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La chica del pueblo

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En ocasiones, empezar de cero es el inicio de empezar a intimar con el mundo que nos rodea.

Mi nombre es Nicolás, y para la fecha que estoy redactando este relato yo ya estoy bastante viejo; mi vida después de los 20 años había sido bastante aburrida, pues al ver que yo no tenía gran potencial para estudiar y convertirme en un ingeniero, mis padres decidieron que lo mejor para mí era regresar a nuestra comunidad rural, es decir al campo.

Lugar donde practicaría la agricultura el resto de mi vida y no es algo que me desagrade pues lo hice toda mi infancia; quiero decir tiene sus ventajas, es un trabajo duro sin embargo tiene unas ventajas económicas y para mi gusto físicas que no son tan complicadas de describir: vivimos una vida sin presiones económicas grandes y todo nuestro trabajo nos recompensa bien, la mayoría de los muchachos estamos generalmente muy grandes, comemos bien, tenemos una espalda ancha de estar acostumbrados a trabajos pesados, estar parados durante horas hace nuestras piernas agarrar un contorno y una fuerza sobrehumana, de vez en cuando, tenemos que empujar cosas o dedicarnos al campo a arar la tierra y esto nos deja unos antebrazos bastante llenos, unas manos toscas llenas de callos pero también unos buenos hombros donde poder recargar tu mano, así como yo no me puedo quejar de mis bíceps qué acostumbrados a las peleas entre colegas estaban bastante bien para poder impresionar.

Ha eso ya diré que mi aspecto físico constaba de una piel algo tostada de un color entre güero y rojizo debido a que mi mamá es de origen extranjero, un corte de pelo bastante modesto, mi cabello es color negro así como mi barba la cual he estado cuidando durante meses.

Llegar de nuevo al rancho, aceptando mi fracaso en los estudios no fue tan complicado pues me recibieron mis amigos y prontamente comencé a salir con mujeres, el único problema es que generalmente cuando empiezas a hacer una vida, las cosas se tornan bastante obligatorias, pasa poco tiempo antes de que embarazas a alguien, antes de que te cases, y vivas toda la vida esclavizado a tu familia, así se me enseñó que tenía que ser.

Por poco mi destino iba a ser ese, sin embargo lejos de la comunidad aprendí que había mundo detrás, y que mi juventud podría terminar en algo más que sólo eso.

No me malinterpreten, también tuve mis momentos de juventud, también caí en recoger una muchacha de piel suave, vestido blanco, sonrisa alegre y blanca, contorno de piernas fuertes, una silueta que hace contorno a el glúteo que es un sabroso círculo sostenido por caderas firmes, senos que denotaban femineidad chicos o tamaño mediano según se considere, y sobre todo una muchacha de miradas incitantes, recogerla de la casa de su padre, llevarla a dar un paseo, invitarla a una fiesta, para terminar perdidos en medio de algún cerro, muertos de calentura, sin condones o protección alguna, apoyados en algún árbol después de un rato de besarnos, el cuerpo de ella abrazando un árbol mientras el mío la abraza ella por detrás, ella me besa el cuello, yo sé que busca incitar de cualquier sensación, ella con las manos busca rozar de cualquier parte de su cuerpo haciendo mucho énfasis en unos círculos que serían como un baile de su trasero para mi pelvis. Yo tan solo buscaba escuchar cualquier gemido. ¿Y es que en medio del bosque quién nos iba a escuchar? Yo recuerdo rozarme contra su espalda, recuerdo la sensación de rubor que recorría nuestro rostro, y recuerdo sentirla ceder poco a poco.

Así es, un par de jóvenes en la exposición de su naturaleza.

Recordar la maldad de unas nalgas firmes, que aunque no muy grandes, se sentían fuertes, empujarse, con la intención de que a través de un vestido y un pantalón, se lograse sentir el roce entre mi miembro y su vagina.

Yo recuerdo empezar a subir su falda, empezar con un dedo, siempre el del medio, a sentir su sexo, a descubrir si ya se encontraba mojada.

Recuerdo la textura que es tener una tela delgada, Qué hace de protección entre tu mano empujando y algo muy delicado qué te llama a la acción.

Hablo del olor que suelta, que es en parte bochornoso, que es fresco, y que en la situación correcta puede atraparte en una mar de sentimientos

Hablo del tacto que es muy suave, de la parte del cuerpo más delicada, de una parte muy maleable, de aquello que siempre queremos y por fin tenemos.

En pocas palabras de una sensual vagina.

Siempre insistiré en que la sensación de subirle la falda a una pueblerina, empujarla con violencia contra un árbol, distinguiendo si su placer es ocasionado por qué la trate con rudeza o por algún morbo de estar al aire libre, es algo único.

Los segundos son fugaces al subirle su falda así como al bajar tus pantalones y apartar sus bragas hacia abajo, el calor del momento hace que desesperadamente quieras rozar contra ella tu pene, mientras los dos están parados, ella dándote la espalda abrazando con sus manos a el árbol, sentir un silencio de suspenso, mientras ella aprieta sus manos, y se prepara para dejar a disposición lo que le puedas hacer. Rozándole en los labios exteriores sin entrar aún, recorriendo la punta de tu pene por sus labios, al acecho. Eso es sentir un beso de humedad, es sentir que la cabeza de tu pene es bañada en lo que parecen cosquillas, pero son mejores, y es un beso lento, un roce suave que genera confianza, calor y desesperación en partes iguales.

Yo tomé sus caderas con mis dos manos, apretando su contorno y empujando de a poco, es increíble lo mucho que te puede cautivar el llamado del sexo, tanto como rubor en las mejillas, como un pulso acelerado del corazón.

Fue sentir que aquello resbalaba y cerrar mis ojos, para darme cuenta de una complicidad y un silencio, mismo que sólo pudo ser roto por las dulces notas

De la solista, en ese momento mediante vocales era capaz de expresar su sexualidad.

Gemidos, les llaman. Y gracias a la virilidad de un movimiento lento, a la poca aprensividad y casi libertad que se siente no interferir con tus manos y dejar que su tren inferior y tu "V" del abdomen hagan todo el trabajo.

Yo podía contarlos y pensaba aquí viene uno, seguido de otro, y otro más con más volumen.

Ella, así me respondía; sudando, inclinándose hacia delante, respingando el su culo para que entrara mejor, y apoyándose del mismo árbol para empujarse para atrás con más fuerza, era un movimiento lineal de atracción y retracción. Para nada esto se sentía como una línea, estaba claro. Yo era tan poco experto, que no comprendía que sentir y me conformaba en el morbo de observar a ese durazno único, a ese corazón que en mi memoria está tan tatuado como el mismo cerro. Un trasero que se abre para recibirte sólo a ti, se ve tan único como la persona que te lo ofrece y de mi parte la vista de mi trozo de carne conectado a su refugio, siempre es la misma, el grosor, el abdomen de mi misma persona. Si tan sólo se pudiera pintar lo que se siente en esos momentos.

El paisaje era maravilloso y yo involucraba motricidad, pues para mi juventud el reto había pasado, el premio ahora era ganarme el hecho de que me extrañará, de qué a mi falo lo recordase.

El acto entonces, eran embestidas que implicaban llegar más adentro, eran plicar mi mano para rasguñar su espalda usar la otra mano para con los dedos anular y corazón sobando su clítoris. Buscaba besar su nuca, lamer su cuello, y susurrarle en su oído.

Sin importar con quién estés, de mí te acordarás toda tu vida, porque eres mía.

Esto generó que de una sumisión, pasamos a tener movimientos violentos en una especie de competencia, era un resplandor de violencia, y por momentos, a mí me daban ganas de rendirme primero.

Sin embargo había que ser pacientes, le agarré el gustito a la espera, entre tanto movimiento la oportunidad de sostener sus tetas, haciendo con mis manos un brasier donde las puede descansar, transmitiéndole con las yemas de mis dedos calor en sus pezones. Buscando el otro lado de su cuello para morderla hasta dejar marca. Buscando que el choque entre nuestros cuerpos salpique y haga ruido, que sea obsceno, me provoque a darle una nalgada y apretar también su nalga, haciendo una pinza esto se me respondió gratamente, cuando ella pasó sus manos detrás de sus hombros y tomo mi cuello.

Cambiando el movimiento por una ondulación en sus caderas, por un subir y bajar que generaba un bucle de placer. Parecía no haber salida Yo ponía mis manos en sus muslos mientras me entregaba hacer consentido por ella.

Esa dulzura combinada al sudor que no se empapaba, nos hace Olvidar de todo problema y lo reemplazaba con dulces cosquillas en nuestros miembros interconectados.

Finalmente: un grito, abrió el estremecer de una convulsión, la piel de gallina, y el apretón interno de un orgasmo vaginal, destapo mi eyaculación y orgasmo. Aquello era un brote de calor, una liberación de lo que reprimían mis testículos, dentro de ella ahora tenía dos líquidos que olían a la fragancia natural del sexo. Estábamos juntos y acompañados y quedamos así mientras bajábamos dulcemente de esa nube de ensueño, reconociendo nuestro alrededor, escuchando nuestro gotear caer a las hojas, viviendo segundos orgasmos que me dejaban inmóvil con la única opción de seguir empujando para verla en su esplendor y grabarme así la reacción de sus ojos ante su orgasmo, la dureza de sus pezones, sus ansias por qué el fin dure para siempre. Me encantaban esos movimientos internos de su vagina, eran signo de que su voz gemía a la perfecta sincronía de su orgasmo. Ella necesitaba rapidez para el tercer orgasmo, agarré fuerza y me concentre en que mi pene, repleto de eyaculación y fluidos vaginales, lubricase bien y que entrará y saliera a un ritmo vivaz .La quería coger tan rápido como me masturbaba yo en las noches.

Fue así hasta que lo conseguí. Para la tercera sólo llegó ella, pero mi satisfacción estaba completa, me separé con el pene adormecido.

Respire por la nariz profundamente, tomando un último vistazo del resultado final, un chochito lleno, una mujer y un hombre satisfechos. Inhalando un aire que se dividía en partes iguales entre sexo y naturaleza. Fresca, fresca naturaleza.

Las cosas terminaron bien, pues parte importante de ser selectivo saber qué escoger a la pareja adecuada, comprendiendo mi visión de la vida, nadie terminó embarazado y nos tratamos con camaradería y respeto.

Aunque sabíamos que por explorar; aún detrás quedaba mucho más.

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