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Gina, Jeniffer y el carro rojo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Jeniffer tenía un carro rojo. Era un carro pequeño, económico, de caja manual y solía molestar con averías mecánicas constantemente. Aún así era su adoración, su medio de transporte.

Después de haber hecho aquel trío la confianza entre los tres era grande, repetidas veces cuando estaba cualquier medio día en un motel fornicando con Gina solía llamar o enviar mensajes de audio a Jeniffer contándole lo que estábamos haciendo.

-La tengo en cuatro, le estoy dando duro – le escribí.

-Ufff, entierrela la verga a esa perra, dile cosas sucias – me respondió Jeniffer.

-¿Qué más quieres que le haga?-

-Metesela por el culo –

Y así era. Una deliciosa aventura pervertida con dos deliciosas jovencitas atrevidas, estaba en la gloria, agradecía a la vida lo que sea que me estuviera recompensando, era un dios entre mortales. Nunca me vi solo con Jeniffer y nunca más aparte de aquel día que hicimos el trío tuve la dicha de penetrarla, fueron solo besos casuales. Entre Jeniffer y Gina había un acuerdo tácito; yo era de Gina.

En varias ocasiones Jeniffer llevaba a Gina a su casa en aquel carro rojo, pero un lluvioso miércoles después del trabajo aquella máquina se convirtió en un refugio sucio para nosotros.

Vi como se cerraba el ascensor así que aceleré el paso para interrumpir la puerta y poder entrar. Para mi sorpresa allí dentro estaban Gina y Jeniffer. Jeniffer llevaba una blusa azul y un pantalón negro y Gina, ya constantemente entregada a la sensualidad, llevaba un vestido de flores rojo que terminaba un poco arriba de sus muslos. Debo decir que para ese momento y tras muchos encuentros entre Gina y yo, ella había cambiado radicalmente de actitud con respecto a su cuerpo, solía ir a trabajar en vestidos cortos y sin ropa interior y bromeaba continuamente con cualquier compañero sobre temas sexuales. Caminaba con seguridad por los pasillos de las oficinas balanceando su duro culito, recibía atención y le encantaba.

-¿para dónde van?- les pregunté.

-para la casa obvio- respondió Gina.

-¿Puedo acompañarlas?-

-jajajajaja, pero si tu vives para otro lado-

-no importa, solo un rato –

No me despegué de ellas, el solo hecho de estar junto a aquel par de delicias ya era para mi un goce. El ascensor llegó al sótano y salimos de él con rumbo al pequeño carro rojo de Jeniffer.

Gina se subió del lado del pasajero y yo me subí atrás, Jeniffer conducía. Salimos del edificio y entramos en un tráfico pesado. La lluvia caía fuerte y avanzamos lento. Después de un par de cuadras me incliné un poco hacia adelante y dediqué unas miradas al par de tetotas de Jeniffer. Después me dirigí hacia el cuerpo menudo de Gina y pude ver sus pezones duros marcados en su vestidito.

– A que no te pusiste tanga – Le dije y estiré mi mano entre sus piernas.

Su primera reacción natural fue cerrarlas pero no tardó en relajarlas y separar sus muslos para darme vía directa a su chocho. Tal como lo dije, no llevaba ropa interior, mi mano viajó desde la mitad de sus muslos hacía arriba hasta encontrarse con su coño depilado, encajé dos dedos sin mediar palabra. Se quitó el cinturón de seguridad para poder ampliar su cuerpo y disfrutar de mi incursión. Cabe decir que el carro de Jeniffer no tenía polarizado así que todo lo que allí ocurría estaba a la vista, afortunadamente las gotas de lluvia creaban una barrera natural que nos hacía algo invisibles a los transeúntes.

Jeniffer posaba su mirada fijamente sobre la entrepierna de Gina mientras yo le masturbaba. El carro de atrás activó el claxon para hacernos saber que el semáforo ya estaba en verde, Jeniffer salió del trance y avanzó. Íbamos por unas calles bastante concurridas, era una zona comercial llena de negocios y oficinas y a esa hora había mucho movimiento.

El coño de Gina se fue humedeciendo hasta que la abundancia de sus jugos empapó mi mano. Su vestido ya no cubría nada, su coño paseaba descubierto por las calles de la ciudad, cerraba sus ojos y se sujetaba de la cabecera de la silla con los brazos en alto. Nos detuvimos en otro semáforo, Gina salió de su trance, cerró sus piernas y se levantó de la silla del pasajero para pasarse atrás conmigo.

Yo estaba sentado en la mitad de la silla trasera, Gina se acomodó en el suelo del automóvil a mi izquierda justo detrás de la silla de Jeniffer. Desabrochó mi pantalón y sacó mi verga dura, la vio con ansiedad y se abalanzó sobre ella para tragársela entera. En el momento en que algo de mi desnudez apareció, caí en cuenta de la cantidad de personas alrededor y me preocupé un poco. Miré hacia todos lados para ver si algún curioso se fijaba en lo que estaba ocurriendo dentro del carro rojo pero la gente estaba más preocupada por la lluvia que por cualquier otra cosa.

Posé mi mano sobre la cabeza de Gina y empecé a seguir el movimiento que hacía sobre mi falo. Como siempre, como una maestra, como si hubiera chupado mil vergas antes que la mía, Gina saboreó desde la punta de mi glande hasta la base de mi pene ensalivando cada rincón, masajeando con su mano y su boca hasta hacer un liquido baboso y burbujeante que humectó toda la zona,. Una delicia. Fijé mi mirada en el retrovisor del carro para ver como Jeniffer no se perdía movida. Se estiraba un poco para alcanzar a ver como Gina trabajaba sobre mi. Nuestras miradas se cruzaron, mordí mis labios y le envié un beso. Debo reconocer que ese acuerdo tácito entre Gina y Jeniffer no me gustaba mucho, siempre deseé estar a solas con Jeniffer y hacerme una poderosa paja rusa entre sus abundantes tetas, nunca se dio la oportunidad.

Mientras Gina saboreaba mi verga yo estiraba mi mano para tocarle el coño y el culo, paseaba por toda la zona humectando con sus propios fluidos y pronto encajé un dedo dentro de su culo. Su vestidito estaba recogido sobre su espalda, un autobús pasó lentamente a nuestro lado y pude ver como desde la altura un hombre y una señora divisaron las nalgas abiertas de Gina con mi mano entre ellas, sus caras de sorpresa se fueron con el autobús.

Lo siguiente fue que Gina se subió sobre mi, de la manera que más nos gustaba, dándome la espalda, Gina agarró mi verga y se la apuntó en la entrada de su coño, después se dejó caer y todo mi palo se encajó entre sus deliciosas y húmedas carnes. Empezó a brincar y el auto se empezó a mover, de nuevo estábamos detenidos en un semáforo. Jeniffer solo decía “Uffff” y se tocaba la entrepierna.

-¡Se dieron cuenta!- dijo Jeniffer.

Gina hizo caso omiso, empezó a moverse en círculos sobre mi.

-Los del carro de atrás se dieron cuenta – Dijo Jeniffer.

El auto detrás de nosotros activó el claxon a pesar de estar el semáforo en rojo avisandonos que se habían dado cuenta de lo que pasaba, tal vez por el movimiento del carro, tal vez por la transparencia de las ventanas que no ocultaban el aquelarre que ocurría sobre esas cuatro ruedas. Al final solo reímos, de eso se trataba un poco la aventura. Cuando el semáforo cambió el auto detrás de nosotros nos rebasó lentamente y una pareja joven, él al volante y ella de copiloto se quedaron viéndonos fijamente. Los miré y sonreí, Jeniffer mantuvo la vista hacia adelante algo nerviosa, Gina no se dio cuenta de nada, ella solo cabalgaba sobre mi. Pronto los gemidos inundaron el auto. Me acerqué al oído de Gina y le pedí que tocara a Jeniffer.

Gina estiró su mano y la metió dentro de la blusa de Jeniffer para empezar a masajear su masivo seno derecho. Se lo sacó y un pezón café pequeño quedó a la vista de todos. Por el retrovisor podía ver como la excitación de Jeniffer iba en aumento, pronto su mano izquierda estuvo dentro de su pantalón y se toqueteaba el coño mientras Gina le apretaba una teta. El auto avanzaba a topetones y frenazos.

¡No puedo manejar así! ¡Nos vamos a chocar!- Gritó Jeniffer.

Giró el auto y estacionó entre dos árboles en un punto oscuro. Se quitó el cinturón de seguridad, apagó el auto y abrió sus piernas. El botón de su pantalón se disparó y su mano se adentró del todo para encajar cuatro dedos dentro de ese coño húmedo. Gina besaba el cuello de Jeniffer sin dejar de saltar sobre mi. Yo veía todo y agradecía al cielo.

La lluvia arreciaba y nos cubría de las miradas del exterior. Yo sujetaba la cintura de Gina mientras sus nalgas golpeaban sobre mi cuerpo. Gina gemía y Jeniffer ya se había puesto a tono. Sus bocas se encontraron y se fundieron un salivoso beso. Sentí que me venía.

– Me vengo – dije.

– No vayan a ensuciar todo – dijo Jeniffer entre gemidos.

Gina se levantó, su cabeza golpeó contra el techo del auto pero aquello no le importó, se abalanzó sobre mi verga y la mamó para sacar toda la leche contenida allí. Como siempre, se la tragó toda, hasta la última gota, no ensuciamos nada. Tras salir de mi trance y mientras Gina seguía mamando mi casando palo me fijé en Jeniffer. Sus ojos cerrados, su concentración, su perfecta nariz empinada, lo que antes era un suave masaje ahora se había convertido en un frenético golpeteo sobre su vagina. Un grito explotó cuando un orgasmo sobrevino en Jeniffer mientras apretaba sus abundantes tetas.

Sin decir mucho cada quien se incorporó.

– Ustedes me encantan, son muy locos – dijo Jeniffer.

Me acerqué a Jeniffer y tomé su cara para plantarle un beso al que respondió. Después tomé la cara de Gina y la atraje para besarnos los tres. Cuando la lluvia cesó me dejaron cerca de mi casa y vi como el carro rojo con aquellas dos hermosas chicas se perdía por la esquina.

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