Cuando leo relatos eróticos me gusta descubrir historias reales, aunque la imaginación de algunas personas les lleva a escribir cosas increíbles y excitantes no hay nada como leer la confesión de alguien que ha vivido una experiencia sexual particular. Este es mi caso, esto que les cuento me pasó.
Gina fue mi amante por 5 años, he subido algunas historias acerca de lo que nos pasó, furtivos y deliciosos encuentros en los que descubrí los más profundos placeres de una chica menuda, bajita, morena y dura. Relaté cómo nos conocimos, como fue nuestro primer encuentro y algunas de las más interesantes y excitantes particularidades de todos esos años. Con Gina llevé todo al extremo, era mi juguete y se entregaba a mí con desespero. Tiramos en moteles, en la calle, en un carro, a pocos metros de su novio, con drogas, hicimos un trío, encajé un puño en su coño y mi verga completa en su ano, era mía, yo era de ella.
También conté que ya no nos vemos, que dejamos esa peligrosa aventura por los posibles desastrosos desenlaces que podrían terminar por complicar nuestras vidas. He de recordar que tanto Gina como yo teníamos relaciones estables y largas con nuestras parejas y el riesgo cada vez era mayor, una vez incluso tuvo un largo retraso que me angustió por varios días, no pasó a mayores pero podrán imaginar si aquello hubiese ocurrido, todo un lío. Así que todo terminó hace unos tres años.
Después de que ella terminó con lo nuestro traté de contactarla un par de veces pero, aunque fue amable, siempre dejó claro que había pasado la página y por más que quise no logré volverla a ver. Pasado el tiempo decidí empezar a escribir nuestras aventuras para compartirlas con ustedes queridos lectores, era tanto por morbo como por revivir aquellos momentos que constituían los mejores momentos sexuales de mi vida.
Era un jueves a las 4 de la mañana, yo había estado bebiendo. Entré a Instagram y busqué el perfil de Gina para ver las mismas fotos de siempre, no suele subir fotos constantemente. Me quedé repitiendo un video en el que se sumergía en una piscina y podías ver su delicioso cuerpo cubierto por un pequeño vestido de baño enterizo azul. Aquella vestimenta se perdía entre sus nalgas, esas nalgas que había abierto tantas veces. Mi verga se empinó y seguí stalkeando su perfil.
Decidí que le dejaría un mensaje después de tanto tiempo, era solo un impulso, sabía que yo era parte de su pasado y nada más. Al acceder al chat vi que estaba en línea.
– Hola ¿Cómo estás? ¿Qué haces despierta a esta hora? -le escribí y pasaron unos minutos.
– Hola jejeje, normal
El principio de la charla fue así, casual, lo que habla uno con cualquiera. Después yo quise ponerme denso.
– Me gustaría verte, te recuerdo mucho, ¿Tú no te acuerdas de mí? – dije.
– jajaja pues claro, no es como si no hubieras existido – Respondió.
– A veces cuando paso por ciertas calles recuerdo lo que hicimos
– bueno, tanto así no jajaja
En resumen, yo traté de acercarme y ella mantuvo la distancia.
– No quiero ser grosera pero ya me tengo que ir – Me dijo.
– Está bien, quisiera seguirte escribiendo, ¿Es seguro escribirte por Instagram?
– Ahora casi nada es seguro
– ok, entiendo. Bueno, antes de irnos quisiera que sepas que he estado escribiendo historias sobre lo que nos pasó… acá te dejó el link por si quieres leer
.ok. Lo leeré.
Y nos despedimos. Le pasé un link con uno de los relatos publicados en este sitio, el primero de todos los que he publicado sobre ella “Gina, mi amante”. Salí del chat y borré la conversación. Pasaron unas semanas y un día me di a escribir un relato sobre alguna otra de mis vivencias y accedí a cuentarelatos.com para publicarlo. Suelo releer lo que escribo, me excita revivir las cosas que me han pasado y ese día entré a aquel relato que le pasé a Gina. Para mi sorpresa había un nuevo comentario. Todos los que escribimos y publicamos relatos sabemos de la emoción que significa recibir un comentario, así que fui directo a leerlo. Era Gina.
Creó una cuenta y me dejó un comentario:
“Me encantaron todos, demasiados detalles que había olvidado.”
Yo respondí:
“Uff, no hay nadie como tú”.
Lo pueden corroborar ustedes mismos en ese relato. Ese mismo día entré de nuevo a su Instagram y le escribí.
Gracias por el comentario, me alegra que te hayan gustado los relatos, me gustaría verte solo para hablar, si quieres verme escríbeme – Le dije y no hubo respuesta de su parte.
Otra vez jueves, hace un par de semanas de cuando publico este relato. Tenía yo una reunión a las 8 pm donde un cliente. Eran las 6 más o menos y me encontraba finalizando mi jornada laboral en la oficina. Con todo esto de la pandemia ya casi no vamos a la oficina así que no era normal estar por allí a aquellas horas, parecía una cosa del destino, como cuando todo se alinea. Recibí un mensaje que no recibía hacía tres años.
– Hola, ¿puedes hablar? – Era ella, era Gina.
– Hola, sí, ¿Cómo estás?
– Bien, ¿me puedes llamar?
– ¿ya?
– Cómo en una hora, ¿Sí?
– Dale… ¿Está todo bien? – Pregunté, era realmente extraño que me escribiera.
– jejeje sí
Me dirigí hacia mi reunión sin poder sacarme de la cabeza el mensaje de Gina. Yo la conocía, conocía sus lunares, sus gemidos, su forma de caminar y también llegué a conocerla a ella, todo aquello me tenía excitado, era como volver en el tiempo. Llegué a donde mi cliente y me senté en la recepción, me atendió Norma, una chica gruesa con un par de nalgas exorbitantes y unos ojos verdes intensos, siempre que iba allí coqueteaba un poco con ella, era divertido. Cuando pasó una hora del mensaje de Gina me levanté y fui a una esquina alejada de Norma y de todo el que me pudiera oír. Me acerqué a una ventana, estaba en un piso 14, veía una buena parte de la ciudad y también mi reflejo.
El teléfono timbró tres veces…
– Hola – me respondió la voz de Gina, tímida, pequeña, como siempre había sido conmigo. Solo con oír eso sabía que iba a pasar algo, la conocía. Te conozco Gina.
– Hola cosita… ¿Cómo estás? – le dije.
– Bien acá
– ¿qué pasó, para que querías que te llamara?
– no… es que… tu me dijiste que para hablar… entonces… era para ver si podíamos vernos, para darle un final a esos relatos
– ¿Un final?
– Sí, un final que valga la pena contar
Aquella actitud seca de los últimos tres años tras haber decidido acabar nuestro tórrido romance había desaparecido. Ahora era la misma chica que ocho años atrás se había descubierto sexualmente conmigo. No paraba de reír nerviosamente.
– Cosita me encantaría verte, veámonos mañana, al mediodía… como siempre
– No, mañana no puedo
– Anda dale. Te recojo donde estés y vamos a un motel, quiero ponerte en cuatro y chuparte el culo – Decía yo en voz baja para que Norma no me fuera a escuchar.
– jejeje ufff, mañana no puedo
Terminé entendiendo su mensaje, no podía mañana… podía ya. Justo en ese momento. Eran las 7:50 pm, faltaban 10 minutos para mi reunión. Sabía que ese cliente solía demorarse y los tiempos siempre se corrían un poco, así que miré la ciudad resplandeciente y miré mi reflejo y me dije a mi mismo aquello que me ha llevado a vivir algunas buenas aventuras, es ahora o nunca.
– Dame tu dirección… – Le dije.
Me mandó su dirección. Le dije a Norma que volvería en breve, tomé el ascensor y corrí hasta mi auto. Aceleré en dirección a Gina. Su ubicación no era muy lejos pero tampoco muy cerca y tenía esta reunión importante así que iba esquivando autos a toda velocidad. Su dirección quedaba en un extremo de la ciudad, alrededor del conjunto de casas en el que vivía no había sino monte, terrenos en los que aún no se construía nada. Al primer intento no di con el lugar así que la llamé para que me diera instrucciones. Finalmente encontré el sitio y me estacioné unos metros apartado de la entrada del conjunto residencial.
– Ya estoy aquí – le escribí.
Esperé ansioso en el automóvil encendido. No pensaba mucho, me sentía extraño, era como volver en el tiempo. Pasado un minuto la vi por el retrovisor derecho. Su forma de caminar, su cabello, era ella. Estaba oscuro así que no pude ver muchos detalles a la distancia. Gina se acercó al auto, abrió la puerta y la sorpresa llegó.
Antes de ella se asomó una barriga grande, de unos seis o siete meses de embarazo, se subió. No lo podía creer. Gina estaba embarazada. Llevaba una blusa rosada y unos leggings negros, sus pechos, antes pequeños ahora eran unas tetas medianas que caian sobre su barriga. De resto era la de siempre, delgada y firme, el embarazo le sentaba bien, se veía bonita.
No lo voy a negar, era raro. Solté el freno de mi automóvil y empezamos a andar. Me detuve unos metros más adelante y me acerqué a ella, ella se acercó a mí y nos besamos apasionadamente.
– Esto era lo que quería contarte para que no te enteraras por otros – Me dijo tocándose la barriga.
– Es una sorpresa, de verdad que sí
– No podemos seguir haciendo esto, no podemos seguir hablando, hay mucho en juego, tú tienes mucho en juego
– tú también- le dije mirando su barriga.
Eran palabras vacías, muchas veces dijimos lo mismo durante años e igual nos veíamos cada semana. Lo tomé como una reacción para sopesar un poco la situación de su parte.
Aquello no me detuvo, yo no quería hablar, hablar nunca había sido lo primordial entre ella y yo. Recuerdo que algunas ocasiones en que me había puesto muy romántico se había burlado de mí. Avanzamos otra cuadra, detuve el auto y la volví a besar, toqué sus tetas, ahora grandes y dirigí mi mano a su coño, ella tomó mi mano y la quitó rápidamente.
Avanzamos otra cuadra.
– ¿Te gustaron los relatos entonces? – le pregunté.
– Sí mucho, son muy buenos, muchas cosas que no recordaba
– ¿Te gusta verdad?- Dije agarrándome la verga, la delicadeza no era lo mío en ese momento.
– Dijiste que querías hablar – me dijo.
– Sin hacer caso, desabroché mi pantalón y dejé salir mi verga tiesa.
– ¿La recuerdas?- le pregunté y ella la miró.
Tomé su mano y la puse sobre mi verga, empezó a pajearme lentamente. Avancé con el auto hasta una calle que a su alrededor no tenía más que lotes baldíos. Estacioné a la mitad y le dije: Chupamela.
Vi algo de contrariedad en su cara pero se disipó rápidamente y sonrió, se quitó el cinturón de seguridad y con un movimiento medio complicado acomodó su amplia barriga sobre la silla, se inclinó hacia mí, abrió la boca y empezó a mamarmela. He dicho varias veces que Gina da las mejores mamadas y que lo aprendió en Youtube viendo tutoriales. De nuevo volví en el tiempo varios años atrás al sentir como su boca se llenaba de saliva como si fuera un reflejo y empezaba a subir y bajar sobre mi falo firme. Gina gemía tras cada embate y yo puse mi dedo sobre su leggings en algún lugar entre su culo y su coño y presioné, no sabía bien que estaba haciendo o dónde estaba presionando pero ella gemía, gemía y se tragaba mi verga allí en la mitad de la calle, a dos cuadras de su casa, embarazada.
Me había contado cuadras atrás que su esposo había salido a una comida y que tenía la seguridad de que no volvería pronto. Estoy seguro que todo aquello fue catalizado por mis relatos, aquello le trajo recuerdos, recuerdos de una época loca y excitante. Sí, lo dejamos, fuimos sensatos, pero aquello fue espectacular y eso no se puede negar.
Apreté su cabeza contra mi cuerpo y mi verga se introdujo completa en su boca. Su saliva humectaba todo mi falo y su lengua lo frotaba, arriba, abajo, arriba, abajo. Fluía deliciosamente, sin fricción, nada de dolor, la mejor chupada de la mejor chupadora que el mundo ha visto.
Pasaron dos carros cerca, no me importó. Seguimos hasta que descargué toda mi leche dentro de la boca de Gina, cuatro contracciones que soltaron una buena cantidad de líquido dentro de su boca. Su cuerpo había cambiado, pero su actitud no, como antaño, se tragó hasta la última gota, alcancé a oír dos tragos grandes como quien bebe un abundante vaso de agua con sed, mi semen en su boca, pasando por su garganta, llegando a su estómago.
Se retiró de mí, se recostó en la silla agitada aun gimiendo, duró unos pocos segundos en una especie de trance. Guardé mi verga y avancé. No sé si debí haber conversado sobre algo y quedarme más tiempo, lo cierto es que ya debía irme. No sé si ella esperaba algo más, pero para mi era como si no hubiera pasado un día desde aquellos tiempos en que nos escapábamos a medio día y la paseaba por todo el cuarto de un motel iluminado con luces rojas con una correa que tenía una placa que decía… Cosita.
La usé como mi juguete, como la usaba antes. Como a ella le gustaba. La recogí, la puse a mamar, me sacó la leche y fin del cuento. La llevé hasta el mismo punto donde la recogí.
– Estás muy linda – Le dije.
Ella sonrió, abrió la puerta y se bajó del auto. Yo me fui para mi reunión y llegué a tiempo.
Para Gina:
No sé si esto sea el final como dijiste. Sé que no es el momento para hacer las locuras de antes. Pero si en algún momento el deseo te carcomiera por dentro a más no poder como ese día… solo escríbeme que gustoso te llevaré a un motel, ajustaré las luces para dar un ambiente turbio, me acostaré en la cama y te pondré a mamar viendo tu cuerpo moverse en los espejos del cuarto. Luego te tomaré en cuatro, duro, sentiré los huesos de tus nalgas duras golpear contra mi, meteré mi dedo gordo en tu culo, te llevaré a cada rincón del cuarto y te penetraré como solo yo te penetro. Al final descargaré toda mi leche dentro de tu boca, te la tragarás, nos bañaremos y saldremos de allí como dos criminales, te dejaré donde te tenga que dejar y seguiré con mi vida esperando el próximo encuentro.