Nuevos relatos publicados: 10

Familia muy unida... demasiado (capítulo 2)

  • 16
  • 15.115
  • 9,67 (6 Val.)
  • 1

A la mañana siguiente, al bajar a desayunar, me encontré con el amor de mi vida, la mujer más bella del mundo, Anaís, mi madrecita querida. Acompañada de “mi rival”, mi padre, esposo de ella. Estaba en bata de levantarse, que apenas le cubría las nalgas y además mostraba un escote suculento. Papá también en bata, recién levantados ambos.

-Buenos días, señora bonita, ¿cómo amaneces? Bendición a ti también, papá, la bendición -le dije a mamá, dándole un beso en la mejilla y a papá.

-Dios te bendiga, mi amor, bien, muy bien. Dormimos como bebés, tu papá y yo. ¿A qué hora regresaron? -me preguntó ella, diligentemente.

-Dios te bendiga, hijo, ¿Qué tal les fue? ¿Te jorobaron mucho tus hermanas, anoche? -preguntó papá.

-No, la pasamos bien, nos divertimos mucho y regresamos como a las 3. Pero esas no se van a levantar todavía, creo -les respondí.

-Entonces aprovechemos para informarte algo que es muy importante. Siéntate a desayunar y te voy comentando -me soltó papá.

Me explicó que el proyecto que él estaba desarrollando en la compañía tenía que ser dirigido por él mismo en su ejecución, lo que significaba que debía trasladarse a esa montaña en el occidente del país por aproximadamente 6 meses, que podrían ser 8 o 10, de acuerdo a lo lento de los desembolsos de flujo de recursos que acostumbraba el Ministerio de Obras Públicas.

Papá llevaba 22 años en la empresa y como artífice creador de este proyecto, debía dirigirlo en su ejecución. Eso significaba alejarse de su familia por todo el tiempo que durara la obra, solo con visitas a casa por un fin de semana cada tres o cuatro semanas, pero al regresar ya terminada la misma, sería ascendido a Director de la empresa. Después del Presidente, el yerno del presidente, que ocupaba una de las Direcciones y el hijo del Presidente, que ocupaba otra Dirección, él sería el tercero y único no familiar. Pero si se negara a dirigir la obra, decepcionaría al Presidente y dueño y tendría que renunciar a la empresa de toda su vida. Así de simple. O todo o nada.

Papá estaba en condiciones de hacerlo, es más, lo deseaba como nada. Era su proyecto y la culminación del mismo lo cubriría de fama nacional y hasta internacional como Ingeniero Eléctrico especializado en Generación de Hidroelectricidad. Pero… siempre hay un pero. Anaís, mi madre, tenía una condición especial. No era una enfermedad, pero ella era como un alcohólico o un drogadicto, siempre caminaba al filo de la navaja y podía caer al precipicio sin darse cuenta.

En cada uno de sus tres embarazos, ella tuvo cierto descontrol hormonal severo, de tal manera que unas hormonas, que no viene al caso nombrar y ni siquiera sería capaz de pronunciar sus nombres, hacían que requiriera de sexo cada 48 horas como máximo. Si llegaba a pasar más de 72 horas sin ello, se desprendía el caos hormonal. Resultado: posiblemente saldría a la calle desesperada buscando un hombre con quien follar. Dramático. Siempre había estado en control estricto con Endocrinólogos reconocidos, pero su problema, su condición, no tenía cura conocida hasta ahora. Por tanto, mi madre DEBÍA tener sexo cada 48 horas. Era como una especie de hipersexualidad.

De manera que si mi padre se iba a la montaña por 6 a 10 meses, tendría que llevarse a su esposa con él, para poder atenderla en sus requerimientos. Pero el sitio donde estaría ubicado el campamento no ofrecía un mínimo de confort y seguridad. Papá había estado averiguando y sería de alto riesgo para su seguridad como mujer irse con él. Podría ser atacada y violada en el campamento, en los trailers de vivienda, mientras papá estuviera trabajando en la obra.

Vistas así las cosas, parecería que la única salida que tenía papá era renunciar a la empresa, a su proyecto y a sus 22 años de trabajo, para salvaguardar la integridad de mamá y por ende de la familia.

Mamá no estaba dispuesta a permitir semejante sacrificio del hombre que amaba, del padre de sus hijos y dueño de su corazón. Decía que no era justo y la verdad, a mí me parecía que ella tenía mucha razón. Claro, yo siempre he estado de acuerdo con ella, jamás he discrepado, jamás le he dicho que no a algo que ella me solicite, me proponga o me ordene. Pero entonces papá me explicó que si mamá no tenía sexo, se iría a la calle a buscarlo, desesperadamente, como un drogadicto buscando su dosis y sin pensar en nada más. Sin importarle nada. Y no sería su culpa, porque en ese momento su voluntad estaría anulada, sus hormonas desbordadas controlarían todo su comportamiento.

Así las cosas y después de dos meses de deliberaciones entre ellos, cosa que sus hijos no habíamos ni siquiera intuido, menos nos habíamos enterado, mamá llegó a una solución. Pero no nos la podían dar a conocer todavía. Estaban dando unos pasos previos, para ver si todo se resolvía de mejor forma, sin llegar a extremos.

Por lo pronto, me pidieron que guardara silencio, que las chicas no se enteraran todavía. Llegado el momento, tendríamos nuestra acostumbrada reunión familiar, donde papá, cabeza de familia y mamá, la que verdaderamente mandaba en casa, nos informarían.

-¿Y entonces por qué me lo informan a mí, acaso yo les merezco más confianza que ellas? -le pregunté, con un disparo a boca de jarro, a papá, un tanto extrañado de esa preferencia.

-Porque tú estarás involucrado de lleno en el caso, con un papel muy importante: en mi ausencia, tú serás el jefe de la familia, ocupando mi lugar. Claro, en esta casa, el jefe de la familia es algo muy importante, pero la que manda acá es mamá. Jejeje -me respondió papá con cara de chiste. Yo no terminé de creérselo, me parecía que tenía un “trompo enrollado”, pero tendría que esperar los acontecimientos.

Se acercaba la fecha de partida de papá. Debería dar su aprobación o renuncia, según fuese su decisión, máximo en dos semanas.

El viernes siguiente, durante el desayuno familiar, antes de salir para el trabajo papá y yo y las chicas a clases, mamá me pidió:

-Mi amor, necesito que me acompañes el fin de semana al apartamento de la playa, hay cosas que atender y papá no puede venir. Salimos esta noche y volveremos pronto, el sábado en la noche o domingo en la mañana, ya sabes, dentro de mis 48 horas -me dijo con toda tranquilidad.

-¿Qué significa eso de mis 48 horas, mamá? -preguntó Soli, que era muy pilas y las agarraba todas en el aire.

-Ah, eso… es un plazo que yo me impongo para culminar lo que tengo que hacer, mi cielo. Nada importante, tonterías mías para ponerme presión -le respondió enseguida, con viveza reflejada en su hermoso rostro.

-Yo salgo de clases esta noche a las 08:00 pm, vengo llegando acá a las 08:30, me doy una ducha, me cambio y nos vamos -le dije en ese momento.

-Yo me encargo de recogerte un maletín con ropa, bermudas y esas cosas -me dijo mamá y yo asentí con la cabeza, en señal de aceptación.

A los pocos minutos todos salimos a nuestros quehaceres, salvo mamá, ama de casa.

En la noche, a eso de las 08:30 como había dicho, llegué a casa, me di una ducha y me vestí, listo para partir con mamá. Ella me tenía listo, ya, un bolso con ropa interior, bermudas y franelas, desodorante, peine, cepillos dental y de pelo, etc., lo mínimo necesario para un fin de semana, nada extraordinario. Me llamó la atención lo hermosa que se veía, con un lindo vestido, sugerente. No entendía por qué se vestía así solo para bajar al apartamento de la playa. La piropeé y pregunté la razón de estar tan bella y solo me lanzó un besito con la palma de la mano. Nos subimos al Mustang de mamá y partimos.

Llegando a Macuto, me propuso que siguiera para Caraballeda, para ir a cenar a un restaurante nuevo que hay por la zona. Lo encontramos, entramos y nos sentaron a una mesa algo apartada en la terraza, lugar agradable, como para enamorados. Mamá iba vestida como para una cita romántica, su cabellera suelta y frondosa, sus labios con un carmín encendido, unos pendientes que le lucían una barbaridad, un vestido vaporoso que permitía sugerir y de qué manera, sus encantos que eran muchos y de soberbia calidad. No llevaba sostén, lo que se notaba por el bamboleo de sus maravillosas carnes superiores. ¡Escoger una apartada mesa con lamparitas de pocas luces en un restaurante con aires románticos… vaya, vaya! ¿Qué estará pasando?

-Mami, estás bellísima esta noche, me siento halagado, porque me parece que te arreglaste para mí ¿o me equivoco? -le dije en cuanto nos sentamos a la mesa.

-Gracias, mi amor, si, ciertamente me arreglé para ti, porque siempre me estás piropeando y esta noche eres mi acompañante. ¿De verdad te gusta cómo me veo? -me respondió, con una cierta picardía y un mohín gracioso.

-Por supuesto, bellísima, tanto que si quieres, de aquí nos podemos ir a bailar a una discoteca, tú y yo como noviecitos, ya que dices ser mi acompañante, jejeje.

-Nada de discotecas, no pensarás llevar a una vieja como yo a una. Para esos sitios debes llevar a alguna de tus múltiples amiguitas, las más jóvenes. Esta noche tú y yo tenemos que hablar de cosas serias, muy pero muy importantes. Cenemos primero y luego en el apartamento, con una botella de vino que llevo allí en el carro, nos sentamos en la terraza para conversar -me dijo muy misteriosa ella.

Yo la miré desconcertado, sin tener ni la más mínima idea del asunto. Pero vi ante mí a mi madre como a una criatura especialmente atractiva. Ese escote me tenía mareado desde que salimos de casa. Sus gestos sensuales como nunca, sus miradas seductoras, me tenían en las nubes. No pude dejar de mirar sus traviesos ojos color miel, sus jugosos labios, levemente húmedos y las profundidades del valle del hogar que despuntaba por su sensual escote.

-Ya me tienes intrigado. Cuando una mujer dice “tenemos que hablar” los hombres temblamos, porque se avecinan tormentas. ¿Por qué no empezamos de una vez? -le dije, ya un poco intrigado.

-No, amor, es algo muy privado, nadie debe enterarse, solo para ti y para mí. Al llegar al apartamento; mientras, vamos a pedir para cenar de una vez -me respondió, con un dejo de coquetería muy normal en ella. Le encantaba coquetear con papá y conmigo.

Una vez que habíamos cenado, nos retiramos del restaurante rumbo al apartamento en Macuto. Llegamos, estacionamos y subimos con nuestras cosas. Ya dentro, saqué una botella de un tinto de La Rioja, de reserva especial y dos copas, más los cigarrillos y el encendedor y me senté a esperar a mamá, que había ido al baño. Al salir, ella puso un poco de música romántica y se sentó a mi lado. Entonces me dijo:

-Bueno, mi amor, henos aquí ya listos para conversar. Te participo que lo que aquí hablaremos tú y yo esta noche no debe salir de nosotros. Es algo confidencial y muy delicado. Puede comprometer seriamente nuestra integridad familiar. Papá está al tanto de todo, lo hemos orquestado entre los dos y llegó la hora de hacerte partícipe. Verás, ya sabes lo del proyecto, de que si no lo dirige en sitio debe renunciar, sus 22 años y todo eso. También sabes lo de mi enfermedad… -allí la interrumpí:

-Enfermedad no, condición -le dije, con un dejo de cierta autoridad.

-De acuerdo, condición. La situación es muy simple y sin embargo cruel. Si paso de las 72 horas sin sexo, seguro me desbocaré, saldré corriendo en busca de un hombre para satisfacer mi lujuria. Eso es un hecho, no es una presunción. No puedo irme con papá para que él me atienda, ya eso te lo explicamos detalladamente, pero… necesitaré un hombre, evidentemente… y aquí viene lo verdaderamente importante: te tengo a ti, su hijo, un joven muy buenmozo, fuerte, bien dotado y como dicen que hijo de gato caza ratón, pues… tú eres el perfecto sustituto de tu padre para ese período. Algunas señoras que tú y yo conocemos muy bien, jejeje, me han dicho que eres una maravilla en… bueno… la… cama y bueno, creo que eso es todo lo que… yo necesito… De esa manera, yo quedo en casa bien atendida y tu padre culmina su obra, sin contratiempos familiares. Y lo más importante, nuestra familia queda a salvo… de mis posibles escapadas que serían por demás deshonrosas… Lo que dentro de casa pase, allí debe quedar…

Me quedé congelado, sin habla. No sabía a ciencia cierta si lo que mi mamá me había dicho era una broma o algo de verdad. Siempre he estado enamorado de ella, desde niño. Si, así de simple, enamorado de mi madre, la mujer más hermosa del mundo. Aunque me avergüence decirlo, he tenido múltiples fantasías con ella, pero esto me dejó descolocado. ¿Había entendido bien o por el contrario, la copita de vino me había caído mal? Me quedé sin habla, pálido, mirando a los ojos a Anaís, mi hermosísima madre; parecía que me daba un vahído…

-Mi amor, dime algo, no te quedes así, me da la impresión que te va a dar algo, respira, por favor… psss… -me dijo muy preocupada.

-Bueno, este… yo… o sea… no sé si te escuché bien, creo que el vino me cayó mal. ¿Me puedes repetir lo que dijiste?

-Me escuchaste bien, mi amor. Ya eres un hombre adulto, en casa acostumbramos a hablar claramente, sin tapujos. Si, te estoy diciendo que tú eres mi solución, te conviertes en mi amante, me atiendes por las noches y todo saldría a pedir de boca. Tu padre no perdería su proyecto, que es como otro hijo para él, ni su trabajo, ni sus 22 años dedicados. Yo estaría atendida por un hombre muy especial, al que amo más que a nadie en el mundo, por lo tanto no habría riesgo de despelotarme, tu papá no se sentiría traicionado por mí, ni celoso de ti. Yo sé que tú me amas, algo más que amor de un hijo por su madre, algo más profundo. Creo que me deseas, tu papá piensa lo mismo y entonces la vida te ha convertido en la solución a nuestro problema familiar. Sabemos que esto es incesto, pero como yo estoy ligada, no procrearé un hijo de mi hijo, así que el pecado no será tan grave… Lo demás es pura hipocresía social y religiosa… Pero la decisión tiene que ser solo tuya. Por eso estamos aquí solos, tú y yo. Necesito que lo conversemos, que lo pienses, que lo entiendas, que lo tengas claro y si aceptas… hasta podríamos… probar antes de regresar a casa… pero estoy segura que ni siquiera tendría que probar, me han dicho que eres todo un semental pura sangre -mi madre culminó su monólogo con una sonrisa un tanto avergonzada y yo seguía con mi mejor cara de bobo.

-Mamá ¿estas segura que no es broma? ¿Me estas proponiendo que me convierta en tu amante por estos meses? No sé si estoy oyendo mal o es que ya te volviste… loca… -le digo, desconcertado -este vino debe estar “puyao”.

-No, mi vida, todo lo que has escuchado es cierto. Te necesito, tu papá te necesita, la familia te necesita. Si papá decide no irse, lo pierde todo. Si se va y me deja sola, me despeloto y la familia se jode, porque todo el mundo se podría enterar de mis locuras y nadie repararía en que no es mi culpa, en que es una enfermedad. Soy como un alcohólico o un drogadicto. Si me das un chance mínimo, caigo -afirma con mucha tristeza en la cara. Yo me quedé cavilando, pensando en lo increíble de la propuesta de mamá y papá. Por eso me habían hablado una semana antes, preparando el terreno…

-¿Y qué pasará con mis hermanas? ¡Se darán cuenta, porque no son idiotas! ¿Cómo lo tomarán? ¿Han pensado en ellas? -le disparé sin disimulo.

-Sí, claro, hemos pensado en ellas, tanto como en ti. Indudablemente, primero tenemos que planteártelo a ti y si tú aceptas, entonces para ponerlo en práctica, tendremos nuestra reunión familiar donde les haremos saber a ellas todo lo necesario. Pero todo depende de tu decisión. Exclusivamente de ti.

-¿Me dijiste que sabes que… estoy… enamorado… de ti?

-Si, mi amor, siempre lo he sabido. Por la forma de tu trato conmigo, por lo tierno y cariñoso que siempre eres conmigo, por la forma en que me miras, bueno, que te puedo decir. Es precisamente tu mejor secreto peor guardado, todo el mundo lo sabe, pero parece que tú eres el único que no te has dado cuenta.

-¿Y no te incomoda eso? No es algo muy normal que digamos. Yo me he sentido sucio muchas veces en mi vida, por tener esos sentimientos contigo. Eres mi madre y te quiero y te respeto, pero a veces creo que soy un pervertido. ¿Y vamos a cometer incesto?

-Efectivamente, será una relación meramente incestuosa, pero lo peor del incesto es procrear un hijo, que tendría serios problemas genéticos pero eso conmigo no es posible. Lo demás es pura hipocresía y además, será nuestro secreto, de los cinco. Nadie más. Ah, bueno y de Pepe y Tara, pero ellos no dirán nada, te lo aseguro… los perros no pueden hablar… afortunadamente… jajaja. Pero hablando en serio, creo que no hay amor más puro que ese, entre madre e hijo, si son como nosotros.

Me levanté de la silla y caminé hacia la baranda de la terraza, mirando hacia el mar. La brisa marina me dio de lleno en la cara y rogaba a Dios que me permitiera pensar con claridad. Amaba a esa mujer, con locura, pero era mi madre. Nunca le había dicho que no a nada que ella necesitare de mí. El cerebro humano es rápido, me permitió sopesar cualquier cantidad de peros al planteamiento de mamá, pero al final, mi amor por ella se impuso con suprema claridad. Por ella iría hasta el mismísimo infierno, de ser necesario. Por lo tanto, me volteé y le dije:

-Sabes que te adoro, mami, que eres lo más importante de mi vida. Si tú me lo pides, acep… to. Si, mamá…, acepto. Por ti, lo que sea. Te amo… -le dije con lágrimas en los ojos. Ella me miró y desde luego lagrimeó también, así que nos fundimos en un abrazo, filial, tierno, dulce como almíbar.

-¿Estás seguro, mi amor? Mira que es una decisión muy importante en tu vida. Te puede pasar factura más adelante.

-Puedo pasarme la vida pensándolo y mi respuesta para ti siempre sería la misma. Te amo con toda mi alma. Si tú me necesitas, aquí estoy para ti, no se hable más.

-¿Sin arrepentimientos? -me preguntó.

-Seguro… sin arrepentimientos. No creo que pueda arrepentirme jamás de amarte. Eso no tiene sentido…

Continuará...

(9,67)