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Infidelidad en una ciudad imaginaria

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La ciudad va apagando las luces una a una, lentamente. Ella mira desde donde está, de pie, a un lado de la cama. Piensa que ya va llegando la noche y debería estar en otra parte, pero a pesar de ese trueno que le llega a la mente con rapidez y de la vibración de su teléfono en la mesa de noche, no quiere moverse. Quiere seguir mirando por la ventana, imaginando lo que va a pasar en los minutos siguientes:

Se imagina las manos de él, sudando por los latidos del corazón. Un beso en el cuello que se prolonga hasta que ella siente que los muslos le empiezan a temblar. Sutilmente en un inicio, pero con más fuerza a medida que él va moviendo los labios hacia sus mejillas. Y con una mano la hace voltearse. Ella se dibuja sonriendo en ese juego mental y entiende perfectamente que es lo que quiere.

Los dos se acercan y se besan, saboreando la carne de los labios. Las lenguas se unen en una batalla de fuerzas. Él desliza su mano por la cintura de ella y viaja por la blusa y por la falda hasta encontrar el doblez en el que acaba la prenda inferior. La levanta suavemente con los dedos. Ella lo deja explorar la parte de atrás de sus piernas desnudas. Imagina que esos dedos gruesos suben hasta su culo y lo aprietan en una señal de cariño y lujuria.

En su mente, ella lo empuja sobre la cama y le abre la camisa blanca y elegante. Se posa sobre él con las piernas abiertas y la falda invertida en sus muslos gruesos y morenos. No necesita saber que el cinturón de ese hombre ya está suelto y que el pantalón y la ropa interior han sido quitados para desbloquear ese miembro.

Se corre el panty a un lado y se sienta sobre el pene, que está esperando por ella. Él le desprende los botones de la blusa y descubre las tetas con los pezones erectos. Los toma entre las palmas y suavemente las cierra, mientras con las caderas entra en ella.

Su imaginación se convierte en un baile, en el que ella se mueve rítmicamente, sintiendo el miembro del hombre adentrándose más y más. Él, por su parte, entra y sale en movimientos rápidos y fuertes que la hacen temblar y gemir. Los dos gimen.

Ella lo quiere dentro y él con fuerza empuja una y otra vez, hasta que el sudor de los dos se va a evaporando. Es un juego peligroso.

Ella siente ese empujón una vez más y sabe que todo ha terminado, porque pierde el control de su cuerpo. Se echa para atrás. Su corazón deja de latir. Sus párpados se cierran. Y su garganta se rompe en un grito, un gemido.

Abre los ojos, vuelve a la realidad. Él ha desaparecido, pero la sensación se queda. Siente su mano entre la ropa interior, húmeda.

Una voz débil la llama:

—Ya está la comida, amor.

Quisiera huir y estar con él. La última luz de la ciudad se apaga cuando ella sale de la habitación.

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