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La inminente corrida

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Virginia se presentó en mi casa sin avisar. Nada más verla en el descansillo con los botones de arriba de la camisa desabrochados, dejando ver los nacimientos de sus tetas, supe a lo que venía. "Hola, Sixto", saludó, "espero que te apetezca mi cuerpo". Cómo no iba a apetecerme: aunque Virginia superaba ya los cuarenta años, estaba divina. Virginia se sentó en el sofá y me preguntó: "¿Qué tal te va?". "Pues, ya sabes, trabajo y poco más", respondí; "Te veo tristón, a ver si yo te puedo alegrar un poco".

Dicho esto, Virginia se quitó la camisa y el sujetador. "Ven", me indicó con el índice levantado para que me sentara a su lado. Una vez que me senté, Virginia me sujetó por la nuca y empujó mi cabeza hasta sus tetas lozanas, las cuales yo chupé con ganas. Pasaba la lengua por la carne sabrosa y me detenía en los oscuros pezones para mordisquearlos. Virginia gemía satisfecha y posaba su mano en mi paquete cada vez más hinchado. Virginia se levantó y, frente a mi, se quitó la falda y las bragas, quedándose completamente desnuda.

Se inclinó para ayudarme a sacarme el pantalón del pijama por los pies y se sentó sobre mi regazo. Estaba húmeda Virginia y mi polla entró en su coño sin esfuerzo. Virginia se agitó para acomodar su posición y comenzó a cabalgarme. "Oh, Virginia, oohh", exclamé lleno de placer; "Ay, ah, Ricardo", jadeaba ella. Sentí que pronto me correría. Esta explosiva mujer no merecía otra cosa que una pronta y abundante corrida. Nuestras cabezas estaban pegadas. Nos besábamos y gritábamos mientras follábamos. Entre suspiros avisé a Virginia que me corría. "¿Quieres correrte dentro?", me preguntó casi asfixiada; "S-sí", contesté. Entonces Virginia aumentó el ritmo de sus empujes y yo me derramé extasiado.

Pero empezaré desde el principio. En mi pequeño estudio, Fabiola me chupaba la polla. A Fabiola le flipaba chuparme la polla después de haberla invitado a comer a un restaurante. Mi polla era su postre. Yo me tumbaba en mi cama y ella, presta, me quitaba los pantalones y los calzones y se metía mi polla en la boca. A mí me entusiasmaba ver mi hinchado miembro entrando y saliendo de la pequeña boca de Fabiola. Ella gemía placenteramente mientras me daba tan gustoso masaje. Mi respiración se iba haciendo más ruidosa conforme se iba acercando el momento de la corrida, y Fabiola lo interpretaba a la perfección, aumentando el ritmo de sus cabeceos para que yo eyaculara a gusto y bien. "Uff, oohh, Fabiola", susurré. Y me corrí largamente en la boca caliente de Fabiola.

Mi amiga Carmen se accidentó. Al parecer, caminando por una calle que asciende hasta el monte Victoria, trastabilló; con tan mala suerte que al caer se rompió tibia y peroné. Ahora se halla en su casa sin poder salir. Le envié un mensaje: "Que te mejores"; ella me respondió: "Muchas gracias". No es que yo esperase algo más, pero me había hecho ilusiones. Quiero decir: ahí, con la pata quebrada, difícilmente Carmen podía escapar de mí. Me explicaré mejor: en pocas palabras: siempre he querido follar con Carmen pero nunca lo he conseguido. Carmen me llamó por teléfono: "Vente esta noche a mi casa", me dijo, "no sé por qué le cuentas a los lectores tantas mentiras..., hemos follado demasiadas veces".

En la cama deshecha Carmen, con la pata quebrada, se esforzaba por dar placer a Sixto. Mientras Sixto fumaba, Carmen le chupaba la polla incansablemente. El miembro entraba y salía entre los labios de Carmen y ella gemía dulcemente.

Pero, a lo que vamos, ni esta Fabiola ni esta Virginia ni esta Carmen existen; son productos de mi fantasía. La realidad es bien distinta, puesto que yo no me como un rosco desde hace años; esto es, estoy muy necesitado de compañía femenina; igual hay alguna interesada entre las autoras. Me hago pajas, sí; no muchas porque ya no soy joven. Veo videos porno cortos y me pajeo. Hay algunos que me gustan más, como ese de "Gran mamada por mujeres maduras" en la que aparece una mujer madura que tumbada en la cama se hincha de polla mientras gime; o ese de la secretaria gordita que le chupa la polla al jefe; sobre todo el final, en el que ella se desabrocha la camisa, se quita el sujetador, frota la polla de su jefe con las tetas y suspira de placer ante la inminente corrida que se espera.

Esto sí, Carmen me chupa la polla tan bien que tengo unas inmensas ganas de correrme en su boca. La aviso: "Carmen, me voy a correr". Carmen levanta la cabeza, me mira a los ojos y me dice: "Sixto, córrete"; y me dejo ir. Rujo y me vierto. Carmen, contenta, escupe el semen en mi barriga y besa mi torso llena de devoción.

"Sixto", me dice en pijama apoyada en una muleta, "mañana me follas". Yo estoy en el umbral de la puerta y asiento. Me voy.

Cuando llego a mi casa, Virginia me espera con las tetas al aire recostada en el sofá. "¿De dónde vienes?", me pregunta; "De casa de Carmen", respondo; "¿Te la has follado?"; "No, sólo me ha chupado la polla"; "Ven, cómeme las tetas, macho mío". Me acerco al sofá vacío y busco una foto en Facebook. Siempre es la de la misma mujer. La encuentro, la guardo en "galería" para poder ampliarla mejor y me saco la polla del pantalón. Las tetas de la mujer están tapadas por una camiseta de tirantes, aunque se nota el bulto de los pezones en sus espléndida tetas; así que me hago una paja.

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