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Karla, usada brutalmente

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Karla desde hace años se acostumbró a una buena dieta y al ejercicio, por su horario de trabajo ahora asiste a uno cercano al mismo. Además a sus dieciocho años se siente satisfecha de pagar ella su mensualidad, que además es una motivación más para asistir diariamente. Desde los primeros días notó a un compañero del trabajo, Javier supo que se llamaba, quien con la ropa de oficina parecía un tanto gordo, sin embargo era más bien robusto. Ni siquiera se hablaban, solo intercambiaban miradas y sonrisas.

En la oficina era igual, al contrario ella se veía muy sexy en ropa de gimnasio, los leggings se amoldaban en su cuerpo esbelto y bien trabajado, su abdomen era de acero. Pero en ropa de oficina Karla se veía súper sexy. Además su cara hermosa y esa sonrisa coqueta a él lo volvía loco.

—Ese te come con los ojos —le dijo su amiga y ambas voltearon sonriendo a donde él estaba, logrando que se volteara nervioso.

—Pues va al gimnasio, ahí lo ves a diario.

—¡Y si le hace falta!

—No tanto, las camisas lo hacen ver gordo.

Por la tarde llegó al gimnasio como de costumbre, desde que entró noto que Javier la siguió con la mirada, se cambió y ya en leggings subió a la caminadora, Justo frente a él. Javier disfrutó del movimiento de sus ricas nalgas, saboreando el movimiento del hermoso cuerpo de Karla. Ella olvidó que él estaba detrás, con sus audífonos siguió su rutina de manera normal. Al salir del gimnasio, ya cayendo la tarde. Un tipo se acercó a ella.

—Hola

—¿hola? —respondió ella un poco confundida.

—¿te acuerdas de mi? —Preguntó él mostrando una sonrisa forzada por los nervios, pero tratando de cortar la tensión inicial.

—Si, eres Javier. Te veo en la oficina y aquí también.

—Pensé que ni siquiera me notabas.

—Claro —respondió ella con su risa encantadora, ambos platicaron un buen rato del trabajo y de trivialidades. Luego se despidieron y los días siguientes no lo vio en el gimnasio. Aunque de lejos ella lo saludaba en el trabajo.

Días después al salir del gimnasio él la abordó tomándola del brazo.

—Hola Karla, que rica te vez hoy

—Hola, me espantaste.

—Me gustas así, con tu culito paradito.

—¿que? —alcanzó a decir ella mientras él la encaminaba al callejón que estaba al lado del gimnasio.

—Me gusta cómo se te marca tu calzoncito en tu culo, estás bien sabrosa.

—¡¿como?!

Él la jaló a una pequeña bodega sin que ella pudiera detenerse o zafarse de esa situación.

—¡eres mi perrita! —Javier ya estaba aprisionando la contra la pared.

—¡No!

—Enseguida me di cuenta cómo te pones frente a mi para que te vea tu culo y en el trabajo te pones minifalda para calentarme... aquí podemos hacerlo.

—¡Estas equivocado! —Dijo Karla a quien sin embargo le gustaba que le hablaran así y estaba un poco excitada. Javier metió su mano por entre sus piernas sintiendo la humedad de su sexo sobre su ropa y riendo le dijo.

—¿y esto? ¡Ya estás mojada pequeña perra!

—¡Es sudor! —Contestó ella disfrutando del roce de aquella mano en su entrepierna.

—¡Vamos a ver si es sudor! —La tomó de la cintura y la giro con facilidad, cuando ella estuvo de cabeza él le bajó sus leggings, junto con sus calzones y comenzó a lamerle pasando su lengua sobre su sexo mientras a ella la sangre se le iba a la cabeza.

Javier sosteniéndola de cabeza olisqueaba entre sus piernas, subió sus leggings dejando al aire su panochita con olor a sudor pero indudablemente mojada de excitación.

—¿te gusta verdad perra?

—¡espérate, bájame!

El lamió suavemente sintiendo como la piel de ella se ponía chinita. El sabor llenó sus papilas gustativas y metió por completo su cabeza entre sus piernas para lamer mientras el aroma en su nariz le volaba los sesos.

—¿esto querías no putita?

—¡ya en serio... bájame... ya! — a Karla se le iba el aliento por la posición y la sensación de la lengua ensalivando su sexo. De pronto escucharon ruidos. Alguien se acercaba, Javier le dio vuelta y la deposito en el suelo. Luego salió a toda prisa, mientras ella con los leggings y su ropa interior abajo, trataba de encontrar explicación a lo ocurrido.

En los días siguientes él le volteaba la mirada, evadía cualquier contacto, inclusive en el gimnasio, cuando coincidían el salía huyendo. Un par de semanas después, en el cuarto en el que se guardaban la papelería, además de tener un par de copiadoras y escáners. Ahí solo entraban los ayudantes, esa mañana Karla fue por un paquete de plumas. Cuando entró sintió que alguien la empujaba y escucho que la puerta se cerraba.

—¡Por fin perra! —La inconfundible voz de Javier estaba a centímetros de su oído. Y una mano entraba bajo s falda. Ese día caluroso Karla vestía una camiseta ligera y una falda corta que se meneaba al ritmo de sus nalgas. Así que fue muy fácil para el mover a un lado su pequeña tanga para frotar si clítoris.

—¡oye que te pasa! —Javier no se detuvo, apretaba sus lindas tetas, sintiendo sus pequeños pezones.

—¡sé que te gusta putita! ¡Te pones estas faldas y te paseas enfrente parque me caliente!

—¡NO!

—¡cállate! Bien que me miras desde tu escritorio, ¿ahora dime que esto es sudor? —los fluidos de Karla ya tenían empapados los dedos de Javier.

—¡Haaaa! —Un suspiró mezclado con placer salió de su boca y él lo tomó como una respuesta de aceptación. Se sacó la verga y recargándola sobre la copiadora le metió su verga bruscamente.

—¡haaaa! ¡Nooo!

—¡claro que si perra! Voy a romperte ese hermoso culo.

—¡haaa haaa bastaaa! ¡Nos van a ver!

—¿montándote perra? ¡Sería un orgullo para mi!

Entraba y salía de ella sin piedad, sujetando las manos de Karla que se agotaba queriendo zafarse de esa posición. Escupió sobre su culo mirando como su saliva resbalaba entre las nalgas hermosas de Karla. Luego sacó su verga y cambio de refugio.

—¡nooo me duele nooo!

—¡Cállate o de veras nos van a descubrir! —Con una mano tapó su boca, aunque la copiadora rechinaba cada que el empujaba su verga dentro del culito de Karla, que apretaba la mandíbula soportando el dolor que le provocaba ese anal que la tomó por sorpresa.

—¡mmmm! ¡Mmmm! ¡Noooommmm! ¡Yammmm! —Javier aceleraba porque estaba casi a punto de venirse pero aún tenía fetiches que cumplir con esa hermosa mujer.

—Escúchame bien, vas a chuparme la verga, ¿entiendes?

—¡nooo! ¡Ya déjame!

—¡me la vas a chupar te digo! —Dijo apretando su garganta. Ella asintió entre gemidos de dolor. La soltó y ella sola se arrodilló, sus ojos llorosos estaban frente a la verga de Javier. Respiro un poco, el olor a su culo llenaba el pequeño cuarto.

—¡Dale puta, sé que lo quieres. Chúpala!

Ella tragó saliva, respiro hondo y metió hasta el fondo esa verga. Javier de la misma manera tosca le tomó la cabeza y apretó contra él, en su boca, Karla tenía su sabor mezclado con el de aquella verga. En el fondo ella llevaba días buscándolo. Vestía así para él, se maquillaba para él. Ese modo bruto y el lenguaje grosero le calentaban. Sacó un poco la verga para que respirara y volvió a jalarla.

—¡haaaagggag!

—¡Eso puta, eso... eso... haaa! —el semen de Javier entró a la boca de Karla. No la soltó hasta que sintió que no salía más. Ella lo retuvo en su boca, pensaba donde escupir aquello. Mientras el salía de ese cuarto. Ella se acomodó su ropa y salió con la boca llena de semen por los pasillos.

—¡vaya, diez minutos para unas plumas! —Sus compañeros se acercaron para tomar cada quien una.

—Ven, tenemos que acabar esto —No tuvo opción que sentarse al lado de su amiga, con la boca cerrada llena de semen. No podía levantarse así nomás, su única opción fue tragarlos y esperar que nadie notara el olor a semen emanando de su boca.

Sentada de lado por el dolor en su culo, procuraba no abrir la boca, sabía que su aliento la delataría. Los días siguientes busco con la mirada a Javier, sin obtener respuesta. El lunes su amiga le dio la peor noticia.

—¡Dicen que acosaba a la secretaria del jefe!

—¿lo castigaron?

—¡LO CORRIERON! —Dijo su amiga del modo más alarmista que pudo. Karla esperaba algún otro encuentro con aquel salvaje. Así que fue a diario al gimnasio esperando verlo ahí. Pero ni sus luces.

Casi un mes después y con las esperanzas perdidas, Karla caminaba de su trabajo al gimnasio con sus pantalones de vestir delgados para que súcubo luciera espectacular al caminar. Una calle antes, le tomaron del brazo, apenas volteó Javier ya la cargaba en un hombro llevándola hasta esa bodega de su primer encuentro.

—¡espérate no!

—¡cómo no si ya me dijeron que andas preguntando por mi! —Dijo mientras entraban la sentaba sobre un bote de basura. Frente a frente y ambos con el aliento agitado se miraron aceptando el hecho de que se deseaban mutuamente.

—¡estás bien bonita! —Dijo el acariciando su mejilla.

—¡NO! —Dijo ella tajante.

—¿No qué?

—¡háblame como siempre?

—¿te gusta ser mi perrita?

—¡Si! —Dijo ella mirándolo fríamente.

—Pues ven acá pequeña putita —la giro y con esa fuerza acostumbrada rasgó su pantalón por la parte de atrás. Dejando ver esa tanga que era devorada por sus nalgas.

—¡si, cógeme cabrón hijo de puta!

Javier escupió sobre su verga e hizo de lado la tanga para meter bruscamente su verga en ella.

—¿así te gusta perra? —mientras la penetraba sus manos aprisionaban su cuello, casi no respiraba pero le gustaba ese golpeteo constante sobre sus nalgas.

—¡mmmm siii!

—Me gustas porque pareces niña buena, pero mírate puta. Pidiendo verga.

—¡siii maaas! ¡Más rápido!

—¿quieres que acabe rápido? Todavía me falta probar esa colita.

—¡Rómpeme el culo! —Karla levantaba su culito para recibir más verga. Cuando el cambio de guarida, ella apretó los dientes y con los puños cerrados sintió como la penetraban por el culo.

—¡eso putita, me gustan tus gestos de dolor! —acompañaba sus insultos con el vaivén detrás de Karla.

—¡me dueleee aaaay mee gustaaa! ¡Dame duro! —Karla ya tenía la cara hundida entre la basura. El ruido de sus nalgas chocando y recibiendo verga se escuchaba hasta media calle y no le importaba. Javier entre otras cosas rompió su blusa y masajeaba sus tetas apretando de forma brusca y mordía su cuello.

—¡eso perra, levanta ese culo si que rica putita!

—¡Soy dameee dameee cógeme haaaa!

El sentía que en cualquier momento terminaría y la agacho esperando que ella mamara un poco su verga, pero justo cuando ella abrió la boca los chorros de semen saltaron a su rostro.

—¡haaaaa! Haaaa! puta toma tu leche!

—¡mmmm! —Karla recibía el semen mirando la cara de placer de Javier. Luego chupo la verga sintiendo cómo resbalaba el semen por su rostro.

—¡yo te busco puta! —Dijo Javier subiendo el cierre de su pantalón y saliendo de ahí, mientras Karla con la cara llena de semen y su ropa hecha pedazos tuvo que caminar casi 100 metros hasta el gimnasio, donde tenía su maleta con ropa deportiva. Sentía el aire filtrándose por el agujero de su pantalón y evidentemente se veía su ropa interior. Apenas comenzó a calentar en la caminadora, el dolor en su culo fue más intenso. La manera salvaje en que Javier le rompió el culo se sentía en cada movimiento. Salió con su ropa deportiva y se fue a su casa. Con ese dolor intenso, ansiando poder tener otro encuentro con él.

@MmamaceandoO

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