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Fantaseando con un extraño

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Llego a la casa del trabajo un poco más tarde de lo habitual y tú ya estás allí. Hermosa como siempre, recostada en el sillón grande de la sala, viendo la tele, pero además viendo tu celular.

Como acostumbras al regresar a casa, y si no hay plan de salir, te cambias de la ropa formal de trabajo y te pones cómoda. Hoy el atuendo es un short a juego con una blusa de tela fina de tirantes, ya que está siendo un día caluroso. Acostumbras dejar libres tus senos que, dicho sea de paso, son muy atractivos y bien puestos.

Te ves hermosa como siempre, y tus pezones se aprecian algo erectos a través de la delgada tela de tu blusa. Al abrir la puerta, tu sonrisa y tus ojos alegres iluminan el espacio. Tu mirada inspira confianza y sensualidad. El ambiente es electrizante. Me acerco a saludarte y nos damos un rico beso que siempre acompaña la bienvenida y, en esta ocasión, tus brazos rodean parte de mi cuello y me acercas más a ti. Eso me da oportunidad de abrazar tu cuerpo, sintiendo tus senos ricos pegarse en mi pecho y moverse con tu respiración.

Te pregunto que cómo te había ido, y me dices que bién, que estabas esperándome y viendo cosas en el celular, mientras haces tiempo para que empiece una de las series que nos gusta ver en la noche.

En eso me muestras tu celular, donde tienes abiertos unos gifs eroticos que te había compartido en otra ocasión. Desplazas tu cuerpo en el sillón y me abres un espacio para acostarme a tu lado, donde tu brazo circula mi cuello y mi cabeza queda recargada en tu hombro, dejándo a primera vista tus siempre antojables senos, apenas cubiertos por tu blusa de tirantes. Me dices que, después de una junta aburrida, volviste a ver las imágenes, te fuiste al baño de la oficina para tocarte, poniéndote muy excitada y húmeda por momentos, logrando un pequeño y discreto orgasmo.

Regresaste a tu oficina en la empresa de consultoría para la que trabajas con el fin de terminar con tus pendientes del día y al salir te fuíste a nuestra casa. Llegando, te pusiste cómoda, y te quedaste viendo otro rato más las imagenes, mientras esperabas mi arribo.

Por supuesto, el efecto fue similar a la tarde y te habías excitado de nuevo. Tu mano libre, la acercas a mi cara y me pides que la huela y luego me das tus dedos a chupar.

El olor a tu sexo esta deliciosamente impregnado en tus dedos y al lamerlos puedo sentir la humedad y sabor que hizo evidente que recien los habías metido en tí.

Después de sacarlos, me besas con tu lengua jugando en mi boca, mientras abres tus piernas otra vez, desplazas tu short de la pijama y vuelves a meter tus dedos para masturbarte un poco más. La humedad se hace patente a través del sonido que provoca el movimiento de tus dedos al acaricar la entrada de tu vagina. Los sacas muy impregnados y los llevas a mi boca de nuevo. Me dices, entre besos, que yo soy el culpable de que te encuentres en ese estado de exitación.

Tu otra mano que detiene el celular, cambia de imágen, a otra donde una mujer está siendo penetrada por un hombre por detrás, mientras uno más le daba su pene a chupar. Te digo entre besos, que te quiero ver otra vez así, chupándome, mientras te cogen, y luego cambiando entre nosotros, sabiendo lo mucho que disfrutamos el tener a otra persona con nosotros. No tardas en decir que es riquísimo y muy excitante cuando eso sucede.

Con tu mano libre, vas frotando mi pene sobre la ropa y decides liberarlo del pantalón al sentirlo ya erecto.

Después de que lo acaricias un poco más, me besas y me explicas la razón de tu estado de excitación. Hoy, al salir del trabajo, con el calentón que traías, viste en la recepción a alguien que te gustó para que participara con nosotros, a grado tal que, de camino a casa te imaginaste que estuviera acompañándonos en un trío, haciendo travesuras y disfrutando del momento. Por eso, al llegar, estabas tan excitada que decidiste tocarte mientras yo hacía mi arribo en casa.

Mi mano sustituye a la tuya en tocarte y tú retomas las caricias en mi pene, mientras yo empiezo a besar tus senos y lamer tus pezones. Haces de lado tu blusa y me dejas libre paso para succionar tus tungentes pechos a gusto y juguetear con tus sensibles y erectos pezones.

Te pregunto si lo conoces o si lo habías visto antes y me dices que no, pero que salió del mismo edificio donde estas trabajando, de hecho, tu acomodabas cosas en tu bolsa, apoyada en el mostrador del lobby, cuando lo viste salir de los elevadores.

Tu mano, recoge una gota de líquido preseminal que se aparece en la punta, la chupas sensualmente y regresas a acariciar mi pene. Beso tus labios y me das a probar tu lengua. Nuestros jugos combinados son un sabor excitante. Me miras a los ojos y aprovecho para preguntarte ¿qué te había llamado la antención de él?, mientras llevo mis labios a besar tu cuello.

Entre suspiros y tus pechos elevándose al ritmo de tu respiración, me dices con voz entrecortada: Su cuerpo, su presencia... que se veía atractivo. Esto último lo dices acompañada de un ligero gemido que denotó tu deseo y pasión. Comentas que lo viste caminar por el pasillo que conduce al lobby, con seguridad. Esa vista te dejó apreciar un detalle: por la posición en que estabas, pudiste notar que se le marcaba un pene de buen tamaño, resaltando en su pantalón.

Yo te digo que seguramente debía apreciarse bien, mientras introduzco mis dedos en tu vagina que ya estaba de por sí muy mojada con tus líquidos. Los saco, los llevo a tu boca y los introduzco en ella. Tú tomas mi mano y los lames muy sensualmente como si de otro pene se tratara. Los retiras y me dices que su pene se le marcaba en el pantalón, y que se apreciaba de buen tamaño. Al escucharte hablar, noto tu voz con un tono más excitada y mi mano lo comprueba al regresar a tu vagina. Mis dedos entran en tí con mucha facilidad, gracias a la humedad presente en tu sexo. Comentarme esto que pasó en la entrada del edificio de tu oficina te tiene muy excitada, y tu respiración es también fiel testigo de ello.

Empiezo a desplazar mis dedos en ti, tocando tus partes interiores y los gemidos continuos brotan de tus labios. Te digo al oido que, una de dos, o su pene era grande y pues no quedaba de otra para él y se le nota habitualmente, o venía de haberse excitado y eso hacía que se le marcara en la ropa mostrándose en su plenitud.

Tu excitación es total y un orgasmo asoma en tu cuerpo, con ese temblor y humedad en exceso que acompaña tus gemidos y respiración entrecortada, mientras nos besamos. Llegas plácidamente a ese rico orgasmo y te dejo descansar un poco, abrazados, besándonos con calma, deliciosamente

Te incorporas, me haces recostar en el sillón, liberas mi pantalón completamente hasta mis tobillos, te pones hincada al lado y metes mi pene en tu boca provocándo que se ponga más duro y regalándome una cascade de sensaciones excitantes. Te incorporas de nuevo, pasas una pierna sobre mi, tomas mi pene con tu mano, lo usas para frotar tu clítoris, tus labios vaginales y lo acomodas en la entrada de tu sexo, para insertarlo en ti, despacio, sintiendo cómo se abre paso en tu interior, hasta que se pierde dentro de tí. Esperas un poco y comienzas a moverte hacia enfrente y atrás, despacio, buscando el roce de tu clítoris con mi cuerpo. Tus senos son clara muestra de lo mucho que disfrutas haciendo eso.

Veo tu excitación y continuo diciéndo:

- te lo imaginas que saliera de haber estado en su oficina tocandose o en pleno faje con una amiga de su trabajo, donde se hubieran besado y tocado brevemente. Sólo asientas, mientras tu respiración se acopla al rítmo que te mueves para cogerte mi pene.

Te jalo hacia mí para besarnos. Te digo que si te imaginas montándolo, y un gemido junto a tu afirmación, son la respuesta a mi comentario. Eso me permite acercar mi mano a tu trasero. Acaricio tus nalgas que llaman tanto la atención de hombres y mujeres, y comienzo a rozar tu culito. Humedezco mis dedos con tus jugos y rozo suavemente tu ano, sintiendo la reacción natural que provoca mi caricia. Alcanzo a meter uno de mis dedos en tu culito y pones tu mano sobre la mía para marcar el ritmo de mis movimientos, lo que provoca que entren más profundamente en tí. No tarda tu cuerpo en vibrar de la excitación. Te pregunto si era alto y me dices que sí.

Meto más a fondo mis dedos y abres tus piernas más para lograr una penetración más profunda de mi pene en tu vagina. Entonces te digo:

- ¿Que otra cosa te llamó la atención? Entre suspiros y besos me dices que se veía un hombre seguro, que sabe que es guapo y atractivo. Que sabe lo que tiene. Vestía de traje, de buen corte, con camisa que combinaba con la corbata. Mientras me lo describes, te vas excitando más, tus ojos cerrados permiten que estés imaginando cosas, viviendo el momento, recordando ese breve y furtivo encuentro, trasladándo por momentos tus sensaciones a un lugar imaginario. Yo te digo que lo sientas dentro de tí, tu excitación crece de nuevo.

La ropa que traes apenas cubre tu cuerpo y da paso a las caricias y besos. Estás erguida sobre mi pene, tu vagina lo acaricia y mantiene dentro. Alternas tus movimientos entre desplazarte de adelante hacia atrás y subir y bajar en mi pene, casi sacándolo por completo, para sentarte de golpe en él, con gran excitación de tu parte en cada sentón. Puedo tocar tus senos, acariciar tus pezones. Quitas tu playera y te inclinas para ponerlos en mis labios, saco mi lengua para lamer tus senos hinchados y juego con tus pezones que sobresalen más de lo acostumbrado. Puedo apreciar cómo se van poniendo duros tus senos nuevamente, anunciando otro orgasmo más, hasta que se hace presente. Tensas tu cuerpo, siento tu energía recorrer, aprietas mi pene por dentro de ti, mientras me mojas profusamente con tu corrida.

Pasados unos momentos, te levantas para acostarte a mi lado, besándonos.

Acaricias mi pene, que ya está mojado de mis gotas previas y tu corrida, y lo recorres hasta llegar a mis testículos. Mi mano regresa a tu vagina y mis dedos se pierden en ella.

Te pregunto que qué harías si ese hombre que viste, estuviera parado al lado nuestro, tuviera su pene de fuera, mostrandote cómo se masturbaba mientras nos observaba. Abres tus ojos, con tu mano tomas mis dedos impregnados de tus jugos y sin dejar de mirarme, los llevas a tu boca para meterlos, chuparlos y lamerlos como si de su pene se tratara. Eso te genera un pequeño orgasmo, que altera tu respiración. Acerco mi mano a tu sexo y se moja con tu corrida. Inserto mis dedos de nuevo, y comienzo a moverlos en tí.

Esto te vuelve a prender, y aún con tu respiración entrecortada por el orgasmo recien experimentado, me dices que te acercarías a él para tocarlo y posteriormente llevarlo a tu boca, para chuparlo lo más rico posible, para hacerlo correrse en tu boca. Te incorporas y acercas tu boca a mi pene, para enseñarme cómo lo harías. Recorres con tu lengua toda la longitud de mi duro miembro y al llegar a la punta, pones allí tu lengua y con ello vas dejando que entre en tu boca, mientras tus labios van rodeando la circunferencia de mi pene.

Me dices que te sentarías en la orilla del sillón para acariciarlo con tus dos manos. Buscarías dividir las caricias entre su pene y sus testículos.

Dejas de chupar mi pene por momentos y te acercas a besarme. Me dices que se lo chuparías rico, lo succionarías, lo lamerías todo para ponerselo duro. Que te gustaría sentirlo en tu boca, jugar con él, hasta hacerlo venir y así disfrutar la sensación de su semen brotando en tu boca.

Tus palabras ya son totalmente entrecortadas, tu cadera se mueve fuertemente para marcar aún más el ritmo de la penetración de mis dedos. Tu respiración agitada es ya el preámbulo de un nuevo orgasmo. Mis dedos indice y medio dentro de tí me permiten colocar el pulgar en la zona de tu clítoris, incrementando tu estimulación en cada movimiento. No pasa mucho tiempo para que llegue un nuevo orgasmo más intenso y me mojas tu mano, apretándolo entre tus piernas.

Entre suspiros me dices, en lugar de imaginarlo, mejor quiero que lo invitemos. Todo es posible entre nosotros.

(9,20)