna y me lo quito. Ya estando completamente desnuda y a su merced, me sentí más sensual por lo que yo misma me le repegaba con fuerza a su miembro, era un hombre peludo y sentía como mi vagina chocaba con todo ese pelambre de bellos.

La vagina la tenía mojada y llena de semen, el escaso bello que la cubría retenía estos líquidos, me levante para limpiarme y pude sentir como goteaba, jamás había pasado algo así. Apenas iba a limpiarme cuando me tomo de la cintura y me aventó para adelante, su verga se restregaba tan duro en mi interior que la fricción de ambos miembros desataba fuego dentro de mí. Sus huevos peludos chocaban con mis nalgas y eso me prendía demasiado, las nalgadas iban aumentando de intensidad hasta que su verga se salió por accidente, estaba tan caliente que quería continuar toda la noche cogiendo de esa manera, pero su cabeza encontró otro orificio. Grite porque ese hoyo no estaba preparado para ser mancillado. Como no podíamos hablar no dije nada, además él intuyo que su pene apuntaba al ano y no a la vagina por eso se detuvo, pero estaba tan caliente que no me importo que continuara, sabía que sería doloroso, pero quería probar y quedar penetrada por todas partes esa noche.

Su pene seguía tan duro que al principio resulto difícil la penetración, tuve que dejársela ensalivada de nuevo para que el coito continuara. Al principio despacio y lento, pero ya cuando su pene logró alcanzar la profundidad y mi ano estaba completamente dilatado, el rigor de sus movimientos me hizo acabar en cuestión de segundos. Estaba como loca nunca me había sentido así y mi cuerpo explotaba en placer, me contoneaba y me venía a chorros. No me había ni repuesto cuando de nuevo me abrió el culo y me metió la verga, ya sin ninguna consideración, la sacaba y la metía y yo gritaba aferrándose a las sábanas.

Acabe empapada en jugos vaginales, semen y sudor. Los dos nos recostamos un momento en la cama, escuchaba su respiración agitada, después de haberme montado como un potro por horas estaba agotado. Me recosté un momento en su pecho e inhale ese aroma de hombre que salía como vapor de su piel, no era perfume, era un olor natural, sus feromonas de macho que por sí solas me mojaban. Estaba segura que ya había olido con anterioridad esa fragancia, pero no recordaba donde.

Al final nos despedimos con un apasionado beso. Yo abandone el cuarto primero, iba feliz con la experiencia que acababa de vivir. La cogida de mi vida, sin dudas.

A la mañana siguiente mi novio me marco muy temprano, me invito a una fiesta que darían sus padres, cosa que no me agrado del todo, pero acepte.

Resulta increíble que llevando 3 años de noviazgo apenas en una ocasión había visto a mis suegros. No soy muy adepta a las relaciones familiares, por lo que mantenía distancia con mis suegros, pero estando próxima la boda debía acercarme más con mis padres putativos.

Al llegar me recibió mi suegra, una mujer muy bella que, a sus 54 años mantenía un cuerpo divino. Fuimos avanzando entre la convivencia hasta que mi novio encontró a su padre en medio de la pista de baile. El hombre era alto y bien parecido, lo recordaba poco de la última vez que lo vi, pero ahora me parecía demasiado atractivo. Cuando concluyo la canción se retiró de la pista, se dirigió directamente hacia donde nos encontrábamos. Al llegar le dio un fuerte abrazo a su hijo y después se abalanzo sobre mí, aprisionándome con sus fuertes brazos, en ese momento me quedé petrificada ¡Era él!, ese aroma resultaba irreconocible. El padre de mi futuro esposo me había dado la cogida de mi vida una noche antes…

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