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Hueco oriental: Masaje con final feliz

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Este día comenzó con una llamada erótica con una chica que conozco como Rose por estos medios cibernéticos. Quedamos en tener sexo telefónico y aunque regularmente no me presto para esto, lo hice porque esta chica tiene 18 años y dice ser virgen y vive en Ecuador. Estamos en eso y ver si algún día podemos tener un encuentro físico y conectarnos físicamente. Bueno, este día esta chica con esa plática candente donde le describía como le rompería el culo, pues la verdad me dejó con las bolas hinchadas. No me masturbo, pues a mi edad toda esa energía la ocupo para un evento real y poder satisfacer a cualquier chica que se me presente. Realmente la necesitaría un par de horas después.

Me fui a una tienda de auto partes por algo que necesitaba y me estacionaba cuando veo salir de este lugar a una chica de apariencia asiática, con un lindo rostro y un erótico y exquisito cuerpo. No era la típica chica asiática flaca o esbelta, esta era una chica con un poco más de carnes y donde se le podía ver unas buenas tetas y un rico llamativo trasero. Vestía unos pantalones de tela delgada y muy coloridos que esas curvas resaltaban. Tuve que esperar y verla caminar y disfrutar de su belleza y de esa manera vi como cruzó la calle frente al estacionamiento donde yo me encontraba y para mi sorpresa se metió a un lugar donde ofrecen masajes. No sabía si ella era cliente o trabajaba en ese lugar y sin pensarlo mucho, me fui directo para ese lugar después de haber hecho mis compras en la tienda de auto partes.

Me alegré al ver a esta linda chica de nuevo dándome la bienvenida y mostrándome una especie de menú de los servicios prestados. Ya de cerca descubría que no era una chica joven o adolescente, le calculaba unos 30 a 35 años muy bien cuidados. Me gustaba su bonita sonrisa y con un inglés bastante fluido me recomendaba una hora de masaje que incluía un baño y sauna. No sabía si ella solo era la recepcionista del lugar, pues había tres mujeres en la recepción, pero Anna, como dijo llamarse, era la más joven de las tres. Me tomó de la mano y me encaminó a un pequeño cuarto donde se podía ver una típica cama de masajes. Me pidió que me desvistiera y me dio una toalla grande para luego cubrirme. Para mi sorpresa ella regresó y de nuevo me llevó a otro cuarto donde esta chica completamente me quitó la toalla y me pidió que me acostara para darme ese baño. Me echó agua caliente y se dio a la tarea de enjabonarme y frotarme con sus manos donde llegó sin ningún permiso al canal de mis nalgas y me quitaba el jabón. Me pidió que me volteara y mi verga pasiva que había un tanto reaccionado tomó un poco de grosor y estaba en una erección también un tanto pasiva frente a ella. Me echó esa loción en todo el cuerpo y como al principio comenzó a frotarla por todo mi pecho y mis piernas y ya acercándose a mi verga ella me preguntó:

-¿Te quieres remover el jabón tú o quieres que yo lo haga?

-¡Si tú quieres hacerlo, puedes hacerlo! – le contesté.

-¡Por mi no hay problema! Solo quería pedir permiso, pues no quería que te sintieras incómodo.

-Para nada… créeme que no me harás sentir incómodo… al contrario, me harás sentir muy cómodo. -le dije sonriendo.

Ella me tomó la verga con su pequeña mano y me echaba agua caliente y a la vez me frotaba las bolas y me masajeaba la entrepierna. Obviamente mi verga terminó de reaccionar y estaba a pleno volumen con todas esas ganas que la chica ecuatoriana había generado con esa plática erótica donde la oia gemir mientras ella se masturbaba. Anna, quien en ese momento me tomaba la verga masajeándola con sus dos manos me decía:

-¡La tienes grande!

-¿Te parece grande a ti?

-¡Si… es muy grande! Imagino que su esposa a de ser una mujer muy feliz. – Me dijo sonriendo.

-No tengo esposa. – le dije.

Ella me quedó mirando un tanto seria y me hizo una plática trivial donde se presentó con ese nombre de Anna. Me pidió que me parara y me comenzó a secar el cuerpo para luego meterme a otra habitación que era la sauna. Ahí estuve por 15 minutos relajándome, escuchando esa música asiática de fondo y con la ansiedad de saber sí esta chica de nombre Anna era la que me daría el masaje. Anna regresó y de nuevo me tomó de la mano y me llevó de nuevo al mismo cuarto donde había dejado mi ropa. Me pidió que me acostara boca hacia abajo y me cobijó con una toalla y comenzó a masajear mi cuerpo por sobre la toalla. Era un tanto decepcionante pues quería sentir el calor de sus manos, pero eso solo era el principio, era solamente una forma de secar el cuerpo. No se lo pregunté, pues lo intuí cuando ella me removió la toalla y solo me cubría las nalgas y piernas. Comenzó masajeando mis espaldas donde ella se colocaba por mi cabeza y cuando se estiraba para alcanzar mis nalgas, podía sentir con mi cabeza las curvas de su entrepierna, pues a ese nivel me quedaba. No sé si lo hacía adrede o de una forma desapercibida, pero sentir el calor de su conchita en mi cabeza me comenzó a excitar, especialmente que la tela de su pantalón era delgada y podía sentir plenamente esos muslos muy bien desarrollados.

Quizá pasó masajeando mis espaldas y mis nalgas por unos 20 minutos y me pidió que me volteara y me tapó la verga con la toalla. Me dio un rico masaje en los pectorales, hombros y brazos para luego pasar a mis piernas cubiertas por la toalla. Hizo una pausa y me preguntó:

-¿Quieres que te la cubra con la toalla o no te importa?

-La verdad que no me importa. -le he contestado.

La verdad que quería que me viera con la verga parada, pues eso de que te masajeen la entrepierna en esa zona púbica no deja de excitar a nadie. Mi verga se volvió a parar y solo sentía como sus brazos chocaban con mi verga mientras ella me masajeaba alrededor. Me agarraba los huevos con sus uñas en una especie de masajes y pensaba que en minutos me iba a hacer la oferta típica que he escuchado les han hecho a otros y es por eso por lo que a estos lugares algunos le llaman: masaje con final feliz. Anna se me acercó al oído, pues próximo a esta habitación hay otros cuartos y estas habitaciones no son a prueba de sonido o térmicas. Ella me preguntaba murmurando al oído:

-¿Quieres que te le dé un masaje?

-¿Cuánto? – fue mi respuesta lógica.

-No… yo no te cobro por esto y nunca lo he hecho. Lo hago porque me gustaría hacerlo por ti.

-Si tu quieres… hazlo. La verdad que tu puedes hacer todo lo que tú quieras con ella.

Me dio una sonrisa y con sus dientes me atrapó el lóbulo y me decía ya con una mirada erótica: -¡Eres un hombre muy guapo y me gusta cómo se mira tú verga! Comenzó con una pajeada bien rica con sus pequeñas manos y luego vino lo impensable pues no me puso un condón y sentí como sus delgados labios me atraparon el glande y me lo besaba y chupaba tiernamente. Podía ver en esa luz débil y amarillenta como esta chica me mamaba la verga tan deliciosamente. Debería haber estado tan caliente o era esos días fecundos del mes que andaba las hormonas avispadas. Cuando sentí que sí seguía mamando me mandaría a la gloria me levanté y ella solo me hizo de señas que no hiciera mucho ruido. Le removí esa blusa blanca que llevaba y un brasier que sostenían unos melones talla doble D, por lo menos y comencé a chuparle los pezones mientras mi mano se adentraba en esos pantalones coloridos y llegaba a su concha ya mojada y podía sentir algunos vellos recortados. Le sobaba el clítoris y le insertaba uno o dos dedos a su concha y aquella chica oriental solo gemía de placer. Le bajé los pantalones a los minutos y tenía unos calzones cacheteros de color naranja que los tenía ya saturados de sus propios jugos vaginales y la puse en esa misma cama donde ella me daba ese masaje y aunque ella me decía que no, yo hice caso omiso y le abrí las piernas y comencé a chuparle la concha.

Al principio puso algo de resistencia, pero al sentir ese masaje de mi lengua en el hueco de su panocha decidió mejor disfrutar mi invasión y se le oía un respirar erótico con algunos tímidos gemidos. Comenzó a mover su pelvis para encontrar la presión y calor de mi lengua y supe que se estaba corriendo. Me subí por sobre ella y le he hundido la verga sin misericordia y comienzo con un embate frenético y se oía como esa camita crujía y como nuestros pelvis chocaban en ese baile del placer. Le mamaba las tetas a la vez mientras ella vivía un largo orgasmo y se oía a la vez ese chasquido de mi verga entrando y saliendo de este hueco oriental. No me corrí en su panocha y tuve que esperar para que esta chica retomara una mamada que me hizo temblar las piernas y le he hundido su boca con una tremenda corrida. De por si ya la chica Rose me había dejado con una calentura y así que esta corrida era muy abundante. El pequeño cuarto olía a sexo y esta chica comenzó a rociar un aroma ambiental para camuflar ese olor penetrante del sexo. Después de esa breve y sorpresiva cogida no hablamos mucho. Ella solo me preguntaba:

-¿Vas a venir otra vez?

-Con este tipo de servicio obviamente que volveré.

-Nunca lo había hecho antes con algún cliente… lo hice porque me gustaste.

-Tu eres una chica muy bella también. ¿Podría verte en algún otro lugar?

-No… no puedo. Si quieres cogerme otra vez, tendrá que ser aquí.

-¿Y sería posible que este culito esté disponible para mí?

-¡No estoy muy segura de que pueda con lo tuyo, pero si vuelves tenlo por seguro que te lo doy!

-Recuerda, la próxima vez nos saltamos todo esto del masaje.

-Tenlo por seguro… quiero que me culees como tú lo quieras.

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