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Isabel, te follaba una y otra vez (2/9)

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Isabel tenía frente a sus ojos un pantalón vaquero que dejaba ver un objeto cilíndrico tras la tela, ella estaba a escasos centímetros, podía oler la tela vaquera, impregnada de cuantos aromas había estado expuesta, el último fue el vestido de ella, la parte de su culo. Adelantó la mano derecha y la llevó a la arruga del pantalón que delataba la presencia de algo bajo él y palpó esa forma alargada; una sonrisa se le dibujó en la cara y en la mirada, los ojos brillantes y bien abiertos, la boca entreabierta. Palpaba la longitud, el grosor, la base, la punta, todo junto. Parecía que fuese ciega y que quisiera conocer qué tenía delante de ella. Carlos llevó una de sus manos a la cabeza de ella y la dejó sobre su pelo, ejerciendo presión simplemente por el propio peso de la mano, Isabel alzó la mirada y la cruzó con él, acto seguido se levantó y avanzó hacia dentro de la habitación.

La habitación no era una habitación, sino una suite, y no era pequeña precisamente. Tenía un gran ventanal con unas vistas magníficas a la ciudad, que dejaba ver también una terraza amplia con sillas y una mesa de aspecto cómodos; la suite tenía un mobiliario a la altura de lo esperable, mullido y caro, contaba con dos butacones y un sofá amplio, todo rodeando una mesita de cristal. Tenía también una mesa de madera con sillas rodeándola a modo de comedor. El dormitorio se encontraba tras unas puertas correderas, la cama era amplia, muy amplia y tenía sobre sus almohadas las chocolatinas que los hoteles suelen dejar sobre las almohadas.

Isabel condujo a Carlos hacia la cama, donde le empezó a quitar la camisa que ya llevaba abierta desde que salieron del ascensor. Ya descamisado se situó delante de él, la puso las manos en el pecho y empujó.

-Túmbate -le ordenó.

Más vale que tanta obediencia tenga su recompensa -pensó Carlos.

Carlos cayó sobre la cama quedando sentado sobre ella, con Isabel frente a él, mirándole desde arriba. Echó los brazos hacia atrás quedando apoyado sobre ellos y esperó a que ella hiciese el siguiente movimiento, seguiría jugando a su juego un rato más. Isabel le dio la espalda una vez más, tentando a Carlos de agarrar ese culo una vez más, o de azotarlo, o de morderlo sobre la tela, lo que fuese.

-Desabróchame el vestido.

Esa era sin duda una orden que con gusto cumpliría él. Se echó hacia delante, alargó ambos brazos y bajó la cremallera con lentitud, dejando que el dedo índice recorriese la piel de su espalda según descendía la cremallera, arrancando escalofríos a ella. La cremallera bajó al máximo e Isabel se apartó de él y le dio la cara para comenzar a salir del vestido como si fuese una serpiente y el vestido fuese la piel de la que se estaba deshaciendo. El vestido fue resbalando por su suave piel hasta caer a sus pies. Se llevó las manos a la espalda y palpó buscando algo, el broche del sujetador, al no encontrarlo miró hacia abajo en busca de la prenda y la vio a sus pies en el suelo en lugar de en su pecho. Miró con cara de no entender nada, hacia el suelo primero y a Carlos después que la esperaba con una sonrisa.

-Te lo desabroché en el hall.

-Qué habilidad, ni me he dado cuenta.

Carlos avanzó hacia ella con intención de enterrar la cara entre sus tetas. Eran como pensaba que serían, ni grandes ni pequeñas, del tamaño justo para que cupiesen en sus manos y coronadas con dos pezones muy bonitos y oscurecidos. Solo les faltaba una cosa para ser perfectos, y esa cosa era ser probados por Carlos, lamidas, manoseadas, mordidas, besadas. Isabel retuvo la cabeza de Carlos y lo empujó hacia la cama una vez más. Vestida sólo con las bragas, no, era un tanga, vaya con la esposa y mujer de negocios. Vestida sólo con el tanga fue arrodillándose ante él y comenzó a desabrocharle el cinturón y luego la bragueta. A cada intento por parte de él de ayudarla a desabrocharse, ella le lanzaba una mirada que decía que se quedase quieto, y así lo hacía él. Se peleó con los pantalones para bajarlos apenas una cuarta, ni se molestó en quitarle los zapatos, Carlos se los quitó como pudo ayudándose de ambos pies.

Al fin quedó Isabel frente a frente con los boxers de él. Había una forma muy obvia tras esa tela y en la punta había una mancha de humedad. La forma tras la tela parecía latir al ritmo del pulso de Carlos. Isabel estiró una mano y comenzó a palpar ese objeto por encima de la tela. Lo recorrió de arriba abajo comprobando bien su grosor y longitud. Los ojos de ella, más brillantes que nunca esa noche, miraban hipnotizados a lo que tenían en frente de ellos. Finalmente agarró el elástico de los boxers y tiró de ellos hacia abajo dejando al descubierto esa forma cilíndrica, que resultó ser una polla. La mano de Isabel agarró la polla de Carlos y comenzó un lento sube y baja mientras miraba ese trozo de carne con los labios entreabiertos. Parecía hipnotizada frente a la visión de ese mástil y se mantenía quieta, moviendo sólo la mano que usaba para masturbarlo. Sin salir de su trance bajó la cabeza, sacó la lengua y comenzó a lamer los huevos bajo la polla. Los lamió por encima al principio, mientras masturbaba sin parar, para luego comenzar a absorberlos con la boca primero uno y luego otro, para luego volver a lamerlos por fuera. Comenzó a subir por la base lamiendo y lamiendo, y siguió subiendo lenta pero imparablemente. Recorrió toda la extensión de la polla con la lengua, siempre mirando a los ojos de él con los ojos entrecerrados y brillantes. Cuando llegó a la punta se entretuvo largo rato jugueteando con la lengua en el glande antes de rodearlo con los labios y hacerlo desaparecer dentro de su boca. La mamada fue de menos a más, al principio sólo se metía el glande en la boca y poco a poco fue tragando más y más centímetros hasta que no le cupo más en la boca, momento en el que comenzó a subir y bajar la cabeza mientras usaba la mano para masturbar al mismo tiempo.

Carlos la dejó hacer la mamada como ella quisiese, se había colocado ambas manos tras la cabeza en postura de descanso y se dedicó a disfrutar de la mamada. Veía la cabeza rubia subir y bajar y subir y bajar y subir y bajar, luego se sacaba la polla de la boca y la lamía cuan larga era, como si se tratase de un polo, y luego volvía a engullirla y de nuevo a subir y bajar y subir y bajar. Isabel sacó la polla de su boca haciendo un fuerte sonido de pop, le dio un par más de lamidas rápidas y comenzó a subirse a la cama a gatas, hasta quedar de rodillas sentada sobre su regazo, con la polla enhiesta justo delante de su tanga. Carlos no se lo pensó más y agarró el culo que tanto anhelaba haciendo que Isabel lanzase un prolongado ronroneo. Ella apoyó las manos sobre el pecho de él y se agachó para que pudieran besarse, de nuevo las lenguas se encontraban y bailaban juntas.

Carlos recorría la espalda de Isabel acariciándola con las manos y volviendo al culo a dar apretones furtivos. Notaba el vientre de ella contra su polla. Ella notaba la polla contra su vientre, caliente, ardiendo, le quemaba el abdomen. Fue avanzando poco a poco hasta quedar la polla bajo su coño, cubierto por la tela del tanga. Isabel se separó de Carlos e irguió la espalda, quedando sentada sobre él de nuevo, pero esta vez con la polla de él bajo su coño húmedo. Carlos notaba en su polla lo mojado que estaba ese coño, había calado completamente el tanga y con cada contoneo de las caderas de ella hacia delante y hacia atrás, notaba y oía esa humedad pringosa. Con las manos en las caderas de ella, Carlos la ayudaba a moverlas hacia delante y hacia atrás, masturbando su coño con el frote contra su pene. Fue llevando las manos hacia arriba arrastrándolas por su piel, en dirección a sus tetas. Isabel mantenía los ojos cerrados y lanzaba ligeros gemidos con cada delicioso roce, cuando sintió las manos de él aproximarse a su pecho las agarró por las muñecas deteniéndolas, abrió los ojos, apartó las manos de Carlos a un lado y se levantó un poco sobre él; llevó su mano izquierda al tanga y lo echó a un lado, dejando vía libre a la polla que ya tenía bien sujeta con la mano derecha y apuntando hacia su entrada vaginal. Colocó la punta bajo su vagina y poco a poco fue dejándose caer sobre él, dejando que la polla se abriese paso poco a poco en su interior. Mantenía los ojos cerrados y la boca abierta vocalizando una “O” que no pronunciaba pues estaba conteniendo el aliento. Siguió bajando lentamente, disfrutando de cada centímetro de profundidad que ganaba la polla en su interior hasta que quedó sentada sobre él de nuevo solo que esta vez con él en su interior.

Carlos puso voz a su pensamiento. -¿No usamos condón?

-Mmmm -Isabel abrió los ojos como si acabase de darse cuenta de que Carlos estaba ahí con ella, debajo de ella-. No, no hace falta -Aprovechaba el espacio entre frases para mover las caderas ligeramente hacia delante y atrás y dejar escapar pequeños gemidos-. Tomo la… mmm… la pastilla.

A Carlos esa respuesta le bastó y no necesitó más que eso. Dudaba mucho que llegase a correrse dentro de ella, pero aun así siempre hay riesgo de embarazo, pero si ella decía que todo estaba bien, entonces a follar. La agarró fuerte de las caderas y la ayudó en sus movimientos pélvicos. Delante y detrás. Cansado de la monotonía de la follada dio un caderazo hacia arriba que empujó a Isabel hacia delante, cayendo sobre Carlos y dejando vía libre para que Carlos moviese las caderas. Con ella sobre él fue moviéndose más hacia dentro de la cama para poder tener las piernas extendidas sobre la cama y dejar la incómoda postura que tenía con las rodillas en el borde de la cama. A cada movimiento Isabel lanzaba un fuerte gemido al sentir la polla clavársele más profunda que antes.

-¡Ahh!

Avanzaban otro poco, caderazo.

-¡Ahhh!

Avance.

Ya más en el centro de la cama Carlos comenzó a quitarse los pantalones como bien pudo mientras Isabel comenzaba a moverse por sí misma con movimientos lentos y suaves como antes. Una vez se hubo desembarazado de sus pantalones sonrió con complicidad a Isabel, clavó los talones en la cama, la atrajo hacia sí para mordisquearle el cuello y comenzó a mover las caderas para follar bien ese coño húmedo. Isabel gemía y gemía mientras se dejaba lamer, morder y chupar el cuello. Comenzó ella misma a moverse acompañando los movimientos de Carlos hasta que consiguió apagar los movimientos de él y ser la única que se movía en la cama. Cabalgaba sobre él, cabalgaba sobre su polla y le encantada.

En la habitación sólo se oían los gemidos de ambos, los femeninos y musicales gemidos de ella, y los más comedidos y guturales gemidos de él. Ambos gemidos se acompasaban con el ruido de la carne chocando entre sí y todos los sonidos y ruidos desaparecían cuando se besaban, escuchándose sólo el sonido de sus labios y lenguas restregarse uno contra otro.

Carlos había conseguido al fin agarrar las tetas de ella y ahora las apretaba, jugaba con sus pezones y las besaba y lamía. Ella incrementaba sus gemidos cuando él jugaba con ellas, pidiéndole que hiciese a continuación lo que el cuerpo le pedía.

-Así, sí. Mmmm qué bien. Ahora chúpame los pezones. Joder, joder.

Se mordía siempre el labio inferior cuando Carlos le mordía o apretaba los pezones.

-Azótame. -Plaff- Sí, así. Dame más fuerte -Plaf, plaf, plaf. Las nalgas de Isabel se volvían más y más rojas a cada azote recibido, y ella apretaba el coño cada vez que recibía uno, la volvían loca. Cuando pedía muchos azotes solía curvar la espalda y echar la cabeza hacia atrás.

-Ufff. Sigue nene, no pares que me voy a correr.

Isabel se mordía el labio inferior mientras su cara mostraba una mueca desencajada de placer. Bailaba sobre Carlos alternando movimientos circulares con las caderas con botes sobre la polla, cual pistón; alternaba movimientos adelante y atrás con movimientos circulares; alternaba botes sobre la polla con movimientos adelante y atrás; y mezclaba todo. Carlos tenía ambas tetas atenazadas entre las manos y las sobaba de lo lindo mientras añadía algún movimiento de cadera cuando Isabel le daba un hueco para moverse. La respiración de Isabel se aceleraba, y con ella sus movimientos. Carlos la azuzaba azotándola, eso la acercaba más y más al orgasmo que venía anunciando. Con cada azote su coño se apretaba más y Carlos pensaba que le acabaría arrancando la polla. Isabel apoyó las manos sobre el pecho de él y le clavó las uñas, el pelo le cayó sobre la cara y su cara era de concentración y esfuerzo, esfuerzo por alcanzar ese orgasmo que se acercaba cada vez más.

Carlos la ayudaba a mover las caderas, disfrutando del portentoso cuerpo que se movía sudoroso frente a su mirada. -¡Estate quieto! -Ordenó ella. Carlos obedeció, la orden era imposible de ignorar. En el momento en que Carlos retiró las manos de las caderas de ella, Isabel se movió libre buscando su placer y alcanzando al fin su orgasmo. Estalló en un orgasmo precioso, se llevó las manos a la cabeza y enredó los dedos en los cabellos sudorosos mientras lanzaba un potente gemido con cada contracción del coño, que le mandaba torrentes de placer por todo el cuerpo. Acompañaba cada contracción con un movimiento de cadera, con los ojos cerrados con fuerza para aislarse de todo lo que no fuese su orgasmo, concentrándose en él. El orgasmo fue perdiendo intensidad y ella fue acallando sus gemidos hasta que fue dejándose caer sobre el pecho de Carlos.

Con la respiración agitada aún abrió los ojos y miró a Carlos a los ojos y le puso una de sus sonrisas más dulces. -Ufff. Joder, ha sido brutal. -Dicho lo cual se acercó a él y lo besó con dulzura, siendo correspondida por Carlos. Ella lo besó en agradecimiento al placer dado, y el en agradecimiento al espectáculo tan hermoso. Aún seguía él dentro de ella pero ambos permanecían quietos, él esperaba que fuese ella quien se moviese, acababa de correrse y estaba sensible.

Carlos notaba la humedad de ella contra su entre pierna, así como notaba las tiernas tetas de ella aplastadas bajo su peso contra su propio pecho, las manos de ella a ambos lados de su cara sujetándola con dulzura mientras se besaban acaramelados, los muslos carnosos y hermosos de ella a ambos lados de sus caderas, la espalda de ella suave contra sus manos que la recorrían de arriba abajo dando caricias suaves. Carlos calculó que ya había pasado tiempo suficiente y comenzó un suave movimiento de pelvis contra su amante que lo recibió con una mirada interrogativa y tímidas semillas de gemidos.

-¿Más?

-Yo aún no me he corrido.

-Ya -dijo ella alargando la palabra-. Pero yo sí lo he hecho ya.

¿De verdad era esa su respuesta? ¿Ni siquiera iba a fingir que le importase un ápice su placer? Ni siquiera se molestaba en dar alguna excusa para no seguir, sino que simplemente le parecía normal que ya se hubiese acabado todo. Así es como debían sentirse muchas mujeres cuando el hombre acababa antes que ellas. La de vueltas que da la vida.

-Pues yo aún no y pienso hacerlo.

Isabel iba a contestar a eso, seguramente alguna negativa imperativa de las suyas, pero no pudo articular palabra, Carlos los hizo girar en la cama quedando ahora él encima de ella y aún dentro de ella. La mirada de Isabel era ahora desafiante, no parecía gustarle no estar al mando en la cama. De nuevo abrió la boca para protestar, pero Carlos lo evitó dando un empujón con las caderas haciendo que su polla se clavara honda en su coño. De la boca abierta de Isabel sólo salió un fuerte gemido que mezclaba placer y sorpresa. Tras una serie de acometidas por parte de Carlos Isabel volvió a intentar hablar con el ceño fruncido en una mezcla de placer y enfado, ese momento lo acalló Carlos sellando los labios de ella con los suyos e introduciendo la lengua dentro de la boca de ella. Podría decir lo que quisiera, pero le gustaba aquello y el beso lo demostraba, tan sólo quería estar al mando. Ahora le tocaba a él, y le tocaba de verdad. Siguió follándosela en la postura del misionero un rato, arrancando cada vez más y más gemidos a la mujer bajo él, que se agarraba a ratos de sus brazos y a ratos clavaba las uñas en su espalda. No tardó mucho en sentir cómo le atenazaba con las piernas, haciendo un candado del que no podía escapar. Carlos le sonreía sobre ella, divertido por las muecas de placer que desfiguraban el rostro de la mujer.

-Mmmm, síii. No pares ahora nene. Que… me… viene… otro orgasmo.

Necesitaba coger aire tras cada palabra para poder seguir hablando. Alternaba gemidos con palabras y con bocanadas de aire, eso cuando no estaba ocupada recibiendo algún beso. Carlos sabía muy bien cuáles eran las posturas donde más placer ganaba él y cuáles las que más placer daban a ellas. En el caso del misionero siempre era la postura que más placer daba a las mujeres con las que estaba. No había escogido esa postura por casualidad.

Isabel clavó las uñas en las nalgas de Carlos, instándole a que la ayudase a recorrer los últimos metros hasta la meta. Ese era el momento que esperaba. Carlos detuvo su movimiento y quedó quieto observando el rostro de Isabel. Ella abrió los ojos y le miró con preguntas en los ojos “¿por qué paras ahora?” parecían decir. “Porque así lo quiero” decían los de Carlos.

-Si quieres correrte, tendrás que hacer que yo me corra antes.

Isabel se quedó sin nada que decir, quedó con la boca abierta en señal de sorpresa. La expresión empezó a cambiar muy suavemente hacia la ira, pero no había problemas, él tenía la cura. Comenzó a moverse de nuevo dentro de ella parando en seco el cambio de expresión de ella y devolviéndola al gesto de placer que tanto le gustaba. Viendo como se le contraía el gesto y aceleraba la respiración cuando se acercaba a su orgasmo. De nuevo se detuvo. Esta vez ella le miró con gesto furibundo y él rio ante ella mientras daba un par de caderazos para hacer que el rostro de ella volviese a cambiar a placer según él quisiera. Ahora iba a ser él el que jugase con ella, y él era un jugador peligroso al que tener muy en cuenta.

Se mantuvieron así unos minutos, minutos en los que Carlos follaba a Isabel en la postura del misionero hasta llevarla cerca del orgasmo y entonces se quedaba quieto dejando que el orgasmo se enfriara y que ella cambiase su gesto. Ni una vez la había dejado hablar, si no la acallaba con movimientos de cadera, lo hacía besándola con pasión. La follaba y paraba a intervalos, con paciencia, hasta que al fin la cara que presentaba Isabel no era de ira, ni de sorpresa sino de súplica. Ahora estaban entendiéndose.

Carlos volvió a comenzar a follarla una vez más, escuchando los gemidos de ella, escuchando el chapoteo de su coño, escuchando el sonido de la carne contra la carne, escuchando su respiración y controlando, sobre todo controlando. Vio cómo se acercaba de nuevo al clímax y ralentizó la marcha para permitirle acercarse pero no alcanzar el orgasmo, compensaba los desesperados movimientos de cadera de ella por conseguir el poco placer que le faltaba con sus propios movimientos de cadera para que no lo alcanzase. La besaba para distraerla lo que pudiese cuando frenaba la marcha, ella correspondía a los besos inconscientemente, era su boca quien besaba, no ella, ella sólo quería correrse. Estaba a punto y ambos lo notaban, Isabel miraba con ojos suplicantes mientras dos lágrimas caían por sus mejillas; eran lágrimas de placer, y de cierta desesperación. Pobre, si eso la desesperaba que se agarrase bien. Carlos se salió de ella lentamente y comenzó a frotar el coño de ella con toda la longitud de su miembro. Esto sólo la haría volverse más loca aún, no la haría correrse y los dos lo sabían. Carlos la miraba desde arriba con una sonrisa que reflejaba control y diversión, le encantaba tenerla así. Isabel le miraba desde abajo con una mueca a medio camino entre el placer y el llanto. Carlos retrocedió un poco dejando su polla fuera del alcance de su coño por unos centímetros, Isabel le miró primero a él y luego a su polla.

-Qué cabrón eres -dijo ella acercándose hacia la polla.

Carlos volvió a alejarse y esta vez siguió haciéndolo mientras la miraba a los ojos, retrocedió hasta bajarse de la cama y quedarse de pie en el suelo junto a la ropa de ambos. Isabel fue acercándose a él hasta quedar sentada al borde de la cama, donde aún alcanzaba la polla húmeda y brillante que le debía un orgasmo. Alargó una mano temblorosa para agarrarla pero Carlos dio otro paso más hacia atrás.

-Ven aquí y cómeme los huevos.

Isabel no dijo nada, sólo se dejó caer de la cama y avanzó hasta quedar de rodillas frente a Carlos y su polla dura. La mirada de Isabel era de frustración ahora, no le gustaba este juego pero sabía que tenía que jugarlo si quería su orgasmo. Qué rápido cambian las tornas.

La rubia tomó el falo con la mano derecha y empezó a masturbarlo mientras enterraba la cara bajo él y comenzaba a comerle los huevos. Los chupaba los dos hasta dejarlos bien ensalivados, jugueteaba con ellos con la lengua, se los metía en la boca y les daba lamidas. Esos huevos debieron haber recibido una buena ración de fluidos vaginales de ella durante la aburrida follada en que ella estaba sobre él, pero eso había sido hacía rato ya y ahora recibían ración de fluido oral de Isabel. Isabel pasó por iniciativa propia de comerle los huevos a comerle la polla, y lo estaba haciendo con ganas. Carlos guio la mamada colocando su mano sobre la cabeza de ella. Vio cómo ella se llevaba la otra mano a la entrepierna y cómo separaba las piernas para facilitar su masturbación. Isabel comenzó a gemir con su polla en la boca.

Viendo que ella se animaba solita, aprovechó para forzar un poco la mamada agarrando la cabeza con ambas manos y moviendo las caderas como si follara, lo hizo lento y fue subiendo la intensidad sin llegar a hacerlo duro. Isabel dejó quieta la cabeza y dejó que le follase la boca mientras ella se masturbaba cada vez más rápido. Hacía tiempo que no cruzaba la mirada con Carlos, desde que la obligó a hacerle la mamada. Hacía tiempo que no hablaba con Carlos, desde que le llamó cabrón. La mano que ahora tenía libre Isabel la llevó hasta sus tetas y la usó para pellizcarse los pezones y apretarse las tetas una cada vez.

Carlos agarró las dos manos de Isabel y tiró de ellas hasta dejarlas en alto, allí las sostuvo con su mano izquierda.

-Pero qué haces -aquello salió de la boca de ella como una medio pregunta y medio afirmación, sin quedar claro si tenía tono de enfado o de sorpresa.

-Aún no me he corrido ¿verdad? -Dijo Carlos con una sonrisa, con esa sonrisa que hacía tiempo que tenía.

-Déjame correrme y te la chupo hasta que te corras -ante la mirada de Carlos, Isabel intentó negociar-… y te dejo correrte en mi boca. O en mi coño. Joder me da igual, pero déjame correrme cabrón.

Isabel se contoneaba como una anguila, movía las caderas en búsqueda de algo que llevarse a la boca, en busca de apagar el fuego que tenía entre las piernas. Sin soltar las muñecas de ella, Carlos de acuclilló hasta quedar frente a frente con ella.

-Vale, voy a dejar que te corras.

Dicho eso le metió tres dedos en la boca para que se los chupara, cosa que ella hizo sin rechistar mientras miraba a los ojos de él con los ojos entrecerrados. Carlos sacó los dedos de su boca y los fue bajando poco a poco arrastrando las yemas por la barbilla, luego el cuello, pasando por el pecho y tras recorrer el abdomen y esquivar el ombligo, llegó al tanga que aún tenía puesto, giró la mano para que la palma mirase a ella e introdujo la mano dentro del tanga. Se deleitaba Carlos con hacer las cosas lentas y ver las reacciones de ella, ya no forcejeaba para liberar las manos y sólo seguía la mano de él con toda su atención. Cuando los dedos hicieron círculos en su hinchado clítoris, ella comenzó a soltar suspiros profundos mientras le miraba de reojo, a su media sonrisa, esa media sonrisa.

Finalmente dejó de jugar con ella e introdujo dos dedos en su encharcado coño, los introdujo hasta la segunda falange y una vez dentro los dobló para formar un gancho. Se quedó quieto mirando cómo ella esperaba ahora que él se moviese y le diese placer, pero al no sentir llegar nada, abrió los ojos y le miró de nuevo suplicante, entonces la besó y le metió la lengua dentro de la boca mientras comenzaba a mover los dedos dentro de ella comenzando a arrancarle gemidos. Gemidos que el mismo acallaba. Siguió masturbándola y besándola y cada vez aumentaba más el ritmo haciendo cada vez un ruido más sonoro de “chop chop”. Ella se contorsionaba cómo podía y cómo le permitía la posición de rodillas y con las manos sostenidas en alto.

-¿Quieres correrte? -Se lo preguntó con la media sonrisa en la mirada. Esa media sonrisa de condescendencia.

Por toda respuesta, ella atinó como pudo a asentir con la cabeza mientras apenas lograba fijar la vista en él a través de los ojos medio cerrados y las lágrimas.

Carlos aceleró ahora el ritmo para hacerla correrse, los chapoteos se hicieron ensordecedores hasta que los gemidos de ella consiguieron superarlos en sonido. En apenas unos segundos el tan anhelado orgasmo llegó. Llegó y explotó. Puso los ojos en blanco y comenzó a retorcerse con violencia, Carlos le sostuvo las manos fuertemente unidas y en alto y ella se retorció con el resto del cuerpo dando tensionando los músculos aleatoriamente, liberó sus piernas y lanzó coces involuntarias mientras explotaba en su orgasmo, pateó la ropa y su bolsito recorrió un par de metros por el suelo; Carlos mantuvo su movimiento dentro del coño de ella durante el orgasmo hasta que le pareció ver cómo éste llegaba a su punto álgido, en ese momento dejó de mover la mano y dejó que el orgasmo fuese apagándose lentamente en aquella mujer.

Isabel fue calmándose poco a poco teniendo cada vez menos espasmos y más espaciados entre ellos. Fue quedándose sentada con la espalda apoyada en la cama y con las piernas abiertas. Carlos sacó suavemente los dedos de dentro de ella, estaban chorreando. Hizo el recorrido a la inversa que había hecho antes y dejando un rastro de flujo vaginal los llevó hasta la boca de ella dónde los introdujo en su boca para que se los limpiara. Finalmente liberó sus manos que cayeron inertes a ambos lados de su cuerpo relajado. Isabel lamía los dedos con sabor ácido que Carlos había puesto en su boca hasta que se los quitó de la boca y entonces se dedicó a lamer la lengua que Carlos había puesto en su boca.

-Súbete a la cama, que esto está lejos de acabar.

-Mmm, ¿más?

-Joder que más. Aún no me he corrido, ¿no?

Isabel miró hacia abajo, hacia la polla de Carlos y la vio allí, erecta y mirándola con su único ojo. La calentura que no había terminado de abandonarla ganó fuerzas de repente. Los rescoldos se avivaron.

-Vale -dijo ella con la mirada fija en la polla de él.

Cuando fue a levantarse las piernas le fallaron un poco y Carlos la ayudó a incorporarse y a tumbarla boca arriba sobre la cama. Él se arrodilló junto a ella y comenzó a besarla en los labios. La mano de ella la sintió de repente en su polla, agarrándola con fuerza y masturbándola. La mano de él fue hacia el pecho de ella, a jugar con los pezones. Carlos aún no se acercaba a la entrepierna de ella, iba a dejarla descansar un poco del orgasmo, no sabía cuál era su sensibilidad, aunque seguro que la estaba subestimando como le pasaba casi siempre. Iba a ir en busca de su coño pero ella se le adelantó y fue en busca de su polla y comenzó a tragársela.

La chupada de lado, restregando el glande contra los carrillos de ella, se la sacaba con un sonido de succión y volvía a tragársela. Poco a poco fue cambiando su posición para facilitar la mamada y Carlos hizo lo mismo hasta acabar el de rodillas sobre la cama y ella a cuatro patas. No parecía una posición especialmente cómoda para chupársela, pero bueno, ella la había elegido. Carlos la veía desde arriba chupándosela usando sólo su boca, ambas manos apoyadas en la cama y con el increíble culo moviéndose al son de la mamada; echaba el cuerpo adelante y atrás para realizar la mamada y esas nalgas se movían a ese ritmo, era algo hipnótico y hermoso de ver. Carlos llevó una mano hacia ese culo y le dio un azote, tras recibir un gemido como respuesta, introdujo la mano entre el tanga y el culo. Ese tanga sólo era una molestia.

Sus dedos volvían a recorrer los pliegues de su vagina, la piel de ella se erizó al sentir la mano adentrarse en su tanga y comenzó a contonear sus caderas con cada caricia. Los dedos dejaron de explorar las inmediaciones y se introdujeron en la caverna húmeda, primero uno y tras un minuto introdujo un segundo dedo. Siguieron dándose placer mutuamente variando las cadencias de ambos, cuando Carlos masturbaba más rápido a Isabel ella ralentizaba su mamada y cuando ella aceleraba su mamada él dejaba los dedos quietos. Al final los dos llegaron a una suerte de equilibrio en el cual los dos se daban el placer suficiente para que el otro le diese el placer suficiente. Carlos estaba durando sin correrse bastante y eso empezaba a impacientarle, así que decidió concentrarse en él. Sacó los dedos de dentro de ella y fue recostándose en la cama hasta quedar sentado con la espalda en el cabecero y la cabeza de Isabel subiendo y bajando en su entrepierna.

-Joder, chupa bien que ya va siendo hora de que me corra.

Isabel aceleró su mamada al oír esas palabras, debía tener ya las mandíbulas doloridas tras tanto rato chupándosela pero no daba señales de ello. Carlos llevó una mano a la nuca de ella y con la otra agarró una teta para entretener esa mano. Carlos echaba la cabeza hacia atrás y bufaba con la mamada de Isabel, parecía que al fin veía luz al final del túnel. Isabel lo notó y se aplicó más aún a la mamada, parecía orgullosa de arrancarle bufidos a su amante. Carlos notaba un orgasmo acercándose, pero no sería uno especialmente bueno, sería uno pasable, sería el primero de la noche, o eso esperaba.

-Sigue, tía. Que ya me voy a correr.

Isabel tenía una mano sobando los huevos y la otra masturbando mientras tenía sólo el glande dentro de la boca y hacía círculos con la lengua sobre él. Notaba el placer de Carlos por cómo la agarraba de la cabeza y por el ritmo de su respiración. Le estaba llevando al orgasmo y le encantaba darle ese placer.

Carlos aceleró su respiración e Isabel se preparó para lo que venía. Los dedos de él se enterraron en la melena de ella, enredándose entre los cabellos mientras tensaba todos los músculos del cuerpo y comenzaba a correrse. Isabel previó este momento y justo antes de que él se corriese se sacó su polla de la boca y la masturbó con ganas haciendo que la corrida cayese directamente sobre un totalmente cogido por sorpresa Carlos, el cual sintió su corrida caliente aterrizar sobre su pecho y vientre. Una vez hubo terminado la corrida y recuperado el aliento, habló.

-Qué cabrona eres, me la has jugado, perrilla -lo dijo en tono de humor, no le había molestado la jugarreta sino al contrario, le había divertido. Le había cogido desprevenido totalmente, punto para ella.

-Hombre -dijo ella con una sonrisa en la boca-. No esperarías que me lo tragase ¿no? Que ascazo.

-Joder, podrías haberlo dicho antes en vez de haberme hecho correrme encima -rio él.

-Ah, no sé. Los tíos siempre esperáis que nos traguemos el semen cuando os corréis.

-Touché.

-¿Ves? A mí no me ganas -imprimió un aire de superioridad y orgullo a sus palabras.

-Calla y bésame, anda. Ya veremos si no te gano.

-Primero límpiate.

Ja. Vaya con la tía, no se le puede no hacer caso, ¿eh? Carlos se levantó y fue hacia el baño para meterse en la ducha, algo rápido. A medio camino entre la cama y el baño se dio la vuelta y volvió a la cama. Isabel le vio volverse y caminar hacia ella, con la polla morcillona colgando habiendo perdido un poco de su longitud y mirando hacia abajo, le tomó de la mano y tiró de ella con firmeza instándola a seguir su paso. Impelida por la firmeza con que tiraba de ella, se levantó y fue guiada por él hasta el baño. El baño podría tener la mitad del volumen de la habitación de Carlos, era una cosa exagerada. Había un plato de ducha bastante espacioso, cabrían allí unas tres personas sin sentirse apretadas; el baño tenía también una cosa bastante interesante, un jacuzzi. Carlos literalmente flipó con el jacuzzi, era lo último que hubiese esperado en aquel baño, no estaba fuera de lugar, pero no lo esperaba allí. El jacuzzi le daba bastantes ideas, bastantes y parecían entretenidas… pero no para ese momento, se dirigió hacia la ducha con Isabel cogida de la mano. Isabel entendió que él pretendía que se duchasen juntos, pareció que no había comprendido algo tan obvio hasta que estuvo a dos pasos de la placa de ducha. Carlos notó una leve vacilación en Isabel, una leve resistencia a ir hacia la ducha sólo duró un instante.

Carlos miró a Isabel y esta le devolvió la mirada hasta que entendió qué quería, se llevó las manos al tanga y se lo bajó. El tanga hizo resistencia a ser bajado, toda esa humedad absorbida mantenía unidas la prenda con la fuente de dicha humedad. Una vez se hubo despegado, la humedad absorbida por la prenda hizo que esta cayese a plomo contra el suelo debido al peso que ésta añadía a la tela. Al fin Carlos iba a ser capaz de ver a Isabel totalmente desnuda, Isabel enderezó la espalda hasta quedar de pie y recta de nuevo. Apenas pudo Carlos echar un vistazo cuando ella le quitó las gafas de la cara, ahora no veía a un palmo de distancia. Un borrón de muy buen ver entró en la ducha, el borrón con forma de mujer tenía un culo borroso que incitaba a agarrarlo y amasarlo. Carlos se quitó los calcetines, que tenía olvidados en sus pies, y entró a la ducha siguiendo a la rubia borrosa.

El agua comenzó a caer y ambos se comenzaron a frotar a sí mismos. Carlos se dedicó a limpiarse su propia corrida de encima, o se limpia con jabón, o aquello queda hecho una costra. Isabel se enjabonó todo el cuerpo. No sabía si es que ella es más lenta en la ducha, o si lo hacía apropósito, pero para cuando él estaba ya limpio ella aún seguía enjabonándose el cuerpo; aún tenía partes sin enjabonar. Tal vez lo incitase a ayudarla, tal vez no. Como fuese, cogió el bote de gel, se echó en la mano y comenzó a enjabonarla.

-Eh, esas manos.

-Es para ayudarte, así acabamos antes y no gastamos tanta agua -las manos de él en su culo.

Él no había hecho ningún esfuerzo por enjabonarla, simplemente había llevado sus manos hacia ese culo que le volvía loco y había comenzado a sobárselo sin importarse que todo el gel que tenía en las manos iba resbalando siendo arrastrado por el agua. La polla ya había empezado a despertar de nuevo, notaba cómo crecía y comenzaba a mirar al cielo con cada palpitación.

-Y me estás enjabonando el cuello también, ¿o qué? Mmm.

Carlos había comenzado a besarle el cuello.

-Para el cuello lo mejor es la saliva, que es antiséptica -sacó la lengua y le lamió el cuello.

Isabel se vio atraída hacía Carlos al tirar este de ella, al tirar éste de su culo. Notó algo caliente contra su ombligo, algo que la quemada, le abrasaba el bajo vientre. Llevó su mano allí y agarró el origen de ese calor y comenzó a masturbarlo. Sus bocas volvieron a unirse, se besaban con lentitud y suavidad. Eran besos largos, que no tenían prisa alguna por acabar y, que cuando acababan, se tomaban un momento para tomar aire y volvían a acercarse lentamente para volver a besarse con todo el tiempo del mundo por delante.

Carlos estaba encantado con agarrar y estrujar el culo de ella, pero ya le parecía que era el momento de continuar con algo más así que ordenó a sus manos que fuesen cerrándose para que sus dedos alcanzasen la vagina que se escondía bajo las nalgas y entre los muslos. Isabel fue abriendo las piernas para facilitar el paso a la mano que se acercaba a su rajita, notó la mano descender e introducirse entre las nalgas y descender por entre ellas. Notó los dedos pasar sobre su ano y eso le envió un pequeño escalofrío por la columna, escalofrío que Carlos no dejó pasar por alto.

Siguieron besándose mientras Carlos comenzaba a juguetear con la vagina de ella y mientras ella jugueteaba con el pene de él. Los besos no tardaron en convertirse de besos lentos y suaves a besos donde cada uno intentaba devorar al contrario, los jugueteos con los genitales ajenos no tardaron en pasar a ser masturbaciones en toda regla. Carlos agarró a Isabel por los hombros, la giró y la empujó contra la pared, hizo que sacase el culo y se acuclilló ante él.

Isabel cerró los ojos y dibujó una sonrisa en su cara cuando sintió cómo le comían el coño desde atrás. Estaba apoyando contra la pared su pecho, palmas de las manos y su mejilla izquierda y mantenía el culo lo más afuera que podía para que esa lengua que empezaba a recorrerla por dentro y por fuera lo tuviera más fácil para realizar su labor de darle placer.

Carlos lamía al fin ese coño al que tantas ganas le tenía, al fin podía hincarle el diente a ese Monte de Venus. Recorría toda la extensión de la vagina, lamía los pliegues y hacía círculos en el clítoris, introducía la lengua dentro de la vagina, volvía al clítoris… Notaba cómo Isabel echaba el culo hacia atrás, como si quisiera que se acercase aún más a su coño.

Carlos penetró la vagina de Isabel con sus dedos arrancando gemidos de su garganta al hurgar en su interior. Comenzó a comerle el culo mientras le metía los dedos en el coño, Isabel hizo un amago de apartarse, pero Carlos tiró de ella hacia atrás para desestabilizarla y que no tuviese más remedio que apoyarse contra la pared para no caer, quedando su culito expuesto a él. Isabel pareció comenzar a encontrar placer en que su entrada posterior fuese lamida, tal vez fuese por el placer recibido en su entrada delantera. Carlos se giró quedando su cabeza entre las piernas de ella con la espalda mirando a la pared donde Isabel se apoyaba, desde esa posición continuó lamiéndole el coño mientras podía meter los dedos al mismo tiempo. Tenía dos dedos metidos en su coño y con el dedo corazón de la otra mano hacía círculos sobre el ano de ella, presionando ligeramente cada cierto tiempo. Sacó los dedos del coño e intercambió las posiciones de las manos. Un dedo entró en el coño, caliente y húmedo, otro dedo cubierto de fluido vaginal se colocó en el ano e hizo presión. Un segundo dedo entraba en el coño mientras el otro dedo empezaba a entrar en el ano aprovechando el estar lubricado debido a haber estado dentro del coño. Cuando el segundo dedo hubo entrado en el coño, un tercero empezó a entrar, al mismo tiempo que el otro dedo se introducía hasta la segunda falange dentro del ano. Penetró con los cuatro dedos los dos agujeros de Isabel mientras masturbaba su clítoris con la lengua y se mantuvo así durante un par de minutos, entonces colocó un segundo dedo en el ano. Colocó el segundo dedo justo bajo el primero, trazando ambos dedos juntos una línea vertical, suavemente fue haciendo presión para ir introduciéndolo lentamente, para distraer a Isabel de la segunda intromisión en su culo, incrementó su acose a su clítoris y su coño. Si Isabel estaba disconforme con un dedo en su culo y un segundo en camino, no daba muestras de ello, en su cara sólo había una sonrisa.

El segundo dedo fue adentrándose lentamente en el culo de ella hasta quedar enterrado hasta la segunda falange, como el primero. Volvió a comenzar a masturbar el ano, ahora con dos dedos dentro, mientras masturbaba el coño con boca y dedos. Poco a poco, muy lentamente fue moviendo los dedos dentro de su culo para que estos pasasen de estar uno bajo otro a estar uno junto al otro, formando una línea horizontal. Isabel no pareció percatarse de cambio alguno en su culo y seguía sonriendo y gimiendo. Llevaba ya un rato de pie en esa postura tan incómoda, debía estar cansada y bastante cachonda. Carlos sacó ambas manos de dentro de ella y se levantó quedando de nuevo tras ella. Isabel se mantuvo en la misma posición que antes, con el culo levantado, invitándole a entrar, esperando que lo hiciera. Carlos colocó su polla sobre el ano y presionó suavemente, no iba a introducirla, sólo quería lanzar el mensaje de qué es lo que acabaría viniendo esa noche. Metió su polla por debajo de su coño, entre sus piernas y comenzó a mover las caderas rozando su polla contra la vagina de ella. Isabel llevó su mano hasta la polla que asomaba entre sus piernas y la palpó y masturbó.

Carlos apuntó su polla a la entrada del coño y al mismo tiempo apuntó un dedo a la entra del culo. Comenzó a penetrar ambos orificios al mismo tiempo y comenzó a bombear el coño de Isabel mientras metía el segundo dedo dentro del culo. El coño de Isabel estaba más apretado y los gemidos que lanzaba ahora señalaban que se acercaba a un orgasmo.

-Joder, qué apretadita estás cabrona.

-Ay, ay, sí… Estoy muy cachonda.

-Te mola que te hurgue el culo, ¿a que sí? -Al decirlo movió los dedos para los notase dentro. Ella apretó un poco más el coño, pero no respondió con palabras. Acercó su cara a la oreja de ella y le dijo- Te pienso follar el culo esta noche -otro apretón de coño-. Te voy a partir ese culazo que tienes y ¿sabes qué? -Hizo una pausa para que ella respondiera a su pregunta.

La pausa se alargó bastante hasta que Isabel se rindió y quiso saber qué

-Qué -su voz tenía matices de timidez.

-Que solo te follaré el culo cuando me lo pidas tú.

Isabel no añadió nada más, cerró los ojos y se dejó seguir siendo follada contra la pared del baño.

En el baño sólo se oía el agua de la ducha caer, el chop chop de las caderas chocando entre sí y los gemidos de ella, cada vez más fuertes. No, aún no. Carlos se detuvo y salió de ella, tanto de su coño como de su culo. Isabel miró hacia atrás con la pregunta “¿por qué paras?” en la cara, por respuesta recibió una cachetada en el culo y ver cómo Carlos cerraba el grifo y salía de la ducha. Ella salió de la ducha y cogió la toalla que él le ofrecía, al verle secarse con ella, hizo lo mismo.

-¿Qué pasa, por qué paras?

-Tengo que irme un segundo, voy a mi habitación y vuelvo en seguida. Te da tiempo a secarte el pelo. -Se acercó a ella y la besó tras agarrarla por la cintura. -Ah, y esto de aquí manténmelo caliente hasta que vuelva -dijo mientras metía dos dedos en el coño de ella y lo masturbaba un poco hasta oír el chapoteo tan característico.

Sacó los dedos del coño y se los dio a chupar, una vez estuvieron bien limpios se marchó del baño y la dejó allí secándose el pelo. Recogió su ropa y comenzó a vestirse, no se puso los zapatos, ni se abrochó la correa, no le hacía falta, sólo necesitaba taparse el cuerpo desnudo. Descalzo pasó junto al bolso de ella, tirado en mitad de la habitación desde que ella le diese una patada tras haberle hecho un dedo hasta provocarle un orgasmo, el bolso se había abierto y había arrojado todas las pertenencias por la habitación; entre ellas se encontraba la tarjeta para abrir la puerta, junto al móvil de ella, que mostraba un icono de llamada perdida. Carlos cogió la tarjeta del suelo para poder volver a entrar. Salió de la habitación y se dirigió hacia el ascensor para ir hacia su habitación.

Esperando al ascensor se dio cuenta de que no llevaba el móvil encima, pero se la sudaba bastante. Qué más daría que no lo llevase, iba a volver rápido y no es que se fuese a poner a hablar con nadie a esa hora ni quería hacerlo tampoco. Aunque, tal vez sí que le hiciese falta el móvil. Algo le había venido a la cabeza. El ascensor llegó y se abrieron las puertas, pero Carlos no entró sino que se dio media vuelta en dirección a la habitación de ella de nuevo. Vio la cara de sorpresa de Isabel al verle entrar, no debía saber que tenía su llave, se había puesto una bata roja de seda y eso le hacía estar igual de buena que antes.

Carlos se acercó hacia donde habían estado tirados sus pantalones para recoger su móvil, que estaba tirado de cualquier forma en el suelo. Le hizo un gesto a Isabel para que se acercara, aún tenía la polla dura, y cuando lo hizo le puso una mano en el hombro y la otra en la cabeza y la hizo arrodillarse frente a él. Ella entendió de qué se trataba y desabrochó la bragueta para sacar la polla y empezar a chuparla. Carlos la empujó hasta que su espalda tocó la cama, agarró su cabeza y comenzó a follarle la boca. Ella intentó apartarle empujándoles con las manos, pero agarró sus manos con la suya y las retuvo contra la cama mientras mantenía la cabeza asida con una única mano y mantenía la follada de su boca con ímpetu. Isabel al verse atrapada no tuvo más remedio que acceder a dejar que su boca fuese follada. Carlos le abrió la bata y le agarró una teta y la sobó a consciencia, Isabel dejaba la cabeza quieta aceptando la mamada forzada. Le sacó la polla de la boca de repente, escupiendo ella bastante saliva que se le había ido acumulando. Carlos la levantó de un tirón, la giró y la empujó contra la cama para que quedase con las manos apoyadas en ella. Le levantó la bata y se la metió de un solo movimiento. Ella dio un pequeño grito, fue de sorpresa al no esperar la embestida tan de repente. El ritmo de la follada fue muy rápido, fuertes caderazos que hacían a Isabel perder el equilibrio y gemir fuerte hasta comenzar a dar gritos con cada pollazo. Entonces Carlos sacó la polla de su coño, se la guardó en los pantalones, se guardó su móvil en los pantalones y se dio la vuelta para salir de la habitación.

-Espero que ese coño siga igual de mojado y abierto cuando vuelva en un par de minutos -dijo él sin darse la vuelta y sin ver cómo ella miraba hacia atrás y se llevaba una mano al coño para meterse un par de dedos.

Esperando al ascensor Carlos cogió de su cartera el papel con el número apuntado de la mujer del sex shop y guardó el contacto para poder hablar por whatsapp.

-Buenas noches, María.

Soy Carlos, que ayer estuve por tu tienda. Mira, una cosa, no sé si te pillo fuera, o durmiendo, o lo que sea; si no estas disponible, entonces nada. Estaba interesado yo por ese kit de sexo anal tan simpático que me enseñaste. Resulta que al final he tenido suerte y podría usarlo con una. Si no se puede, pues nada, me jodo y bailo, pero si es posible que me lo mandes al hotel te invito un día a una cerveza.

Se guardó el móvil y siguió camino a su habitación, no iba a contestarle inmediatamente, era cerca de la una de la madrugada de un sábado. Si no estaba de parranda por ahí, estaría en su casa tranquila, o dormida. Pero por intentarlo no perdía nada.

Llegó a su habitación y fue directo a la mesa, sobre ella había una bolsa de plástico con una caja de cartón dentro. Sacó el paquete de su interior y vio que no era nada discreto, así que abrió el paquete y dejó su contenido dentro de la bolsa de plástico, dejando la caja de cartón tirada de cualquier manera en el suelo de la habitación. Salió de su habitación con la bolsa en la mano de camino hacia la habitación de Isabel, varias plantas más arriba.

Cada vez tenía que llamar al ascensor, no estaba nunca en su planta pese a haberlo usado él solo hacía unos segundos. ¿Quién estaba usando el ascensor a esa hora, y por qué no veía a nadie pero el ascensor nunca estaba donde él lo había llamado? Tal vez la gente del cóctel/fiesta estaba volviendo a sus habitaciones. Tal vez algunos lo hiciesen acompañados. Tal vez algunos se conformasen con un buen Vladimir: una paja y a dormir.

Subiendo ya el ascensor Carlos notó que el móvil el vibraba en el bolsillo, ¿podría ser? Sacó el móvil y vio que efectivamente, era María que le respondía al mensaje:

“Hola Carlos. No te preocupes no estaba dormida ni nada.

“Ya te dije que me hablases cuando quisieras, no te preocupes

“Sí. Se cual es el kit que me pides. Tranquilo que te lo preparo y te lo mando a donde me digas.

“Para mandarlo usamos una de estas empresas de repartos. Tardará por lo menos 20 minutos en llegar

“Te vale?

“En cuanto me digas bajo y lo preparo todo. Me puedes pagar por bizum. Tu dime y te digo el precio.

“Ah y que sepas que me apunto lo de esa cerveza y así me cuentas mas sobre esa chica.

“Ya me dices.

Poco o nada tardó Carlos en dar una respuesta afirmativa a María, en preguntarle cuánto costaría el kit y el transporte y en darle la dirección del hotel.

“Ah, sí. Una cosa más María

“Si es posible que se le entregue al paquete a una recepcionista pelirroja que hay en recepción, me harías un favor.

Con los negocios hechos, Carlos abrió la puerta de la habitación de Isabel y entró. Oyó a Isabel hablar con alguien, ¿tal vez había alguien allí? No, más bien sería el teléfono y se le podía ocurrir quién podría ser.

-Que sí que ya te he oído. No me lo repitas más.

Isabel estaba andando por el dormitorio con el teléfono pegado a la oreja, caminaba de un lado para otro. Cuando no le quedó más habitación que recorrer en línea recta, se giró para deshacer el camino y se percató de que Carlos había vuelto. Ella aún llevaba la bata puesta y la había vuelto a abrochar, los pezones se le marcaban bajo la fina seda y las caderas sugerentes dibujaban sus curvas bajo la prenda. Isabel se paró cuando vio al intruso y puso una mirada de sorpresa, no entendía qué hacía Carlos ahí.

A Carlos poco o nada le importaba qué estuviese escuchando ella tras el auricular del teléfono, avanzó hacia la cama y dejó caer al suelo la bolsa de plástico.

-Hombre, sólo faltaría. Vamos -parecía enfadada-. Ahora encima tengo que darte las gracias porque retrases tus planes para que no se quede solo el niño hasta que yo vuelva.

Ya era claro que estaba hablando con Kike. Carlos se empezó a quitar la camisa como si la cosa no fuese con él.

-¡Joder, Kike! Que yo estoy aquí por trabajo, ¿lo recuerdas?

Isabel prácticamente odiaba trabajar, pero esgrimía ese argumento contra su marido. Él era el obseso del trabajo y ese argumento siempre le dejaba en silencio. Carlos pasó a dejar caer su pantalón al suelo, no aún los calzoncillos.

-¿Bien? ¡¿Bien?! -Isabel pasó junto a Carlos poniéndole una mala cara de campeonato, que él ignoró-. Pues claro que sí. No, si ahora te parece me quedo en cualquier habitación de mierda. Si me haces venir a esta mierda por la empresa, lo menos es que esté en una buena habitación. La mitad de la empresa es mía, joder.

Ah, mezclar el dinero y la familia. Eso nunca salía bien. Carlos dejo su móvil sobre la mesita de noche y lo puso a cargar, luego fue tras Isabel.

-¡Sí! ¡Sí te lo digo, porque a veces se te olvida! Tu pued… -dos manos se posaron en las caderas de Isabel. Ella se volvió y le lanzó una cara de odio a Carlos mientras vocalizaba las palabras: “¡Qué haces!”. Las vocalizó tan bien que hasta se podían oír- ¿Qué? Eh… sí. Mira no me cambies de tema, que no pienso… -Carlos la atrajo hacia sí quedando culo con polla, la rodeó por las caderas y besó su cuello suavemente- Que no pienso irme antes de aquí.

Isabel forcejeaba con Carlos. Lo hacía para liberarse pero lo hacía con mucha menos fuerza de la que ella tenía. Era como si no quisiera que Kike se diese cuenta, pero él no podía verla sino oírla, y era capaz de hacer más fuerza sin hacer ruido. Por su parte a Carlos le daba igual que el marido estuviese de oído presente. Ella había ido tras él toda la noche y él no quiso hasta que sucumbió a ella. Ahora que no le viniese con milongas, no se iba a conformar con ser un capricho pasajero. Ya habían hecho cornudo a Kike y ya había ido contra su mentalidad de no meterse en relaciones, de perdidos al río. Ahora sí que iba a hacer cornudo a Kike.

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