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La primera noche de mi esposa con su amante

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Una tarde mi esposa me comentó que su primer novio, que también había sido su primer hombre, la había contactado por Facebook. Me consultó si no me molestaba que le respondiera. Supe que esas conversaciones terminarían en la cama. No podía saber en cuanto tiempo, pero estaba seguro de ello. Cuando aún éramos novios habíamos conversado sobre nuestras experiencias previas y ella no tuvo reparos en comentarme lo mucho que había disfrutado con “él” y sobre el gran tamaño de su verga, que con mucho, era la más grande que había tenido dentro. Le dije que le responda.

Algunos meses después, quizás tres o cuatro, un jueves por la noche, me comentó que él se encontraba de paso por Lima y le había pedido salir a comer algo. Me consultó si podría ir. Por su rostro expectante supe que iría directo a la cama. Acepté. Le dije que no habría problema. Al día siguiente, viernes, a las 7 pm salió para encontrarse con él. Me dijo que regresaría hacia las 10 pm como máximo.

Aproveché, fui con mi hija al cine, comimos algo en un McDonalds. Volvimos a casa, le conté un cuento y poco después de las 10.30 se quedó dormida. Se me ocurrió cerrar la llave maestra del agua para evitar que mi esposa se duche al llegar. Nunca lo hace, pero simplemente se me ocurrió evitar que lo haga.

Hacia media noche llegó algo mareada. Oliendo claramente a cerveza. Mucho más nerviosa que en cualquiera de sus salidas con amigas. Me dijo, con una voz que ocultaba la mentira “fuimos a un bar y la pasamos bien”. No me dijo más y no le pregunté más. Me dijo que se ducharía (nunca lo hace al llegar), le dije que habían cortado el agua por unas reparaciones en el condominio. Se sonrojó y titubeo. Respondió casi temblando “no importa”.

Me dijo entonces que se acostaría. No me pidió que vaya con ella a la habitación. Esperé unos minutos en la sala y luego entré. La encontré ya con pijama bajo las sábanas. Aún despierta. Lentamente, con parsimonia me desvestí. Vi sobre el sofá, al lado de su cama su jean y su brasiere, bien ordenados, como es su costumbre. Su tanga y blusa deberían estar en la cesta de ropa sucia. La abrí como para meter mi ropa sucia. Ella no se percató.

Miré y remiré. Estaba su blusa, pero no su tanga. Justo había una sábana sucia, encima blanca, debajo de su blusa negra y por ningún lado se veía la tanga con la que debió haber salido. Imaginé dos opciones, la primera, que salió sin tanga, a pedido de él. Lo creí poco probable. La segunda es que se la haya dejado como “trofeo de guerra”, lo más probable para mí. En todo caso, cualquiera de las dos opciones me calentaba.

Me desnude completamente. Me puse el pijama y me acosté a su lado. Ella estaba de costado, mirando hacia afuera. La abracé y le dije al oído que la amaba. Ella me respondió casi entre dientes “yo también mi amor”.

Comencé a acariciarle el cabello, besuquear su cuello, ella no me correspondía. Estaba hasta temblorosa. Eso me excitaba más y más. Finalmente, se volteó me miró y me dijo ¿amor tú me amas?”. Le respondí que sí, que la amaba. No me respondió. La intenté besar, no se dejó, me dijo “huelo a cerveza amor”. Le dije que no me importaba y la volví a besar. Sólo se dejaba, no respondió.

Sentí el olor a cerveza y a verga en su boca. La imaginé en un cuarto de hotel, bebiendo y cogiendo. Besé sus mejillas, su cuello, volví a sus labios. Empezó a responderme. Supongo imaginar, que no me había dado cuenta de sus labios mamones la soltó. Al abrir sus labios más, para responder mis besos, sentí ya no solo el olor de verga y cerveza, sentí el profundo olor de su culo. La imaginé mamando verga luego de haberla recibido en el culo.

Empezó a calentarse. Suponer que yo no sentía su sabor luego de coger, le dio confianza. Con mi mano le bajé el short de pijama y comencé a acariciarle el coño. Lo sentí demasiado húmedo. Le introduje dos dedos que nadaron en una vagina húmeda, salvajemente húmeda.

Le di vuelta. La puse boca arriba y comencé a bajar sobre ella, besando y lamiendo sus senos recién usados. Ella me dijo “amor no sigas, estoy sucia”. Le dije que no me importaba, que la amaba y la deseaba. No respondió.

Llegue con mis labios y mi lengua a su coño súper húmedo. Lo empecé a lamer y recorrer con lengua y labios. Ella gemía salvajemente. Supongo tenerme allí, sumiso, lamiendo las sobras de su amante la calentó infinitamente. Y a mí igual, estaba a morir de placer. El sabor a verga y por sobre todo a semen que había en su coño era brutal, de horas siendo cogida y más de una vaciada dentro. Desee lamerle el culo ya.

Me levanté y le dije “date vuelta amor”. Me dijo “no mi amor, estoy muy sucia”. Insistí con mis brazos y manos, casi forzándola. Estaba más caliente que temerosa y se dejó llevar. Separé sus nalgas con mis manos y me encontré con su culo recién usado, muy usado, por la verga enorme de su primer novio, esa noche su amante. Le palpitaba, los pliegues dilatados, abierto a simple vista, muy abierto, pero lo más excitante, con rastros de semen aún allí.

Puse la lengua en sus pliegues y sentí como ella me pedía estar dentro. Mi lengua fue avanzando por su culo usado y con sabor a mierda y a semen de su amante. Imaginar la noche que tuvo, con leche en su boca, en su culo, en su coño me hizo pensar que gozó como perra, que su primera vez como infiel había sido perfecta.

Llegó con mi lengua en su culo, diciendo “te amo mi amor, te amo mi amor” así, sin nombres. Me monté sobre ella y disfruté su culo. Cuando vibraba por el segundo orgasmo que le llegaba, en su cama, con su esposo, me vine también dentro.

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