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La apuesta: Mi padre me apostó

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Me llamo Abril y voy a platicarles como mi padre me apostó en un partido de fútbol. Fue hace ya unos años, comenzó cuando mi papá siempre aficionado del Cruz Azul, aunque le da más tristezas que alegrías, nunca dejo esos colores. Tiene un auto lavado, al lado está un mecánico que le va al América, con quien desde siempre apuesta. Se han rapado, vestido de mujer y demás idioteces. Pero para esta ocasión era diferente, ambos equipos ganaron sus partidos y jugarían la gran final del 2013. El equipo de papá tenía un gran equipo, jugaban casi a la perfección, papá usaba su playera a diario.

—¿Y apostaste papá? —Le pregunte para saber que idiotez harían en esa ovación tan especial.

—No quiere el compadre Flavio, le da miedo —La verdad es que el que no quería era papá.

Al comienzo de la semana, su compadre llegó a su oficinista con un sobre lleno de billetes.

—Órale, cincuenta mil al ame, ¿o te da miedo? —Su padre no sabía decir que no, pero era mucho dinero para él.

—No, unos mil si… no chingue compadre.

—Pensé que tenía huevos…

—Lo que no tengo es dinero.

—Ahí le va, si gana el azul ahí está, sin pedo. Si gana el Ame, me deja comerme a mi comadre.

—No diga pendejedas compadre, ¿cómo cree no mame? —Se sentía más que ofendido, impotente. Sabía que su máquina traía con que ser campeón.

—Bueno, Bueno… ¿Abril ya cumplió dieciocho no?

—Ya bájele de huevos... ¡No mame compadre!

En efecto, tenía dieciocho años, mi papá me prohibía ir al auto lavado porque sus trabajadores no le quitaban la mirada a mis nalgas. A diferencia de mi madre que es alta y esbelta. Yo soy chaparrita, solo me crecieron las nalgas, aunque afortunadamente saque la cintura de mamá. Yo sabía y me gustaba que me vieran. Llevaba mi pelo suelto hasta la espalda, mi pechos son pequeños pero no me puedo quejar. Usaba jeans ajustados para su placer. Pero a papá lo que más le molestaba era la manera en que su compadre me veía. Sin importar mi edad siempre trataba de estar cerca, me abrazaba por la cintura bajando su mano hasta mis nalgas. Por supuesto salía corriendo en cuanto lo veía venir, además del olor a grasa y sus manos siempre sucias.

El partido de ida lo ganó el Cruz Azul apenas uno a cero, entonces el viernes regresó su compadre con el sobre de dinero.

—Le puse otros diez mil, y ya va ganando tu equipo —Sesenta mil pesos en billetes de a quinientos estaban sobre su escrito.

—Ya te dije que no, otra cosa compadre...

—La chamaca, con esa lana levantas tu negocio —tomó el sobre amarillo dispuesto a irse pero papá lo detuvo.

—¡Órale! —Una sonrisa enorme iluminó la cara entre las barbas de su compadre.

—Es al que gane… sin rajarse.

—¿cuándo me rajo puto? —Estrecharon sus manos y su compadre salió casi bailando.

Para el domingo, mi mamá prefirió irse al cine con sus amigas. Sabíamos que después de eso seguían unos tragos y que llegaría por la mañana. Yo me quede en casa, platicaba con mi novio por chat. Y empezó el circo. Papá tenía botanas, cervezas, las bocinas a todo volumen y empezó a ver la previa dos horas antes.

—¡A GUEVO PUTO! —después de muchos gritos, entendí que expulsaron a un jugador del equipo rival. No tardo nada en gritar como un loco.

—¡GOO! ¡GOO PUTOS GOOOOL!

En el global iban ganando por dos, me quedaba claro que papá estaba emocionado y es que llevaban años sin un campeonato. Todo el partido estuvo gritando que la metieran, que los mataran, que no los dejaran vivir. Y tenía razón. Entró un gol del América y estaban a un gol de los tiempos extras. Salí cuando faltaban dos minutos, bueno, agregaron un poco más. Papá sudaba, caminaba de lado a lado sin dejar de mirar la televisión. Fue en la última jugada cuando el portero del otro equipo remató y marcó el empate.

—¡No mames!

—¡cálmate papá, es un juego!

—No entiendes —y en verdad no entendía, jugaron los tiempos extra hasta llegar a los penales. El primero fallo y papá me tomó de las manos.

—Perdóname hija —No entendía nada.

—¡papá cálmate! —Otro se resbaló y voló el balón, mi papá estaba llorando inconsolable. En la tele gritaban que teníamos nuevo campeón. Abrase a papá y trate de consolarlo.

—Hija perdóname…

—¿Perdonarte que...? —Entonces en su mirada vi un horror que no conocía, se arrodilló y siguió pidiéndome perdón. Un auto se estacionó afuera, tocaron el timbre y vi a su compadre.

—Perdóname hija, por favor...

—¡¿qué apostaste papá?! —la respuesta estaba al otro lado de la puerta. En cuanto abrí, su sonriente y empoderamiento compadre se instaló en la sala.

—Compadre yo le pago su dinero…

—Yo no quiero su dinero compadre… apuestas son apuestas.

—¡Compadre no me chingue! Yo miraba sin entender nada.

—Aquí o me la presta un ratito.

—¡¿cómo que me la presta?! ¿DE QUE HABLA?

Sentado y sin prisas, el señor Flavio me explicó la apuesta. El premio era yo, me dijo que no me preocupara que sería cariñoso. Papa seguía llorando y no le quedaban fuerzas para suplicar. Luego me tomó de la mano y me llevo a la puerta. Respire hondo tratando de entender todo aquello.

—No… aquí... —respondí fría y enojada.

—Aquí, bueno a mi me da igual —lo subí hasta mi cuarto y cerré la puerta. Me baje la pijama y me recosté.

—No mija, es que no es así nomás...

—¿Entonces...? —pregunte sin querer escuchar la respuesta.

—Primero me va a dar una buena mamada de verga, luego me la chingo por todos lados —entendí el “por todos lados” y ni siquiera mi novio tenía permiso de eso.

—...

Se bajó el cierre del pantalón y sacó su verga, aún bañado olía a grasa y mugre.

—Ya sé que esta bonita, pero no se la saque para que la veas —me jalo del brazo hasta que prácticamente caí de la cama. De rodilla con el olor en mi nariz, el corazón me latía como nunca. Mi boca se acercó hasta la punta. Apenas rozaron mis labios, papá golpeó la puerta.

—¡Basta cabron! ¡Yo te pago! ¡Hija no lo hagas!

—¡mejor apúrate o le da un infarto a tu viejo! —Abrí mi boca y hundió su Vega tomándome de la cabeza.

—¡chingon pinche chamaca!

—¡haaaaag!

—Ahora si dale mija, sabotéalo —en efecto, sentía el sabor a grasa o mugre en mi boca. Seguía chupándole la verga para acabar con esto lo más rápido posible. No sé si mis lágrimas eran de tristeza o provocadas por la asfixia de la brusquedad que tenía aquel viejo hijo de puta conmigo.

Cuando se cansó por fin de tener mi boquita a su disposición, me levantó y me aventó a la cama. Enseguida se montó sobre mi y me separó las piernas. Me sentía como una muñeca de trapo. A papá ya solo lo escuchaba llorando tras la puerta.

—Sonaba con estas chichis, mira nonas, huelen a nuevo —se metía completa mi teta en su boca, dentro sentía su legua jugar con ella, iba a la otra y regresaba, mientras se iba desnudando y me arrancaba también la ropa.

—¡aaaah!

—¡No gané una apuesta, me saque la lotería! —dijo luego de tocarme abajado y notar que estaba completamente rasurada.

—¡haaauch! —Me metió sus dedos bruscamente, hasta que me moje un poco.

—Ahora si chiquita, siente el poder —aunque mi novio la tenía más grande, la brusquedad de ese cabron me provocaba gemir más.

—¡uufff! ¡Aaaah! ¡aaaay!

—Eso chamaca, disfrute de su campeón ja ja —aunque tenía la boca cerrada no dejaba de besarme, me mordía las orejas y chupaba mi cuello como loco.

—Haaa! Aaah! Aaaah! —no soy de hule, podía sentir el calor en mi interior, igual sentía que ese cabron se retorcía como loco, “va a terminar” pensé. Pero el también lo sabía, se apartó y me giro.

—¡Empínate mija! ¡Vamos a probar esa colita! —Me jalo por la cintura hasta dejarme en cuatro, sentí como escupía sobre mi colita y sobaba mis nalgas, en cuanto sentí su verga rozar mi ano brinqué.

—Despacio…

—¡si claro! —Sentí como rompía mi culo, quise decirle que parara pero solo grita tan fuerte por el dolor que reactivé las súplicas de papa.

—¡AAAY!

—¡Ya cabron ya fue suficiente!

—¡si vieras este culo sabrías que nunca es suficiente! —dijo, mientras mantenía su verga hasta el fondo. Luego comenzó a moverse y no cesaba el dolor.

— ¡aaaah! ¡Haaay! Yaaa! Yaaaa!

—¡así así, que te escuche el pendejo de tu papá!

—¡haaaa! ¡Haaay! Ya sácala! Nooo! —aferrado a mis caderas sentí como se retorcía, su semen lleno mi colita, en cuanto sacó su verga me tumbé en mi cama.

—¡No mames están más rica de lo que me imaginaba, pinche culito paradito! —siguió masajeando mis nalgas mientras se vestía.

—Yo quería cogerme a tu mamá, pero mira. Tu papá te apostó a ti. Pinche tan pendejo.

Cuando abrió la puerta, mi padre quiso golpearlos. Pero después de un forcejeo se separaron.

—¡Hijo de puta!

—Tu fuiste el que apostó a su hija, ¡pendejo!

—¡Chinga tu madre!

Tardo una semana en tener el valor de verme a la cara y pedirme perdón, además me pidió que no le dijera nada a mamá. Me dio una extensión de su tarjeta de crédito. En dos mil dieciocho volvieron a jugar una final el Cruz azul y el América, para dos mil diecinueve mis padres se divorciaron, aunque nunca me lo contaría, creo que papá la apostó. No sé, eso se los tendría que platicar ella.

@MmamaceandoO

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