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La mamá de Adrián
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Tengo un compañero del club y nos hicimos bastantes compinches. Su padre trabaja en los cruceros italianos y veces tiene viajes consecutivos y está muy poco en su casa. Su madre, es una mujer muy bella. En el club concurre a las clases de gimnasia y mantiene un cuerpo firme. Tiene cabello negro, que cae sobre los hombros con amplias ondas, vientre plano y una cola paradita. Casi 40 años.

Con Adrián, mi amigo, a veces estudiamos juntos a pesar de ir a distintas Facultades (él, medicina, y yo abogacía). Estábamos en su casa un mediodía y cuando finalizó una charla telefónica con su padre, que estaba en Ibiza; me dice que debe ir a un Sanatorio pues tiene un práctico por la noche hasta la mañana.

Se despidió de su madre y me saludó a mí, que debía terminar mis apuntes antes de irme a mi casa. En plena tarea estaba, cuando Teresa me dijo:

-Te traje un café, porque me voy a tirar una pequeña siestita.

-Gracias, Tere -le contesté- No se hubiera molestado.

-Cuando te vayas, asegúrate de cerrar bien la puerta de calle -dijo. Y se marchó.

Seguí con mi tarea y en momentos, tuve necesidad de ir al baño. Cuando salí del baño, al pasar frente al dormitorio matrimonial, sentí unos leves quejidos y una respiración agitada. Miré por la pequeña abertura de la puerta y vi a Teresa tendida en la cama con la falda levantada y sin trusa, masturbándose frenéticamente.

Ese espectáculo además de asombrarme, me excitó en demasía. Ver a una mujer bella moverse agitada y presa de la lujuria me llevó a lentamente acercarme a la cama. Cuando sintió el roce de mis pasos, se sorprendió y removiéndose en la cama, bajo su falda.

-Dani, ¿cómo entraste a mi dormitorio? ¿Por qué estás aquí? -exclamó, y tapándose la cara con ambas manos, agregó- Dios mío que vergüenza.

-Teresa, -le dije- No es ninguna vergüenza y la comprendo perfectamente. Esto jamás saldrá de mi boca, quédese tranquila. Queda solo entre usted y yo.

-Lo que pasa, es que mi esposo, debido a su trabajo -me cuenta- me deja mucho tiempo sola y no soy mujer de andar por ahí buscando aventuras. A veces tengo deseos sexuales y me cuesta dominarlos.

-Todos los tenemos -dije quitándole importancia- y los demás no lo notan.

-Pero a vos -dijo señalando mi entrepierna- se te nota una excitación bastante considerable.

-Al verla a usted, tan bella y apasionada, no puedo dominarme -y agregué-Es una mujer tan atractiva y deseable como pocas.

-¿Deseable? -preguntó- ¿acaso vos, me deseas? ¿no tienes muchachas que te atraigan más que yo?

Sentándome en el borde del lecho, puse mi mano sobre la de ella y sentí que su piel se erizaba con el contacto.

-Y en tiempo de confecciones, le digo que la deseo intensamente -murmuré cerca de su oído- y la penumbra de este cuarto me excita muchísimo más de lo que pueda imaginarse. Poseerla sería el mayor placer de mi vida.

-Pero, si se enterara mi hijo o mi esposo -musitó- Sería el fin de mi vida.

-Jamás sabrán nada ni tendrán sospechas -aseguré- sería nuestro secreto.

Saqué su blusa y mi camisa. Se dejó llevar por mis acciones. Recosté su cuerpo en las sábanas y deslicé su pollera fuera de sus piernas. El resto de la ropa, lo tiré al costado del lecho y quedamos desnudos uno junto al otro.

-Esto es una locura -gimió- pero también te deseo y necesito el sexo que me puedes dar. Hazme tuya y goza conmigo. Quiero sentirte dentro mío y que llenes mis entrañas con tus eyaculaciones.

Sus pechos temblaban con mis caricias y besos, mordía sus pezones suavemente.

-Así… Así mi muchachito… ¡Dios mío. Cuanto estoy gozando!! Sigue… sigue por favor. No te detengas.

Besé los labios de su vagina y busque su clítoris con mi lengua y succioné sus jugos.

-Nunca. Nunca nadie me hizo esto. No sabía que podía haber tanto goce -gemía casi llorando -dejame a mí también darte placer, besando tu miembro. Quiero sentir en mi boca tu gran pene y que goces como yo lo hago.

Me ubiqué entre sus piernas (en ese momento, tenía una erección inmensa y dura) lentamente fui penetrando su vagina y ya no gemía, sino que gritaba enloquecida:

-Dame más. Destrózame la vagina con ese miembro tremendo. No te detengas. Ahhh… aashhh… Me estas matando pendejo. No pares.

Su pelvis empujaba mi vientre con frenesí. Sus uñas se clavaban en mi espalda. Mientras el mete y saca producía espasmos que le provocaban un orgasmo prolongado. Mordía mi hombro con fiereza incontenida. El largo tiempo sin sexo, desataba el desenfreno de Teresa. Yo llegando a la eyaculación, no sabía que quería ella y saque mi verga entes de llegar.

Ella rápidamente se la metió en la boca y recibió mi eyaculación en su boca.

-Te gusta así, Dani. -dijo sonriendo feliz- toda tu lechita en mi boca. Tuve el mejor orgasmo de mi vida.

-Yo también -le contesté- mientras nos besábamos tiernamente.

-Daniel, mi amor -aseveró- tanto placer no puede ser una sola vez. Veremos de repetir. Cogeremos nuevamente y pronto, por favor.

Lo hicimos más veces, con iguales goces y placeres.

DANINO

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