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La playa, ella y yo

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Era un 23 de mayo. El verano aún no había empezado, pero ya se empezaba a notar el calor y el anochecer se empezaba a retrasar según pasaban los días. Por aquel entonces, yo estaba quedando con una chica la cual me había presentado un amigo mío, nos conocimos y bueno, acabamos siendo “más que amigos”.

Se llamaba Alicia, había emigrado desde Venezuela hacía unos años y tenía el pelo negro, los ojos marrones y una figura voluptuosa, la cual parecía que era cosa plenamente genética. Ya desde que la conocí me ponía como una moto, y a base de mucho machacar, logré conquistarla. Antes de este 23 de mayo ya habíamos tenido algún que otro encuentro, pero el de este día guarda un lugar especial en mi memoria.

La invité a que pasáramos el día en una playa muy bonita que conocía en Asturias. Fuimos en mi coche, llegamos al pueblo, comimos algo y comenzando la tarde, bajamos a la playa. La playa en cuestión es un lugar un poco “abandonado”, ya que en su día no se pudo edificar cerca y el terreno quedó prácticamente virgen: una playa extensísima sin socorrista ni chiringuitos, en la que siempre hay poca gente y está principalmente destinada a gente que va allí a pasear con el perro o gente que practica el nudismo.

Para estar más tranquilos y no tener que cruzarnos con gente exponiendo sus vergüenzas, decidimos ponernos en una zona bastante alejada de la entrada (no sé por qué, a partir de un punto de la playa la gente ya no se suele poner, y hay como una especie de “zona muerta”). Nos quitamos la ropa que llevábamos encima del traje de baño, extendimos las toallas y nos echamos crema recíprocamente en las zonas que no llegábamos. Primero me echó ella a mí en la espalda, sentándose en mis lumbares y dándome un pequeño masaje.

Luego le tocó el turno a ella de tumbarse, se tumbó boca abajo y se deshizo el nudo de la parte de arriba del bikini. Yo me arrodillé a su lado y comencé a darle la crema de la misma forma que ella había hecho. En esto estaba cuándo de repente, noto que algo rozó mi pene: la mano de Alicia se había metido por una de las patas de mi bañador.

Alicia: Uy uy uy, te estás empezando a poner contento

Marcos: Jajaja, Alicia, por favor, que no me concentro.

Alicia: Aquí no te has dado crema, eh? jaja.

Yo seguí dándole la crema mientras ella me masturbaba, y cuándo acabé de darle la crema, la tenía como un mástil. Se levantó de la toalla sin volver a atarse la parte de arriba del bikini, me hizo tumbarme y me quitó el bañador.

Primeramente, me siguió masturbando con las manos y posteriormente puso mi pene entre sus tetas y continuó con el mismo movimiento. Así continuó hasta que finalmente yo me corrí sobre su pecho. Tras esto, ella se levantó y me dijo: - “Vaya, mira cómo me has puesto. Voy a darme un chapuzón y así me limpio”- y se fue en dirección al agua. Yo esperé un minuto echado mientras recuperaba la compostura, y posteriormente fui hacia ella.

Allí en el agua, fui entrando al agua, y ella al verme, empezó a salpicarme para fastidiarme. Tras esto, me lancé corriendo hacia ella, y la hice un placaje, sumergiéndonos los 2 en el agua completamente. Tras salir a la superficie, nos reímos y comenzamos a comernos la boca. Su mano derecha fue a agarrar mi polla, mientras que mis manos estaban en su teta izquierda y en su vagina, hasta que ella se soltó y me susurró:” Ven, vamos a la toalla”.

Me llevó de la mano hacía nuestro campamento, y al llegar, se quitó la parte de abajo, quedando totalmente desnuda, y se quedó ofrecida boca arriba en la toalla. Me arrodillé y me introduje en su coño, pasando mi lengua alrededor de el hasta llegar a su clítoris, succionándolo suavemente, hasta que ella acabó estallando en mi cara. Me coloqué encima de ella e introduje lentamente mi pene en su vagina. Ella me rodeó con sus piernas, y comencé las penetraciones mientras nos fundíamos en un beso. Estuvimos así un rato, hasta que me apeteció cambiar de postura.

Me senté en una roca que había allí cerca y ella se sentó encima de mi polla dándome la espalda. Se penetraba ella misma mientras yo tenía mis manos en sus tetas. Me deleitaba viendo mi polla desaparecer tapada por su culo y con el tacto de sus tetas. Tras un rato, nos levantamos y decidí cargarla sobre mí. Ella rodeó mi cuello con sus brazos, y yo le introduje mi miembro y la agarré del culo, a la par que ella rodeaba mis caderas con sus piernas. Empecé lentamente, y tras oírla gemir en mi oído empecé a bombearla más rápido, a lo que ella me susurró:” Espera, no te corras todavía. Quiero montarte antes de que acabemos”.

Sus deseos eran órdenes para mí, así que me eché en la toalla y ella se montó encima de mí, introdujo mi pene en su orificio y comenzó a cabalgarme. Al principio lo hizo lento, y luego empezó a aumentar la velocidad. Se acercó a mi cara para darme un beso sin parar de moverse y tras esto me susurró:

Alicia: Que bien me follas, papi. Vamos, quiero que te corras para mí

Se incorporó a la vez que se colocó en pelo, y comenzó a gemir más fuerte, aviso de lo que se venía. Tras esto, moví mis manos de sus tetas hacia sus caderas y comencé a taladrarla más fuerte. Se volvió a acercar a mi oído y me dijo:

Alicia: Acabemos juntos, papi. Dale, córrete en mi coño. Quiero sentir como me llenas toda

Tras esto pasé mis manos a su espalda, acercándola hacia mí mientras soltaba sus últimos gemidos y yo vaciaba toda mi carga en su vagina. Estuvimos un rato en la misma posición, comiéndonos la boca hasta que finalmente nos dimos un último baño (para quitarnos la sudada que llevábamos), nos vestimos y volvimos a casa.

Un día inolvidable.

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