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Introducción al diario de mi vida

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Estamos acostumbrados a escuchar historias de personas que han alcanzado logros en sus vidas que fueron soñados, proyectados o ideados desde la infancia; todo eso, aún si fuera cierto, es pura casualidad. Cuantos han soñado con ser bomberos y se convierten en contadores, cuántos desean ser taxistas y resultan ser astronautas. La vida no se diseña en un paso, es el resultado de deseos, destrezas propias, oportunidades, accidentes y suerte. Yo no quería proféticamente ser lo que soy, yo descubrí ser lo que soy por una gran cantidad de cosas que me fueron sucediendo. Y eso sirve para todos, una es lo que es y una vez reconocido eso sólo queda aceptarse y vivir o rechazarse y ser un zombie. Yo lo admití y eso cambio mi vida.

Yo era una mujer en un cuerpo masculino y cuando las señales se acumularon indicándome esa realidad la adopté con pasión. Junto con esa transformación primordial apareció en mí la vocación de cortesana, para la cual poseía unas destrezas ocultas.

Nunca más apropiado para esta parte, para este libro, para esta historia que el título “Introducción”, dado de que todo se trata de eso. De introducir, meter, empotrar, clavar, penetrar y finalmente llenar. Es la tarea cúlmine y predominante de una cortesana, y así me gusta reconocerme.

Las cortesanas formamos parte de una antigua legión de asistentes de dioses y reyes. Siempre estábamos cuando se nos requería y siempre cumplíamos con los mandatos y encargues que nos confiaban. Sin embargo, no deben confundir servicio con sirviente, subalterna, sierva, o criada. Muy por el contrario, al servir éramos servidas, al secundar nos primeriaban, al alquilarnos nos pagaban, al cortejarnos nosotras seducíamos, y al consentirnos nos regalaban el poder. Aún hoy con duques, príncipes y monarcas desaparecidos continuamos nuestra seductora labor. Seguimos siendo las hijas de la alegría.

Servimos a los dioses, a los emperadores, a los monarcas y al estado. Fuimos sagradas en los templos, mantenidas en las cortes, empleadas del estado, objeto de impuestos, víctimas de persecuciones, pero siempre tan necesarias que nos rogaban volver.

Fuimos Sacerdotisas del Amor Divino, Rameras contribuyentes de las arcas del estado, las Hijas de la Alegría, las Ocas de Winchester, Belles Folles, Hermanitas del Pecar, Esclavas del Serrallo, Muchachas de Jade; más coloquialmente putas, zorras, cerdas, furcias, meretrices, busconas, mancebas, prostitutas, rameras, pero imprescindibles.

Somos las dueñas de la geografía del amor. Conocemos de penínsulas enormes que adecuamos a nuestras bahías anchas y profundas; ofrecemos montes y colinas a quienes sepan apreciar su sabor; abrimos los confines del mundo a quienes se aventuren a penetrar su misterio. Tragamos todo como un huracán y aun así sembramos felicidad por donde pasamos.

Por supuesto que no se nace cortesana, hay que aprenderlo, estudiar, practicar hasta dominar el arte. No es sólo el cuerpo voluptuoso, sanguíneo, ardiente lo que se necesita pues como toda herramienta hay que saber darle uso, lubricarlo, afinarlo, balancearlo antes de largarlo a rodar en la calle.

Pulir la mente también es necesario. No se puede ser puta con culpa, no se puede coger bien sin imaginación. Siempre hay que estar preparada. La palabra es tan excitante como el cuerpo, ni que hablar si dispones de varias lenguas. Conocer de arte, música, danza era antes fundamental, como creo que hoy será útil saber de juegos de video, comics o deportes. Todo es instrumento de seducción y placer.

Se puede ser cortesana por dinero, por poder, por venganza, por aburrimiento, por miles de motivos, yo lo soy por placer. Mi libido eligió la vida de Cortesana, es necesidad de disfrutar del sexo siempre y en toda oportunidad. El sexo es el centro de mi vida y he venido a esta tierra provista de una libido inmensa, así que todo lo que leerán se basa en eso sexo y en cantidad.

Claro que en mi caso todo eso debió ser precedido de una transformación fundamental y deseada profundamente por mí. Abandonar las exigencias de vida que todo varón debe soportar para integrarme en las pretensiones de una mujer. Esa transformación resultó para mí muy significativa y primordial, aunque debo reconocer que menos traumática de lo que se puede sospechar. A partir de allí todo se encaminó en mi vida.

No quiero faltar al respeto a mis compañeras de viaje al menoscabar el impacto personal del cambio, sólo que para mí resultó menos doloroso. Por supuesto que llevó trabajo de transformación física, material, social y tuve que recurrir al apoyo psicológico, pero esas tareas que todas sabemos titánicas las emprendí con una voluntad llena de entusiasmo y convencida que el logro que el cambio final me proporcionaría era fundamental para seguir viviendo. Sí así de grave es. Para quienes no saben lo que se sufre cuando se vive en un cuerpo físico y social que no responde a las reclamaciones de la personalidad y el alma, tengan en cuenta que es un sufrimiento fatal.

Por otra parte, mi cambio fue muy acelerado, lo acepté de inmediato y tuve todo lo que deseaba muy pronto. En pocos días salía a la calle vestida de mujer para ir de compras, tomar el té, cenar o ir a bailar. En cuanto al sexo creo haber hecho un curso acelerado, muy probablemente por no negarme a nada en respuesta a mi deseo siempre desbocado de tener más y más sexo de manera incontenible.

Pasado el cambio, en mi vida sólo ha habido dos pasiones el sexo y la educación. No me ha ido mal en ninguna de ellas, o al menos creo que sería muy ambiciosa si pidiera mejores resultados. Así como tengo el don de enseñar para el beneplácito de miles de estudiantes, también tengo una imaginativa libido para el placer de miles de amantes.

Mi existencia siempre ha transcurrido a través de díadas. Primero de varón a mujer, la más compleja e indecisa. Y superada esa, la del aula y la cama, mucho más agradable y encantadora.

Una advertencia no hay aquí más que sexo, la historia de la transición menos agitada y encarada con más circunspección podrán leerla en otra de mis publicaciones.

Antes de que se pregunten si todo lo que leerán es cierto, les diré que hay mucho de cierto y algo de fantasía literaria, decidan ustedes en qué parte prefieren creer.

Pero dejemos esta excesiva y fastidiosa charla para que pueda contar las aventuras sexuales de esta puta profesora que se creó a sí misma.

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