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La búsqueda de nuevas experiencias

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En un momento de mi vida me pregunté ¿por qué salía con una mujer nueve años mayor a mi?  Seguro fue porque podía hacer y decir lo que sea sin ser juzgado y porque podía ser un depravado con ella.

Habíamos hecho el amor muchas veces, en su casa, en la mía, en otras habitaciones durante los viajes, pero cuando le pedí que lo hiciéramos en un lugar público, ella me miró desconcertada y sin responderme, supe que no era el momento adecuado.

Días después iríamos a un concierto en uno de los teatros más bonitos mi ciudad, pero nuestros planes se vieron frustrados por la tormenta más violenta que he visto. Esa misma noche chateamos, llevando la conversación desde lo gracioso hasta lo picante y en un momento ella escribió... Quiero hacerlo. Sabía a lo que se refería y ya había pensado todo de antemano. Decidimos que ella usaría su vestido negro corto, que compraríamos unas tangas en una pequeña tienda de lencería local e iríamos a una disco. Lo teníamos todo listo.

Al siguiente viernes en la tarde, fuimos a la tienda y ella se veía algo incomoda comprando algo tan provocativo frente a unos extraños, intente relajar la diciendo algunas bromas y abrazándola de manera juguetona... pero esa mujer es un misterio.

Después de eso fuimos a un sitio cercano por pizza, mientras comíamos nos dimos cuenta de que comprar lencería juntos era muy divertido y que la próxima vez sería más fácil.

Ya en la noche fuimos a una discoteca, en donde el ruido y el alcohol nos harían pasar desapercibidos. Después de algunos tragos y bailar reggaetón, que normalmente no nos gusta, pero es lo que ponen en estos lugares, ella dijo... Esta música hace que mis nalgas se muevan solas.

Después de un momento entramos al baño de hombres, tratando de disimular. Pasamos junto a unos extraños y una empleada que fingían ignorarnos mientras cerrábamos la puerta de ese pequeño baño.

Al entrar ella puso sus manos contra la pared y abrió las piernas rodeando el inodoro, mostrándome sus nalgas, grandes y redondas, separadas por un hilo negro que supuestamente escondía su vagina. Entonces acaricie sus labios con mi pene duro, lleno de sangre y caliente como brasa. Podía sentir como se estremecía y de algún modo me succionaba. Empecé a penetrarla despacio, sumergiéndome centímetro a centímetro en mi mujer.

La embestía firme, pero suave para no golear su cara con la pared, conteniéndonos de hacer gemidos fuertes y fingiendo ignorar la posibilidad de ser grabados o expuestos, nos dimos una pequeña explosión de placer... En silencioso, tiritando y sin que nada más importe.

Apenas terminar salimos rápido y sin prestar demasiada atención.

No dijimos nada por un rato. Yo solo sentía que estaba más cerca de ella y que le tenía tanta confianza que se estremecía el pecho.

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