Nuevos relatos publicados: 4

La inspección (Parte 2)

  • 14
  • 6.995
  • 9,59 (17 Val.)
  • 0

Después de varios meses de pandemia, de a poco se va normalizando todo, retornando al trabajo y las actividades in situ.

Mi mujer de a poco vuelve a hacer las inspecciones en el río, tomándose una semana fuera de casa para realizar este trabajo de campo.

Con estos viajes, mi mente comienza a volar e imaginar a mi mujer teniendo relaciones ocasionales con otro hombre o con varios.

Elizabeth es una hermosa mujer de unos 48 años, que se nota que de joven fue escultural mente bonita. De una estatura media con una cabellera rubia, ojos marrones y un cuerpo perfectamente contorneado. Tiene unos pechos hermosos, con unos pezones en forma de almendras, que cualquiera desearía saborear. Una cintura bien marcada, y un trasero espectacular.

Cuando salíamos más de jóvenes, a su paso, siempre veía que los hombres volteaban la vista y no dejaba de mirarla.

Hoy casi con 50 años, también sigue despertando las miradas de los hombres.

No ha perdido esa sensualidad de mujer deseable para cualquiera.

Como cada viaje, nos mensajeamos un par de veces al día. Generalmente por la mañana y por la noche.

En uno de esos mensajes, me cuenta que el capitán de la embarcación, la dejó por unos minutos timonear la misma.

Con mucha alegría y entusiasmo, me relata la aventura, cómo niña con juguete nuevo...

—Elizabeth se sienta en el sillón del capitán.

Pisa en el apoya pie para elevarse sobre el asiento y sentar su llamativo trasero en el sillón, mostrando sin querer la calza negra ajustada a su cuerpo.

No pasa desapercibido el movimiento, y el capitán cruza una mirada cómplice con uno de los tripulantes.

La tripulación de la embarcación está conformada por cuatro personas. Un marinero, un técnico, un cocinero y el capitán.

Ella toma el timón de la embarcación con sus dos manos y el capitán la ayuda a tener confianza, moviendo el timón de un lado a otro cuanto fuera necesario.

En uno de los movimientos el hombre apoya su mano sobre la de ella y la ayuda a mantener el curso,

Aprovechando la oportunidad, el capitán, no soltó su mano por un instante, queriendo de alguna manera interactuar ese pequeño contacto con ella. Mientras tanto le va explicando algunas técnicas básicas del manejo.

Entre la alegría de estar frente al timón. Ella le pide a otro de los tripulantes que le saque una foto con el móvil. El capitán se aleja, pero ella le dice…

—No te vayas, saquémonos la foto juntos. Jajaja.

Así que el capitán se acerca con una sonrisa. Éste se aprovecha de la situación y le vuelve a agarrar la mano que estaba en el timón. Para sentir otra vez la piel Elizabeth.

Luego de unos minutos de navegación, Elizabeth baja del sillón y muy feliz le da un abrazo de afecto al capitán como recompensando el gesto.

Uno de los tripulantes esboza una sonrisa al ver esta situación y comienza a mirar a Elizabeth con otros ojos.

Estaba claro que entre los hombres de la embarcación, Elizabeth estaba despertando instintos de deseo y calentura. Ella era la única mujer entre 4 hombres.

Luego de un rato, llega el momento de almorzar. Lo cual hace que la embarcación se detenga en una de las orillas reparadas del río.

Entre risas y alguna anécdota almuerzan una rica comida hecha por el cocinero. Después de la sobremesa, Elizabeth se toma unos minutos de descanso en el camarote del capitán.

Ella se recuesta y se toma una pequeña siesta, un ratito después, el capitán le lleva una cobija ya que hacía frío. Pidiendo disculpas por la interrupción, le da el abrigo. Entre dormida, le agradece y el capitán aprovecha a taparla.

Muy atento, él le extiende la manta y naturalmente comienza a acariciar el contorno de su cuerpo arropándola. En su mente, el capitán estaba con ganas de poseerla y de disfrutar de esta mujer. De a poco y muy suavemente comenzó a acariciar su figura ya que estaba dormida. Con la yema de los dedos recorría su cuerpo por encima de la cobija, casi sin que ella se diera cuenta; posó sus manos en los pechos y en forma circular acariciaba ese par de tetas.

De a poco bajo una de sus manos hasta la ingle de ella y por encima de la manta rozaba sus dedos una y otra vez.

Su pene ya estaba que explotaba.

Así estuvo unos minutos, hasta que se animó a más y metió la mano por debajo de la manta. Sus dedos comenzaron a buscar esa vagina, que recordaba cómo un rato antes, se le marcaba en la calza negra cuando estaba en la cubierta del timón.

Los dedos comenzaron a frotar de arriba hacia abajo sobre la raya que formaba esa conchita. La calentura del capitán era tal que su frente comenzó a sudar.

Con la otra mano apretaba su bulto uno y otra vez por encima de su pantalón. Tratando de satisfacer su erección.

Elizabeth comienza a moverse y sentir esos roses en su vagina. Cómo estaba dormida imagino que esas sensaciones eran un sueño. Así que se relaja para seguir disfrutando...

El capitán ve que ella se deja hacer, así que continúa y se atreve a más. Con mucha destreza, logra meter su mano por debajo de la calza, comenzando a rozar sus dedos en los labios vaginales, que empezaba a empaparse de flujo de excitación.

La respiración de Elizabeth comienza a agitarse, y a esbozar unos resoplidos de placer.

Abre sus ojos, y con sorpresa se da cuenta que no estaba soñando, era el capitán haciéndole una paja tremenda.

A esta altura ya estaba muy excitada así que se dejó llevar por el deseo y la excitación.

Elizabeth se baja la calza y su tanga hasta liberarse de ellas y queda con su concha totalmente al descubierto. Termina por sacarse la remera térmica y su corpiño, dejando su escultural cuerpo totalmente desnudo.

El capitán ya muy caliente, se abre la cremallera de su pantalón y saca su pene totalmente erecto. Con su mano se la agarra y con el movimiento típico de sube y baja, descubre su mástil rosado, brillante y húmedo de la excitación. Él se para de lado del camastro a la altura del torso y la cara de Elizabeth, ofreciéndoselo...

Sin perder el tiempo ella le agarra el garrote y después de unos besos en la cabeza del pene, se lo mete de apoco en la boca.

—Mmmmm que rica pija dura. Cómo me gusta!!! Mmmm

Mientras se la chupaba con mucho placer...

La pija dura, entraba y salía de su boca. El capitán con los ojos cerrados y su vista hacia arriba, gozaba de la mamada.

—Así, así, chúpame chúpame la pija!! Que bien que lo haces!!! Mmmmm. (Decía el capitán)

Como la embarcación no era tan grande, uno de los marineros, justo pasa por la puerta del camarote y nota la puerta entornada pero no cerrada, pudiendo ver lo que ocurría. Podía espiar y ver que Elizabeth le estaba haciendo una tremenda mamada al capitán. Y también veía que esa mujer estaba totalmente desnuda y la podía disfrutar verla en pelotas. Su erección no tardó en aparecen frente a ese espectáculo inesperado.

El capitán se da cuenta que el marinero estaba fisgoneando la situación. Pero no lo incomodó, al contrario, le hizo un gesto con la cabeza y lo miro con complicidad.

El capitán se saca la ropa, quedando también totalmente desnudo. Un hombre de buen cuerpo, normal, pero con un tremendo pene erecto.

El acomoda a Elizabeth en cuatro, se agacha por detrás del culo de ella y le comienza a lamer el orificio anal hasta la vagina. Su lengua jugueteaba entre el culo y la concha de ella.

Le excitación de Elizabeth era tremenda.

—ahhh asiii chúpame así!!! Que rica lengua siii!! Asiii!!

Esa chupada del capitán la estaba volviendo loca de placer.

—Quiero esa pija, cógeme ya!!!

Quiero ese mástil dentro mío!!!

Sin más preámbulo, el capitán se incorpora y apunta su pene en el orificio vaginal, apoya suavemente la cabeza de la pija y lo introduce en la concha caliente de Elizabeth. En ese momento pega un pequeño grito de placer.

—aaahhh asi, si así. Cómo me gusta papito!!! Así cogeme!! Que buena pija tenés.

El Capitán comienza un bombeo tremendo, entra y sale, entra y sale.

Elizabeth estaba muy excitada, su conciencia no podía pensar en otra cosa que en ser cogida por esa pija.

Mientras tanto el marinero sigue espiando como su capitán montaba a esa hembra en celo. No quería perderse ni un segundo.

Ya tenía su pene muy erecto y se frotaba por arriba del mameluco su mástil duro como una roca. En ese momento el capitán le hace una seña al marinero para que entre.

El marinero se sube la cremallera del mameluco y saca su pene erecto. Se lleva la mano a su boca y moja con saliva la misma para mojar su falo a modo de paja, lubricándolo. Sus ganas de penetrarla a Elizabeth eran tremendas.

El Capitán saca su pene y le da el lugar al marinero para que meta su pija en esa concha caliente bien lubricada de la excitación. El marinero comienza bombear una y otra vez.

Elizabeth no se había dado cuenta que el marinero la estaba cogiendo, ya que estaba en cuatro patas, con la mirada para otro lado.

Ella no dejaba de gozar.

El marinero no podía creer que se estaba montando a Elizabeth, la señora inspectora de su trabajo.

Ella estaba tan excitada que con sus ojos cerrados, balbuceaba y gemía!

—así cogeme. Me estoy volviendo loca de placer. Asi, cómo me gusta la pija!!!

Mientras tanto las manos del capitán comenzaron a acariciar los pechos de Elizabeth; con sus dedos pellizcaba suavemente sus pezones masajeándoselos.

El placer de ella era tal que no se daba cuenta que eran dos hombres los que la estaban haciendo gozar, hasta que se da cuenta.

Y como había sucedido antes, se ruborizó un poco pero se deja llevar por toda la excitación y goce que estaba experimentando.

El capitán se para frente a su cara y le ofrece su pene. Elizabeth se lo mete otra vez en la boca y le hace una tremenda mamada, mientras que el marinero sigue penetrándola por detrás.

Elizabeth no podía más del disfrute. Dos hombres la estaban cogiendo. Tenía una pija por detrás y otra en la boca.

Los suspiros y jadeos de ella eran tremendos.

—mmmm asiii!! Si siii ahhh!!

Luego hacen un cambio, el capitán vuelve a penetrarla y al marinero le toca la mamada.

Ella se mete el falo del marinero en la boca mientras con una mano acaricia con unos apretones suaves los huevos. El pene del marinero era grueso y de gran tamaño, excitando la de sobremanera a Elizabeth. El hombre mientras le succionaba el garrote, sus manos jugueteaba y sobaba los pechos de ella.

Los cuerpos de los tres estaban muy calientes. El marinero termina de sacarse el mameluco, quedando los tres al desnudo.

Luego el marinero se sienta en el camastro y Elizabeth se sienta en su pene boca adelante dando la espalda al marinero. Quedando perfectamente sentada cabalgado al marinero y chupándole la pija al capitán.

—mmmm. Así así, que buena cogida. Que ricas pijas me estoy comiendo. Les gusta?

—siii, que buena concha!!! Que buen culo. Que buenas tetas. Cómo me gusta cogerla!!! Asiii, muévase. Decía el marinero tratándola de usted a pesar de todo.

Elizabeth estaba gozando como loca, su cuerpo hervía de deseo.

Ya no podía más de placer.

En la mente del capitán estaba la idea de gozar con el culo de Elizabeth y le propone ser penetrada por los dos al mismo tiempo. Por el ano y por su concha. A lo que ella le dijo que le iba a doler. Que mejor no.

Pero ella estaba que explotaba de deseo y lujuria. Era la primera vez que tenía dos pijas juntas, dos falos a su servicio. Y que estaban dispuestos a bañarla en leche y hacerla gozar hasta el agotamiento.

De a poco la fueron convenciendo.

Ella no estaba tan convencida pero acepto. Así que el marinero se recostó bien sobre el camastro, ella lo monto, agarró su pija enorme y se la acomodo en su vagina caliente. Elizabeth cabalgaba sin cesar. Sube y baja, sube y baja, mientras las manos del marinero apretaban sus pechos.

Por detrás el capitán acerca su cara al orificio anal y se lo comienza a chupar, por momentos pone tensa la punta de la lengua y se la introduce en el culo de Elizabeth. Ella gritaba y gemía de placer.

—ahhh. Asii Sisi.

El capitán estaba preparando el preciado hoyo para poder meter su choto. Ese culo estrecho y apretado lo quería hacer suyo.

Finalmente después de sobarle el agujero, se incorpora, se pone por detrás. Roza su glande en el agujero, y despacito comienza a meter la cabeza de su pene. Elizabeth se mordisqueaba sus labios, y entre jadeos da un pequeño quejido de placer. El capitán empuja con un poco más de fuerza y logra penetrar ese culo hermoso de Elizabeth.

Para ella era un mar de sensaciones. Entre dolor y placer, sentía esos dos mástiles entrando y saliendo de sus agujeros al mismo tiempo. Estaba siendo cogida por el culo y la concha al mismo tiempo. Ella explotaba de placer infinito!

—ahhhh! Me están matando de placer, ya no aguanto más!!! Que rico!!

Los tres cuerpos estaban unidos y moviéndose como en una danza rítmica sexual. Hombre, mujer hombre.

Por momentos el ritmo se ponía salvaje y por otros, suave.

El capitán y el marinero, ya no daba más de placer, ya los testículos le explotaban de las ganas de liberar la leche sobre ella.

El camarote estaba tomando temperatura de tanta acción sexual. Los tres cuerpos estaban bastante sudados, dándole a la situación un ambiente caliente y sensual. Los aromas embriagantes de los cuerpos sudados y la mezcla del perfume de mujer hacían que sus sentidos llegarán a su máxima expresión.

El capitán, saca su pija del culo de ella, se la pone en la boca a Elizabeth. Ya no aguantaba más, él tenía ganas de tirarle toda la leche caliente.

Ella comienza a chuparle la pija mientras el marinero sigue penetrándola una y otra vez, haciendo que la hembra comienza a entrar en ebullición. Elizabeth se comienza a estremecer. Su respiración se entrecorta y los movimientos de su cuerpo comienzan a hacerse más erráticos. Al mismo tiempo que le chupa la pija al capitán.

Los tres estaban y a punto de llegar al clímax, a descargar toda esa energía sexual acumulada.

—Voy a acabar, dice ella, con cada embestida del marinero. Mientras se la mamaba al capitán.

El vientre de Elizabeth se contrae y acaba tremendamente... Su respiración súper agitada, gime de placer y da unos pequeños gritos!

Finalmente con las ganas de venirse de los dos hombres, ella se sienta en el camastro, y ellos le acercan a cada lado de la cara las dos porongas.

Elizabeth las toma una con cada mano y les propina una buena paja a cada una. Mientras se las chupaba. Su boca iba y venía entre capullo y capullo. Ella podía percibir cómo les latía.

—mmmm qué ricas. Que ricas pijas.

El capitán ya estaba que explotaba, hacia unos minutos que quería largar los chorros de semen de tanta calentura. Elizabeth siente en su mano como el pene comienza a latir y abre su boca sacando la lengua, cómo pidiendo esa leche. El hombre con un gran espasmo lanza un gran chorro de leche en la boca de ella, seguido de otros lances del néctar de esa poronga.

—ahhh ahhh ahhh. Exclamó el capitán mientras acababa sobre Elizabeth.

Ella se relame la leche, mientras sigue haciéndole la paja al marinero que también está a punto caramelo de terminar. El marinero comienza a jadear con fuerza, hasta que se estremece como si una descarga eléctrica saliera de su cuerpo, largando un chorro de leche caliente sobre la boca de Elizabeth. Ella abre su boca mostrando todo el líquido seminal que de apoco va chorreando sobre sus pechos!

Los tres cuerpos exhaustos terminan tumbados sobre el camastro del capitán. Y con las miradas cómplices de haber disfrutado se reponen de tremenda experiencia para seguir inspeccionando el río.

(9,59)