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Ese hombre me hace salvaje

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La conversación fluye rápido; me gusta lo que platica; sin embargo, mi mente se encuentra en otro lado.

Tenemos el noviazgo perfecto, el visto bueno de nuestros padres y tiempo para estar solos; como puedo poner en riesgo esta relación.

Él me cuenta de lo difícil de su examen de historia, lo veo a los ojos, tratando de seguir el hilo de la plática; el vapor que emana el café, trae a mi cabeza los momentos vividos hace unas horas, en ese departamento prestado, llegando a escondidas; sexo furtivo que es el más excitante.

Él me acaricia la mejilla, yo sonrío haciéndole creer que escuche toda su historia; tomo un sorbo de café, enjuago mi boca disimuladamente, intentando una vez más eliminar el sabor fuerte de aquel falo que me invadió hasta la garganta, salivando a mares, saboreando el líquido dulzón que emana de la punta; metiéndomelo y sacándomelo de la boca a voluntad, acariciando sus testículos, hinchados, listos para vaciarse.

Mi ensoñación me impide ver la llegada del mesero. El me pregunta si quiero algún postre; contesto afirmativamente y el pide por los dos. Él toma mi mano y me dice lo mucho que me ama y cuan contento está con nuestra relación; siento un piquete en el pezón derecho, recordándome que me lo mordía y chupaba hasta hacerme doler, un dolor exquisito que me hacía seguir humedeciendo mi vagina cada vez más.

Mientras esperamos el postre me muestra unas fotos en su teléfono, una fiesta familiar, gente sonriendo y brindando; veo sin ver; sólo recuerdo la lengua de ese hombre lamiendo mis labios vaginales, recolectando mis jugos y comiéndolos con fruición, invadiendo mi intimidad, chupando con sus labios mi clítoris como si fuera un pezón, provocando que cierre mis piernas y aprisione su cabeza, llevándome al punto del clímax, no deja escapar nada de mi jugo, lo bebe todo, me dice que le gusta mi sabor, mi cabeza de vueltas, me excita que me diga eso, siento como sale aún más jugo, el chupa y me lleva al orgasmo, agarro su cabeza y la pego a mi sexo, muevo mis caderas, restregándome a su boca y acabando en un orgasmo cómo pocas veces he sentido.

Ponen el postre en la mesa, mi mente regresa, él me mira a los ojos y rehúyo su mirada; cierro mis piernas con fuerza, me empiezo a mojar otra vez.

Él me habla de lo difícil que es balancear su trabajo con la escuela y cuan cansado se siente; yo lo veo tratando de poner atención; sin embargo, recuerdo el momento en que ese hombre se subió sobre mí, mientras seguía yo temblando por el orgasmo, puso su falo en la entrada de mí y acariciaba mis labios con la punta, empapándose de mis jugos que aún salía. Empujó lentamente haciéndome sentir cada centímetro que entraba, prolongando el orgasmo mucho más, enterré mis uñas en su espalda al sentirlo todo dentro de mí; comenzó su bombeo mientras me chupaba mi cuello y mis pechos; el bombeo era lento, disfrutaba el abrazo de mi vagina en su verga; me decía que apretaba; bufaba, gemía en mi oído, elevándome una vez más a otro orgasmo.

Con mi novio, siempre usamos condón; yo no quiero correr riesgos; con este hombre, no me importó, estaba yo muy caliente, quería sentirlo todo.

El postre no me sabía a nada; no entendía de lo que me decía; la gente a mi alrededor desapareció; me concentré en recordar el poder ver como entraba y salía de mí, sus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo, sus dedos enterrándose en mis nalgas; abriéndome completa a un acto sexual prohibido. Me dijo que estaba por terminar, lo tomé de la nalgas y le impedí salirse, mi cabeza daba vueltas, bufó; nunca me había percatado de cómo la verga palpitaba mientras inyectaba su semilla, ahora lo sentía y me volví a venir.

Me levanté y fui al baño. Me encerré en un cubículo. Mi panty chorreaba su semen y aún más jugo mío. Me masturbe; necesitaba terminar otra vez; el solo recuerdo, me hizo alcanzar el orgasmo.

Regresé con mi novio, lo quiero; no quiero perderlo; pero, ese hombre logra hacerme sentir salvaje…

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